Llegan dos representantes de la Società di
Gestione Grazzi para establecer los primeros contactos con los directivos de
BACHSA. Lo primero que plantean es que un delegado de la sociedad italiana
entre a formar parte del consejo de administración de la empresa constructora.
Tras un medido tira y afloja, más para salvaguardar las apariencias que otra
cosa, el directorio aprueba la petición.
En la primera reunión del consejo de administración
de BACHSA se aprueba el nombramiento del representante de la sociedad calabresa,
se trata del avvocato Enrico Montofarni.
A continuación, el consejero delegado da la palabra a Juan Antonio Cardona
quien, como responsable de las finanzas de la compañía, expone el actual estado
financiero de la empresa. Comienza con la noticia que más temen los
empresarios: habrá que rascarse el bolsillo:
-
Lamento informar a los señores consejeros que, pese a la reciente ampliación de
capital, seguimos padeciendo una creciente falta de liquidez debida
fundamentalmente a las crecientes exigencias de Cajaeuropa respecto a
refinanciar la masiva compra de nuevos solares.
- Eso
no dice nada a favor de cómo se lleva la planificación financiera. Hicimos una
ampliación hace cuatro días y ¿ya estamos ante otro cuello de botella? Pido una
explicación y que sea convincente – exige un consejero representante de un
fondo de inversión.
- La
explicación, caballeros, es simple. Nos hemos visto obligados a comprar la
mayor parte de los solares del PAI de la Marina antes de que lo hiciese la
competencia. Esos terrenos se han encarecido notablemente porque los
propietarios son conscientes de lo que valen y porque, como acabo de decir, hay
otras empresas muy interesadas en el desarrollo del PAI. Resultado: pese a la
nueva capitalización que ha supuesto la ampliación nos encontramos con un
preocupante déficit de caja. Y no veo más que tres soluciones: inyectar nuevo
capital, vender parte de los terrenos adquiridos o aceptar las, en mi opinión,
inaceptables condiciones de la caja.
- Lo
de inyectar nuevo capital me huele a otra ampliación. Si lo hiciéramos, ¿qué clase
de mensaje estaríamos mandando a los hipotéticos inversores? Pues que BACHSA no
es una empresa solvente. Me parece muy poco serio y alguien debería pagar por
ello – acusa otro de los miembros del consejo.
- Si
me permiten los señores consejeros, explico lo que ha ocurrido - vuelve a
intervenir Cardona -. Cuando planeamos la ampliación todavía no habían llegado
las nuevas exigencias de la caja respecto a la refinanciación. Si lo hubiesen
hecho antes, la salida al parqué hubiese sido con un mayor volumen de acciones.
En todo caso – Juan Antonio saca de su lujoso attaché un documento -, aquí está el escrito de mi dimisión como
responsable de la gestión financiera y, si el consejo también lo creyera
pertinente, mi renuncia como miembro del comité directivo.
La renuncia de Cardona a sus cargos
directivos produce una pequeña conmoción en el consejo traducida en el barullo
que sigue a su dimisión. Nadie parece tener muy claro la postura a adoptar,
hasta que interviene el consejero delegado, a quien Cardona explicó
detalladamente la situación financiera de la empresa hace ya varios días:
-
Señores, lo que acaba de explicar Juan Antonio Cardona es la situación real
ante la que nos encontramos y de la que él no es el único culpable. Les
recuerdo que la ampliación se aprobó por unanimidad, así como antes habíamos
aprobado la adquisición de algo más de un millón de metros cuadrados en el
sector de la Marina de Senillar. Sobre ambas resoluciones, Cardona es tan
culpable como el resto de los que componemos este consejo. Dicho esto, he de
añadir que si los terrenos se han encarecido por encima de nuestras
proyecciones o si Cajaeuropa ha incrementado exageradamente la comisión que nos
quiere cobrar por sus anticipos crediticios no es culpa de nadie de los que se
sientan en esta mesa, Cardona incluido. Por consiguiente, no es de recibo la
petición de cortar cabezas, sino el momento de aportar soluciones y nuestro
hombre de las finanzas ya nos ha adelantado cuales son las tres opciones que
tenemos. Eso es lo que hay que debatir, elegir la mejor o, si lo prefieren, la
menos mala para nuestros intereses – concluye Oriol Bricart.
Después de la parrafada del consejero
delegado, Rodrigo Huguet, uno de los máximos responsables de la masiva compra
de terrenos, toma la palabra, así lo ha convenido previamente con Bricart:
-
Caballeros, me reafirmo en lo que siempre mantuve en anterior reuniones del
consejo. Comprar suelo en las costas mediterráneas es un valor tan seguro como
tener una cuenta en el Banco de España. ¿Dónde van a seguir pasando sus
vacaciones la gente de la Europa central, de las islas británicas, de los
países escandinavos, de la gélidas estepas rusas? Pues en nuestro litoral.
¿Dónde van a pasar los fríos inviernos europeos los cada vez más numerosos
jubilados del norte de los Pirineos? Pues en nuestras costas. Tener solares en
el litoral del Mare Nostrum y edificar ciudades residenciales en los mismos es
una apuesta tan segura como apostar a que nuestro común amigo Arechabaleta, y
permítanme la humorada, es capaz de ganar a cualquiera de nosotros en una
partida de mus.
La última frase de Huguet consigue arrancar
una pálida sonrisa a alguno de los consejeros. Serenados los ánimos del consejo
y, tras la no admisión por el mismo de la renuncia de Cardona, el debate se
centra en el problema expuesto por el hombre de las finanzas y las posibles
soluciones al mismo. La mayoría opina que si el desarrollo urbanístico continúa
con su imparable evolución los terrenos adquiridos se pondrán a precio de oro.
Y si no encontrasen una buena solución al inmediato déficit de tesorería,
siempre tendrán suelo que poco a poco podrían ir vendiendo, posiblemente con
elevadas plusvalías. El consejo parece ir decantándose por esa solución, bien
que provisional y mientras duren los problemas de cash, hasta que de forma
inopinada pide la palabra el signore
Enrico Montofarni, flamante representante de los nuevos socios italianos, quien
se expresa en un español trufado de párrafos itálicos:
-
Señores, después de escuchar con il
massimo rispetto las diversas intervenciones de los consiglieri, tengo una offerta
que podría solucionar inmediatamente los actuales problemi de tesorería que afectan a nuestra empresa – el letrado
Montofarni ha conseguido hacerse con la presta atención del resto de
consejeros. Prosigue -. Estoy absolutamente accetto
que la solucion de acceder a las attestazioni
de la caja y la de vender terrenos son male,
la única buena es inyectar más capitale a
BACHSA. Mio rappresentato son disposti
a aportar más soldi siempre que se
amplíen sus diritti políticos en la
empresa.
Las palabras del abogado calabrés, pues de
esa región italiana es natural il avvocato Montofarni, producen reacciones
de todo tipo: desde caras de sorpresa hasta gestos de asentimiento o de
rechazo. Los únicos que se mantienen imperturbables son los cuatro miembros del
directorio pues ya conocían previamente
la oferta italiana, que fue patrocinada por Oriol Bricart y que, en principio,
contó con el frontal rechazo de Juan Antonio Cardona, a quien los transalpinos
le parecen unos socios potencialmente peligrosos. No ha conseguido que sus
contactos internacionales le confirmen la pertenencia de la sociedad Grazzi a
la Ndrangheta, la poderosa y temible organización mafiosa calabresa, pero la
mayoría de los indicios apuntan a esa posibilidad. En esta ocasión, Cardona,
que no ha hecho partícipe de sus sospechas a ningún otro consejero, no se
atreve a votar en contra de la propuesta que es aprobada por el consejo tras
escuchar el caluroso respaldo de la misma hecho por el consejero delegado. El
núcleo duro de BACHSA cuenta desde ahora con un socio inesperado. Y como musita
Cardona:
- Lo
que faltaba, los calabreses – y añade siempre en susurro -. Que no nos pase
nada.