"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 5 de octubre de 2018

72. Esa muchacha no te traerá más que disgustos


  En el cuartel de la Guardia Civil de Torreblanca prosigue el interrogatorio de Rocío Molina por parte del comandante del puesto que la ha instado a contar la verdad, algo que la andaluza no piensa hacer. Al contrario, ha decidido que puede sacarle réditos a las muchas cosas que sabe de lo que ocurrió en la habitación de Curro la tarde del quince, vio al Chato, a Espinosa, al guiri. Le lleva a mantener esa actitud lo que ha visto en las series televisivas, sobre todo americanas, en las que un detenido puede negociar beneficios penales colaborando con la fiscalía. Además, cree que puede engañar fácilmente a un picoleto que si está destinado en un pueblucho como aquel no debe de ser ninguna lumbrera. Por ello, antes de que el suboficial continúe presionándola contraataca.
-Ya se lo pregunté ayer y se lo vuervo a repetir: ¿estoy presa?
-No, no lo está.
-Entonses, me marcho ahora mismito –dice Rocío con desparpajo.
-De eso, nada. Está detenida en virtud de lo que establece la Ley de Enjuiciamiento Criminal, así como de las competencias que confiere a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para retener contra su voluntad a una persona que es considerada sospechosa de haber realizado o participado en la comisión de un delito y por consiguiente de haber quebrantado la ley de una u otra manera -La cita legal y la voz firme del suboficial al enunciarla han servido para que el falso coraje de la andaluza se derrita como un helado al sol del mediodía-. Repito: ¿en qué momento de la tarde estuvo en la habitación del fallecido?
-Entre las seis y las siete má o meno –Rocío se ha dicho que será mejor llevar la corriente al picoleto.
-¿Estuvo sola o acompañada?
-Estuve to er rato en compañía de Anca y luego también de su noviete.
-¿Y qué hicieron durante ese tiempo?
-Cuidar a mi Curro y despué buscar su tarjeta sanitaria por si teníamos que ingresarlo en un hospital.
-¿Cómo se encontraba su novio?
-Estaba mu chungo er pobre.
-Y si estaba tan mal, ¿por qué no llamaron a un médico?
   Ahí vuelve a vacilar Rocío. Está ante otro aprieto: si dice que lo llamaron, el sargento descubrirá fácilmente que ha mentido; si cuenta la verdad tendrá que meter en el ajo al lechuguino de Espinosa. Si lo hace va a gastar uno de los cartuchos que guarda en la recámara para el posterior devenir de los interrogatorios. El dilema lo resuelve cuando el guardia civil la apremia:
-Señora, que no tenemos todo el día, conteste, por favor.
-Verá, es que cuando Anca y yo entramos en la habitasión de Curro la primera ves nos encontramos con que estaba allí un señor, un conosio de mi novio. Nosotras ar ver er estao en que estaba Curro dijimos de llamar a un doctor, pero er señor allí presente nos dijo que ya lo hasía él. Por eso nos despreocupamos de haserlo.
-Ese conocido de su novio tendrá nombre.
-Se llama Carlos Espinosa y es o vive en Málaga –la andaluza no ha dudado ni un segundo.
-Y ese tal Espinosa, ¿qué hacía en el cuarto del señor Salazar?
-Creo que tenía negosios con Curro. Supongo que estaba allí por eso. Por sierto, cuando entramos le estaba dando de beber coñac, dijo que lo hasía pa reanimarlo.
-¿Sabe dónde vive o se hospeda el tal Espinosa?
-No, señor sargento.
-Vuelvo al estado de Salazar, si estaba tan grave como ha afirmado, ¿cómo se fueron de su habitación sin nadie que lo atendiera y sin que hubiera llegado ninguna ayuda médica?
   Rocío vuelve a encontrarse presa de sus contradicciones al no contar toda la verdad. “Este cabrón de picoleto no es tan corto como creía, ar finá me lo va a sacar to”. Intenta salir del apuro como sea.
-Nos fuimos porque nos urgía encontrar los papeles de la seguridá sosiá pa ingresarlo en un hospital y lo hisimos porque creíamos que er doctor llegaría de un momento a otro.
-¿Por qué no avisaron a otro empleado del hostal o a la patrona sobre la gravedad de Salazar?
-Verá, señor sargento… -instintivamente, como hiciera en su interrogatorio Francisco José, Rocío echa mano de una muletilla con la que ganar tiempo para urdir una respuesta-…, estábamos tan nerviosas que ni caímos en eso –e intenta adornar el embuste-. En los momentos en que se puede estar muriendo una persona tan queria la verdá es que se te va la olla.
-Sí, lo entiendo. Lo que no acabo de entender es que si abandonaron la habitación sobre las siete de la tarde, ¿qué es lo que hicieron durante más de tres horas hasta que los localizó el guardia que mandé a buscarlos? ¿No es mucho tiempo teniendo en cuenta la gravedad del estado de su novio? ¿Cómo lo explica? 
   A estas alturas, la andaluza ha perdido la templanza y está hecha un manojo de nervios. Diga lo que diga, el picoleto la acorrala de manera inmisericorde. Opta por no contestar, seguir mintiendo más no la lleva a ninguna parte. Pese a la falta de respuesta, el sargento no da su brazo a torcer y prosigue con sus preguntas.
-Usted ha dicho antes que cuando entramos en la habitación de Curro la primera vez… ¿Qué hicieron, a dónde fueron entre la primera y la segunda vez?
   Rocío piensa que si le responde le tendrá que contar lo del Chato y lo del guiri. Otros cartuchos desperdiciados. Por lo que resuelve no dar más respuestas. Se calla y lo que dice es otra de las cosas que ha aprendido en los culebrones de la tele:
-No diré nada ma sino es en presensia de mi abogao.
   Ante la petición y la falta de colaboración de la andaluza, y estando firmemente convencido de que la mujer sabe mucho más de lo que cuenta y de que sus incoherencias son patentes, el sargento decide pasar a la testigo a detenida.
-Bien, señora, como quiera. De acuerdo con los artículos 492 y 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal queda detenida. Las razones de su arresto son que existen datos indiciarios de su posible participación en un presunto delito, así como de la sustracción de un bien propiedad de la víctima. Tiene derecho a guardar silencio, a no declarar contra sí misma, a no declararse culpable, a asignar abogado y si no lo asigna se le nombrará uno de oficio, y a ser reconocida por el médico forense o su sustituto legal en su defecto. ¿Lo ha entendido?
-¿To eso quiere desir que estoy presa?
-Presa, no, detenida preventivamente que no es lo mismo. Esta detención no podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos y, en todo caso, en el plazo máximo de setenta y dos horas deberá ser puesta en libertad o a disposición de la señora juez que lleva este caso.
   La andaluza ya no es capaz ni de contestar, su detención es algo que la abruma y la ha dejado sin fuerza ni voluntad para protestar. El sargento ordena a un guardia que conduzcan a la detenida al calabozo del cuartelillo y pone un fax a la Jueza de Instrucción de la primera diligencia de instrucción criminal que ha realizado el puesto de Torreblanca como policía judicial del caso Pradera.
   A continuación llama a declarar a Vicente Fabregat, pero antes atiende la petición del padre del joven que se ha presentado en el cuartel acompañado de un abogado local. Tras hablar con ambos, el suboficial acepta que el interrogatorio de Vicentín se realice en presencia del letrado, pero se niega tajantemente a que también esté presente el padre tal y como pretendía éste. Todavía antes de iniciar el interrogatorio debe atender una llamada telefónica de la alcaldesa del pueblo interesándose por la situación del joven Fabregat. Se quita de en medio a la política municipal indicándole que no puede informarle de nada hasta que la Juez de Instrucción decida lo pertinente. Por fin, se instalan en la salita de interrogatorios el joven, su abogado y el sargento.
-Cuéntame con el mayor detalle posible qué hacías en la habitación del extinto Francisco Salazar en la tarde de ayer.
   Fabregat, antes de hablar mira a su bogado que asiente con un gesto, carraspea y comienza su declaración:
-Yo estaba en la cafetería del hostal haciendo tiempo para hablar con mi novia cuando la vi acompañada de una mujer a quien no conocía. La desconocida, que resultó ser la novia del andaluz al que llamaban Martínez, me pidió que las acompañara para ayudarlas a abrir un maletín metálico. Anca estuvo de acuerdo con ello. Subimos al cuarto de Martínez… -el joven vacila y vuelve a mirar a su abogado que le anima a seguir-… y lo primero que vimos fue a un tío que parecía un armario…
-Un momento. ¿Qué hora aproximada sería cuándo entrasteis en la habitación?
-Más o menos, las siete menos cuarto.
-Bien, sigue.
-Como le decía, había un desconocido, que luego resultó ser un guiri, que nos contó que pasaba por el pasillo cuando oyó quejidos por lo que entró en el cuarto a ver qué pasaba y que se encontró a Martínez en la cama más muerto que vivo y que trataba de ayudarlo.
-Y el extranjero, ¿lo habías visto antes, sabes si la Molina y Anca lo conocían?
-Era la primera vez que lo veía y Anca y la andaluza tampoco lo conocían.
-¿Y qué pasó con el extranjero?
-Dijo que no podía hacer nada más y se fue.
-¿Sabes si era un huésped del hostal?
-No lo sé, sargento, eso quien debe saberlo es la Eulalia.
-¿Y a ti como te pareció que se encontraba Salazar?
-Pues muy jodido. Recuerdo que dije: este fulano está como para diñarla. También les dije a mi novia y a la andaluza que se debería llamar urgentemente a un médico.
-¿Y por qué no lo llamaron?
-Contestaron que ya lo había llamado un conocido que había estado anteriormente con ellas en la habitación de Martínez.
   De momento, el sargento se da por satisfecho con esas primeras declaraciones de Fabregat. Le informa que no debe de salir del pueblo sin comunicarlo previamente, que le volverán a llamar cuando la juez del caso lo estime oportuno y que al día siguiente se pase por el cuartel para firmar la declaración. El joven sale de la casa-cuartel escoltado por su abogado y por su padre que le recrimina:
-Ya te dije que esa muchacha no te traerá más que disgustos.

PD.- Hasta el próximo viernes