"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de diciembre de 2017

33. Se escurre sin haber barro



   Curro está cada día más colado por la joven camarera rumana. En buena parte es porque Anca, pese a sus pocos años, tiene la astucia suficiente para mantener al hombre en la cuerda floja del deseo. Un día le trata con displicencia y al siguiente le hace unos arrumacos que ponen al exsindicalista en el disparadero del antojo. La táctica del palo y la zanahoria parece funcionar pues Curro, a pesar de sus años y de una trabajada experiencia con el mal llamado sexo débil, está en un sinvivir por culpa de una jovencita que bien podría ser su hija. En una situación así, siente la imperiosa necesidad de compartir sus vivencias con alguien. Más que pedir consejo lo que necesita es explayarse, aligerar la carga de encontrados sentimientos en los que se mezclan el sexo y un incipiente enamoramiento. El problema es que en Torrenostra no cuenta con ese alguien. Sigue sin revelar a nadie su verdadera personalidad y no tiene ni familia ni amigos ni colegas. Lo más parecido a unos compañeros son los jubilados con los que, de vez en cuando, se echa una partida de dominó, pero ni por asomo se le ocurre comentar con ellos sus cuitas amorosas, posiblemente no le entenderían. Esa tarde, tras terminarse la cotidiana partida de dominó en la que ha estado de mirón, los viejos se van a dar una vuelta por la playa, dicen que a estirar las piernas. Grandal no les acompaña pues tiene que volverse a Marina d´Or. Cuando se quedan solos le comenta burlonamente a Salazar:
-No se van a pasear, a lo que van es a ver jovencitas con las tetas al aire. Como ya no se les levanta se contentan con ir de voyeurs –lo ha dicho a la manera francesa.
-¿Vuayeurs? –repite Curro con una entonación interrogativa.
-Ya sabes, los tipos que espían a escondidas a otras personas en situaciones eróticas para excitarse sexualmente. Aunque dudo que se exciten mucho pero, bueno, tampoco hacen daño a nadie.
   Un comentario aparentemente tan aséptico como el que acaba de hacer Grandal es motivo suficiente para que Salazar se lance, sin pensárselo demasiado, a contar al excomisario sus cuitas amorosas, aunque da una versión edulcorada de su vida sentimental. Le explica que se divorció hace años, luego se emparejó con una compañera del trabajo bastante más joven que él, la cual le dio puerta cuando le cazó pegándosela con su hermana. Después fue pasando de unos brazos a otros y en los últimos tiempos convivió con una mujer con la que también ha roto. Llegó a un extremo en que, un tanto hastiado de su difícil convivencia con la grey femenina, se prometió a sí mismo que ya no iba a tener más líos de faldas. Pero es cierto aquello de que el hombre propone y la mujer todo lo descompone, pues ha sido aterrizar en Torrenostra y la camarera que se ocupa de ordenar su habitación resulta ser una jovencita que está más buena que el pan y tiene salero a raudales. Muchas mañanas está un rato de palique con ella aprovechando que arregla el cuarto y hasta la ha invitado a comer un par de veces explotando el hecho de que estaba enfadada con su novio. Y lo que comenzó como un modo de mitigar la necesidad de compañía cuando uno está solo pasó a ser un tímido flirteo y ha terminado convirtiéndose en una verdadera obsesión por la joven. No consigue quitársela de la cabeza y más aún desde que Anca le brindó sus favores.
-No sé si alguna vez has experimentado lo que es tener entre tus brazos a una mujer de diecinueve años cuando tú vas para los cincuenta. ¡Qué mujer y qué cuerpazo tiene!. Cómo para hacer perder la cabeza al más pintado. Me ha hecho sentir sensaciones que creía que no volvería a experimentar. Y eso a mi edad es algo que te vuelve loco.
   Grandal no hace ningún comentario, se limita a mover la cabeza en gesto de que entiende las vivencias que le está confesando Curro.
-Y encima, si no quieres taza, taza y media porque hay un problema añadido, Anca tiene novio. Es un chiquilicuatro del pueblo, uno de esos ninis de hoy en día que ni estudia ni trabaja. Y del que para más inri no está enamorada, solo está con él porque el pazguato pertenece a una familia con mucha pasta. Le he dicho a Anca que se venga conmigo, que podemos vivir donde ella quiera, que no le va a faltar de nada, pero no acabo de convencerla. Y, chico, no sé qué hacer. Estoy hecho un verdadero lío.
   Grandal tiene demasiada experiencia como para recoger la velada invitación de su interlocutor de aconsejarle sobre la tesitura en la que se encuentra. Sigue limitándose a escuchar y asentir. Por otra parte, no se sorprende demasiado de lo que le cuenta Martínez, así sigue creyendo que se llama, pues en su larga carrera en la policía ha tenido que escuchar relatos mucho más retorcidos y escabrosos.
-Tú, en mi lugar, ¿qué harías? –inquiere Curro.
   La pregunta coge al excomisario desprevenido porque no se la esperaba de un tipo que parece curtido en mil batallas de toda clase. Sale del paso echando mano del galleguismo tópico.
-Pues que quieres que te diga. Ya sabes cómo son las mujeres, nunca aciertas por donde van a salir. Y tendrás que disculparme porque se está haciendo tarde y Chelo me debe estar aguardando. Nos vemos mañana.
   Al día siguiente, aprovechando que Curro no aparece por la partida vespertina, en cuanto la terminan Grandal cuenta a sus amigos el dilema sentimental en el que anda metido Martínez el Andaluz, así le motejan a su espalda.
-Ya habías comentado que se timaba con la moza –recuerda Ballarín.
-Hay que reconocer que Martínez tiene buen gusto porque la Anca está de toma pan y moja –comenta Ponte desvelando una cierta envidia.
-A mí no me extraña nada de lo que estás contando –apostilla Álvarez- porque la moza parece que es de las que se escurre sin haber barro.
-Explica eso del barro –pide Ballarín- porque si no me quedo in albis.
-Es una frase que se suele decir por la toledana comarca de La Sagra, la oí por primera vez en Añover de Tajo, y se refiere a las mozas ligeras de cascos.
-¿Y cómo sabes que esa chica es facilona? –pregunta Ponte.
-Porque hace un par de veranos estuvo trabajando de canguro en casa de mi hijo Nacho, que nunca fue precisamente un santo. Un día que su mujer volvió antes de lo acostumbrado se lo encontró morreándose a brazo partido con la muchacha. Esa misma tarde mi nuera la puso de patitas en la calle. Y entonces ya tenía novio, no el de ahora, era un joven rumano que parecía un buen muchacho y al que también le ponía los cuernos. ¡Menuda pelandusca está hecha la tal Anca!
-Llamarla pelandusca es un poco fuerte –replica Ballarín-, pero desde luego si se la puede calificar de promiscua.
-Eres un santo varón Amadeo –se mofa Grandal-. ¿Promiscua?. Por lo que acaba de contarnos Luis ya le ponía los cuernos al novio de entonces y se los pone también al que tiene ahora. De promiscua, nada, esa muchacha es más puta que las gallinas.
-O sea, que lo dicho, se escurre sin haber barro –remacha Álvarez.
   Las dos personas que protagonizan el cotilleo de los jubilados están en esos mismos momentos en situaciones distintas. Anca está en el coche de Vicentín soportando, por lo que parece, la enésima bronca de su novio porque alguien le ha ido con el cuento de que la vieron en el coche de un foraster. Se han reconciliado en cuanto la joven ha comenzado a besuquearlo. A Curro, que los está espiando, se lo llevan los demonios, y termina de descomponerse cuando adivina, más que verlo pues solo puede observar las cabezas de la pareja, que Anca se inclina hacia la entrepierna del chico mientras este pone cara de felicidad. Es más de lo que puede soportar y se marcha.
   Cuando Curro llega al hostal se encuentra con una desagradable sorpresa, tiene una nota en el casillero de su habitación. El mensaje, escrito en un pésimo castellano, dice: Le a yamado un señor. Volverá a yamar.
-¿Quién es el que me ha llamado? –pregunta a la jovencita que hace las veces de factótum.
-No lo sé, no ha dejado su nombre.
-¿Pero seguro que el hombre que ha llamado ha preguntado por mí?
-Por supuesto. Ha dicho que quería hablar con el señor Francisco Martínez. Usted es el único huésped que se llama así.
   Desde que está en Torrenostra es la primera vez que alguien pregunta por él, aunque el hecho de que hayan dado su falsa identidad debería tranquilizarle. Otra cosa es que hubieran usado su verdadero nombre. De todos modos es algo inquietante. La preocupación crece exponencialmente cuando le llaman para avisarle de que vuelve a tener una llamada. Coge el teléfono como si fuera un bicho venenoso.
-Diga.
-¿Francisco Salazar?
   Al oír su nombre el corazón le da un vuelco. Su primer pensamiento es que se trata de la policía, pero en seguida recapacita, si fueran los maderos no le llamarían por teléfono, habrían estado allí para detenerle. Por su mente pasan como un torbellino múltiples pensamientos. Como no contesta, el desconocido que parece que le ha leído el pensamiento vuelve a hablar:
-Tranquilo, Salazar, no corre ningún peligro, pero tenemos que hablar.

PD.- ¡¡¡FELIZ Y PRÓSPERO AÑO NUEVO 2018!!!

viernes, 22 de diciembre de 2017

32. ¿Es amor o simplemente sexo?



   Ajeno por completo a las idas y venidas de los emisarios que las diferentes camarillas sevillanas han enviado para negociar o lo que se tercie, Curro solo tiene una preocupación en mente: Anca. Cada día que pasa está más encaprichado con la joven. Por las mañanas se queda en la habitación hasta que la pizpireta camarera aparece para arreglar el cuarto. Le da palique, le relata historias de sus andanzas por Andalucía, le cuenta anécdotas y chascarrillos y alardea de los muchos dineros que tiene pues sabe lo pragmática que es la joven rumana. A menudo le compra obsequios procurando que no sean demasiado ostentosos para no dar motivos a las suspicacias del receloso de su novio. Hasta ha llegado a espiarla en algunos de sus encuentros con Vicentín, de quien ha procurado informarse de su vida y de cuanto hace y deja de hacer. Igualmente ha indagado, de la manera más discreta posible, sobre las familias de los novios. Así, ha llegado a enterarse de que ambos jóvenes tuvieron otras parejas antes de ennoviarse. Él tuvo relaciones con una pubilla, que es como en el pueblo se llama a la hija única de una familia de posibles; ella, desde casi la adolescencia, anduvo con un chico rumano que trabajaba de camarero en un parador de carretera. También ha descubierto que a los padres de Vicentín el noviazgo no les gusta un pelo pues creen que la rumana solo busca la fortuna de su hijo. En cambio, la familia de Anca, especialmente su madre, está ilusionada con una relación que, en caso de cuajar, supondría para su hija una escalada en el estatus social del pueblo y sobre todo le proporcionaría seguridad económica. A Curro hay veces que le da la impresión de que Vicentín está enamorado hasta las trancas de la joven y bebe los vientos por ella. En cambio, en otras le parece que el hereu, la versión masculina de la pubilla, lo que está es encoñado con la joven porque ha podido comprobar lo tórridas que son las relaciones de la pareja. La propia joven, sin ninguna clase de recato, se lo ha contado: si por su novio fuera follarían todos los días y más de una vez pues Vicentín, criado en un ambiente en el que la virilidad es un valor altamente apreciado, se siente en la obligación de mostrarse muy macho. En cuanto a ella, hija de una cultura en la que las relaciones sexuales son muy permisivas, es consciente de sus muchos encantos y no escatima las ocasiones de lucirlos y, según le pete, hasta de ofrecerlos. Por todo eso Curro se pregunta si lo de Vicentín por Anca es amor o simplemente, sexo. Ante la duda, el exsindicalista, que nunca fue un romántico, se dice: “Para mí que el gilipollas del Visentín” –Cuando habla para sí le sale el seseo de su tierra natal, seseo que se cuida muy mucho de ocultarlo en su vida de fugitivo- “lo que está es encoñado hasta las trancas”.
   La pregunta de si lo del joven es amor o sexo, Curro se la aplica también a sí mismo porque el subidón que le da nada más ver a la joven puede ser cualquiera de ambas cosas. “La verdá es que desde Rosío ninguna mujer me había puesto como una moto. Está claro que lo que quiero es volver a tirármela, pero también es sierto que me lo paso muy bien con ella aunque no se abra de piernas”. En toda esta historia, de lo que no tiene ninguna duda Curro es del rasgo más acusado del carácter de uno de sus protagonistas: Vicentín es más celoso que un moro. Sabe, porque se lo ha contado uno de los amigos del joven, que si por él fuera Anca no solo no trabajaría sino que ni saldría de casa. Se pone enfermo por el simple hecho de ver que cuando pasea con ella más de uno la desnuda con la mirada. Tiene unos celos casi enfermizos y ha contado a sus amigos que la única manera de poder retenerla en casa es casándose, algo que si por él fuera ya lo habrían hecho. Si no han pasado por el Ayuntamiento para que la alcaldesa legitime su unión, Anca no quiere saber nada de casarse por la Iglesia puesto que no es practicante, es porque los padres de él ponen todos los obstáculos posibles para que el enlace no tenga lugar. La familia del joven tiene una poderosa arma para frenar las desbocadas ansias de boda de Vicentín: ¿de qué viviría la pareja en el supuesto de formalizar la relación?. Ella trabaja, pero el joven vive de la sopa boba de sus padres pues no tiene ni oficio ni beneficio, ni trabaja ni estudia; es lo que en un modismo de nuestros días se llama un “nini”. Como estudiante fue una calamidad, ni siquiera llegó a terminar la educación secundaria obligatoria. Y como trabajador nunca le ha dado un palo al agua, lo más que ha hecho ha sido ayudar a su padre en la recogida de las cosechas y eso, cuando el patrón de la familia no ha conseguido contratar los braceros necesarios.
   El etéreo currículum de Vicentín es algo que Salazar le ha comentado a la joven en más de una ocasión. La primera vez que lo hizo la respuesta de Anca fue tan contundente como cínica:
-¿Qué te crees, que todo eso no lo sé?. Vamos, anda, como si me cayera de la higuera. Eso lo sé yo y todo el pueblo.
-Entonces, ¿cómo sigues con él?
-Por muchas razones. Me divierte, me pasea en coche, se gasta conmigo toda la pasta que puede arramblar a los tacaños de sus padres y además está lo de que en el pueblo se le considera, aunque no doble los riñones ni para coger del suelo un billete de veinte euros. Es alguien y lo será mucho más cuando herede la fortuna que tiene su familia. Y si él es alguien, la mujer que se case con él también lo será. Todo eso sin añadir que a mi madre le daría un soponcio si rompiera con él.
-Todas las razones que has alegado podrían estimarse como válidas siendo realistas, pero en la vida también son válidos los sentimientos, si me apuras mucho más que los aspectos materiales. Y en ningún momento has hablado de que estés enamorada o, al menos, encariñada con él o simplemente que te guste. ¿Es que eso no cuenta?
-Curro, tío –La joven ya descubrió hace días que a Francisco Martínez le gusta más que le llamen Curro-, ¿a tus años todavía crees en lo de contigo pan y cebolla? Tú tienes tanta pinta de ser de los que se enamoran como yo de ser monja ursulina. No me hagas reír.
-Uno de los viejos con los que juego al dominó por las tardes –responde Curro- citó un día un proverbio escocés: no te cases por dinero, puedes pedirlo prestado a menor interés.
-Ya te he dicho que no solo es cuestión de pasta, está lo de ser alguien en el pueblo. Estoy hasta los mismísimos ovarios de que haya gente que me mire por encima del hombro porque para ellos solo soy una pobre chica rumana, una migrante, una forastera. Si me caso con Vicentín muchas palurdas se tendrán que tragar todas las perrerías que me han hecho y lo mal que me han tratado. Y me pone solo de pensar lo que les voy a poder restregar a la cara si me convierto en la señora de Fabregat.
-¿Qué coño es eso de señora Fabregat?
-Es el apellido de Vicentín. Aquí es un apellido muy corriente, como en otras partes apellidarse García o López. Algunas de las familias más ricas y prepotentes del pueblo se apellidan así, entre ellas la de mi novio.
-Pero para ser la señora de Fabregat, por lo que me has contado de la inquina de los padres de Vicentín, tendrás que esperar a que la palmen. Y no me parece que tus futuros suegros tengan ninguna intención de ello.
-Eso quizá en poco tiempo se solucione, el padre de Vicentín está bastante cascado. A pesar de la pasta que tiene lleva una vida muy aperreada. Cualquier día de estos puede palmarla, entonces Vicentín heredaría una parte de la fortuna familiar, mucho más que suficiente para poder llevar una vida de cine.
-Mira, Anca, no te hagas ilusiones que pueden ser más falsas que los Reyes Magos. Gente del pueblo me ha contado que los padres de tu novio es verdad que poseen muchos bienes raíces, pero…
-¿Qué es eso de bienes raíces? –le corta la joven.
-Son las propiedades que no pueden moverse del lugar en el que están, tales como tierras, viviendas, locales, etcétera. A lo que iba, tienen muchas propiedades de esa clase, pero lo que es dinero en efectivo, cash como se le llama en el mundo de los negocios, tienen muy poquito…
-Te equivocas, tío. Tienen un montón de millones que guardan parte en el banco y otra parte en una caja fuerte que compraron cuando les llovió del cielo el dinero. Verás, tenían una finca en la partida del Clot d´en Pere Tomás, muy cerquita del mar, y que no valía nada porque la tierra es muy salitrosa, pero cuando surgió el proyecto del campo de golf “Doña Blanca” que se tenía que construir por allí les compraron el terreno por una millonada. Por eso tiene Vicentín el coche que tiene, porque por un día sus padres se sintieron rumbosos y le regalaron el descapotable.
-O sea, que no es amor ni siquiera sexo, estás dispuesta a venderte por un plato de lentejas.
-Por un plato de lentejas nanay. Por un plato de jamón de Jabugo cinco estrellas, que no es lo mismo.

PD.- ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

viernes, 15 de diciembre de 2017

31. ¿Quién se llevará el gato al agua?



   Carlos Espinosa, CEO de una de las compañías de un empresario de la camarilla andaluza que lidera Eduardo Gálvez, es el enviado por ese grupo para convencer a Curro Salazar de que lo mejor para él es que huya a un país extranjero que no tenga tratado de extradición con España. Como los fondos que la camarilla empresarial ha puesto a su disposición son cuantiosos, Espinosa opta por viajar del modo más rápido posible, sabedor que el factor tiempo puede resultar decisorio para el encargo recibido. Por eso se pone en contacto con una de la empresas que ofrece servicios de vuelos ejecutivos desde Sevilla y alquila un avión privado para que le lleve hasta el aeropuerto de Castellón-Costa de Azahar que se ubica en la inmediación del pueblo castellonense de Vilanova d´Alcolea. Dicha instalación aeroportuaria por el momento apenas recibe vuelos regulares, pero sí está operativa para vuelos chárter. En algo menos de dos horas ya está en el aeropuerto que, otrora, fue objeto generalizado de mofa por haber sido símbolo del despilfarro político y por la pésima gestión de su puesta en funcionamiento pues una vez terminado estuvo más de cuatro años sin que ninguna línea operara vuelos. Era el denominado aeropuerto sin aviones, también llamado “El aeropuerto del abuelito”, frase que, al parecer, les dijo a sus nietos Carlos Fabra que fue su gran promotor mientras estuvo al frente de la Diputación de Castellón. A su llegada alquila un coche en la empresa Goldcar que es una de las pocas que operan allí. Su primera intención es dirigirse a Castellón donde ha reservado hotel, pero lo piensa mejor y decide echar un vistazo al lugar donde se aloja Salazar. Toma la CV-13, carretera que enlaza el aeropuerto con la N-340 y la AP-7 y que termina, ya en el término municipal de Torreblanca, en una amplia rotonda por la que se accede a las anteriores vías. En cuanto comienza a descender hacia la llanura de La Plana Alta ve el casco urbano del municipio torreblanquino y como telón de fondo la cinta azul del Mediterráneo junto al que se divisan unas edificaciones que por lo que ha visto en Google Maps deben ser las de Torrenostra. En la bajada un cartel con el rótulo de Torreblanca le induce al equívoco pues una vez metido en esa salida se da cuenta, por la estrechez del camino y su mal estado, que debe haberse colado en la antigua carretera que enlazaba Torreblanca con Vilanova d´Alcolea, pero como la vuelta atrás es difícil sigue adelante. Tras poco más de un kilómetro pasa por debajo de la AP-7 para llegar inmediatamente al cruce con la N-340, lo sobrepasa y se mete en la población donde enseguida ve el indicador de Playa, lo va siguiendo hasta que desemboca en la CV-1430, carretera que le conduce directamente a Torrenostra. A la entrada del caserío y sin bajarse del coche pregunta a un viandante:
-Por favor, ¿podría indicarme dónde está el Hostal Los Prados?
-Gire a la derecha, hacia el final de la calle verá a la izquierda un pequeño parque con unas palmeras, casi enfrente está el hostal.
   Siguiendo las indicaciones, Espinosa llega al palmeral y a su derecha ve una cafetería en la que pone Los Prados, supone que debe ser el hostal que busca. Está en un tris de entrar y tomarse algo, pero no lo hace, se dice que no hay que precipitarse, aunque no corre el riesgo de ser reconocido porque Salazar y él no se conocen. Una vez localizado el lugar de residencia de su objetivo y tras dar una vuelta en coche por el caserío de Torrenostra, que como comprueba es poca cosa, se marcha al Grao de Castellón. Ha reservado una suite en el Hotel del Golf situado a solo cien metros de la playa de El Pinar y junto al campo de golf Costa de Azahar que, aunque solo cuenta con nueve hoyos, es suficiente para tirar unas bolas, para eso se ha traído su bolsa de golf. El hotel está a seis kilómetros del centro de la capital de La Plana y a unos cuarenta y pico de Torrenostra por lo que podrá llegar hasta allí en una media hora.
   El otro enviado por el mismo grupo de Gálvez, el ejecutor del plan B Grigol Pakelia, ha optado por dejar las menores pistas posibles de su desplazamiento a la Costa de Azahar por eso rehúye viajar en medios en los que piden nombres o cualquier clase de datos. Ese es el motivo de que viaje hacia Castellón a bordo de uno de los vehículos que el grupo mafioso tiene a nombre de una de sus empresas pantalla. Como reside en Marbella, toma allí mismo la AP-7 hasta Málaga, ciudad que circunvala por la MA-20 hasta enlazar con la A-7, que empieza en Algeciras y finaliza en Barcelona. Viaja a bordo de un Audi A7 Sportback de cuatro plazas, una berlina de alta gama, su motor de 204 CV hace que coja velocidades muy por encima de las permitidas en las carreteras españolas y su tracción integral quattro le dan un gran agarre y estabilidad. En el tramo que discurre entre Canals y Alcudia de Carlet, ya en la provincia de Valencia, Pakelia se ha cansado de no ir a más de ciento veinte kilómetros por hora, que es la velocidad máxima permitida en la autopistas españolas, y pisa a fondo el acelerador con el resultado de que antes de llegar a Silla, ya en la cercanía de la ciudad del Turia, lo detiene la Guardia Civil de Tráfico. El agente le saluda y le pide el carné de conducir y los papeles del vehículo.
-Este automóvil no está a su nombre. Tendrá que explicarme por qué –le pide el guardia.
   Pakelia le da al guardiacivil un carné de agente comercial al servicio de la empresa titular del vehículo y que parece convencer al motorizado. El georgiano puede proseguir el viaje después de ser sancionado con trescientos euros y una pérdida de dos puntos en su carné de conducir, pero lo que más le irrita es que su pretendido viaje de incógnito ha dejado de serlo. Se calma cuando piensa que la incidencia ha ocurrido a unos ciento treinta kilómetros de su final de trayecto, una distancia lo suficientemente amplia para que, si tiene que llevar a cabo su encargo, no le relacionen con el mismo. Prosigue su camino hacia el norte, pero procurando no pasar de los ciento veinte km/h. El mafioso georgiano, en su plan de pasar lo más desapercibido posible, ha desechado los hoteles y se alojará en un apartamento de Las Villas de Benicàssim propiedad de un corso que le debe favores al clan mafioso al que pertenece. De esa manera no ha tenido que inscribirse en ningún registro por lo que no dejará rastro alguno.
   Detrás de Espinosa y Pakelia van llegando a la Costa de Azahar los otros enviados de las distintas camarillas sevillanas que pretenden pactar con Salazar. De entre ellos, el primero en hacerlo es el emisario del grupo que en su origen formó Felipe Muñoz y que fue el que acordó, antes que ningún otro, negociar con el antiguo Conseguidor. Jaime Sierra se hospeda en el hotel Marina d´Or Playa, un cuatro estrellas sito en la urbanización del mismo nombre y que está en la costa norte de Orpesa del Mar, uno de los pueblos contiguos a Torreblanca. Algo más retrasado por su parada en Alicante, llega Alfonso Pacheco, representante de un grupo de antiguos altos cargos de la Junta, que intentará convencer a Curro para que se entregue a la justicia, previa negociación con la fiscalía de rebaja de penas. Pacheco y su esposa han optado por alojarse en el Tufi Dive Resort, un hotel de cuatro estrellas en Orpesa del Mar. Horas después de los dos comisionados anteriores llega Pepillo Jiménez, conocido como el Chato de Trebujena en el mundo del ring, cuya misión es “ablandar” debidamente a Salazar para que no cuente lo mucho que sabe. El Chato, enviado por el grupo formado alrededor de Juan Antonio Almagro, se hospeda en los modestos Apartamentos Jeremías de Alcossebre.
   Los dos últimos que llegan a la Costa de Azahar dispuestos a dialogar con Curro son los que menos recursos tienen y más tiempo han invertido en el trayecto: su primogénito y su amante. El hijo de Salazar se hospeda en un parador de carretera que se anuncia como Hotel Miramar. Tiene la ventaja de que se encuentra ubicado en Torreblanca por lo que es el que está más cerca de donde se aloja el exsindicalista. Rocío Molina, que también anda corta de recursos, ha buscado alojamiento en el Hotel Restaurante Serra d´Irta, de una estrella, de Alcossebre.
   En un radio de treinta y tantos kilómetros se alojan los siete emisarios que han llegado desde Sevilla. Dos de los cuales tienen como objetivo, con distintos matices, dialogar con Curro Salazar para convencerle de que se entregue a la justicia y cuente una versión editada de cuanto sabe sobre el caso ERE. Otros dos, alertarle de que busque un nuevo escondite no sin antes pedirle ayuda monetaria. Otro, lo que quiere es convencerle de que lo mejor es que escape a un país extranjero que no tenga tratado de extradición con España. Finalmente, hay dos cuya meta no es el diálogo sino la 
fuerza bruta.
   La pregunta es obligada: ¿Quién se llevará el gato al agua?


PD.- Hasta el próximo viernes