Después de interrogar a Vicentín, el
sargento vuelve a llamar a Anca para que termine de declarar. La rumana acusa
el tiempo que lleva en el cuartelillo, tiene aire de cansada y hasta un asomo
de ojeras. Está decidida a contarle todo cuanto sabe a la Guardia Civil, al fin
y al cabo ella no ha hecho nada reprobable salvo secundar a la andaluza con lo
del dichoso maletín. De la muerte del pobre Salazar no tiene nada que ver.
-Según me ha
contado Rocío Molina cuando subisteis la primera vez a la habitación de Salazar
encontrasteis a un hombre, ¿le conocías? –es la primera pregunta del sargento.
-Conocerle,
no, pero le había visto por el hostal. Recuerdo que la primera vez que le vi
fue el día que un amigo llevó al señor Mar…, quiero decir Salazar, a Castellón
a que le vieran los médicos para saber si tenía algo roto debido a la paliza
que le habían dado.
-Esa
agresión nunca fue denunciada por Salazar, ¿sabes por qué?
-No, señor
sargento.
-El amigo
que llevó a Salazar a Castellón, ¿sabes quién es y cómo se llama?
-Creo que es
un paisano de Zahara de los Atunes que es el pueblo donde nació… -una vez más Anca
está en un tris de decir Martínez-… el señor Salazar, que en paz descanse, y no
sé cómo se llama.
-¿Le viste
alguna vez más?
-Sí y en
compañía de otro señor que también conocía a Salazar.
-¿Qué sabes
de ese otro señor?
-Nada, salvo
que era andaluz y parecía muy aseado.
-Bien.
Fabregat me ha contado que la segunda vez que subisteis a la habitación, y en
la que él os acompañaba, había un extranjero que estaba ayudando al fallecido.
¿Le habías visto alguna vez?
-No, señor
sargento.
-Descríbeme al extranjero.
-Era alto, corpulento, moreno y
hablaba muy mal el español. No puedo decirle más, solo estuvo unos minutos con
nosotros.
-¿A
Salazar que personas le visitaban habitualmente?
-Su hijo sobre todo y con el
que no se llevaba muy bien. También le visitaban las personas que he indicado
antes aunque no con mucha frecuencia.
-Vuelve a decirme
quienes eran.
-Pues Rocío,
su paisano de Zahara y su amigo, y otro señor muy elegante que fue a quien
encontramos en la habitación de Salazar dándole coñac.
-¿Te parece
que el difunto Salazar se llevaba bien con todas esas personas que lo
visitaban?
-Me parece
que sí.
-¿Y cómo se
llevaba Salazar con el servicio?
-De
maravilla. Es…, era un hombre que no daba problemas, gastaba bromas a menudo y
se
sabía
muchos chistes y chascarrillos. Ah, y además dejaba buenas propinas.
-Otra cuestión. ¿Sabes qué
contiene el maletín que pretendíais abrir?
-Ni idea.
Rocío creía que allí podían estar los papeles de la Seguridad Social del señor…
Salazar.
-En el
tiempo que estuvo en el hostal, ¿viste si tuvo algún problema con alguien?
-No…, bueno,
salvo la paliza que le dio un desconocido y… un día tuvo un encontronazo con
Vicentín, pero la cosa quedó en palabras.
-¿Y por qué
fue el encontronazo?
-Porque Salazar
salió en mi defensa. Vicentín cuando le da un ataque de celos pierde los
nervios fácilmente.
-¿Y tenía
motivos Vicentín para tener celos de Salazar?
-Ni uno,
señor sargento. Vicentín tiene celos hasta de su sombra.
-¿Hay algo
más que quieras decirme?
-No, señor
sargento.
-Vale. No
debes salir del pueblo sin comunicarlo previamente. Te volverán a llamar cuando
la juez del caso lo estime oportuno y pásate mañana por el cuartel para firmar
la declaración. Puedes irte.
Cuando
la joven rumana se va, el sargento llama al guardia que encontró al trío del
maletín para darle instrucciones sobre la estancia de Rocío Molina en la
casa-cuartel. Braulio aprovecha para formularle una pregunta.
-Mi sargento, ¿podría preguntarte algo sobre los tres que han
prestado declaración? Ya sabes que estoy preparando el examen para cabo y tengo
algunas dudas sobre la cuestión de cuando pasar de retenido a detenido.
-Dispara, Braulio.
-De los tres interrogados, solo has detenido a la Molina y has
dejado en libertad a los dos que viven en el pueblo. Según se desprende de sus
declaraciones, los tres estuvieron juntos en la habitación del fallecido y los
tres se fueron juntos para abrir el maletín. Entonces, ¿por qué solo queda
detenida la Molina?
-Buena pregunta, Braulio. Lo que ha sobrado es la coletilla de
los dos que viven en el pueblo. No les he dejado ir por eso, sino porque han
colaborado plenamente, aunque no descarto que hayan mentido u omitido algo. En
cualquier caso, les he manifestado que no deben salir del pueblo sin
comunicarlo previamente y que les volverán a llamar cuando la juez del caso lo
estime oportuno. En cuanto a la Molina, la he pasado a la condición de detenida
porque se ha negado a seguir respondiendo a las preguntas que se le formulaban
y hay indicios de que puede estar involucrada de alguna manera en el
fallecimiento de Salazar. Admito que el hecho de que no resida aquí y por tanto
de que pueda ser problemático localizarla si la volvemos a llamar algo ha
influido en mi resolución. De todos modos, cómo no creo que sea necesario
detenerla las setenta y dos horas que la norma establece como plazo máximo, en
veinticuatro horas la pondremos a disposición de la novata del Juzgado de Instrucción
número cuatro. ¿He resuelto tus dudas?
-Hasta la última, mi sargento. Gracias.
-Ah, respecto a las técnicas de interrogatorio te aconsejo que
busques en internet el método Friedman, te será útil. Ahora vete a Torrenostra,
en el hostal está el hijo de Salazar. Se llama Francisco José. Tráelo, dile que
hemos de hacerle algunas preguntas sobre su padre.
El joven Salazar ha
pasado buena parte de la mañana hablando con Sevilla. No sabía cómo su madre se
iba a tomar la noticia del fallecimiento de su marido, pero ha sido peor de lo
que podía sospechar. Su mama se ha quedado conmocionada y le ha costado Dios y
ayuda reaccionar. Ha tenido que interrumpir la llamada y decirle que volverían
a hablar cuando ya no llorara. Siempre sospechó que seguía queriendo al cabrón
de su padre y así lo ha demostrado. Luego ha llamado a Pepote el Salvaculos,
uno de los pocos amigos que le quedaban a su padre en Sevilla, para contarle lo
que ha pasado y pedirle dinero porque no tiene con qué pagar su estancia ni el
entierro. Cuando su mama ha vuelto a llamar ha sido para preguntarle la manera
de llegar cuanto antes a Torrenostra. Está empeñada en llevar los restos de
Curro a Sevilla para inhumarlo allí. El chico le dice que ni se le ocurra, que
al cadáver le están practicando la autopsia y no sabe cuándo devolverán el
cuerpo a la familia. Que se quede en casa y ya la llamará dándole noticias. En
esas está cuando le avisan desde recepción que hay un guardia civil preguntando
por él. Francisco José se lo ha estado
pensando y ha resuelto contar todo lo que sabe a los picoletos, menos que su
viaje a Torrenostra fue para alertar a su padre de que se había descubierto su
escondite. En el cuartel le está esperando el comandante del puesto.
-Tu documento nacional de identidad. Es para hacer tu
filiación –le pide el sargento-. De las personas que visitaban a tu padre en su
habitación, ¿a cuántas de ellas conoces?
-Pue uno era Arfonso Pacheco, que es der mismo pueblo que mi
padre. Otro, Jaime Sierra, un conosio suyo de Sevilla. Luego está Carlos
Espinosa, un señor de Málaga que tenía negosios con él. Bueno, y Rosío Molina,
una fulana que fue su querida.
¡Por fin!, se dice el
sargento puede comenzar a poner nombres a algunos de los testigos que habrá que
interrogar en los próximos días.
-¿Sabes dónde viven Pacheco, Sierra y Espinosa?, me refiero a
si residen en la provincia.
-Espinosa está en un hotel der Grao de Castellón. Sierra en
otro de Marina d´Or. De Pacheco no tengo ni idea, solo puedo desirle que está
con su mujer.
-Tu padre, ¿cómo se llevaba con todos ellos?
-Yo creo que bien. A Sierra y a Pacheco les conosía de
Sevilla. A Espinosa me parese que lo conosió aquí, pero también se llevaba bien.
-¿Sabes por qué las tres personas que acabas de citar
visitaban a tu padre?
El joven duda pero
solo un momento, a estas alturas ya no le puede pasar nada a su padre.
-De sierto solo lo sé de una. De Espinosa, que quería que mi
padre se fuera ar extranjero, a un país de guiris que no tuviera eso de la
extradisión porque aquí lo buscaban los maderos…, perdón la polisía. De los
otros dos no sé.
-Los tres individuos que has citado, ¿tuviste alguna relación
con alguno de ellos?
Hasta el momento, el
joven Salazar ha respondido sin vacilación alguna, pero ahora sí que tiene
alguna duda hasta que se dice que mejor es contar la verdad.
-Con Pacheco solo hablé cuando trajo de Castellón a mi papa a
que le vieran los médicos por lo de la palisa que le dieron. Con Sierra estuve
un día charlando tomando una birra. Y con Espinosa hablé varias veses porque me
dejó su moto.
-¿Sabes por qué buscaba la policía a tu padre?
-De sierto, no. Me supongo que por lo der caso ERE.
-¿Con alguno de los tres citados antes hablaste de que a tu
padre le buscaba la policía?
-Solo con Espinosa. Ya le conté antes que estaba empeñao en
que mi papa se fuera ar extranjero.
-¿Y tú por qué viniste desde Sevilla hasta aquí?
-Eso ya me lo preguntó, señor sargento. Pa pedirle dinero a mi
papa. Estamos mu nesesitaos.
-¿Hay algo más que quieras decirme?
-No, sargento, pero si quiero haserle una pregunta: ¿qué pasa
con er cadáver de mi papa? Lo pregunto porque mi mama quiere que lo lleve a
Sevilla pa enterrarlo allí.
-Eso lo resolverá la señora juez que instruye el caso.
Oportunamente se te informará. De momento, el cuerpo de tu padre está en el
Instituto de Medicina Legal de Castellón donde se le debe estar practicando la
autopsia. Por último te informo que no debes salir del pueblo sin comunicarlo
previamente y que te volverán a llamar cuando la juez del caso lo estime
oportuno. Ah, y mañana te pasas por el cuartel para firmar la declaración.
Cuando el chico se
va, el sargento le comenta al guardia que ha estado anotando la declaración:
-Braulio, queda mucha tela que cortar.
PD.- Hasta
el próximo viernes