"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Libro I.Episodio 2. Que venga más tarde


Episodio 2. Que venga más tarde
   El mozo, a quien el sorteo de  los quintos ha destinado a Mallorca, está valorando si contarle al secretario municipal el por qué le viene tan mal ir a la isla.
   -Que le pongas tantos peros al servicio militar, ¿no será por qué andas encariñado de alguna serrana o quizá de alguna menina de más allá de la Raya? –se malicia el funcionario.
   Oír la pregunta de don Leandro y ponerse colorado como un pimentón de la Vera ha sido todo uno. Que el secretario haya atinado el porqué de su renuencia a la mili, impulsa al joven a sincerarse.
   -Algo de eso hay, don Leandro. Verá…, en la feria de Malpartida del año pasado conocí a una muchacha, una moza hecha y derecha y simpática como la que más. Desde entonces siempre que he podido he ido a su pueblo a verla y…bueno, hemos terminado de novios. Todavía no lo hemos formalizado ante las familias, pero le he dado palabra de matrimonio para cuando regrese de la mili.
   -O sea, que acerté, sufres de mal de amores. Mi enhorabuena porque ese es un mal que depara más alegrías que penas. ¿Y la moza a qué se dedica, a sus labores?
   -Pues ya puede figurarse que sí, aunque estuvo a punto de estudiar si no hubiese sido por la desgracia de su padre.
   -¿Qué desgracia? –pregunta curioso el secretario.
   -Una fatalidad de las que pasan una vez en mil años. Igual recuerda lo del accidente porque fue muy sonado, y hasta lo publicó La Bandera Regional de Plasencia. El señor Álvaro Manzano, su padre, fue pateado por un semental cuando hacía de mamporrero para cubrir a una de sus yeguas. Al morir el padre, y ser la hija mayor, tuvo que dedicarse a cuidar de la casa y de sus hermanos, porque a su madre le tocó encargarse de las fincas y los ganaos, pues tienen trabajando para la familia a varios braceros y pastores.
   -Así que pensáis casaros, ¿y de qué vais a vivir, de lo que sacas alijando en la Raya?
   -No, eso se ha terminado para mí. Fue una de las condiciones que me puso Consuelo, así se llama, para darme el sí, que tenía que dejar de trajinar por la Raya y que debía encontrar un trabajo honrado. No se puede imaginar el genio que se gasta la moza a pesar de que solo tiene un año menos que yo.
   -Me alegro de que hayas encontrado una mujer así. Si es como cuentas, te vendrá como anillo al dedo para sentar la cabeza y tu madre dejará de preocuparse por ti.
   -¿Mi madre preocupada? Nunca me ha reprochado nada, salvo la consabida regañina cuando dejé colgados los libros.
   -Que fueron dos veces, que yo recuerde. La primera cuando decidiste no terminar el bachillerato y la segunda cuando echaste por la borda lo de los estudios de contabilidad. Y sí que está preocupada por tu futuro, teme que termines como tu pobre padre, que en paz descanse. Ahora podrá respirar, si la chinata te ha embridado como parece.
   -¡Chinata! Cuando quiero hacerla rabiar la llamo así y entonces ella me dice mañego.
   -Pues no debería molestarse, al fin y al cabo es el gentilicio de los naturales de Malpartida de Plasencia, porque como sabrás hay otra Malpartida, que para diferenciarla se denomina de Cáceres.
   -Entonces, don Leandro, volviendo a lo mío, ¿no hay nada qué hacer?
   -Como no encuentres las dos mil pesetas, nada –El secretario duda, sabe cómo se puede lograr esa cantidad que es exorbitante en un ambiente tan pobre como el del valle, pero termina por decirlo-…Como bien sabes, podrías conseguir esa cantidad o, al menos, parte de ella si siguieras trajinando en la Raya, y el resto podrías obtenerlo pidiendo un préstamo al tío Dimas el Bronchales.
   -Ya lo pensé, pero si Consuelo se enterara de que vuelvo a las andadas me pondría en la puerta de la calle. Por otra, sabe que aceptar un préstamo del tío Bronchales es como venderle el alma al diablo. Con los réditos que cobra estaría empeñado con él hasta el fin de mi vida.
   -Sí, claro… Pues si aceptas un consejo de viejo: disfruta con tu novia el tiempo que te queda antes de irte, más o menos hasta fines de abril. Ah, y míralo como una oportunidad y no como un castigo. Ese tiempo será la mejor prueba de fuego para que tanto tú como la chinata midáis la firmeza de vuestro amor. Y a todo esto, ¿qué opina tu madre de lo de la muchacha?
   -Mi madre no sabe nada, no se lo he contado.
   -Pues lo primero que debes hacer al llegar a casa es contárselo. Tu madre es persona muy lista y prudente y puedes estar seguro de que será quién mejor te aconseje.
   -Bueno, lo primero que he de contarle a madre es mi destino.
   -Por eso no te preocupes, a estas horas al menos media docena de vecinas ya se lo han referido con pelos y señales.
   El mozo sale del ayuntamiento más confortado y sereno que cuando entró. Los últimos consejos del secretario le han templado el ánimo, pese a ello en cuanto se encuentra en la calle vuelve a amohinarse. Una viejuca, que pasa portando un cántaro, le pregunta al verle enfurruñado.
   -Chacho, que mala cara ties, ¿te duele la chinostra?
   -No, tía Manuela, no me duele la cabeza sino el alma.
   -Mecagondié, ¿y eso por qué?
   -Porque me voy de quinto muy lejos, a Mallorca –le dice el joven, aunque sabe que lo más seguro es que la buena de la tía Manuela no sepa dónde está la isla.
   La vieja sigue su camino y el joven, pensando en su diálogo con el secretario, resuelve hacer caso de su postrer consejo y contarle a su madre lo de Consuelo. La madre del mozo -doña Pilar para los habitantes de San Martín-, ha escuchado en atento silencio la explicación de su hijo. Algo sabía sobre que su chico andaba hablando con una moza de Malpartida, y hasta alguna vecina le había comentado que la chinata era un buen partido, pues su familia además de ganados tenía buenas fincas. Lo que le ha impactado ha sido lo enamorado que parece estar su hijo y la sensatez con la que habla. Cuando el joven acaba su confesión, y tras un instante de incómodo silencio, doña Pilar se pronuncia.
   -Hijico –Pese a los muchos años que la mujer lleva en San Martín el diminutivo tan propio del habla aragonesa se le suele escapar a menudo-, sabes muy bien que siempre te dije que en los sentimientos, si son sinceros, nadie debe meterse. Y eso es lo que pienso hacer. Si estás tan enamorado como dices, y encima la moza te corresponde, eso me hace muy feliz, pero como madre me veo obligada a darte algunos consejos que espero que aceptes. Y estoy doblemente obligada a ello, puesto que a falta de un padre que te hablara de hombre a hombre, esa parte también he de asumirla.
   Y Pilar se explaya dándole su opinión sobre cómo ha de llevar las relaciones con su enamorada. Que no solo ha de quererla con toda el alma, sino también respetarla y cuidarla. Que no quiera tener siempre razón y si discute con ella que lo haga con mesura y tiento, y que jamás, y eso lo remarca, que jamás se le ocurra ponerle la mano encima. Que no le diga mentiras y que tampoco las admita…
   -¿Lo entendiste?
   -Sí, madre.
   -Otra cuestión, ¿qué piensas hacer hasta que tengas que presentarte en la Caja de Reclutas de Cáceres?
   -Tenía pensado aceptar un trabajo en una almazara de Malpartida, y así poder juntar unas pesetillas que me vendrán muy bien en la mili. Además, de esa forma podré ver todos los días a Consuelo.
   -Creo que no es buena idea. Creo que sería mejor que hablaras con el profesor Hernández para completar tus estudios de contabilidad, aunque no tengas tiempo de sacarte un título, pero de esa forma cuando termines la mili estarás en condiciones de encontrar un buen empleo. Ah, otra cosa, le pedí al cabo Montero que hablara contigo para que te dé algunos consejos sobre cómo manejarte con los militares. Estuvo sirviendo doce años, y se sabe todas las picardías necesarias para sobrevivir al ejército, más ahora que, al parecer, puede volver la guerra al Protectorado. Me ha dicho que vayas mañana a verle al cuartelillo.
   Lo que menos le ha gustado al joven de la conversación con su madre es que le haya comprometido a visitar al cabo Montero y en el cuartel de la Guardia Civil. Aún recuerda la vez que le pillaron los civiles alijando en la Raya. Pudo salir indemne gracias a las buenas relaciones de su madre, pero la detención le marcó.
   El lunes a media mañana, Julio se encamina a la casa-cuartel de la Guardia Civil a ver al cabo Montero. En el umbral del acceso al cuartelillo, sentado en una silla de enea, está el guardia de puertas.
   -¿Qué tripa se te ha roto, muchacho?
   -Soy Julio Carreño Lahoz y vengo a ver al cabo.
   -Ah, tú eres el que va destinado a Mallorca, mala suerte has tenido, chico –En el pueblo las noticias corren más que los podencos piensa el joven-, aunque peor la tuve yo que me tocó Melilla y las pasé más putas que San Amaro.
   -Por favor, dígale al cabo que está aquí el hijo de doña Pilar la maestra, me debe estar esperando.
   -Pues va a ser que no, chico. En estos momentos el cabo está con su relevo presentándolo al señor alcalde y demás autoridades locales –y el guardia se explica-. Al cabo Montero lo acaban de destinar a Mazarrón y si le hubiera tocado la lotería no estaría más contento, porque como es de Totana se podría decir que va a estar a un tiro de piedra de su pueblo. Y le va a relevar como comandante de puesto el cabo Luque que ha llegado antes de lo esperado. Por eso lo está presentando a las autoridades.
   -Entonces, ¿qué hago?
   -Vuelve esta tarde, a ver si puede recibirte, aunque lo dudo.
   El cabo Montero, después de presentar a su relevo al alcalde y demás autoridades locales, se ha encerrado con el cabo Luque en el despacho del cuartelillo para ponerle al día de todos los pormenores de la comandancia local y las características de su demarcación. Al informarle en un receso de la petición de Julio ordena:
   -Que venga más tarde.
   Montero sigue explicándole a Luque la dotación de números del puesto y el perfil de cada uno de ellos, así como el estado de las armas y del municionamiento. Le hace el traspaso de las magras cuentas y de los atestados sin ultimar. Quiere acelerar el relevo lo antes posible porque su esposa cuenta los minutos para retornar a su patria chica, pero antes…
   -Te voy a contar las características del pueblo y, lo más importante, quién es quién en San Martín.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 3. San Martín de Trevejo