Sierra no ha sabido qué responder a la
pregunta de Salazar de si la mejor solución a sus problemas con la justicia
sería irse de España, no estaba preparado para una pregunta así. Lo que ha
hecho es insistir en su propuesta de que lo más conveniente para el
exsindicalista es que se entregue a las autoridades judiciales previa
negociación con la fiscalía de una rebaja sustancial de pena. A Curro la
proposición del enviado de la camarilla de Felipe Muñoz no le ha convencido, lo
de volver al trullo es muy duro, más ahora que lleva dos años gozando de plena
libertad y que tiene a una jovencita a punto de caramelo. Quedan en que
seguirán hablando. Como no cree que sea casualidad que en tan pocas horas dos
personas hayan llegado hasta él, en cuanto llega al hostal inquiere:
-¿Alguien
más ha preguntado por mí?
La negativa le hace soltar un suspiro de
tranquilidad, aunque no la suficiente para que pueda dormir apaciblemente.
Antes de coger el sueño le ha dado una y mil vueltas a las dos inesperadas
visitas que ha recibido y a lo que le han propuesto. Llega un momento en que el
sueño le atrapa en sus redes. Le despiertan unos discretos golpes en la puerta,
la abre, es Anca que hace una mueca de alivio al verle.
-He llamado
porque son cerca de las once y me extrañaba no haberte visto desayunando.
¿Estás bien, te pasa algo?
-Estoy bien.
Es que anoche me encontré con un antiguo amigo y estuvimos charlando hasta las
tantas lo que hizo que me acostara muy tarde, pero no me pasa nada, lo único es
que me he perdido el desayuno y ahora que lo digo noto que tengo hambre.
-Ya hemos
recogido el servicio del desayuno, pero si quieres te puedo subir alguna cosilla
para que mates la gazuza.
-Gracias,
princesa, pero no hace falta. Voy a darme una ducha a ver si me quito las
telarañas de los ojos y saldré a dar una vuelta para que me dé el aire.
-Pues te
aconsejo que vayas por la sombra porque esta mañana hace un sol de justicia.
Es oír la palabra justicia y a Curro se le
revuelven las tripas. Cuando pasa por delante de recepción la joven que hace de
factótum le llama.
-Don
Francisco, un chico ha preguntado por usted. Le está esperando en la terraza.
A Curro se le vuelve a agriar el semblante.
“¿Pero que pasa aquí?, ¿otro que también me busca?”. En cuanto ve quien le
espera el corazón le da un vuelco, incluso estando de espaldas lo reconoce. El
que le está esperando es quien menos podía suponer: su hijo mayor.
-Pisha, ¿se
puede saber qué coño hases aquí? –Ha vuelto a aparecer el seseo, se ha puesto
de los nervios.
Su primogénito se le queda mirando. Sus ojos
son como puñales que se clavan en el rostro del padre.
-Tengo que
hablar contigo.
-¡La hostia!
Últimamente, todos quieren hablar conmigo. Estoy más solisitado que las
contrabarreras de la Maestranza. Espero que estés de mejor talante que la
última ves. Hablaremos, pero no aquí, esto está lleno de correveidiles.
Sígueme.
Vuelve a hacer lo mismo que la noche
anterior hizo con Sierra para tener más tiempo para pensar. Lleva a su hijo por
todo el paseo marítimo hasta que pasada la desembocadura de la carretera a
Torreblanca se sientan en Xaloc, uno de los restoranes en primera línea de
playa en el que todavía hay gente desayunando.
-¿Ya has
desayunado? Yo suelo haserlo en el hostal, pero anoche se me pegaron las sábanas
–se excusa Curro que pregunta para ir limando aristas -. ¿Has venido en coche?
-Desde
Sevilla en un bus de ALSA y desde el pueblo en el coche que hase el trayecto
hasta la playa.
-No sabía
que hubiera transporte público entre el pueblo y la playa.
-Lo hay, un
bus sale a las horas del pueblo y a las medias de la playa.
-¿Y a qué
has venido?
-Tengo que
desirte que no quería venir ni harto de vino, pero la mama me convensió. Han
descubierto tu paradero, no sé si también lo saben los maderos, pero seguro que
sí porque media Sevilla está al tanto.
-Entonses
tendré que largarme de aquí.
-Justo a
desirte eso es a lo que he venío. A avisarte de que se ha corrio la notisia de
que estás aquí y hasta se sabe que te hases llamar Fransisco Martínes.
-¡La leche
que me dieron! ¿Lo sabe la pasma?
-No lo sé, a
mí me lo contó la mujer de Juan Simón, el de Mercasevilla. Si lo sabe ese que
es un chichirivaina entonses es que lo sabe media Andalusía.
-¿Y de verdá
has hecho más de setesientos quilómetros solo para avisarme? –Curro está que no
da crédito a sus oídos.
-Ya te lo he
dicho. Yo no quería venir, pero la mama se puso mu jartible hasta que me
convensió. Yo creo que te sigue queriendo a pesar de las muchas putadas que le
has hecho. Además… -el chico duda un momento-. Pa desir toda la verdá, estamos
más secos que los trastos de una era y como, según se dise por Sevilla, tienes
una jartá de billetes, hemos pensao que podrías darnos algo. No para arrucharte
sino que nos des algo de lo que te sobra –Los modismos andaluces del habla de
Francisco José son como para crear un diccionario.
Salazar escucha a su primogénito y piensa
cuan diferentes son. “Ha salido a su madre. No es un sieso ni un malafollá, pero
sí un papafrita. Y que no tengan una lata puede ser hasta verdá. ¡Haserse
setesientos y pico de quilómetros pa eso, pobre criatura”. Sigue viendo a su
hijo como a un chaval a pesar de que cumplió ya los veintidós.
-¿Y estás
seguro de que los maderos no saben dónde estoy? –vuelve a preguntar receloso.
-Te repito
que no lo sé, pero si lo sabe el andoba de Juan Simón tú dirás.
-Si lo sabe
Juan es que lo se han debido soplar en el partido y si están enterados mis excompañeros
también deben saberlo en la Junta. Entonses…, entonses no me queda otra que
darme el piro.
-Es lo que
dise la mama, que tienes que largarte de aquí enseguidita y buscarte otro
escondrijo porque si sigues aquí te van a follar. Y antes de que huyas, ¿qué
hay de los dineros? ¿Nos puedes dar algo de lo que te sobra? La verdá es que lo
estamos pasando mal.
-¿Es que tu
madre y tú no curráis?
-Madre sí,
yo solo curro cuando hago algún refuerso de uvas a peras en Mercasevilla por lo
que me dan cuatro libras mal contadas. Desde que desaparesiste la gente de tu
partido y de tu sindicato nos han dao la esparda. Como si estuviéramos
apestaos. Nadie quiere saber na de nosotros y apellidarse Salasar es como
llevar una crus a cuestas. Alguna exsepsión hay, pero sobran dedos en la mano
pa contarlos. Y los que más se resienten de la farta de monis son mis hermanos
chicos. Por ellos y por la mama es por lo que estoy aquí –vuelve a repetir
Francisco José.
-Bueno, te
voy a dar algo de guita, pero después lo que haré será mandaros todos los meses
algo de dinero para que dejéis de pasar apuros. Tendré que ver como lo arreglo.
¿Cuándo piensas irte?
-En cuanto
me des la pasta. Después de avisarte, aquí no se me ha perdío na.
-Entonses
vamos a haser una cosa. Quedamos aquí mismo como a las cuatro de la tarde. Te
traeré algún dinerillo. ¿De acuerdo, chavea?
-No soy un
chavea, hase muchos años que me afeito –Es la airada respuesta del hijo.
Salazar se vuelve al hostal, pero antes se
sienta en una de las terrazas de primera línea de playa a meditar y tomarse una
cerveza. No hace más que darle vueltas a lo que le acaba de contar su hijo, no
a la falta de recursos de su familia sino a que media Sevilla conoce su
paradero. “No me queda otra, tengo que largarme de aquí. Si lo saben en el
partido y en la Junta alguien terminará yéndose del pico y la noticia acabará
llegando al juzgado de instrucción. Tengo que pirarme y cuanto antes mejor sino
me pueden enchiquerar en cualquier momento. El problema es ¿dónde? Quizá tenga
razón el lechuguino de Espinosa y lo mejor sea huir a algún país extranjero que
es lo que tendría que haber hecho, pero sigue estando el obstáculo del
pasaporte, de tener que dar un nombre para volar y todas las demás pejigueras
que desde el 11-S ponen las compañías aéreas. Espinosa dijo que todo eso podría
solucionarlo. Tendré que volver a hablar con él –se dice”.
-Perdone,
¿quiere algo? –le pregunta una jovencita que por cómo va ataviada debe de ser
una camarera.
-No; bueno, sí.
Tráeme una caña, mejor si es de barril.
Cuando
la camarera deja la cerveza encima del posavasos, Curro descubre que la terraza
en la que está sentado es del restorán Azar. “¡Qué curioso!, Azar, Azahar, Zahara.
Que nombres tan parecidos. ¿Eso debe ser un buen presagio o un signo de mal
fario? Lo mejor será no darle más vueltas. Comeré pronto, me echaré una buena
siesta y lo consultaré con la almohada”. Cuando llega al hostal todas sus
previsiones se van al traste. Nuevamente hay alguien esperándole. Cuando
descubre quien es parece como si el cielo se desplomara sobre su cabeza como
tanto temen los habitantes de la aldea gala de Asterix. Si el gaditano hubiese
sido más culto de lo que es quizá se hubiese acordado de la Ley de Murphy: Si
algo puede salir mal, saldrá mal. Y si además puede empeorar, lo hará, pero
como solo es un genuino oriundo de Zahara de los Atunes exclama:
-¡Éramos
pocos y parió la abuela!
PD.- Hasta
el próximo viernes