"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 31 de mayo de 2019

106. Dear


   Una vez terminado el intercambio de información con Bellido acerca de que no se ha investigado a los autores intelectuales del caso, Grandal opta por volver a Marina d´Or, donde Chelo debe estar esperándole . Cuando ya está en el coche recibe una llamada. Al mirar la pantalla del móvil ve que se trata de la joven rumana.
-Dime, Anca.
-Señor Grandal, quisiera hablar con usted. Será cosa de poco tiempo, tengo que contarle algo.
-Bien, pues cuéntame –El excomisario apaga el motor y se arrellana en el asiento.
-Creo que sería mejor que se lo contara personalmente –pide la muchacha.
   Grandal hace un mohín de fastidio. Me estoy convirtiendo en un confesor, todos quieren contarme cosas pero en primera persona, piensa.
-¿Es algún problema personal o algo relacionado con el caso? –quiere saber.
-Un poco de todo. Dígame dónde está e iré a verle. Me llevará Vicentín.
-¿El problema también es de tu novio? –se extraña Grandal.
-No, solo mío, pero como no tengo coche me lleva él.
-Bueno, estoy delante de la barbacoa El Chiringo, supongo que la conoces. ¿Dónde estáis vosotros?
-En el restaurante Olimpic, he encontrado trabajo aquí…, un momento, señor Grandal, que Vicentín me está diciendo algo –La interrupción dura unos segundos-. Que dice Vicentín que podemos partirnos el camino si nos vemos en el Blau, es el primer bar a la derecha que encontrará después de pasar el túnel del ferrocarril, justo en la esquina de la Vía Diagonal.
-Bueno, pues allí nos vemos.
   El excomisario tiene que esperar cerca de diez minutos hasta que ve llegar a Anca que lo primero que hace es disculparse por la tardanza. Resulta que el Olimpic está en la nacional 340, después de pasar el acceso a la AP-7, y les ha costado llegar hasta la rotonda desde la que se puede acceder directamente a Torreblanca sin necesidad de seguir por la nacional.
-¿Y tu novio? –le pregunta Grandal al ver que no la acompaña Vicentín.
-Se ha quedado en el coche, dice que no quiere saber nada más sobre el caso, que bastantes disgustos le ha proporcionado.
-Bueno, pues tú dirás.
-No sé cómo empezar –balbucea la muchacha a la que se le ve un tanto nerviosa.
-Porque no empiezas por el principio –le sugiere Grandal.
-Verá…, ayer, Nicoleta –al ver el gesto de ignorancia de Grandal, le explica-, es una compañera también rumana que trabajaba conmigo en el hostal –Es oír la palabra hostal y el excomisario despliega todas las antenas de su atención-, me confesó algo que enseguida pensé que usted debería saberlo, por eso me he atrevido a llamarle. Pues como decía, Nicoleta, no sé por qué, me contó que un hombre ya mayor con pinta de exboxeador le dio dinero para que le introdujera sin que le vieran en la habitación del señor Salazar. Y eso fue el día de la Virgen de Agosto; es decir, el 15 de este mes.
   A Grandal un calambrazo le recorre la espina dorsal. Inmediatamente piensa en Bellido, en cuanto acabe con Anca tiene que llamarle inmediatamente para que incluya el relevante dato sobre el Chato en su informe a la jueza.
-¿Y qué más te contó sobre ese hombre con pinta de exboxeador?
-Solo eso, que le llevó a la habitación del señor Salazar y le dejó allí. Ella se marchó y no volvió a verlo.
-¿Te dijo a qué hora ocurrió eso?
-No, solo que fue por la tarde.
-¿No te contó nada más?
-Nada más, señor Grandal.
-Has hecho muy bien en contármelo y te felicito por ello. Estamos un paso más cerca de que tú y tus compañeros seáis exculpados de la muerte de Salazar. Enhorabuena, Anca. Y ahora, si me disculpas, he de volver a Marina d´Or.
-Es que hay una segunda cosa que quiero contarle –dice Anca que sigue estando bastante nerviosa.
-Bien, soy todo oídos.
-Pero antes ha de prometerme que no se va a enfadar conmigo –ruega Anca.
-Te prometo que no me voy a enfadar contigo. Cuéntame.
-Pues verá…, es algo que llevo días diciéndome que tenía que contárselo, pero no encontraba el momento para hacerlo. Y ahora, al confesarme NIcoleta lo del señor que la sobornó, me he dicho que ese momento había llegado. Lo que quiero contarle es que el día en que murió el pobre señor Salazar, cuando hacia las cuatro y pico se fue el último cliente del comedor iba a salir fuera a fumarme un cigarrillo, y en ese momento vi a una pareja bajando de la primera planta. A la mujer no la conocía, pero al hombre sí…, era el paisano de Curro –El nombre familiar le ha salido inconscientemente y enseguida rectifica-, digo del señor Salazar. El hombre que bajaba era el señor Pacheco. Solo vi a la pareja unos segundos, posiblemente por eso me olvidé de ellos y no los cité en ninguna de mis declaraciones, ni ante el sargento ni ante la señora jueza. Luego si lo recordé y todavía no sé por qué no lo conté antes. ¿Me puede pasar algo por no haberlo hecho? –pregunta inquieta Anca.
    Mientras escucha la confesión de la joven, la sobreexcitada mente de Grandal piensa aceleradamente. Muchacha, me acabas de dar el instrumento con el que coaccionaré a Pacheco para que hable conmigo, e indirectamente también podré presionar a Sierra. Ahora se impone tranquilizar a la chica, se dice.
-¿Qué si te puede pasar algo? No te va a pasar nada porque más vale tarde que nunca. Por tanto, puedes quedarte tranquila porque has hecho lo correcto. Una última cuestión: ¿estás absolutamente segura de que ya no me ocultas nada más de lo que viste u oíste aquel fatídico día?
-Se lo juro por lo que más quiero, señor Grandal, solo guardaba ese secreto y ya no me queda ninguno, se lo juro.
   La primera intención del expolicía es llamar al sargento para contarle la confesión que acaba de hacerle la joven rumana, pero enseguida repliega velas. Quieto, Jacinto, quieto. Si se lo cuentas a Bellido, se lo comunicará a la jueza y te quedarás sin herramienta para chantajear a Pacheco y obligarle a que hable contigo. Y es lo que decide hacer: guardarse para sí la confesión de Anca en lo referido a Pacheco, pero en cambio confirmarle al sargento la segura estancia del Chato en la habitación de Salazar el día de autos, para que a su vez informe a la Jueza Instructora. Sin pensarlo más llama al suboficial.
-Bellido, tengo una buenísima noticia sobre nuestro caso. Un confidente me acaba de soplar que una empleada del hostal llamada Nicoleta fue sobornada por el Chato de Cazalla para que lo introdujera de tapadillo en la habitación del difunto Salazar la tarde de autos. Otra perla de la investigación que va a poner muy contenta a la jueza del Valle. A este paso, su señoría te va a poner por las nubes cuando informe de tu actuación como policía judicial del caso.
-Comisario, ni en mil años podría agradecerle lo que está haciendo por el buen fin del caso y de rebote por mi carrera. Estaba terminando el informe para su señoría del que hablamos hace un rato, ahora añadiré lo que usted ha calificado como perla, calificación que me atrevo a contradecir, más que una perla es un diamante y de los de muchos quilates.
-Ah, Bellido, a ver si te enteras de algo sobre la declaración del Chato y de Espinosa, a ver qué les puede sonsacar la jueza.
-Lo intentaré, comisario, y le dejo, tengo que incluir en el informe el dato que acaba de facilitarme. Hasta mañana.
   Grandal, satisfecho con lo conseguido en el día, se vuelve a Marina d´Or donde le aguarda su novia, eufemismo que utiliza para denominar a la que en realidad es su amante desde hace un montón de años, aunque habitualmente no hagan vida de novios salvo los lunes que es el día que Chelo descansa de sus ocupaciones como escort de lujo. El hecho de que este verano estén pasando juntos unas vacaciones es una excepción a sus reglamentadas relaciones. La excepción se originó cuándo una compañera de trabajo de Chelo se lamentó de que teniendo un apartamento en Marina d´Or no podría disfrutarlo este verano debido a que un cliente le había ofrecido irse con él tres meses a Singapur, adónde iba por cuestión de negocios. Antes de llegar al apartamento ha redondeado un plan para la noche: como sabe que a Chelo le gustan mucho las pizzas le dirá que la lleva a cenar a la pizzería La Gloria de Torrenostra, donde ya estuvieron una noche y le encantó. Y de paso, si consigue ponerla de buen humor, igual puede echarse una partida nocturna con los amigos. A ver si mato dos pájaros de un tiro, se dice.
-Pero, cari, me has sacado a mediodía ¿y esta noche también? -se sorprende la mujer-, cuando te lo propones eres un solete. ¿No será que has quedado con la pandilla para echaros una nocturna como decís vosotros?
   Grandal suelta una carcajada.
-Dear, como policía no hubieses tenido precio, tu olfato le da cien vueltas al del mejor sabueso. La verdad es que no he quedado con nadie, pero no me importaría llamar ahora a la panda y decirles que si quieren echar una partida, después de nuestra cena en La Gloria, pueden contar conmigo. Siempre y cuando reciba tu venia, naturalmente.
-¿Y desde cuándo necesitas mi venia para hacer lo que te venga en gana?
-Casi nunca, es cierto, pero esta noche, sí. Y ahora, o me dices que no te importa esperar tomando un helado o lo que te apetezca mientras echamos una partida, o no hago esa llamada.
-¡Este no es mi hombre, que me lo han cambiado! Anda, llámales y te prometo que voy a esperar sin un mal gesto a que termines las partidas que sean. Eso sí, espero que luego te portes como tú sabes… -y el gesto picarón de la mujer es más explícito que mil palabras.
   Y así termina el veinticinco de agosto, décimo día del fallecimiento de Salazar y a solo seis de que a Grandal y a sus amigos se les acabe su estancia en la Costa de Azahar. Al acabar la partida, Grandal les ha contado a los de la pandilla la confesión de Anca y como piensa servirse de ella para coaccionar a Pacheco y a Sierra para que hablen con él.
-Desde luego, figura, naciste con una flor en el culo –comenta Álvarez.
-Bueno, os dejo que tengo que recoger a Chelo –se despide el excomisario.
    Chelo está sentada en la terraza del bar Xaloc, donde ha estado tomándose un helado.
-Darling, ¿ya terminaste la partida?  
-Sí, ahora soy todo tuyo, dear.

PD.- Hasta el próximo viernes en el que publicaré el episodio 107. Esta noche toca bou embolat

viernes, 24 de mayo de 2019

105. ¿Y los autores intelectuales?


   Entre tanto Ramo explica a Ponte y Álvarez como se realiza la construcción de la artesanal plaza de toros del pueblo y cómo son las corridas que en la misma se celebran, Grandal y Ballarín están ya en Castellón. Su objetivo: enterarse de cuando llegan a la ciudad Pacheco y Sierra. Grandal le pide al exferretero que se quede en el coche en tanto él pregunta en la recepción por los andaluces. Ha estado pensando en que igual ha de recurrir a la falsa placa de comisario que en un momento complicado de su carrera encargó que le hicieran. Es algo que le desagrada, pero si el personal del hotel se empecina en no dar información alegando lo de la privacidad de sus clientes no tendrá más remedio que recurrir a ella, con los riesgos potenciales que comporta.
-Hola. Estoy citado con los señores Alfonso Pacheco y Jaime Sierra, por favor dígales que
Javier Montellano les está esperando en el bar –Se ha inventado un nombre, ocultando el suyo.
   El recepcionista teclea en el ordenador.
-Lo siento, señor Montellano, pero los señores Pacheco y Sierra todavía no han llegado, tienen hecha una reserva para pasado mañana.
-Igual he confundido la fecha. A ver… -Grandal hace el paripé de mirar el calendario de su móvil-. En efecto, me confundí, la cita es para el 27.
-¿Quiere dejarles algún mensaje? –pregunta solícito el recepcionista.
-No, gracias, les pondré un whatsapp. Buenos días.
   Apenas se ha metido Grandal en el coche y Ballarín ya le está le preguntando:
-¿Están en el hotel?
-Llegan pasado mañana. Cada vez tengo menos margen de maniobra. A este paso me va a coger el toro del final del veraneo y me cogeré un cabreo de órdago como no logre desentrañar este caso.
-¿Qué hacemos ahora, te dejo en alguna parte? –pregunta el exferretero pues van en su coche.
-Déjame en Marina d´Or. ¿Qué día de la semana es?
-Es jueves y estamos a 25.
-Pues si es jueves le voy a dar una alegría a Chelo. Es el día que comemos fuera, el jueves pasado no pudo ser y se cogió un pequeño berrinche. Hoy la voy a compensar.
   Ballarín deja en la urbanización orpesina a Grandal y sigue hacia Torreblanca. Toma la 340 porque la entrada de la AP-7 la ha dejado atrás. La nacional está tan transitada como de costumbre. Se para en una gasolinera que le queda a mano para llenar el depósito y desde allí llama a Álvarez.
-Luis, ¿dónde estáis?
-En el pueblo, Pedro nos ha estado enseñando como construyen la plaza de toros ¿Cómo os ha ido?
-Viaje inútil. Los sevillanos no llegan hasta pasado mañana. He dejado a Jacinto en Marina d´Or y voy hacia ahí. ¿Hoy cocino o comemos fuera?
-Hemos pensado que ya que estamos aquí comeremos en un restorán del pueblo que conoce Pedro, dice que no se come mal y es barato. Se llama Mesón San Jaime y está en el número 83 de la calle del mismo nombre, es la que va de la Plaza de la Iglesia a la salida norte del pueblo. La mejor manera de llegar es que cojas la 340 y la sigas hasta la entrada norte del pueblo, poco antes de la estación de servicio La Torre. Te metes en el pueblo y deja el coche donde encuentres un hueco. Te esperamos allí.
  En el mesón, Ramo, entre plato y plato, les cuenta anécdotas de su juventud ocurridas en la entrà i la eixida de los toros que eran los únicos eventos de las fiestas en los que participaba plenamente. Ante una pregunta de Ponte les explica que en la jornada de hoy los principales actos de la mañana, además del montaje de la plaza, son una misa por los difuntos de la parroquia, una fiesta infantil y la inauguración de las carpas de la fiesta en la Avenida del Mar. Por la tarde hay concentración de collas que después desfilan por la calles del pueblo, tras lo cual comienzan los toros con la correspondiente eixida. Al anochecer se celebra la Nit de la xulla torreblanquina, algo así como la noche de la chuleta, seguida de un concurso de alioli. Rematando la jornada la consabida verbena popular seguida de un disco-móvil.
   Después del almuerzo y tras una horita corta para la consabida siesta, los viejales se reúnen como siempre en el hostal para echar la acostumbrada partida de dominó. Allí es donde Grandal, que cuando puede no falta, recibe una llamada del sargento Bellido.
-Comisario, tengo novedades que contarle. ¿Nos podemos ver esta tarde?
-Por supuesto, pero tengo un problema. Estoy jugando al dominó con mis amigos en Torrenostra y no pienso volver a Marina d´Or hasta la hora de la cena –Grandal ya se ha cansado de las exageradas precauciones que toma el sargento para entrevistarse con él obligándole a reunirse fuera del pueblo, por lo que aprovecha la ocasión para revertir esa situación-. Me pregunto si no habrá por aquí o en el pueblo un sitio lo suficientemente discreto para que conversemos. Si no es así tendremos que dejarlo para mañana.
-Le vuelvo a llamar –es toda la respuesta del suboficial.
   A los pocos minutos vuelve a sonar el móvil de Grandal, es otra vez Bellido.
-Comisario, ¿conoce la barbacoa El Chiringo? Está en la carretera de Torrenostra, como a unos quinientos metros y a la derecha subiendo hacia el pueblo. ¿Cuándo termina la partida?
-Sobre las seis, aproximadamente.
-A las seis y cuarto le espero en El Chiringo, si no tiene inconveniente, claro.
-De acuerdo, Bellido, allí estaré.
   Cuando acaba la partida, Grandal se despide de su panda y se va a la cita que tiene con el guardia civil. Cuando llega al restorán, que a esa hora está cerrado para los clientes, allí le está esperando el sargento.
-¿Qué quiere tomar, comisario?
-Una cerveza estaría bien. No había estado nunca aquí, es un sitio curioso con los olivos formando parte integral de la decoración.
-Si quiere tomar buena carne a la brasa este es el sitio. Que sean dos cervezas –pide el sargento al chico que ha aparecido como si les esperara-. Comisario, tengo noticias y creo que son buenas. La juez del Valle ha citado para declarar al Chato de Cazalla. Este alegó que no tenía medios para viajar a Castellón y menos para alojarse allí. Su señoría lo ha resuelto en un periquete con los fondos del juzgado para esas contingencias y el Chato ya se ha puesto de viaje. Declara pasado mañana, no sé si antes o después que Carlos Espinosa, y al día siguiente están citados Pacheco y Sierra.
   El expolicía se queda pasmado al oír lo que le cuenta Bellido. Este hombre es la contradicción personificada, piensa, ayer me montó un expolio jurando que no me podía informar de cuando declaraban los sevillanos porque le podían expulsar del Cuerpo y hoy, de buenas a primeras, me lo cuenta como si nada. O no tiene memoria o carece de criterio. Grandal, que no dice lo que piensa, se limita a felicitar al sargento y a sugerirle algo que hasta ahora no lo han puesto en valor.
-Esas son buenas noticias, Bellido. Otra cuestión, he estado pensando que hay un aspecto de la investigación sobre el caso Pradera que hasta el momento hemos pasado por alto, nosotros y también la señora jueza. Se trata de que los presuntos sospechosos de la muerte de Salazar, quizá con la salvedad del hijo y de la exnovia, en mi opinión actuaban como unos meros emisarios, unos simples mandados, detrás de ellos han de estar los que podríamos denominar los autores intelectuales de la muerte del gaditano; es decir, aquellos que han sido los padres de la idea de cargarse al exsindicalista, pero que no han sido ellos quienes la han llevado a la práctica, sino otros.
-Pues tiene toda la razón.
-Quien tiene la coartada más sólida de que su estancia en la Costa de Azahar es producto de su actividad profesional es Pacheco, pero lo que han declarado los demás sobre las causas de que estuviesen por estas tierras son motivaciones muy endebles, cuando no increíbles.
-Eso es lo que desde el primer momento han estado investigando los compañeros de la UCO. No se lo había dicho antes porque me he enterado esta misma mañana. Coinciden con usted en que a excepción de Pacheco, ni Espinosa, ni Sierra, ni el Chato tienen motivos justificados y creíbles para estar aquí en pleno agosto.
-Hombre, veo que la gente de la UCO no ha perdido olfato, me alegro. ¿Y han llegado a alguna conclusión?
-Hechos probados ninguno, pero rumores han recogido un montón con la ayuda de los servicios informativos de los compañeros de Sevilla. Las fuentes, tanto las del Cuerpo como de la Policía Nacional, apuntan a que hay varios grupos de empresarios, políticos y funcionarios, todos ellos relacionados de alguna manera con el caso ERE, que son los que están detrás de los que estuvieron visitando a Salazar.
-O sea, que una vez más los autores intelectuales, los que han tramado esta suerte de conspiración contra el pobre Salazar se van a ir de rositas. Este país no tiene remedio, Bellido.
Eso de que el que la hace la paga debe de ser verdad en Dinamarca o en Finlandia, pero en esta España de nuestros pecados no cuela. Aquí detenemos, y no siempre, al que ha tirado la piedra, pero al que la ha puesto en la mano y ha señalado contra quien tirarla, ese se libra. Es uno de los motivos por los que si tuviera un hijo le diría que fuese lo que quisiese menos policía o juez. Bueno, a lo que íbamos, haz un nuevo informe para la del Valle subrayando que es un hecho probado que Espinosa compró un raticida en un súper de El Grao el mismo día de autos –A lo que ha dicho, Grandal va a añadir la información de que fue el Chato de Cazalla quien le pegó la paliza a Salazar, pero se lo piensa mejor y opta por guardarse la noticia, quizá posteriormente pueda sacarle más réditos. Lo que hace es una petición-. Y esperemos que su señoría apriete bien los tornillos tanto a Espinosa como al Chato y si no contestan o salen por los cerros de Úbeda no va a tener más remedio que pasarlos de testigos a imputados.
-¿Eso último también lo pongo en mi informe?
-No, hombre. No le puedes decir a la jueza lo que tiene que hacer, se volvería contra ti. Debes informar sobre tus investigaciones de modo que su señoría lea entre líneas y deduzca lo que debería preguntar a los testigos, ¿entendido?

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 106. Dear

viernes, 17 de mayo de 2019

Capítulo 25. ¿Y los autores intelectuales? .- 104. En la España profunda no hay fiesta sin toros

   A las diez y media del 25 de agosto, la cuadrilla de jubilados que están veraneando en Torrenostra se reúnen en el apartamento del hijo de Álvarez para que Jacinto Grandal les cuente lo que no le dio tiempo a explicarles la tarde anterior.
-Veréis, volvemos a estar en un pequeño impasse en la investigación. El estancamiento está producido porque seguimos sin saber qué pasó en la habitación de Curro Salazar entre las 15,30, en que Anca retiró la bandeja del almuerzo, y las 17.40, hora en que Rocío va a entrar en el cuarto y no lo hace al ver al Chato. En esas dos horas y pico está la clave de la muerte del gaditano. Y entre los individuos que le visitaban con cierta asiduidad, ¿de quiénes no sabemos nada de lo que hicieron el día de autos? Pues de Pacheco y de Sierra. Bueno, y también ignoramos qué hizo el Chato pues aún no ha declarado.
-Lo que dices no es ninguna novedad, llevas manteniendo esa teoría hace tiempo –recuerda Manolo Ponte.
-En efecto, pero los acontecimientos se están precipitando y el final de nuestras vacaciones está a la vuelta de la esquina. Y supongo que no querréis que nos vayamos de aquí sin desentrañar qué le pasó al pobre Salazar y quién o quiénes se lo cargaron.
-Bien supuesto, al menos por mí parte y supongo que por la de los demás –afirma Ponte que, como el más viejo del grupo, suele arrogarse la representación del resto.
-La Jueza de Instrucción ha citado a Pacheco y a Sierra, en una fecha que todavía desconozco, para que vuelvan a declarar basándose en nuestras investigaciones que han confirmado que ambos individuos fueron vistos en Torrenostra el día de autos. Algo que en su primera declaración negaron de forma tajante, al menos Pacheco. Sierra fue más hábil y esquivó la pregunta de la jueza. Si ambos estuvieron aquí el día de la Asunción hay más de un noventa y cinco por ciento de probabilidades de que también estuvieran en la habitación de Curro. ¿Por qué no les vio nadie en el hostal? No sé la respuesta, pero apostaría diez contra uno a que estar, estuvieron.
-¿Y por qué quieres hablar con ellos?, ¿eso a qué conduce? –pregunta Amadeo Ballarín.
-Conduce a que desconfío de la habilidad de la jueza para sacarles la verdad a dos individuos listos y con la suficiente mano izquierda como para torearla.
-¿Crees que la juez es de las moldeables? –pregunta con malicia Luis Álvarez.
-En principio, no. Por lo que sé de ella es honesta, competente y trabajadora, pero también es inexperta y eso es lo que me preocupa. Por eso me he propuesto hablar con Pacheco y Sierra de forma particular y, a ser posible, antes de que declaren en el Juzgado de Instrucción.
-¿Y eso es legal, puede hacerse? –inquiere Ballarín.
-Legal no es. Sobre si puede hacerse es lo que averiguaremos. Amadeo, tú fuiste quien fotografió a ambos la primera vez que declararon, ¿guardas alguna copia de esas fotos?
-Mejor que unas copias, en la memoria de mi cámara tengo las fotos originales –responde Ballarín.
-¿Puedes mandarlas a mi móvil?
-Lo hago ahora mismo. Bueno, lo haré en cuanto encuentre un cable para conectar la cámara con mi móvil o directamente con el tuyo.
-¿El cable ese lo tienes aquí?
-Creo que sí, suelo guardarlo en la bolsa de las cámaras. Voy a mi habitación a ver si lo encuentro.
-Me valen también las copias de papel que seguramente guardáis algunos de los que estuvisteis en aquella operación, y las quiero para no tener ningún problema en reconocerlos. Pienso ir a Castellón cuando lleguen esos pájaros y forzarles a que hablen conmigo antes de hacerlo con la jueza.
-¿Y cómo conseguirás que hablen contigo? –se interesa Ponte.
-Estoy ideando un plan del que todavía me faltan por perfilar algunos flecos, en cuanto lo tenga cerrado os lo contaré. Ah, para ese viaje a Castellón necesitaré a alguno de vosotros.
-Sabes que todos estamos a lo que digas; vamos, digo yo –afirma Ponte mirando al resto de sus camaradas cuyo asentimiento es general.
   Grandal cambia de registro y hace un comentario que no cuadra en absoluto con lo que estaba hablando hasta el momento.
-Me ha parecido notar que se ven menos coches y que también ha disminuido el número de gente en la playa, ¿es así o son figuraciones mías? Lo digo porque Marina d´Or sigue tan lleno como lo estaba en la primera quincena del mes.
   El que contesta es Pedro Ramo hasta ahora silente:
-Eres un buen observador, Jacinto. Aquí el pico de veraneantes se registra desde la segunda semana de julio hasta el veinte de agosto. A partir de esa fecha, los que son de aquí se suben al pueblo para no perderse las fiestas y el número de forasteros también decae. Esta playa, en cuanto concurrencia, no tiene nada que ver con Orpesa, Alcossebre o Benicàssim, donde el veraneo dura prácticamente tres meses o más. Es el mayor problema que tienen los negocios instalados en Torrenostra, que su temporada veraniega es mucho más corta que la habitual.
-Lo he traído a colación – se justifica Grandal- porque he pensado que al haber menos gente quizá el personal de bares, restoranes y chiringuitos tenga más tiempo para mirar con mayor atención las fotos de Pacheco y de Sierra, y si recuerdan haberles visto por aquí el día de la Asunción. Lo digo porque cuando hace unos días hicisteis la primera ronda de reconocimiento os quejasteis del poco caso que os hicieron camareras, empleados y demás personal. ¿Todavía guardáis copias de las fotos?
   La respuesta es negativa. En esas reaparece Ballarín luciendo en su mano el cable conector para pasar las fotos de su cámara al móvil de Grandal.
-Amadeo –le pide Grandal-, tendrás que subir al pueblo porque vamos a necesitar más copias en papel de los dos pájaros sevillanos. En cuanto las tengamos os vais a desplegar por todos los establecimientos de la playa enseñándolas, a ver si esta vez tenemos más fortuna.
-¿Cuándo hacemos la operación? –quiere saber Álvarez.
-Cuando podáis, pero hoy mejor que mañana. Nos quedan cinco días.
-Seis, agosto tiene 31 días –precisa Ballarín.
-Chelo quiere marcharse el 30, dice que el último día nos encontraremos con caravana y si algo le pone de los nervios son los atascos, por eso a mí me quedan cinco días. En cuanto al viaje a Castellón se trata de buscar a Pacheco y Sierra en el hotel en el que estuvieron hospedados. Es bastante probable que vuelvan al mismo. Necesito que uno de vosotros, el que quiera o pueda, me acompañe por si en algún momento tengo que dejar el coche y en la ciudad aparcar es un problema. ¿Algún voluntario?
   Todos, menos Ramo, levantan la mano.
-Gracias, pero no esperéis que elija yo. Todos me valéis, o sea que decidid vosotros.
   Tras un breve diálogo, al final deciden que sea Ballarín el acompañante por si acaso necesitara hacer más fotos. Los demás subirán al pueblo a hacer las copias y, de paso y a sugerencia de Ramo, este les enseñará cómo construyen la artesanal plaza de toros pues hoy comienza la tradición más arraigada de las fiestas: los toros. Mientras Grandal y Ballarín enfilan la AP-7 en dirección sur, camino de la capital de La Plana, Ponte, Ramo y Álvarez después de hacer las copias en una tienda de fotos se acercan a la Plaza Ramón y Cajal.
-Yo creía que se llamaba Plaza de la Iglesia.
-Y mucha gente sigue llamándola así. Otros la llaman la Plaza Mayor. Y ha tenido más nombres, pero su denominación oficial es la de Ramón y Cajal –explica Ramo.
   En la plaza hay un aparente caos de gente que se mueve alrededor de lo que van a ser los tendidos de la eventual plaza de toros. Ramo les cuenta que antiguamente la plaza se construía con los carros de los labradores encima de los cuales se asentaban unas tablas que hacían de basamento para las sillas traídas de casa y donde se aposentaban las mujeres. Los hombres estaban sentados en el borde de la tablazón mirando hacia el ruedo, en este caso un rectángulo, mientras los jóvenes estaban bajo en el coso.
-¿Y qué toreros actúan?, supongo que serán novilleros de los que empiezan la carrera –pregunta Ponte.
-¡Que va!, salvo en contadas ocasiones no vienen profesionales del toreo, los que torean a los astados, casi siempre una vaca o un torete de no demasiados kilos, son los jóvenes que gritan y hostigan al animal para que arranque contra ellos, entonces se refugian de un salto en las traviesas que forman la delantera de los carros mirando hacia la plaza o se meten entre los pivotes que ayudan a sostener la tablazón de los tendidos. Eso sí que no ha cambiado, ahora se hace igual que como se hacía medio siglo antes. Ah, y torean sin usar capotes, muletas y demás útiles propios del arte taurino, lo hacen a pecho descubierto. A todo eso, oficialmente estas actuaciones no son corridas ni siquiera novilladas, en lenguaje administrativo se le llama exhibición de toros y vacas, única forma de obtener los permisos necesarios. Forman parte de una tradición muy arraigada: bous al carrer o toros en la calle.
-Oye, Pedro, y esas construcciones más altas que hay en la zona que mira a la iglesia, ¿qué son? –inquiere Ponte.
-A eso se le llama cadafal, literalmente cadalso en castellano, unas plataformas que antes se hacía de madera y ahora con estructuras metálicas, y que en un coso convencional serían las gradas y andanadas.
-¿Y cuándo empiezan los toros?
-Esta misma tarde. A mí siempre me resultaron aburridos, de los toros lo único que me gustaba era la entrà i la eixida, que son una especie de encierros pamplonicas, salvando las distancias. A las doce se suelta la torada y los animales, por la calle San Antonio, recorren los trescientos metros desde un corral provisional hasta la plaza, es lo que se llama la entrà o entrada. Por la tarde, tras torear al último animal se les saca por el mismo recorrido, es lo que se llama la eixida o salida. Los mozos corren delante y detrás de la manada al estilo de los Sanfermines, pero poniendo más metros entre ellos y los astados.
-Eso se hace en muchos pueblos de España –asevera Álvarez.
-Por descontado. En la España profunda no hay fiesta sin toros –sentencia Ramo.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 105. ¿Y qué pasa con los autores intelectuales?