"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de octubre de 2019

127. De hoy en un año, volvemos


   Terminada la sinuosa charla con el sargento Bellido, Grandal vuelve a su apartamento para recoger a Chelo. Dado que es su último día de veraneo, Pedro Ramo les ha invitado a comer en un restorán de Alcossebre, el Forn de Tonico. Cuando llegan, el torreblanquí ya les está esperando sentado en la sombreada terraza del restorán, sito en la falda de una pequeña colina y desde la que se divisa el Mediterráneo como si fuera un telón de fondo. Ramo, que no conocía a Chelo, saluda ceremoniosamente a la mujer besándole la mano lo que provoca una sonrisa de la escort que tanto puede ser de complacencia como de ironía.
-Que guapo es este sitio y que fresquito. ¿Forn quiere decir horno? –pregunta Chelo.
-Efectivamente, y para mí Tonico es una de las perlas de la hostelería de Alcossebre. Ya veréis sus platos, seguro que os van a encantar. Ah, me he permitido encargar el menú, espero que no os moleste –anuncia Ramo.
-Hombre, Pedro, parodiando el refrán podríamos decir aquello de que a menú regalado no le mires el diente –bromea Grandal.
-¿Y qué has encargado? Cuéntanoslo que soy una cocinilla y todo eso me chifla –pide Chelo.
-De entradas vamos a tener esgarraet de bacalao, alcachofas de Benicarló rellenas con langostinos de Vinaroz y algo muy típico de la casa: un surtido de coques. El plato fuerte es arròs al forn, otra de sus grandes especialidades, y de postre tendremos unas porciones de coca d´atmella.
-Lo he entendido todo, menos el esgarraet y el nombre del postre, ¿qué son? –quiere saber Chelo.
-El postre es coca de almendra, una de las exquisiteces de la repostería de La Plana, y que es mucho mejor que la tarta de Santiago. El esgarraet es un típico entrante de la cocina mediterránea cuyo nombre proviene de la palabra valenciana esgarrar, que significa desgarrar en tiras.
-¿Sabes qué ingredientes lleva y cómo se prepara? –pregunta la mujer.
   Ramo le explica que es uno de los contados platos de su tierra que sabe cómo se prepara porque de niño vio infinitas veces como lo hacía su madre. Le cuenta que los ingredientes para cuatro personas son: de 175 a 200 gramos de bacalao en salazón, 4 pimientos rojos o uno en tiras ya asado, un diente grande de ajo y aceite de oliva virgen extra. Asimismo, cuenta que su madre también le ponía cebolla dulce. Su elaboración comienza asando los pimientos hasta que la piel se separe, se deja que se enfríen, se pelan y se cortan en tiras. Se pican los ajos y se desmiga el bacalao. Se mezclan todos los ingredientes en un cuenco y se añade el aceite. Se remueve bien, se tapa con papel film y se deja que repose durante varias horas…
-Mi madre lo solía hacer de un día para otro que es como está más rico. Es un plato frío y por tanto ideal para el verano.
   El camarero les ha preguntado por las bebidas, momento que aprovecha Ramo para indicarle que le diga a Arturo que han llegado sus invitados y que pueden servirles los entrantes cuando quieran.
-¿Arturo quién es, el dueño? –pregunta Chelo.
-No, su cuñado y el que hace de maitre.
   Junto con las bebidas y el primer entrante, una fuente de pequeñas raciones de cocas, aparece el tal Arturo, alto, enjuto, calvo y sonriente, que saluda efusivamente a Ramo como si fueran viejos conocidos. Ocasión que utiliza Chelo para preguntarle de qué son las cocas que acaban de servirles.
-Estas son de vegetales: de tomate, verdura, cebolla, espinacas y calabacín, aunque las cocas admiten toda clase de añadidos, las hay de bacalao, anchoas, huevo, cecina, jamón, beicon, etcétera. Y esta alargada y más grande es la coca de sal, pues está recubierta de una costra de sal, es una alternativa al pan. Las elaboramos aquí y las cocemos en nuestro horno.
-Gracias, Arturo, Pedro me ha dicho que luego me explicarás las recetas de los diferentes platos que vamos a comer –requiere la mujer.
   El maitre vacila y mira a su amigo como diciéndole: no deberías prometer nada que tenga que hacer otro.
-Bueno…, hoy pese a que es martes vamos a tener el local casi al completo. No sé si voy a tener tiempo… –al ver el mohín de decepción de la mujer, rectifica-. Mire, haremos una cosa, al terminar, elija uno de los platos que más le hayan gustado y procuraré hacer un hueco para contarle cómo lo preparamos.
   Como había previsto Ramo, a Chelo le chiflan los entrantes. Se deshace en elogios sobre la fina textura y el agradable sabor de las alcachofas rellenas de langostinos, y paladea el salado frescor del bacalao del esgarraet contrarrestado por la dulzura de los pimientos y la cebolla. Cuando el servicio recoge los primeros platos, aparece otra vez Arturo.
-¿Les han gustado nuestros entrantes?, ¿sí?, pues ahora les servimos el plato fuerte, el arròs al forn.    
-Huy, yo estoy llena, no sé si seré capaz… -se lamenta Chelo.
-Juraría que Arturo no habla el mismo valenciano que la gente de Torreblanca –observa Grandal cuando se va el maitre.
-Es que no es de aquí, es de Alcanar. Pasado Vinaroz, es el primer pueblo de la costa sur de Tarragona. Y suele bromear de que los canareus, que es su gentilicio, no tienen muy claro si hablan catalán o valenciano.
   Aparece un camarero portando una cazuela de barro con el arroz y otro que lleva una mesita auxiliar. Al verles Ramo les indica:
-Dejad la cazuela en la mesa, ya nos servimos nosotros. Gracias.
-Así que este es el famoso arròs al forn. Pues tiene pinta de resucitar a un muerto –comenta Grandal.
-Está elaborado al horno, con cazuela de barro. Es un plato extendido por muchas comarcas valencianas y al que se le puede calificar tanto de recio como de sano –explica Ramo que, empuñando la paleta, le pregunta a Chelo-. Dime cuánto te pongo.
-Huy, solamente una cucharadita para probarlo -Ramo, como le ha pedido la mujer, le sirve una ración minúscula de arroz, a Grandal le pone un plato colmado.
-Sí que está rico, ponme un poquito más –ruega Chelo a Pedro, lo que provoca una socarrona sonrisa de Grandal que conoce el saque que tiene su novia cuando algo le gusta, y que luego contrarresta con prolongadas jornadas de ayuno.  
   El excomisario se ha puesto las botas de arrós al forn, ha repetido y hasta ha rebañado la cazuela.
-¡Uf!, esta tarde no voy a poder ni moverme, estoy como una boa después de comerse un búfalo.
-¿Las boas pueden comerse a un búfalo? –pregunta asombrada Chelo.
-No lo sé, supongo que depende del tamaño de la serpiente y de la envergadura del búfalo –explica Grandal que dirigiéndose a Ramo le indica-. Creo que voy a tener que pasar del postre, no me cabe nada más. Como mucho tomaré un café.
   Grandal no prueba la coca de almendra, pero Chelo, que es muy golosa, sí y hasta repite.   
-Tenías razón, Pedro, es de una finura súper. Me gustaría llevarme la receta, ah y también la del arroz al horno. Como veo que le ha gustado mucho a Jacin –Que apocopen su nombre es algo que detesta Grandal, solo se lo consiente a Chelo- probaré de hacerlo en Madrid, aunque no creo que me salga tan bueno como el que preparan aquí.
-Te recuerdo, bonita, que el tal Arturo ha dicho que te explicará la receta de uno de los platos, no de varios –le recuerda Grandal.
-Si tiene tiempo no creo que tenga ningún problema para explicarle las dos recetas –aclara Ramo-. De todas maneras, si no lo tuviera, como he de volver la próxima semana a comer con mis hijos y nietos, elige una y la otra se la pediré cuando vuelva y te la mando por mail o te llamo por teléfono y te la cuento, lo que prefieras.
   Terminados los postres vuelve a aparecer Arturo para invitarles a una copa. Grandal se pide un pacharán y Ramo un aguardiente de hierbas, Chelo tomará café, a lo que también se apunta el excomisario.
-El mío que esté bien cargado, si no esta tarde en lugar de hablar voy a farfullar.
-Te recuerdo, Jacinto, que luego hemos quedado con los amigos para que termines de contarnos tu teoría sobre las últimas horas de Salazar –le recuerda Ramo.
   Vuelve a aparecer el maitre que trae personalmente las bebidas a las que invita la casa, ocasión que emplea Chelo para preguntarle por la receta del arroz al horno. Arturo tuerce ligeramente el gesto, pero se repone enseguida y con su mejor sonrisa responde:
-Como estamos de trabajo hasta el cuello, solamente podré darle la versión abreviada de la receta. Tome nota.
   Arturo le explica que para cuatro personas necesitará unos 300 gramos de arroz, 600 ml de caldo de cocido, 120 gramos de garbanzos cocidos, 4 costillas de cerdo, 4 morcillas de cebolla, 4 lonchas de panceta fresca, un par patatas, uno o dos tomates, tres cucharadas soperas de tomate triturado, una cabeza de ajo, aceite de oliva virgen, azafrán y sal. Hay gente que le añade pimentón. En cuanto a la elaboración hay que pelar las patatas, cortarlas en lonchas finas y freírlas en una sartén con aceite. Se escurren y se reservan. Se cortan los tomates en lonchas, se rehogan en una sartén y se retiran en un plato. Se cortan las costillas por la mitad, se sazonan, se las dora en otra sartén con aceite y se retiran a un plato. Se corta la panceta en trocitos, se añade a la misma sartén y se retira junto a las costillas. Se agregan las morcillas, se rehogan y se retiran. Se añade azafrán a la sartén, la salsa de tomate, los garbanzos y el arroz. Se sazona y rehoga. Se pone el conjunto en una cazuela de barro y se añade la costilla, la panceta y la morcilla. Se agregan las patatas y los tomates loncheados. Se coloca la cabeza de ajos en el centro, se vierte el caldo y se introduce la cazuela en el horno a 220 grados durante unos veinte minutos.
-… y ale hop, ya tiene el arròs al forn valenciano en su punto. Mejor servirlo enseguida pues si se enfría mucho tiene tendencia a pasarse.
   Tras darle las gracias a Arturo, tomarse el último chupito y pagar la cuenta, el trío abandona el Forn de Tonico.
-¿Qué os ha parecido? –quiere saber Ramo.
-A mí me ha chiflado y a Jacin, por el meneo que le ha dado a la cazuela, supongo que igual –responde Chelo.
-Volveremos –dice Grandal y como pensándolo mejor exclama-, ¡sabéis que os digo, de hoy en un año, volvemos!

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 128. Todos se van a ir de rositas

viernes, 18 de octubre de 2019

126. ¿A quién le amarga un dulce?


   El sargento Bellido y el excomisario Grandal están manteniendo la que parece va a ser su última charla sobre el misterio que se cierne sobre la muerte de Curro Salazar. El guardia civil le ha contado al expolicía las resoluciones que ha tomado la Jueza Instructora del caso antes de cerrar la fase de instrucción del sumario, luego ha preguntado a Grandal  si cree que la instrucción se ha cerrado en falso porque no hay nadie acusado de asesinato, solo Pacheco de homicidio no intencional. El excomisario ha ido desgranando, uno a uno, el comportamiento de cuantos pasaron por la habitación de Salazar la tarde de autos. Comportamiento que, como ha explicado, los exculpa de asesinato. De ahí, la pregunta del suboficial:
-Entonces, ¿hay alguien a quien culpar?
-Queda el hijo, que no ha sido imputado ni por la fiscalía ni por la Jueza Instructora, aunque se tiró más de una hora pensando en qué hacer con su padre y sesenta minutos dan para pensar mucho.
-Y si no se puede hablar de asesinato, ¿podría considerarse homicidio? –inquiere el sargento.
-Tengo que volver al Derecho Penal español y recordar que homicidio es cuando una persona causa la muerte de otra, pero sin ninguno de los tres supuestos que tipifican el asesinato. Es decir, sin alevosía y/o ensañamiento y/o concurrencia de precio. Y sigue siendo homicidio y no asesinato incluso cuando el que mata lo haga intencionadamente, pero no lo realiza alevosamente, ni se ensaña, ni lo hace bajo recompensa. Además del intencional, existen otros tipos de homicidio, por ejemplo el involuntario que lo son la mayoría de accidentes de tráfico, y el negligente, como un fallo médico en una operación.
-Eso también lo he estudiado, comisario, pero sigue sin contestar mi pregunta –Al sargento se le nota un tanto molesto porque el expolicía parece dar a entender que el guardia civil es un absoluto profano en materia penal.
   Grandal parece no darse cuenta de la incomodidad de su interlocutor y prosigue con su exposición.
-De entrada, te diré que en mi opinión en este caso podría hablarse mejor de homicidio que de asesinato por lo que he argumentado antes. Procedamos ahora como lo hice con el asesinato. A Pacheco, la Jueza Instructora le acusa de homicidio involuntario, pero es que detrás de él hubo más actores que intervinieron en el desenlace final, pero ¿podría ser calificado tajantemente de homicida involuntario? Ahí discrepo con la jueza porque lo veo muy dudoso, es más si cuenta con una buena defensa es bastante posible que esa acusación no se mantenga. Sierra, como vimos antes, está descartado que le hiciera algo a Salazar, lo único que se le puede achacar es que no le ayudó. En cuanto al Chato quizá pudiera imputársele homicidio involuntario, ¿también en grado de coautor? Repito lo que dije sobre Pacheco, es posible, pero dudoso. A la terna del maletín la descarté como presuntos asesinos, pese al empujón de Vicentín, y por las mismas razones los descarto como homicidas, aunque tampoco prestaron ayuda a Curro. Espinosa quizá podría ser acusado de homicidio voluntario pues en su acción hubo alevosía y, probablemente, concurrencia de precio, pero sabemos que el raticida que supuestamente le dio a Salazar, algo que no está probado, no fue un factor determinante en la muerte de Salazar. ¿Otro coautor de homicidio? Muy dudoso, aunque tampoco ayudó. En cuanto a Pakelia, para mí un candidato perfecto para ser el asesino, ya hemos visto que está fuera de la relación de posibles sospechosos y el hijo ha quedado totalmente exonerado…
   La pausa que hace Grandal al final de su exposición es aprovechada por Bellido para formular su enésima pregunta:
-Pues si no hoy asesinato ni homicidio, ¿solo resta afirmar que Salazar murió de muerte natural?
-Sí y no –es la ambigua contestación de Grandal.
-Su respuesta, comisario, me ha recordado una vieja copla que cantaba mi madre, que en paz descanse.
-¿La de La Parrala?
-¿Cómo lo ha adivinado? –pregunta sorprendido el suboficial.
-Un buen amigo mío, hace un par de días me cantó aquello de que unos decían que sí, otros decían que no, también como contrapunto a una respuesta ambigua por mi parte. A ver si soy capaz de explicártelo bien, Bellido. El Certificado Médico Legal, que recoge los resultados de la autopsia practicada a Curro Salazar, establece como causa última de su muerte una parada cardiorrespiratoria. También establece que el cadáver presentaba dos costillas fracturadas, una de las cuales por un traumatismo de origen desconocido perforó la pleura lo que provocó un neumotórax traumático que, al no ser tratado a tiempo, puede situarse como causa remota del cuadro clínico que finalizó en la muerte diferida de Salazar. Asimismo, detecta unos hematomas en el rostro del cadáver como consecuencia de una agresión hecha por persona o personas desconocidas el día de autos. Agresión que no está probada que pudiera coadyuvar a intensificar los problemas del neumotórax. No digo nada del raticida porque su influencia en el fallecimiento fue irrelevante. Dicho esto, podríamos afirmar sin faltar a la realidad que la causa última de su muerte fue una contracción miocárdica que supuso la detención de la circulación de la sangre y que implicó la detención del suministro de oxígeno al cerebro durante más de diez minutos con efectos irreversibles. O sea, que el fallecimiento fue por un proceso biológico natural, pero…
   La pausa de Grandal exaspera a Bellido que se ha ido poniendo de mal humor a medida que el excomisario se ha ido extendiendo en sus prolijas explicaciones, pero sin concretar nada a lo que se le pregunta.
-¿Pero qué?
-Pues que, como antes dije y repito, el Certificado Médico Legal establece que un traumatismo de origen desconocido perforó la pleura lo que provocó un neumotórax traumático que, al no ser tratado a tiempo, puede situarse como causa remota del cuadro clínico que finalizó en la muerte diferida de Salazar. Todo lo cual nos lleva a concluir que el fallecimiento fue debido a un proceso exógeno, es decir de origen externo. Y ello nos lleva al homicidio, sea voluntario o involuntario, pero homicidio al fin y al cabo. Como ves, Bellido, volvemos a estar como La Parrala, unos decían que sí, otros decían que no.
-Le confieso, comisario, que sus explicaciones, además de no entenderlas me producen dolor de cabeza. 
   Grandal mira al sargento casi con ternura y se apresura a ofrecerle una explicación que sea lo más didáctica posible y para ello recurre a una canción.
-No sé si recuerdas, Hernando –Otra vez le llama por su nombre de pila para hacerle sentir más próximo-, un corrido mejicano cuya letra dice: El día que la mataron, Lupita estaba de suerte, de seis tiros que la dieron, solo uno era de muerte. Pues a Curro le pasó igual. Fueron siete, las visitas que tuvo, de modo individual o grupal, y en todas y cada una de ellas sus visitantes, por acción u omisión, coadyuvaron a que muriera. Pacheco le empujó, sin querer, pero le empujó. Sierra no le socorrió. El Chato le pegó. Espinosa posiblemente quiso envenenarlo. Los pichones no le ayudaron. Pakelia posiblemente no lo remató porque no pudo. Y hasta el hijo, que se ha ido de rositas, estuvo más de una hora pensando qué hacer con su padre. Es como si a Curro le hubieran dado no seis sino siete tiros, y ninguno fue de muerte pero entre todos acabaron con él.
-O sea, ¿qué todos pueden ser calificados como homicidas?
-Si te contesto que sí, pero no, espero que no te dé más dolor de cabeza. En mi modesta opinión todos ellos, en mayor o menor medida, son los coautores del homicidio. Pese a lo que acabo de afirmar, y que no me atrevería a repetir en sede judicial, creo que la justicia los absolverá a todos ellos de ese delito. Como mucho serán acusados de la omisión del deber de socorro, un delito menor y, si no tienen antecedentes, no pisaran la cárcel. De ahí el sí, pero no.
¿Lo entiendes?
-Esta vez creo que sí, comisario. Desde Pacheco, que fue quien inició el proceso, hasta el hijo que fue quien lo concluyó, todos son coautores de un homicidio en mayor o menor grado. ¿Y eso como lo contempla la ley?
-Habrá que estudiar como cierra la fase procesal del sumario la jueza del Valle y luego ver cuál es el resultado del juicio oral, pero si echamos mano del insondable refranero español hay uno que viene al pelo: la justicia de enero es rigurosa, mas llegando febrero… es otra cosa.
-He de decirle algo, comisario, y si no lo hago reviento. He de rogarle que me disculpe por haber sido tan pesado con mis preguntas, pero es que este ha sido mi primer caso criminal de importancia y todavía tengo que hacerme a la idea de que, en cierto modo, he ayudado a resolverlo. Aunque ambos sabemos que quien ha llevado la batuta en este concierto ha sido usted. Yo únicamente he tenido el papel de ejecutar algunos solos, unos más afinados que otros, por lo que me siento muy gratificado.
-Ojalá te ayude esto en tu carrera y llegues lo más alto posible –le desea Grandal.
-Creo que me dará un buen empujón que falta me hacía pues ya me había resignado a jubilarme de brigada como mucho, y ahora, si no la cago en el futuro, puedo llegar a oficial, quizá hasta capitán. Cambiado de tercio, ¿va a volver el próximo verano?
-No lo sé, supongo que dependerá de que la amiga de Chelo nos vuelva a dejar su apartamento. Aunque para serte sincero, me ha encantado tanto este rincón de la Costa de Azahar que es muy posible que vuelva, antes a Torrenostra que a Marina d´Or, porque para los que buscamos paz y sosiego es un lugar ideal y además en cuanto a playas no hay color, las de Torrenostra son infinitamente mejores.
-¿Pero con o sin homicidios? –pregunta Bellido a quien parece que se le ha quitado el dolor de cabeza
-¡Hombre!, ¿a quién le amarga un dulce? –Al sargento no le queda muy claro a qué se refiere el excomisario.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 127. De hoy en un año

lunes, 14 de octubre de 2019

*** Post info 13. Una fecha señalada


   El pasado día 12, los españoles celebramos una triple conmemoración. El 12 es la Fiesta Nacional de España, también es la festividad de la Virgen del Pilar, posiblemente la virgen con más incondicionales dado que es la Patrona de España, y asimismo conmemoramos el Descubrimiento de América por Cristóbal Colón al mando de tres naos fletadas por la Corona española.
      En la historia de mi país no siempre se ha denominado al día 12 como en la actualidad. Sí se celebraba la festividad de la Virgen del Pilar, pero las otras conmemoraciones han cambiado de nombre. Antes de 1931 se le llamaba el Día de la Raza por lo del descubrimiento y no existía la llamada Fiesta Nacional que más bien era el 2 de mayo, cuando en dicha fecha de 1808 el pueblo de Madrid se levantó contra la invasión napoleónica. Hecho que inmortalizó Goya. En el 31, un pensador español, Ramiro de Maeztu, escribió un artículo que se iniciaba así: 'El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad'. Y así se le denominó en adelante hasta 1987 cuando se prescinde de dicha denominación. En la actualidad, cuando se llama a los descubridores genocidas como poco, lo de conmemorar el Descubrimiento también ha caído en el olvido. En el fondo todo es cuestión de palabras y a esas se las lleva el viento. En cambio, los hechos ahí quedan.
    Pues bien, en fecha tan señalada y hace ochenta y cuatro años (84, lo pongo también en números para destacar lo abultada de la cifra) mi madre me trajo al mundo. Gracias, padres, ¿qué hubiera sido de mí sin vosotros? Cumplir esa pila de años te hace forzosamente reflexionar, aunque sean reflexiones muy someras. Cuando nací, la II República Española estaba viviendo sus últimos meses, ¿pero quién lo podía pensar en aquel 12 de octubre de 1935? Nueve meses después de mi llegada al mundo, comenzaba la trágica Guerra Civil española que fue el suceso que supuso un antes y un después para millones de españoles. Entonces, yo era un bebé y no recuerdo nada de aquellos tormentosos años, pero supongo que, en alguna medida marcaron lo que sería mi futuro y el de los compatriotas de mi generación.
   Sí recuerdo perfectamente los treinta y seis años de la dictadura franquista porque en su contexto me hice un hombre. Algo que digo sin vanagloriarme ni cubrirme de cenizas porque los que vivimos aquella época en España no tuvimos otra opción que arar con esos bueyes. A partir de 1975, fecha en que cumplí los cuarenta, viví la llamada Transición –hacia la democracia- y luego el juego y la lucha por el poder de los distintos partidos que ocuparon los gobiernos del país; básicamente dos: el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular. Voté a unos y a otros y al final siempre tuve la sensación de que me había equivocado. La sigo teniendo. Algo sí he averiguado, que no hay que fiarse ni de unos ni de otros, todos son especialistas en prometer mucho y en no cumplir nada, lo que viendo la serie italiana 1992 he descubierto que eso no ocurre solo en España. Como dice el inabarcable refranero español: en todas partes cuecen habas.
   Los 84 no me han aportado más sabiduría, quizá a ser algo más tolerante con las faltas propias y ajenas y, sobre todo, dolencias con las que he de convivir, y recuerdos en los que pensar; unos gratos, otros amargos y supongo que la mayoría inocuos. A la postre, a eso se reduce cumplir años.