"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de abril de 2023

Libro III Episodio 193. El ocaso de la monarquía

   Los Carreño están cosiendo a preguntas al recién llegado de su segundo viaje en el Juan Sebastián de Elcano, y a la pregunta de su madre de si se irá a Madrid con ellos, Álvaro les cuenta por qué no va a ser posible.

   -Ya me gustaría, mamá, pero primero tenemos que hacer en la Escuela los exámenes del curso. En cuanto los terminemos, si aprobamos, nos darán licencia en espera de que la Comandancia General de la Escuadra designe el destino de cada uno.

   -¿Por qué dices si aprobamos, es que tienes alguna duda de que no los puedas superar? –le interpela Julio, receloso.

   -No tengo ninguna, pero los profes no se casan con nadie y un tropezón lo puede tener el más pintado; pero, tranquilos, seguro que aprobaré.

  -¿Y cuándo apruebes qué serás, capitán? –interroga Ángela.

   -Seré alférez de navío que es lo mismo que teniente en el ejército de tierra.

   La charla prosigue en la sobremesa y luego en un café del centro de la ciudad, hasta que, al caer la tarde, los Carreño dejan a su primogénito en la ENM y se despiden hasta que le den la licencia, que Álvaro calcula que será a finales de junio. La familia vuelve a Madrid, donde esperan los hermanos que no han podido viajar a Cádiz, y que aguardan expectantes a que les cuenten todo lo que les ha relatado su hermano mayor.

   El verano se ha echado encima y uno de los aspectos que les comentó el anterior propietario de la farmacia se muestra como cierto. Debido a los calores y las vacaciones veraniegas, la clientela nacional ha disminuido, pero en cambio han aumentado los clientes extranjeros. Pilar ve con agrado que, de todos sus coyunturales mancebos, Eloísa es quien mejor se desenvuelve en estos casos, aunque Jesús tampoco lo hace mal, pero es más eficaz ordenando la rebotica. A pesar de que, como la mayoría de los comercios, las farmacias suelen tener el horario de nueve a catorce, y de dieciséis o diecisiete a veinte horas, los Carreño, tras debatirlo, han optado por tener la botica abierta a mediodía y, en lugar de cerrar, se turnan, de modo que uno de ellos atiende a los clientes. Tener un horario más amplio, unido a que es raro que un cliente salga sin el producto que ha pedido, propicia que las cajas, que todas las noches contabilizan después del cierre, sean cada día más cuantiosas; a ello se añade que la familia sigue siendo tan ahorrativa como ya lo era en Plasencia, lo que ocasiona que Julio, que es quien lleva la contabilidad, pueda contar al resto de la familia:

   -Hijos, como sigamos vendiendo como hasta ahora, vamos a poder pagar los plazos de la farmacia sin mayor problema.

   -Ves cómo era cierto lo que te contamos, papá, que la farmacia sería un modus vivendi más rentable y seguro que la droguería –le recuerda Pilar.

   Hacia el veinte de junio llega Álvaro a Madrid. Ha terminado, y aprobado, los exámenes del tercer año de guardiamarina en la Escuela Naval Militar de San Fernando, con lo que solamente le falta el examen de fin de carrera para su ascenso al empleo de alférez de navío. Cuando eso ocurra, el Comandante General de la Escuadra le asignará, al igual que a sus compañeros de curso, su nuevo destino.

   -¿Y sabes dónde te destinarán? –le interpela Julio.

   -Ni idea, papá. Aunque lo más probable es que sea en alguno de los buques de la flota, pero igual puede ser en la flota del Cantábrico, que en la del Atlántico o del Mediterráneo. De momento, en lo único que pienso es en descansar y divertirme, aunque si tengo que echaros una mano en la farmacia estoy a tus órdenes, mi comandante –y poniéndose firmes hace el saludo reglamentario a su padre ante las risas de los demás.

   Resulta que, tal y como se ofreció, Álvaro ha podido echarles una mano. Es el único de la familia que habla con cierta fluidez una lengua extranjera, en su caso el inglés. Por eso cuando entra en la farmacia un extranjero al que no hay forma de entender, acuden al primogénito para que hagas las veces de intérprete. Del suceso, Álvaro extrae una conclusión de la que hace partícipe a sus hermanos.

   -Si algún día os casáis y tenéis hijos, algo que deberíais hacer es que aprendan idiomas, especialmente inglés, es la lengua que tiene más futuro. Para eso tendríais que matricularlos en una escuela bilingüe.

   Los días pasan rápidos y a mediados de septiembre llega a casa de los Carreño una carta certificada con acuse de recibo. Es una comunicación oficial del Ministerio de Marina en la que se comunica al alférez de fragata don Álvaro Carreño Manzano que ha sido destinado al crucero Príncipe Alfonso, que se encuentra fondeado en el puerto de Santander, y en el que debe embarcar en el plazo de setenta y dos horas a contar desde la fecha de recepción del comunicado. Álvaro cuenta a su familia lo que recuerda del buque.

   -Es un crucero de la clase Cervera. Fue botado en 1927 en los astilleros de la Sociedad Española de Construcción Naval de Ferrol, y comenzó sus pruebas de mar el mismo año. Se trata de un buque de los más nuevos de la flota española. Desde el Príncipe Alfonso, el año pasado observó su majestad el Rey las maniobras nqvqles del verano que tuvieron lugar en Santander y las grandes maniobras de otoño en aguas del Mediterráneo.

   El marino se marcha a Santander desde donde escribe a la familia su primera carta para contarles que el 23 de septiembre partirán hacia Ferrol, ciudad desde la que escribe la segunda misiva en la que les informa que, con base en el puerto ferrolano, harán prácticas de artillería naval y ejercicios de torpedos a lo largo de las costas gallega y cantábrica, prácticas que durarán hasta finales de abril del próximo año.

   Este estío, los Carreño no veranean como están acostumbrados, no pueden permitírselo, pero los padres consuelan a los chicos explicándoles que, si las ventas de la farmacia siguen el ritmo que están llevando, en 1931 podrán volver a marcharse a la costa veinte o treinta días, tal como hacían antes.

   Mientras, la situación de la monarquía española va degradándose, a pesar de que, tras la dimisión de Primo de Rivera, el rey nombra presidente del gobierno al conocido general Dámaso Berenguer con el propósito de retornar a la normalidad constitucional, lo que genera un ácido comentario de Pilar.

   -Actúa como si la Corona no hubiese estado implicada en la violación de la Constitución cuando el golpe de Primo de Rivera.

   Y en efecto, los políticos republicanos y los que se llaman monárquicos sin rey, así como numerosos juristas, denuncian que la vuelta a la normalidad constitucional es imposible. Posición que el periódico monárquico ABC -el que lee Julio- censura duramente. Así se va fraguando la convergencia de partidos republicanos cuyos líderes se reúnen en San Sebastián el 17 de agosto. De dicha reunión, promovida por la Alianza Republicana y a la que asisten representantes de casi todos los partidos republicanos, solo se sabe, a través de una nota oficiosa que publica al día siguiente el diario El Sol, que se hace un llamamiento a las demás organizaciones políticas y obreras para que se sumen a la acción contra el actual régimen político. En definitiva, se establece la base de una estrategia para poner fin a la monarquía de Alfonso XIII y proclamar la Segunda República. Posteriormente, se suman al pacto las dos organizaciones socialistas, el PSOE y la UGT.

   Julio, y otros muchos españoles con él, observa la situación con preocupación puesto que los cambios políticos unas veces sirven para mejorar el estado de la nación, pero en otras lo empeoran y, cuando eso sucede, los primeros en resentirse son los negocios. Y a los Carreño esa posibilidad les asusta, más ahora que les están yendo tan bien las ventas. Los republicanos y los socialistas tienen el propósito de organizar una huelga general que vaya acompañada de una insurrección militar que meta a la monarquía en los archivos de la historia y establezca la república sobre la base de la soberanía nacional representada en una Asamblea Constituyente, tal como se explica en el manifiesto hecho público a principios de diciembre. Para dirigir dicha acción se forma un comité revolucionario integrado por eminentes personalidades republicanas y socialistas. Sin embargo, la huelga general no llega a declararse y el pronunciamiento militar, previsto para el 15 de diciembre, fracasa porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández sublevan la guarnición de Jaca el 12 de diciembre. Tras el fracaso de la sublevación, los dos capitanes insurrectos son fusilados, y de momento las aguas parecen remansarse, pero la crispación social y política subyace.

   A los chicos Carreño, como a la inmensa mayoría de la gente joven, no les interesa la política, por lo que apenas si se enteran de lo que está ocurriendo, salvo algún comentario de su padre en las sobremesas. En cambio, Álvaro vive los hechos prerrevolucionarios que suceden en el país de manera apasionada. La Marina española tiene claras tendencias conservadoras y es lógico que gran parte de su oficialidad esté preocupada por el rumbo que muestra la situación política. Y en las cartas que Álvaro escribe a la familia suele haber un apartado en el que comenta las actuales circunstancias.

   A la farmacia Carreño, como empieza a ser conocida en el barrio, acuden muchos de los propietarios de los comercios sitos en la Gran Vía, a la que Pilar y sus hermanas confieren un trato especial, trato que es correspondido cuando son ellas las que van a comprar a otras tiendas. Uno de dichos propietarios, dueño de una perfumería ubicada en la acera de los números impares de la calle, se ha fijado en las maneras que muestra la joven Eloísa tras el mostrador y hoy le ha llamado la atención el hecho de que esté dando consejos a una clienta sobre cremas para la piel, lo que le lleva a interrogarla.

    -Eloísa, ¿cómo siendo tan joven sabes tanto de cremas dérmicas?

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 194. Un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano

viernes, 21 de abril de 2023

Libro III Episodio 192. La farmacia de Gran Vía

    A los Carreño les cuesta adaptarse a la capital del reino. Han pasado de residir en una pequeña ciudad, en la que la vida se desenvuelve con el moroso tempo de las sociedades provincianas, al bullicio y las prisas de una gran urbe. Quizá lo que peor llevan es que las distancias son mayores a las que están acostumbrados y pierden mucho tiempo en hacer cualquier gestión, aunque a medida que van conociendo las rutas de los transportes públicos las distancias se van acortando. Su medio de trasporte favorito es el tranvía, pues pueden ir contemplando el transitar de la gente y hasta el contenido de muchos escaparates.

   Ya sabían que la farmacia de Gran Vía tiene un local pequeño, lo que no les comentó el anterior propietario es que, además, cuenta con una pequeña entreplanta, que hace las veces de despacho, y un sótano al que llaman la cueva que está conectado con los sótanos de todos los locales comerciales del edificio de Gran Vía 56. Al principio, han dudado si hacer una limpieza general, pero se impone la necesidad de generar ingresos, por lo cual dejan la zona abierta al público como está y, cuando cierran, van limpiando y reordenando la rebotica.

   La larga experiencia de los padres al frente de su droguería les sirve durante los primeros tiempos para reorganizar eficientemente la farmacia. Julia explica a sus hijos lo relevante que es la atención al detalle, pues la exactitud es un factor básico para que todo salga bien, y que para fidelizar a los clientes son necesarias la paciencia y la habilidad comunicativa, en lo que destaca Eloísa. A su vez, Julio diseña un plan organizativo que consta de tres pasos: analizar las franjas de pico y valle; es decir, cuándo en el mostrador se necesitan más personas que atiendan al flujo de clientes y cuándo no es necesario; también les enseña a diferenciar entre lo urgente y lo importante; además de cómo poner límites de tiempo a cada tarea.

   La vejez del anterior titular se nota, entre otros aspectos, en que el almacenamiento de los medicamentos está hecho a la buena de Dios y se pierde un tiempo valioso en encontrarlos. Es uno de los primeros cambios que introduce la joven boticaria. Revisando los apuntes de la carrera clasifica los productos farmacéuticos en medicamentos y productos sanitarios, medicamentos herbarios, productos dietéticos y edulcorantes, alimentación y artículos dérmicos. La elaboración de recetas magistrales va aparte. De momento, deja aparcadas otras secciones que algún día tiene pensado ofrecer: óptica, acústica y ortopedia.

   Como habían planeado, Pilar, Julia y Eloísa son las que atienden a los clientes, ayudadas esporádicamente por Jesús. Julio lleva la contabilidad y visita bancos y proveedores, gestiones en las que cuenta con el apoyo de Concha. En lo que atañe a los proveedores, descubren que casi justo enfrente de su puerta trasera, la que da a la calle Flor Alta, hay un mayorista de medicamentos, con lo cual cuando un cliente pide un producto que no tienen, solo han de salir, cruzar la calle, y en unos minutos el cliente tiene su pedido en mano.

   Respecto a los demás miembros del clan, Julián, al que todavía le quedan tres años de mili, sigue trabajando por las tardes como chófer de los grandes almacenes SEPU. Jesús ayuda en la farmacia y en septiembre se inscribirá en la academia que prepara opositores para vista de aduanas, pues por ahora no hay convocatoria prevista. Concha le echa una mano a Paca en las tareas domésticas. A Andrés y Froilán los han matriculado en los Salesianos de Estrecho, donde ya estudió Jesús. Y Ángela va al Colegio Divina Pastora perteneciente a la Congregación de Hermanas Franciscanas, y al que fueron Eloísa y Concha.

   A todo esto, en su última postal, datada en Nueva York, Álvaro les anuncia que el Juan Sebastián de Elcano arribará a Cádiz el 31 de mayo, siempre que el Atlántico lo permita. Lo que provoca un debate familiar sobre si ir a recibirle como hicieron en su primera travesía en el buque-escuela.

   -Lo de ir a recibirle no es cuestión de debate, sino de decir sí o sí. Después de estar casi ocho meses en el mar que vea a su familia esperándole en el muelle es un deber ineludible -Julio se ha puesto melodramático.

   -Eso nadie lo discute, papá –afirma Pilar -, pero no pensarás que vamos a cerrar la farmacia a los cuatro días de haberla abierto. ¡Qué dirían los clientes! Y además no podemos permitirnos el lujo de perder la caja de esos días.

   -Lo que dices me parece muy razonable, hija, pero los Carreño deben estar, y estarán, el 31 de mayo en Cádiz, llueva, nieve o caigan rayos. A vuestro hermano no le vamos a dejar más solo que la una. Imaginaos qué pensaría de su familia si todo el mundo tiene a alguien a quien abrazar al desembarcar y él tiene que hacerlo a un noray.

   Para que la discusión no se encone, pues padre e hija tienen parecido carácter granítico, interviene Julia que propone una solución intermedia.

   -Como afortunadamente somos una familia numerosa, podemos jugar con ello. Propongo que la mitad se quede aquí atendiendo la farmacia y la otra mitad se vaya a Cádiz a recibir a Álvaro.

   La propuesta materna es bien acogida y el debate se traslada a quiénes irán a la Tacita de Plata a recibir el Elcano y su dotación de guardiamarinas de tercer año. Tras una discusión, que esta sí es más amable y hasta jocosa pues todos se apuntan al viaje, llegan a un acuerdo: en Madrid se quedarán Pilar, obligada por ser la titular, Jesús, Eloísa y Paca. Y viajarán los padres, Concha y los tres pequeños: Andrés, Ángela y Froilán. El viaje hasta Cádiz lo realizan partiendo de la estación de Atocha, de donde salen las líneas hacia levante y el sur peninsular, y que son gestionadas por la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante. Llegan a Cádiz justitos para ver la arribada del Elcano que se dirige al arsenal de La Carraca, donde amarra el buque. La llegada del bergantín-goleta es tan apoteósica como siempre, pues los gaditanos consideran el barco como algo propio, y cuando zarpa o arriba se lanzan todos al puerto para decirle adiós o darle la bienvenida.

   Cuando Álvaro desembarca todos corren a abrazarle. Es difícil apreciar quién está más emocionado, si el recién llegado o los que le aguardan. Todos hablan a la vez y es difícil entenderse, hasta que a duras penas Julio consigue que hable uno y los demás escuchen. Naturalmente, a quien primero da la vez es al flamante alférez de fragata.

   -No podéis imaginaros las ganas que tenía de abrazaros. Esta vez el viaje ha sido más pesado que el anterior pues hemos navegado mucho en mar abierto y por consiguiente, hemos fondeado en menos puertos. Por eso estábamos todos locos por arribar a Cádiz y poder abrazar a la familia. Ya os iré contando la travesía, pero antes explicarme las ausencias. ¿Dónde están Pilar, Jesús, Eloísa y Paca?, porque en cuanto a Julián supongo que en la mili no le habrán dado permiso.

   Julio, haciendo valer su rango de páter familias es quien pone a su primogénito al corriente de los trascendentales cambios que ha experimentado la familia: la venta de la droguería y de la casona de Pinkety, el traspaso de una farmacia en Madrid, haber alquilado un piso en la capital, donde ya viven, y todo lo que ello ha supuesto para la familia. La explicación impacta al primogénito, pero no le extraña demasiado, si han vendido la droguería habrán tenido que buscar otro modus vivendi. El intercambio de impresiones continúa hasta que Julia interviene.

   -Mirad la hora que es. Habrá que almorzar. Hijo, hemos hecho una reserva en el mejor restaurante del puerto, al menos eso nos han asegurado. Lo que no hemos encargado es el menú, eso va a correr por tu cuenta.

   El coloquio se interrumpe al hacer acto de presencia Santiago Andrade, el mejor amigo de Álvaro en la Escuela Naval.

   -Señores de Carreño, se les saluda. Veo que están bien. A la que no veo es a Pilar, ¿le ha pasado algo?

   Julio le cuenta al alférez gallego lo de la farmacia y que, al ser Pilar la titular, no ha podido desplazarse a Cádiz, pero que se encuentra perfectamente y les ha pedido que, si le veían, le diera recuerdos de su parte y le agradeciera las postales que le ha ido mandando. Andrade se despide y la familia se dirige al restaurante donde almorzarán. Durante la comida, Álvaro va narrando a los suyos los momentos más memorables del viaje. Parece que lo que mejor recuerda es la estancia en Buenos Aires y la acogida que les dispensaron los porteños que casi les hizo olvidar que siendo Navidad no estuvieran con sus respectivas familias. Andrés que, pese a sus años ya da muestras de su atrevimiento y desparpajo, le pregunta:

   Oye, tato, y de aquella gachí asturiana que te consolaba, ¿llegasteis a haceros novios o todo se quedó en palabritas?

   Antes de que el alférez pueda contestar, Julia se pone seria y riñe al muchacho.

   -Andrés, no seas impertinente, esas cosas no se preguntan.

   Álvaro pasa por alto la osadía de su hermano y describe otro de sus recuerdos entrañables, la estancia del buque-escuela en Cuba.

   -A pesar de que está todavía caliente el recuerdo de la guerra del 98, no podéis imaginaros lo cariñosos que estuvieron los cubanos con nosotros. Y es que son muchísimos los isleños cuyos antepasados emigraron de España y todavía quedan muchos españoles que prefirieron quedarse allí. En cuanto te presentaban a uno, lo primero que te contaba era la región española de la que procedían sus padres o sus abuelos.

   -Tato, ¿y qué nos cuentas de Nueva York, los rascacielos son tan grandes como aparecen en las películas? –quiere saber Concha.

   -Son inmensos, recuerdo que estuvimos paseando por la Quinta Avenida y cogí un poco de tortícolis de tanto mirar hacia arriba.

   -¿Te vendrás a Madrid con nosotros? –pregunta Julia.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 193. El ocaso de la monarquía

viernes, 14 de abril de 2023

Libro III Episodio 191. Madrid, estación término

   Julio ha enviado los muebles y enseres para su nueva casa por medio de una empresilla de mudanzas de Galisteo. Salvo Pilar, Jesús y Paca que se han ido a Madrid anticipadamente para adecentar el piso de San Bernardo e ir colocando muebles y enseres, el resto de la familia se desplazará en tren a Madrid. El domingo, 25 de mayo, los Carreño están en la estación de Plasencia-Empalme, esperando el expreso Arroyo-Malpartida de Cáceres a Madrid que los va a llevar a su nuevo destino. Los chiquillos, traviesos como son, corretean por el andén persiguiéndose hasta que su madre les llama la atención. A los mayores se les ve muy serios, pues no dejan de estar preocupados por el trascendental paso que van a dar. Cuando ya están instalados en el vagón, Eloísa musita: Plasencia, siempre te llevaremos en el corazón.

   Los Carreño han reservado un compartimiento de segunda clase con cabida hasta ocho personas y, aunque son nueve, los pequeños no ocupan mucho espacio. A la cabina se accede por la puerta que da al pasillo. Al principio, los niños se apelotonan junto a la ventanilla hasta que se aburren de ver pasar el panorama de la zona nororiental de la provincia cacereña. Luego, y tras pedir permiso a su madre, salen a deambular al pasillo donde ven que el paisaje al otro lado del vagón es igual al que se atisba desde el compartimiento. Cuando se cansan de corretear por el pasillo, se atreven a pasar a otros vagones con lo que hacen descubrimientos que, al regresar, se apresuran a contar a la familia.

   -¿Sabéis que no todos los vagones son como el nuestro? Hemos estao en unos que no tienen cuartos como este, sino bancos corridos a un lado y otro del vagón y el pasillo está en el medio. Y van abarrotaos de gente –cuenta Andrés que, con sus once años, es el capitán de la tropa de los pequeños.

   -Andrés, hijo, no se dice estao sino estado y abarrotaos tampoco es correcto, hay que decir abarrotados. Procura hablar mejor pues si no los madrileños van a creer que eres un isidro –le corrige su padre.

   -Papá, ¿qué es un isidro? –pregunta Ángela.

   -Así se les llama en Madrid a los aldeanos y patanes, especialmente a los que acuden a la capital con motivo de las fiestas de San Isidro.

   En poco más de cuarenta minutos, el tren efectúa su primera parada, Navalmoral de la Mata. Para entretener a la chiquillería, Julio les cuenta lo que recuerda de la localidad.

   -Navalmoral es el pueblo más grande del noreste de la provincia de Cáceres. Es el tercero más poblado de la provincia, y también es uno de los siete partidos judiciales en los que se encuentra dividida Cáceres.

   -¿Y a la gente que vive aquí como se les llama? –quiere saber Concha.

   -Su gentilicio es moralo o navalmoralo.

   -Si alguien me llama así le suelto un mamporro –proclama Andrés.

   -¿Y después de este, qué otro pueblo viene? –pregunta Froilán que, con sus siete años, también quiere participar en el coloquio

   -Calzada de Oropesa, Lagartera y luego Oropesa de Toledo.

   -¿Por qué a Calzada y a Oropesa se les llama de Toledo, es que hay más pueblos con esos nombres? –indaga Concha.

   -Que yo sepa, en la provincia de Salamanca hay otro pueblo llamado Calzada de no sé qué y en la de Castellón hay un pueblo llamado Oropesa del Mar –explica Julio.

   En Oropesa de Toledo sí para el expreso. Unas mujerucas recorren el andén vendiendo productos de la tierra, bocadillos de queso y jamón y también portan botijos a perra gorda el trago. Los niños quieren que su madre les compre unos bocadillos, pero Paca les conmina a que se callen porque, en cuanto se lo mande Julia, lleva comida en el ajado bolsón que siempre la acompaña.

   La siguiente parada es Talavera de la Reina. Como los chiquillos ya han comido, vuelven a estar revoltosos por lo que el padre prosigue sus relatos, esta vez sobre Talavera.

   -Cerca de Talavera pasa el río Tajo y a unos cuatro kilómetros al oeste está la desembocadura del río Alberche.

  -¿Y por qué se llama de la Reina?, ¿tú lo sabes, papá? –pregunta Concha.

   Julio, que ha estudiado el trayecto antes de embarcarse, se hincha como un pavo real pues está en situación de responder a su hija.

   -Porque en  1328, el rey Alfonso XI de Castilla contrajo matrimonio con su prima, María de Portugal, y le regaló, entre otras cosas, esta ciudad.

   -¡Jo lo que tenían los reyes castellanos!, los tíos regalaban ciudades como el que regala un pañuelo –comenta Andrés.

   -A los reyes no se les llama tíos –le advierte su madre.

   Antes de dar lugar a que Andrés conteste, pues quizá sea el más respondón de la camada, Julio interviene.

   -Tenéis que saber que Talavera es conocida especialmente por su actividad alfarera, que ha dado lugar a una famosa cerámica. También es importante el mercado nacional de ganados, puesto que es una de las zonas más productoras de ganado de cerda y oveja merina de toda Castilla la Nueva.

   El expreso no vuelve a detenerse hasta la estación de Torrijos. El pueblo se encuentra situado en una llanura entre los ríos Tajo y Alberche, como comenta Julio a su prole.

   -¿Y aquí también hay cerámica como en Talavera? –quiere saber Concha.

   -Sí, pero sin la importancia de la talaverana. En cambio, Torrijos es un importante nudo de comunicaciones porque, además del ferrocarril, lo cruzan o parten de él al menos ocho carreteras.

   -¡Hay que ver lo que sabes, papá! –se enorgullece Ángela.

   Desde Torrijos a Leganés, que es la penúltima parada del expreso ya en la provincia de Madrid, hay alrededor de sesenta kilómetros que el tren recorre en unos cuarenta y tantos minutos. Para que los chavales continúen sentados y no den guerra, Julio les propone un juego.

   -Vamos a jugar a contar lo que a cada uno le gustaría visitar primero de Madrid. Y, como soy el mayor, empezaré yo. ¿A qué no sabéis qué es? –y sin esperar respuesta se autocontesta -Lo primero que me gustaría ver es el museo del Prado. He estado varias veces en Madrid, pero siempre me ha faltado tiempo para visitarlo.

   -¿En el Prado solo hay pinturas, papá? -pregunta Eloísa.

   -Creo que también esculturas, por ejemplo, en él se guarda la famosa Dama de Elche. Bueno, ahora le toca a mamá. ¿Qué te gustaría ver? –pregunta Julio dirigiéndose a su esposa.

   -A mí el Palacio Real –contesta Julia muy segura.

   -Pero allí está el Rey, mamá, y no te dejarán entrar –arguye Concha.

   -Bueno, siempre podré admirarlo desde fuera. ¿A quién le toca ahora? –Eloísa levanta la mano.

   - Yo me conformo con ir a ver la Escuela Normal en la que voy a estudiar. Y si me dejáis, os diré qué es lo que más le gustaría ver a Paca: el mercado de San Miguel, uno que está cerca de la Plaza Mayor y que le han dicho que es muy bonito y uno de los mejor surtidos de Madrid. En el tiempo que estuvo en el piso de don Quijote no le dio tiempo a visitarlo.  

   -¿Y tú, Concha?

   -La verdad es que no lo sé. Quizá algún cine o algún teatro.

   -Te tocó, Andrés.

   Andrés tiene muy claro lo que le gustaría ver, los barrios con mancebías de lujo que le han dicho que abundan en Madrid, pero no se atreve a explicitarlo, y dice lo primero que se le ocurre para salir del paso.

   -La Puerta del Sol y pisar la losa dónde está el kilómetro cero.

   -¿Ángela?

   -La basílica donde se guarda el Cristo de Medinaceli, que dicen que es muy milagrero.

   -¿Froilán? –interroga el padre.

   -El cuartel del regimiento de Húsares de la Princesa en El Pardo, donde estuviste cuando la mili, y el cuartel del Infante Don Juan donde se examinó el tato para entrar en la Escuela Naval.

   Vaya, piensa Julio, este va para militar. El trayecto de Leganés a Madrid, el expreso lo recorre en poco más de veinte minutos y enseguida el convoy entra en la llamada Estación del Mediodía.

   Los chicos solamente tienen ojos para mirar cuanto les rodea. Instintivamente comparan lo que ven con lo que han dejado atrás y todo les parece más grande, más moderno y más bonito. Es Andrés, el más desinhibido de todos, quien primero pone palabras a esa sensación.

   -¡La leche, sí que es grande Madrid, y con la de gachís que debe de haber! ¡Hermanos, nos lo vamos a pasar chachi!

   Los padres, que sí han estado en la capital de la nación, se encomiendan a sus más queridas vírgenes con sendas jaculatorias mentales. Julia dice: Virgen de la Luz, ampara y protege a mis hijos para que la ciudad no les malee y sigan siendo unos buenos cristianos, A su vez, Julio pide: Virgen de Guadalupe, dame fuerza y valor para que pueda sacar adelante a los míos, a quienes pongo bajo tu tutela.

   Lo qué piensa cada uno de los demás hijos responde a las expectativas que tienen sobre la nueva etapa que se abre en su vida. Eloísa espera encontrar un buen empleo y, en su defecto y cuando termine la carrera, aprobar las oposiciones al Magisterio Nacional. Concha piensa que, con tantos chicos como debe de haber, no será difícil encontrar un buen novio. Ángela sueña que podrá estudiar Farmacia como su hermana Pilar. Y Froilán…, el benjamín no tiene demasiado claro lo que quiere, pero intuye que tendrá más opciones para cualquier cosa que desee hacer que viviendo en Plasencia. Y los Carreño se adentran en Madrid sin saber qué les deparará el futuro.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 192. La farmacia de Gran Vía

viernes, 7 de abril de 2023

Libro III Episodio 190. Adiós, Plasencia

 

   La quiosquera de la Plaza de España da a Pilar varias direcciones y le sugiere que diga que va de su parte. La joven selecciona media docena de pisos y los visitar. Por unas u otras causas, va desechándolos hasta que se queda con uno que no es el mejor ni el más barato, pero tiene cuatro habitaciones con lo que podrán vivir sin demasiadas  apreturas. El piso radica en la calle de San Bernardo, por lo que no está demasiado lejos de la Gran Vía. Le paga a la propietaria un mes anticipado de alquiler y la fianza, y se queda con él.

  Antes de volverse a Plasencia, Pilar se reúne con su hermano Julián, que sigue haciendo la mili en el PCAMI por las mañanas y por las tardes conduce una furgoneta de reparto de los grandes almacenes SEPU -acrónimo de Sociedad Española de Precios Únicos- y gana sus buenos dinerillos, parte de los cuales manda todos los meses a sus padres. Le cuenta lo de la farmacia, por lo que pronto podrá volver a dormir en casa con lo que la mili le será más llevadera.

   La joven boticaria retorna a Plasencia como si hubiese ganado una batalla crucial. La familia la aguarda expectante. Les ha llamado por teléfono para contarles lo esencial: tienen farmacia y casa en Madrid, pero todos están ansiosos de que les cuente los detalles, ¿cómo es la farmacia?, ¿y el piso dónde van a vivir es muy grande? Antes de entrar en pormenores, la joven pregunta a sus padres si han podido vender los últimos activos que les quedaban: el Ford y lo que todavía les resta de Pinkety. La respuesta es afirmativa y han obtenido ciento veinte duros más de lo que tenían previsto. Aclarado ese fleco, la joven entra en detalles, primero de la farmacia y, como supone que su limitado espacio les producirá un impacto negativo, pone el acento en la importancia de la calle en la que está ubicada.

   -No es muy grande, pero tiene la enorme ventaja de que está situada en mitad de la Gran Vía que, en los pocos años que lleva abierta, se ha convertido en el bulevar más transitado de Madrid, pues gracias a ella se ha conseguido una mejor comunicación entre la calle de Alcalá y la plaza de España. Hoy en día es una de las calles más comerciales y concurridas de la capital y está llena de tiendas, restaurantes, cines y comercios de toda clase. Me ha dicho don Jerónimo, el titular que nos la traspasa, que al estar tan animada nunca faltan clientes, ni siquiera en verano pues hay muchos turistas que la recorren. Creo que hemos tenido una suerte inmensa al haber conseguido una farmacia emplazada en una calle, que es tan ancha, que pueden circular al menos seis coches.

   -¿Y qué tal son las ventas? –Julio va a por lo más prosaico.

   -Luego te enseño los números, papá, pero ya te adelanto que muy buenos.

   -Y el piso que has alquilao, ¿cómo es? –indaga Paca que no pierde ripio.

   -También hemos tenido suerte en eso. Está en la calle de San Bernardo y relativamente cerca de la Gran Vía. La dueña me pidió noventa pesetas, le ofrecí setenta y después del regateo quedamos en ochenta. Y, aunque os pueda parecer caro, no lo es teniendo en cuenta el barrio en el que está.

   -¿Y cuántas habitaciones tiene? –sigue preguntando Paca.

   -Cuatro bastante espaciosas, comedor, cocina, servicio y un lavadero. Estaremos un poco apretados, pero nos arreglaremos.

   -¿Y cuándo hemos de hacernos cargo de la farmacia? –quiere saber Julia.

   -Desde ya. Don Jerónimo me dijo que por él cuanto antes mejor, pues cuenta las horas que le faltan para irse a Torrevieja. Ah, habrá que enviarle la nueva dirección a Álvaro para que nos mande allí sus cartas. Y por cierto, tenemos que contarle todo lo sucedido. Se va a quedar de piedra cuando se entere. ¿Ha llegado alguna postal?

   Eloísa sale del salón y regresa al punto con varias postales del primogénito en las que continúa narrando las andanzas del Juan Sebastián de Elcano en su viaje de prácticas con los alumnos de tercer curso de guardiamarinas, ya ascendidos a alféreces de fragata. Cuenta que desde Santa Elena pusieron rumbo a la isla de Barbados, fondeando en Bridgetown el 22 de marzo. Cuatro días después zarparon para San Juan de Puerto Rico, donde arribaron el último día de marzo. Realizaron muchas visitas, entre otras, a las antiguas fortalezas españolas del Morro y San Cristóbal. Siete días después salieron para Cuba, amarrando en La Habana. En tierras cubanas, en las que se sintieron como si estuvieran en España, estuvieron doce días hasta que el 19 de abril pusieron proa hacia los Estados Unidos atracando, primero en la isla de la Cuarentena de Nueva York, y luego en el muelle número 8 de dicho puerto. Hicieron muchas e interesantes visitas: la factoría Sperry, los astilleros de Brooklyn, la ciudad de Washington y la Escuela Naval de Annapolis, que es, al menos, el triple de grande que la ENM de San Fernando. La última postal, fechada en la ciudad de los rascacielos, solo cuenta que el 11 de mayo partirán para Cádiz. Pilar solo tiene dos tarjetas de Andrade, que últimamente la tiene abandonada, en una le cuenta que las mulatas cubanas son todavía más espectulares que las brasileñas y que se ha llevado la sorpresa al ver que el casco viejo de La Habana es igualito que el de Cádiz; en la otra que las chicas yanquis son atrevidas como ellas solas, no se cortan un pelo si le han de decir a un chico que les gusta. Pilar piensa que parece que, desde la distancia, el joven gallego pretende darle celos, ¿pero celos de qué?

   Los Carreño inician la operación de dejar resuelta su marcha de Plasencia. Han de hacer el traspaso efectivo de la droguería, abonar a la Bronchales el resto del préstamo que les concedió, pagar las últimas facturas, escoger qué muebles y enseres se van a llevar porque, dada la estrechez del piso que han alquilado, no van a poder cargar con todo el mobiliario y los cacharros que, tras vivir más de dos décadas, se han ido acumulando en la casa placentina. Y luego queda el capítulo más doloroso y cargado de emotividad: despedirse de familiares, amigos y conocidos.

   Antes de vender el Ford, Julio se desplaza a San Martín de Trevejo para decir adiós a viejos amigos y conocidos que le conocen desde niño. Se lleva con él a sus tres hijos pequeños y los chavales se lo pasan en grande recorriendo las empedradas callejuelas del pueblo. Les enseña la casa donde nació y la escuela en la que daba clase la abuela Pilar.

   -Papá, no me acordaba de que aquí hablaban tan raro, muchas de las cosas que dicen no las entiendo –comenta Andrés que, como ya tiene once años, es quien mejor recuerda sus anteriores visitas a la localidad.

   -Claro, hijo, se expresan en mañegu que es el dialecto que se habla aquí.

   -¿Y tú lo sabes hablar? –quiere saber Froilán.

   -Pues claro que lo sabe, papá lo sabe todo –es Ángela la que ha respondido al benjamín de la familia.

   Al marcharse, Julio echa una última mirada a su pueblo natal, Dios sabe cuándo podrá volver. En el regreso, y desde la distancia, les enseña el monte Jálama, desde cuya cima se contempla el valle de Os tres lugaris. Y para entretenerlos durante la vuelta, les cuenta el viaje que hizo cuando tenía veinte años en una vieja bicicleta llena de parches y remiendos.

   Las despedidas comienzan con la familia de Julia. El matrimonio se desplaza a Malpartida de Plasencia para decir adiós a la abuela Soledad, muy achacosa, que llora desconsolada por la marcha de su hija pequeña y de sus nietos, y se despiden de Andrés, el único hermano varón de Julia. Y aprovechan para visitar a Argimiro y Carolina, pues cuando el hombre dejó de trabajar para Julio, al comprarse este su primera camioneta, volvieron al pueblo. Asimismo se han despedido de las hermanas de Julia que viven en Plasencia. Al darle un abrazo a Consuelo, Julio se da cuenta de que ya no siente nada por quien fue su primer amor.

   En la ciudad van diciendo adiós a amigos, conocidos y antiguos clientes. Sentida es la despedida de Antonina que, pese a lo seca que es, no puede impedir que unos lagrimones como piñones se deslicen por sus mejillas. Tan o más emotiva resulta la visita a la señora Etelvina, que ayudó a nacer a toda la camada Carreño y que ya no ejerce; la vieja partera no puede contener su emoción y se abraza a la pareja como si no fuese a verlos nunca más.

   Los amigos del casino despiden a Julio asegurándole que le echarán en falta, y que la tertulia no va a ser la misma sin su presencia.

   -¿Puede creerse que le envidio? –comenta el comandante Liaño-. Si tuviera menos años y menos achaques hace tiempo que me hubiese ido a la capital.

   -¿Y quién me va a explicar en Madrid cómo se desarrollan las guerras que, a buen seguro, están por venir? –Es la réplica del exdroguero.

   -Julio, sabe que los Lavilla le consideramos casi como de la familia. Cuando le he dicho a mi señora que se iban, me ha encargado que la despida de su parte y que si vamos por Madrid nos pasaremos a visitarles –afirma don Enrique.

   Las despedidas del resto de los tertulianos se pliegan a la relación que Julio ha mantenido con ellos. Con el juez don Romualdo, es cordial; con el abogado don Mauricio cortés pero fría, Julio no olvida que fue quien le recomendó a del Castillo, el letrado que le vendió las acciones de la Bergwerk  Spanisch; con el terrateniente don Eduardo es una mera formalidad y, finalmente, con Galiana es forzada, el ferretero todavía está resentido porque Julio no le vendió la droguería a su hijo Fernando.

   Los chicos también se van despidiendo de sus compañeros de escuela y amigos de correrías. Quienes más sienten la partida son Eloísa y Concha y ambas por el mismo motivo: tienen sendos mozos que les tiran los tejos, pero no dejan de ser escarceos primerizos que aún no puede saberse si cuajarán.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 191. Madrid, estación término