"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 13 de julio de 2018

Capítulo 15. La playa demasiado tranquila no lo era tanto.- 61. Jesús del Gran Poder que salga de esta


   La tarde del quince de agosto discurre como un calco de la mañana en lo referente al trajín de clientes y huéspedes en hoteles, hostales y apartoteles de la Costa de Azahar. Hay mucho ajetreo y la gente entra y sale continuamente de los establecimientos hosteleros. Es lo que ocurre en el Tufi Dive Resort, el hotel de cuatro estrellas en Orpesa del Mar en el que está alojado el matrimonio Pacheco-Hernández. La pareja ha estado toda la mañana en la playa de la Concha disfrutando de sus doradas arenas y ha apurado hasta la última hora del que va a ser su último baño en el Mediterráneo. Luego se ha regalado un opíparo almuerzo con un plato típicamente valenciano: arroz con cigalas, rape y setas. A Macarena le ha gustado tanto que pese a que no es precisamente una fan de la cocina le ha pedido a la camarera que si le podían facilitar la receta. La empleada dice que sintiéndolo mucho no cree que pueda salir el chef porque con el comedor lleno están a tope de trabajo. La sevillana frunce el gesto. Alfonso que conoce bien conque facilidad se avinagra su mujer le da discretamente un billete de veinte euros a la moza y le pide que aunque no sea el chef alguien de la cocina se lo podía explicar. La pequeña mordida surte efecto pues pasados unos minutos aparece un empleado ataviado como el personal de cocina y les dice que con mucho gusto les explicará la receta del arroz de su comanda.
-Señora, será mejor que tome nota porque es larga. Para cuatro personas necesitará unos cuatrocientos gramos de arroz, cuatro cigalas, cuatrocientos gramos de rape, otros tantos de setas, un par de cebollas, seis ajos, dos ñoras, dos tomates maduros, unas seis cucharadas soperas de aceite, mejor si es virgen, sal y azafrán. En cuanto al proceso, en una cacerola con aceite de oliva se sofríen ligeramente las cigalas y el rape, retirándolos y poniéndolos en una bandeja. En el mismo aceite se sofríe la cebolla bien picada. Cuando empiece a tomar color, se añaden las setas y las ñoras, rehogándolas unos cinco minutos. Se añaden los tomates rallados, sofriéndolos durante otros cinco minutos. Luego se vierte el caldo de pescado y antes de que empiece a hervir, se incorpora el arroz. Se fríen en una sartén con aceite unos dientes de ajo hasta que estén bien dorados y se los reserva. Cuando falten unos diez minutos para terminar la cocción del arroz, se retiran las ñoras y se las maja junto con los dientes de ajo dorados. Se incorporan las cigalas y el rape, junto con los jugos que hayan soltado en la bandeja, dentro de la cacerola. Se rectifica la sal y se le agrega el majado y el azafrán, siendo el tiempo total de cocción de unos veinte minutos. Finalmente, hay que servirlo de inmediato. Ah, de parte del chef que muchas gracias por su felicitación –y haciendo un medido saludo de cabeza el empleado, que por lo dicho debe de ser algún ayudante, vuelve a la cocina sin dar pie a que Macarena le pregunte las muchas dudas que plantea la explicación.
   Finalizado el suculento almuerzo, la pareja se encamina a la habitación dispuestos a echarse una buena siesta, algo que no consiguen porque el continúo runrún que se filtra a través de la ventana medio entornada se lo impide. Visto lo cual se plantean otras opciones y es Macarena la que, sin decir palabra, propone una: se despoja lentamente del vaporoso negligé de gasa y se vuelve hacia su marido con una sonrisa picaresca en muda invitación. La visión de su mujer desnuda es un regalo que Alfonso se apresura a paladear. La pareja hace el amor saboreando cada caricia, cada achuchón, cada beso. Cuando terminan su apasionado abrazo, Alfonso cierra los ojos, se siente tan relajado que sabe que a pesar del ruido ahora se dormirá. Macarena, en cambio, no tiene ninguna gana de sestear.
-¿Sabes qué? –sugiere la mujer-. Podríamos aprovechar este tiempo e ir a ver al mala follá del Curro. Así te quitabas de en medio ese problema y tendríamos el resto de la tarde libre.
-Pero, cariño, que son las cuatro, ¿tú sabes la calorina que hará?
   Macarena le hace un mohín cariñoso mientras comienza a vestirse. Alfonso ni rechista, lo que hace es llamar a Sierra para decirle que van a ver a Curro. Sierra contesta que ya está en Torrenostra y que les espera allí, de hecho va en dirección al hostal. En el camino el antiguo director de la Agencia IDEA se tropieza con el hijo de Salazar.
-Francisco José, ¿qué tal?, ¿cómo sigue tu padre?
-Se pasa er día metío en er sobre y viendo la tele. ¿Te puedes creer que s´a pasao media mañana viendo una mascará llamada Moros y Cristianos? Pa mí que la fractura le ha reblandesio los sesos.
-¡Pero, que cosas dices, quillo! Como supongo que habrás almorzado te invito a una copa, un café o lo que te pete.
   Se sientan en una de las terrazas del paseo marítimo y el joven Salazar aprovecha la ocasión para intentar que Sierra le ayude a ablandar el ánimo de su padre en lo tocante a los dineros que necesitan en su casa.
-Jaime, tengo que pedirte un favor: tú que eres buen amigo de mi papa, ¿podrías echarme un capote?
-Quillo, yo te echo un capote y lo que sea. Faltaría más.
   A Sierra le interesa congraciarse con el chico para contrarrestar la influencia que sobre él ejerce Espinosa desde que le prestó la Harley y de esa forma conseguir que el muchacho no insista ante su padre de que lo mejor que puede hacer es irse al extranjero. Mientras el joven Salazar y Sierra están de charleta los Pacheco han llegado al hostal y buscan a Sierra, pero no lo encuentran.
-¿Qué hacemos, le esperamos?
-Ya son las cuatro y media, si le esperamos  perderemos la tarde. Para escuchar lo que te ha de desir ese malnasio no nesesitas a Jaime. Vamos a ver a Curro –dice Macarena tan expeditiva como acostumbra.
   La pareja sube a la habitación sin que nadie les cierre el paso. Llaman a la puerta y entran al oír que Curro contesta. El exsindicalista está sentando en un sillón viendo la televisión que apaga en deferencia a sus visitantes al tiempo que se pone en pie.
-¡Hombre, mi paisano y su señora! Sean ustedes vosotros bienvenidos. ¿Qué os trae por aquí?, ¿y Jaime?
-Habíamos quedado en que nos encontraríamos aquí, pero no sabemos dónde se ha podido meter. No creo que tarde. Venimos a conocer tu respuesta. ¿Ya te has decidido? –pregunta Pacheco.
-La verdad es que todavía no lo tengo claro. Eso de entregarme se me hace cuesta arriba. Y una vez en el talego, ¡cualquiera sabe lo que puede pasarme!
-Ves lo que te dije –salta Macarena, mujer de armas tomar donde las haya-, perdéis el tiempo intentando convenserle. Este mierda es esclavo de su origen y su historia, y no sabe de amigos ni de paisanos ni de excompañeros.
-Un respeto que yo no te he faltado –replica Curro, molesto.
-Solo se puede respetar a los hombres que se visten por los pies y no a un maricón de playa que tiene de hombre lo que yo de obispo -Macarena Hernández cuando se pone brava habla peor que un carretero, grey que goza fama de mal hablada.
-Yo seré un maricón de playa, pero si quieres que te folle me tienes a tu disposición. Al fin y al cabo, como se comenta por Sevilla, no será la primera vez que le pones los cuernos al calzonazos de tu marido –Curro ha dado donde más puede dolerle a la pareja.
   Macarena, cuyo semblante crispado dice bien cómo le han sentado las palabras del exsindicalista, inopinadamente da un sonoro bofetón a Curro, quien a su vez responde con otro. Alfonso sale en defensa de su mujer e interviene, más con la intención de separarlos que de enzarzarse con su paisano. Ambos hombres forcejean hasta que el ingeniero que es más joven y fuerte le da un violento empellón que provoca que Curro, como le ocurrió cuando el incidente con Vicentín, se caiga dándose contra el canto superior del sillón con la mala fortuna que le impacta contra una de las costillas fracturadas lo que le provoca la perforación de la pleura y le daña el pulmón. Lo que en la jerga médica se conoce como un neumotórax traumático genera unos síntomas que se manifiestan rápidamente. Curro se deja caer en el sillón y comienza a sentir un fuerte dolor en la zona del pulmón dañado, empieza a respirar con dificultad y su semblante se pone lívido.
   Los Pacheco de momento no reaccionan, cuando lo hacen Curro ha comenzado a toser y echa sangre lo que le impide hablar. La vista del rojizo fluido desconcierta a la pareja que se pone muy nerviosa.
-Tendríamos que llamar a un médico –dice, consternado, Alfonso.
-Mejor no, podrían acusarnos de haber intentado dañar a esta rata –ni aún en el estado en que está Curro, Macarena es capaz de experimentar la más mínima piedad.
-Pero no podemos dejarlo así –insiste Alfonso-, le puede dar un colapso y entonces si nos acusarían de no haberle socorrido.
-Déjate de mandangas. Como creo que nadie nos ha visto entrar, lo que tenemos que haser es largarnos con viento fresco y cuanto antes mejor, no sea que venga alguien y tengamos que dar un montón de explicasiones que vete a saber si se las creerían.
   Curro sigue tosiendo y sin poder hablar, solo tiene fuerzas para mirar con odio a la pareja. La mujer no se lo piensa y sale de la habitación. Su marido, tras un momento de desconcierto, la sigue. El matrimonio abandona el cuarto en el que ha estado poco más de diez minutos. Allí queda Curro hundido en el sillón y tosiendo cada vez más fuerte. Tiene una intensa sudoración y su pulso se ha disparado. Hace un desesperado intento de levantarse e ir hasta la puerta para pedir ayuda, pero no lo consigue. Un miedo cerval se apodera de él, en toda su vida jamás se sintió tan mal. Para un agnóstico como el exsindicalista resulta una incongruencia que su único pensamiento sea una jaculatoria: “Jesús del Gran Poder que salga de esta”.
  
PD.- Hasta el próximo viernes