La tarde del quince de agosto discurre como
un calco de la mañana en lo referente al trajín de clientes y huéspedes en hoteles,
hostales y apartoteles de la Costa de Azahar. Hay mucho ajetreo y la gente
entra y sale continuamente de los establecimientos hosteleros. Es lo que ocurre
en el Tufi Dive Resort, el hotel de cuatro estrellas en Orpesa del Mar en el
que está alojado el matrimonio Pacheco-Hernández. La pareja ha estado toda la
mañana en la playa de la Concha disfrutando de sus doradas arenas y ha apurado
hasta la última hora del que va a ser su último baño en el Mediterráneo. Luego
se ha regalado un opíparo almuerzo con un plato típicamente valenciano: arroz con cigalas, rape y setas. A
Macarena le ha gustado tanto que pese a que no es precisamente una fan de la
cocina le ha pedido a la camarera que si le podían facilitar la receta. La
empleada dice que sintiéndolo mucho no cree que pueda salir el chef porque con
el comedor lleno están a tope de trabajo. La sevillana frunce el gesto. Alfonso
que conoce bien conque facilidad se avinagra su mujer le da discretamente un
billete de veinte euros a la moza y le pide que aunque no sea el chef alguien
de la cocina se lo podía explicar. La pequeña mordida surte efecto pues pasados
unos minutos aparece un empleado ataviado como el personal de cocina y les dice
que con mucho gusto les explicará la receta del arroz de su comanda.
-Señora, será mejor que tome nota porque
es larga. Para cuatro personas necesitará unos cuatrocientos gramos de arroz,
cuatro cigalas, cuatrocientos gramos de rape, otros tantos de setas, un par de
cebollas, seis ajos, dos ñoras, dos tomates maduros, unas seis cucharadas
soperas de aceite, mejor si es virgen, sal y azafrán. En cuanto al proceso, en
una cacerola con aceite de oliva se sofríen ligeramente las cigalas y el rape, retirándolos
y poniéndolos en una bandeja. En el mismo aceite se sofríe la cebolla bien
picada. Cuando empiece a tomar color, se añaden las setas y las ñoras,
rehogándolas unos cinco minutos. Se añaden los tomates rallados, sofriéndolos
durante otros cinco minutos. Luego se vierte el caldo de pescado y antes de que
empiece a hervir, se incorpora el arroz. Se fríen en una sartén con aceite unos
dientes de ajo hasta que estén bien dorados y se los reserva. Cuando falten
unos diez minutos para terminar la cocción del arroz, se retiran las ñoras y se
las maja junto con los dientes de ajo dorados. Se incorporan las cigalas y el
rape, junto con los jugos que hayan soltado en la bandeja, dentro de la
cacerola. Se rectifica la sal y se le agrega el majado y el azafrán, siendo el
tiempo total de cocción de unos veinte minutos. Finalmente, hay que servirlo de
inmediato. Ah, de parte del chef que muchas gracias por su felicitación –y haciendo
un medido saludo de cabeza el empleado, que por lo dicho debe de ser algún
ayudante, vuelve a la cocina sin dar pie a que Macarena le pregunte las muchas
dudas que plantea la explicación.
Finalizado el suculento almuerzo, la pareja se encamina a la habitación
dispuestos a echarse una buena siesta, algo que no consiguen porque el
continúo runrún que se filtra a través de la ventana medio entornada se lo
impide. Visto lo cual se plantean otras opciones y es Macarena la que, sin
decir palabra, propone una: se despoja lentamente del vaporoso negligé de gasa
y se vuelve hacia su marido con una sonrisa picaresca en muda invitación. La
visión de su mujer desnuda es un regalo que Alfonso se apresura a paladear. La pareja
hace el amor saboreando cada caricia, cada achuchón, cada beso. Cuando terminan
su apasionado abrazo, Alfonso cierra los ojos, se siente tan relajado que sabe
que a pesar del ruido ahora se dormirá. Macarena, en cambio, no tiene ninguna
gana de sestear.
-¿Sabes qué?
–sugiere la mujer-. Podríamos aprovechar este tiempo e ir a ver al mala follá
del Curro. Así te quitabas de en medio ese problema y tendríamos el resto de la
tarde libre.
-Pero,
cariño, que son las cuatro, ¿tú sabes la calorina que hará?
Macarena le hace un mohín cariñoso mientras
comienza a vestirse. Alfonso ni rechista, lo que hace es llamar a Sierra para
decirle que van a ver a Curro. Sierra contesta que ya está en Torrenostra y que
les espera allí, de hecho va en dirección al hostal. En el camino el antiguo
director de la Agencia IDEA se tropieza con el hijo de Salazar.
-Francisco
José, ¿qué tal?, ¿cómo sigue tu padre?
-Se pasa er
día metío en er sobre y viendo la tele. ¿Te puedes creer que s´a pasao media
mañana viendo una mascará llamada Moros y Cristianos? Pa mí que la fractura le
ha reblandesio los sesos.
-¡Pero, que
cosas dices, quillo! Como supongo que habrás almorzado te invito a una copa, un
café o lo que te pete.
Se sientan en una de las terrazas del paseo
marítimo y el joven Salazar aprovecha la ocasión para intentar que Sierra le
ayude a ablandar el ánimo de su padre en lo tocante a los dineros que necesitan
en su casa.
-Jaime, tengo
que pedirte un favor: tú que eres buen amigo de mi papa, ¿podrías echarme un
capote?
-Quillo, yo
te echo un capote y lo que sea. Faltaría más.
A Sierra le interesa congraciarse con el
chico para contrarrestar la influencia que sobre él ejerce Espinosa desde que
le prestó la Harley y de esa forma conseguir que el muchacho no insista ante su
padre de que lo mejor que puede hacer es irse al extranjero. Mientras el joven
Salazar y Sierra están de charleta los Pacheco han llegado al hostal y buscan a
Sierra, pero no lo encuentran.
-¿Qué
hacemos, le esperamos?
-Ya son las
cuatro y media, si le esperamos perderemos
la tarde. Para escuchar lo que te ha de desir ese malnasio no nesesitas a
Jaime. Vamos a ver a Curro –dice Macarena tan expeditiva como acostumbra.
La pareja sube a la habitación sin que nadie
les cierre el paso. Llaman a la puerta y entran al oír que Curro contesta. El
exsindicalista está sentando en un sillón viendo la televisión que apaga en
deferencia a sus visitantes al tiempo que se pone en pie.
-¡Hombre, mi
paisano y su señora! Sean ustedes vosotros bienvenidos. ¿Qué os trae por aquí?,
¿y Jaime?
-Habíamos
quedado en que nos encontraríamos aquí, pero no sabemos dónde se ha podido
meter. No creo que tarde. Venimos a conocer tu respuesta. ¿Ya te has decidido?
–pregunta Pacheco.
-La verdad
es que todavía no lo tengo claro. Eso de entregarme se me hace cuesta arriba. Y
una vez en el talego, ¡cualquiera sabe lo que puede pasarme!
-Ves lo que
te dije –salta Macarena, mujer de armas tomar donde las haya-, perdéis el
tiempo intentando convenserle. Este mierda es esclavo de su origen y su
historia, y no sabe de amigos ni de paisanos ni de excompañeros.
-Un respeto
que yo no te he faltado –replica Curro, molesto.
-Solo se
puede respetar a los hombres que se visten por los pies y no a un maricón de
playa que tiene de hombre lo que yo de obispo -Macarena Hernández cuando se
pone brava habla peor que un carretero, grey que goza fama de mal hablada.
-Yo seré un
maricón de playa, pero si quieres que te folle me tienes a tu disposición. Al
fin y al cabo, como se comenta por Sevilla, no será la primera vez que le pones
los cuernos al calzonazos de tu marido –Curro ha dado donde más puede dolerle a
la pareja.
Macarena, cuyo semblante crispado dice bien
cómo le han sentado las palabras del exsindicalista, inopinadamente da un
sonoro bofetón a Curro, quien a su vez responde con otro. Alfonso sale en defensa
de su mujer e interviene, más con la intención de separarlos que de enzarzarse
con su paisano. Ambos hombres forcejean hasta que el ingeniero que es más joven
y fuerte le da un violento empellón que provoca que Curro, como le ocurrió
cuando el incidente con Vicentín, se caiga dándose contra el canto superior del
sillón con la mala fortuna que le impacta contra una de las costillas
fracturadas lo que le provoca la perforación de la pleura y le daña el pulmón.
Lo que en la jerga médica se conoce como un neumotórax traumático genera unos
síntomas que se manifiestan rápidamente. Curro se deja caer en el sillón y
comienza a sentir un fuerte dolor en la zona del pulmón dañado, empieza a
respirar con dificultad y su semblante se pone lívido.
Los Pacheco de momento no reaccionan, cuando
lo hacen Curro ha comenzado a toser y echa sangre lo que le impide hablar. La
vista del rojizo fluido desconcierta a la pareja que se pone muy nerviosa.
-Tendríamos
que llamar a un médico –dice, consternado, Alfonso.
-Mejor no,
podrían acusarnos de haber intentado dañar a esta rata –ni aún en el estado en
que está Curro, Macarena es capaz de experimentar la más mínima piedad.
-Pero no
podemos dejarlo así –insiste Alfonso-, le puede dar un colapso y entonces si
nos acusarían de no haberle socorrido.
-Déjate de
mandangas. Como creo que nadie nos ha visto entrar, lo que tenemos que haser es
largarnos con viento fresco y cuanto antes mejor, no sea que venga alguien y
tengamos que dar un montón de explicasiones que vete a saber si se las
creerían.
Curro sigue tosiendo y sin poder hablar,
solo tiene fuerzas para mirar con odio a la pareja. La mujer no se lo piensa y
sale de la habitación. Su marido, tras un momento de desconcierto, la sigue. El
matrimonio abandona el cuarto en el que ha estado poco más de diez minutos.
Allí queda Curro hundido en el sillón y tosiendo cada vez más fuerte. Tiene una
intensa sudoración y su pulso se ha disparado. Hace un desesperado intento de
levantarse e ir hasta la puerta para pedir ayuda, pero no lo consigue. Un miedo
cerval se apodera de él, en toda su vida jamás se sintió tan mal. Para un
agnóstico como el exsindicalista resulta una incongruencia que su único pensamiento
sea una jaculatoria: “Jesús del Gran Poder que salga de esta”.
PD.- Hasta
el próximo viernes