"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 19 de enero de 2018

36. ¡Éramos pocos y parió la abuela!



   Sierra no ha sabido qué responder a la pregunta de Salazar de si la mejor solución a sus problemas con la justicia sería irse de España, no estaba preparado para una pregunta así. Lo que ha hecho es insistir en su propuesta de que lo más conveniente para el exsindicalista es que se entregue a las autoridades judiciales previa negociación con la fiscalía de una rebaja sustancial de pena. A Curro la proposición del enviado de la camarilla de Felipe Muñoz no le ha convencido, lo de volver al trullo es muy duro, más ahora que lleva dos años gozando de plena libertad y que tiene a una jovencita a punto de caramelo. Quedan en que seguirán hablando. Como no cree que sea casualidad que en tan pocas horas dos personas hayan llegado hasta él, en cuanto llega al hostal inquiere:
-¿Alguien más ha preguntado por mí?
   La negativa le hace soltar un suspiro de tranquilidad, aunque no la suficiente para que pueda dormir apaciblemente. Antes de coger el sueño le ha dado una y mil vueltas a las dos inesperadas visitas que ha recibido y a lo que le han propuesto. Llega un momento en que el sueño le atrapa en sus redes. Le despiertan unos discretos golpes en la puerta, la abre, es Anca que hace una mueca de alivio al verle.
-He llamado porque son cerca de las once y me extrañaba no haberte visto desayunando. ¿Estás bien, te pasa algo?
-Estoy bien. Es que anoche me encontré con un antiguo amigo y estuvimos charlando hasta las tantas lo que hizo que me acostara muy tarde, pero no me pasa nada, lo único es que me he perdido el desayuno y ahora que lo digo noto que tengo hambre.
-Ya hemos recogido el servicio del desayuno, pero si quieres te puedo subir alguna cosilla para que mates la gazuza.
-Gracias, princesa, pero no hace falta. Voy a darme una ducha a ver si me quito las telarañas de los ojos y saldré a dar una vuelta para que me dé el aire.
-Pues te aconsejo que vayas por la sombra porque esta mañana hace un sol de justicia.
   Es oír la palabra justicia y a Curro se le revuelven las tripas. Cuando pasa por delante de recepción la joven que hace de factótum le llama.
-Don Francisco, un chico ha preguntado por usted. Le está esperando en la terraza.
   A Curro se le vuelve a agriar el semblante. “¿Pero que pasa aquí?, ¿otro que también me busca?”. En cuanto ve quien le espera el corazón le da un vuelco, incluso estando de espaldas lo reconoce. El que le está esperando es quien menos podía suponer: su hijo mayor.
-Pisha, ¿se puede saber qué coño hases aquí? –Ha vuelto a aparecer el seseo, se ha puesto de los nervios.
   Su primogénito se le queda mirando. Sus ojos son como puñales que se clavan en el rostro del padre.
-Tengo que hablar contigo.
-¡La hostia! Últimamente, todos quieren hablar conmigo. Estoy más solisitado que las contrabarreras de la Maestranza. Espero que estés de mejor talante que la última ves. Hablaremos, pero no aquí, esto está lleno de correveidiles. Sígueme.
   Vuelve a hacer lo mismo que la noche anterior hizo con Sierra para tener más tiempo para pensar. Lleva a su hijo por todo el paseo marítimo hasta que pasada la desembocadura de la carretera a Torreblanca se sientan en Xaloc, uno de los restoranes en primera línea de playa en el que todavía hay gente desayunando.
-¿Ya has desayunado? Yo suelo haserlo en el hostal, pero anoche se me pegaron las sábanas –se excusa Curro que pregunta para ir limando aristas -. ¿Has venido en coche?
-Desde Sevilla en un bus de ALSA y desde el pueblo en el coche que hase el trayecto hasta la playa.
-No sabía que hubiera transporte público entre el pueblo y la playa.
-Lo hay, un bus sale a las horas del pueblo y a las medias de la playa.
-¿Y a qué has venido?
-Tengo que desirte que no quería venir ni harto de vino, pero la mama me convensió. Han descubierto tu paradero, no sé si también lo saben los maderos, pero seguro que sí porque media Sevilla está al tanto.
-Entonses tendré que largarme de aquí.
-Justo a desirte eso es a lo que he venío. A avisarte de que se ha corrio la notisia de que estás aquí y hasta se sabe que te hases llamar Fransisco Martínes.
-¡La leche que me dieron! ¿Lo sabe la pasma?
-No lo sé, a mí me lo contó la mujer de Juan Simón, el de Mercasevilla. Si lo sabe ese que es un chichirivaina entonses es que lo sabe media Andalusía.
-¿Y de verdá has hecho más de setesientos quilómetros solo para avisarme? –Curro está que no da crédito a sus oídos.
-Ya te lo he dicho. Yo no quería venir, pero la mama se puso mu jartible hasta que me convensió. Yo creo que te sigue queriendo a pesar de las muchas putadas que le has hecho. Además… -el chico duda un momento-. Pa desir toda la verdá, estamos más secos que los trastos de una era y como, según se dise por Sevilla, tienes una jartá de billetes, hemos pensao que podrías darnos algo. No para arrucharte sino que nos des algo de lo que te sobra –Los modismos andaluces del habla de Francisco José son como para crear un diccionario.
   Salazar escucha a su primogénito y piensa cuan diferentes son. “Ha salido a su madre. No es un sieso ni un malafollá, pero sí un papafrita. Y que no tengan una lata puede ser hasta verdá. ¡Haserse setesientos y pico de quilómetros pa eso, pobre criatura”. Sigue viendo a su hijo como a un chaval a pesar de que cumplió ya los veintidós.
-¿Y estás seguro de que los maderos no saben dónde estoy? –vuelve a preguntar receloso.
-Te repito que no lo sé, pero si lo sabe el andoba de Juan Simón tú dirás.
-Si lo sabe Juan es que lo se han debido soplar en el partido y si están enterados mis excompañeros también deben saberlo en la Junta. Entonses…, entonses no me queda otra que darme el piro.
-Es lo que dise la mama, que tienes que largarte de aquí enseguidita y buscarte otro escondrijo porque si sigues aquí te van a follar. Y antes de que huyas, ¿qué hay de los dineros? ¿Nos puedes dar algo de lo que te sobra? La verdá es que lo estamos pasando mal.
-¿Es que tu madre y tú no curráis?
-Madre sí, yo solo curro cuando hago algún refuerso de uvas a peras en Mercasevilla por lo que me dan cuatro libras mal contadas. Desde que desaparesiste la gente de tu partido y de tu sindicato nos han dao la esparda. Como si estuviéramos apestaos. Nadie quiere saber na de nosotros y apellidarse Salasar es como llevar una crus a cuestas. Alguna exsepsión hay, pero sobran dedos en la mano pa contarlos. Y los que más se resienten de la farta de monis son mis hermanos chicos. Por ellos y por la mama es por lo que estoy aquí –vuelve a repetir Francisco José.
-Bueno, te voy a dar algo de guita, pero después lo que haré será mandaros todos los meses algo de dinero para que dejéis de pasar apuros. Tendré que ver como lo arreglo. ¿Cuándo piensas irte?
-En cuanto me des la pasta. Después de avisarte, aquí no se me ha perdío na.
-Entonses vamos a haser una cosa. Quedamos aquí mismo como a las cuatro de la tarde. Te traeré algún dinerillo. ¿De acuerdo, chavea?
-No soy un chavea, hase muchos años que me afeito –Es la airada respuesta del hijo.
   Salazar se vuelve al hostal, pero antes se sienta en una de las terrazas de primera línea de playa a meditar y tomarse una cerveza. No hace más que darle vueltas a lo que le acaba de contar su hijo, no a la falta de recursos de su familia sino a que media Sevilla conoce su paradero. “No me queda otra, tengo que largarme de aquí. Si lo saben en el partido y en la Junta alguien terminará yéndose del pico y la noticia acabará llegando al juzgado de instrucción. Tengo que pirarme y cuanto antes mejor sino me pueden enchiquerar en cualquier momento. El problema es ¿dónde? Quizá tenga razón el lechuguino de Espinosa y lo mejor sea huir a algún país extranjero que es lo que tendría que haber hecho, pero sigue estando el obstáculo del pasaporte, de tener que dar un nombre para volar y todas las demás pejigueras que desde el 11-S ponen las compañías aéreas. Espinosa dijo que todo eso podría solucionarlo. Tendré que volver a hablar con él –se dice”.
-Perdone, ¿quiere algo? –le pregunta una jovencita que por cómo va ataviada debe de ser una camarera.
-No; bueno, sí. Tráeme una caña, mejor si es de barril.
   Cuando la camarera deja la cerveza encima del posavasos, Curro descubre que la terraza en la que está sentado es del restorán Azar. “¡Qué curioso!, Azar, Azahar, Zahara. Que nombres tan parecidos. ¿Eso debe ser un buen presagio o un signo de mal fario? Lo mejor será no darle más vueltas. Comeré pronto, me echaré una buena siesta y lo consultaré con la almohada”. Cuando llega al hostal todas sus previsiones se van al traste. Nuevamente hay alguien esperándole. Cuando descubre quien es parece como si el cielo se desplomara sobre su cabeza como tanto temen los habitantes de la aldea gala de Asterix. Si el gaditano hubiese sido más culto de lo que es quizá se hubiese acordado de la Ley de Murphy: Si algo puede salir mal, saldrá mal. Y si además puede empeorar, lo hará, pero como solo es un genuino oriundo de Zahara de los Atunes exclama:  
-¡Éramos pocos y parió la abuela!

PD.- Hasta el próximo viernes