"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

domingo, 22 de julio de 2018

*** Lectores de playa


Como conté en mi post del pasado domingo de vez en cuando acompaño a mis nietos a la playa. Puesto que soy un tanto alérgico a baños pronunciados, sean de sol o de agua, paso más tiempo resguardado bajo el parasol que bronceándome en una esterilla, paseando por la arena o remojándome en el Mediterráneo. Por eso tengo mucho tiempo para observar. Y hoy mi observación versa sobre los lectores de playa.
Estos especímenes de lectores se dividen en dos grandes grupos: los que leen la prensa, sean periódicos o revistas, y los lectores de libros. Aquellos lectores playeros que leen periódicos tengo la impresión de que ejercen esta práctica durante todo el año. Y, posiblemente, forman parte de algunas de las últimas generaciones que compran prensa en soporte de papel. Hasta un octogenario como yo hace casi una década que dejé de acudir a los quioscos y llevo años leyendo, más bien ojeando, varios de los rotativos en español en su versión digital. Estos lectores de prensa en la playa son los que permanecen fieles a una costumbre social que ha formado parte esencial de la cultura occidental en el último siglo y que hoy está en trance de desaparecer en su viejo soporte. Internet lo está matando día tras día. Por cierto, la prensa que más suelen leer es la regional, supongo que para seguir en contacto con los avatares de la comunidad en la que viven. Tengo que preguntar en el único punto de venta de prensa de la playa cuales son los periódicos que más se venden y cuál es la media de edad de los compradores para ver si mi observación es cierta o errónea.
Luego están los lectores playeros de libros. Estos son otra historia. Mantengo la opinión, posiblemente equivocada, de que la mayoría de este grupo veraniego son lectores ocasionales, con la naturales excepciones naturalmente. Lo digo porque básicamente veo que leen novelas y cuanto más gordas mejor. No me pega que en el resto del año lean habitualmente volúmenes con tantas páginas. Además, llevarse un libro a la playa con el engorro de que la arena se meta entre las páginas o tocarlo con las manos pringadas de esos productos oleaginosos con los que la gente se embadurna para protegerse del sol, ponerse moreno o vaya usted a saber para qué, supone no mostrar un gran respeto por el invento que, desde Gutenberg a nuestros días, ha sido el más sólido pilar de una determinada forma de vida.
Cualquiera pensaría que me molesta que se lean libros en la playa. Ni mucho menos, pese a lo que he dicho antes, me parece una saludable costumbre. Más aún dado el pobrísimo índice de lectura entre mis paisanos, índice que las cifras del Instituto Nacional de Estadística denuncian año tras año, por lo que digo que bienvenidos sean esos lectores, aunque sean playeros.