En el primer contacto que mantienen doña
Pilar y Consuelo, al referir la joven que su madre no le enseñó nada sobre los
cambios biológicos en el desarrollo femenino, la maestra la previene.
-Mira, de ahí puedes sacar una lección para
el futuro. Si llegas a tener hijas, no hagas como tu madre, al contrario,
prepáralas de tal modo que cuando se hagan mujeres no tengan que preguntar a
nadie, que ya lo sepan todo.
-Ya lo había pensado, señora Pilar, pero
gracias por el consejo. ¿Sabe?, su hijo dice que usted es muy inteligente, pero
creo que todavía es mejor persona. Me parece que no va a ser la típica suegra
que se lleva a matar con su nuera, sino todo lo contrario.
-Gracias, Consuelo. Y por mí así será –La
maestra cree que es el momento de adentrarse en temas más espinosos-. Veo con
gran satisfacción que no me vas a defraudar, sabrás ser la Sara de Julio. Otra
cosa, y te ruego que no te ofendas por lo que voy a decirte… Ambos sois
jóvenes, sanos y estáis en la flor de la vida. Vuestro cuerpo tiene apetitos
que hasta que no os caséis deberíais contener. Es difícil, complicado, hasta
cruel, pero es lo que hay que hacer para seguir respetándoos hasta que podáis
ser marido y mujer. ¿Me entiendes?
Claro que Consuelo ha entendido a Pilar,
buena prueba es que la joven se ha ruborizado hasta la raíz del cabello. Con
ojos algo turbios, pero con voz firme contesta.
-Doña Pilar, le juro que Julio me respeta.
Nunca se ha propasado más allá de algunos abrazos y besos que han sido culpa de
los dos. Para mí es una de las pruebas más firmes de lo mucho que me quiere.
Por ese lado puede usted estar tranquila.
-Y lo estoy, hijica. Te lo digo porque en
ocasiones, en más de las que deberían, los hombres piensan más con la bragueta
que con la cabeza y hay que atarles corto para que no pase nada de lo que luego
lamentarse.
Pilar, tras una pausa reemprende la charla
para explicar lo que tiene en mente, pero dando un rodeo.
-¿Recuerdas el refrán: consejos vendo y para
mí no tengo?, pues muchas veces es lo que me pasa. Creo que es debido a mi
profesión. Los maestros, y más los de primeras letras, somos muy dados a
impartir doctrina sin fijarnos demasiado si a quien se la damos la necesita.
Por eso, si en alguna ocasión me paso aconsejándote, te ruego que me perdones
pero no te calles, dímelo, es la forma de saber cuándo uno se equivoca. Y yo,
por muy maestra que sea, yerro, tantas o más veces que acierto.
-No, señora Pilar, no le tengo que perdonar
nada. Ojalá la hubiese conocido antes. Me habría gustado ser alumna suya y
estoy segura de que me habría enseñado muchas cosas, sobre todo de esas como
las que estamos hablando, de las relaciones entre mujeres y hombres. En el
pueblo tuve una maestra que me enseñó mucho, pero nunca me dijo una palabra de
que en la vida existen conocimientos tan o más valiosos que saber leer y
escribir.
-Suele ocurrir, a veces los docentes nos
circunscribimos a las enseñanzas meramente formales y nos olvidamos de que los
sentimientos, las actitudes y las emociones son parte fundamental de la vida.
Se me ocurre una cosa. Como, por lo que me has contado, no hablas mucho con tu
madre cuando necesites consultar algo que sea importante para ti puedes
escribirme. Las cartas de Malpartida a San Martín no deben tardar mucho y te
prometo que te contestaré a vuelta de correo.
-Otra vez gracias, señora Pilar. Sería
estupendo tenerla más cerca pero no siendo posible, usar la correspondencia me
parece una buena idea –Al hablar del correo, y por asociación de ideas, Consuelo
le cuenta lo que la pareja ha pensado en el caso de que su madre intercepte las
cartas de Julio.
-Me parece una excelente y previsora idea.
¿Eso quiere decir que tu señora madre no ve con buenos ojos vuestra relación?
–Es una pregunta capciosa porque Pilar sabe por su hijo que la señora Soledad
no le considera el partido idóneo para Consuelo y que le pone todos los
obstáculos posibles, pero pretende saber cómo respira la muchacha sobre la
cuestión.
-Desgraciadamente, es así. Mi madre pretende
casarme con algún chico de una familia con posibles, pero yo estoy cansada de
repetírselo: con quien quiero casarme es con Julio. ¿Sabía qué nos hemos
prometido delante de Nuestra Señora de la Luz?
Pilar lo sabe, pero otra vez se hace de
nuevas. Consuelo le cuenta la ceremonia del solemne voto que hizo la pareja
ante la patrona de Malpartida. Al revivir la escena, la joven se emociona tanto
que la voz se le quiebra y unas inesperadas lágrimas humedecen sus mejillas. La
maestra no puede contenerse y aprieta a la muchacha contra sí que le devuelve el
abrazo con todo cariño. Así las encuentra el joven mañego, abrazadas como si
fueran madre e hija.
-Pero bueno, ¿qué pasa aquí? Me voy a dar un
garbeo y cuando vuelvo mira que me encuentro.
La respuesta es un abrazo de su madre y otro
de su novia que, además, le da un fugaz beso en la mejilla.
-Bueno, si voy a ser recibido de este modo,
ahora mismo me marcho y vuelvo dentro de un rato –dice el joven quinto, más alegre
que unas pascuas, pues deduce que el abrazo entre ambas mujeres significa que
la conversación ha sido satisfactoria.
-Julio, hijo, tienes una novia que no te la
mereces. No solo es bonita, sino que también es lista, sensata y todo un
carácter. Si alguna vez vuestro noviazgo se estropea por tu culpa debes saber
que habrás perdido lo más valioso que un hombre puede encontrar en la vida: una
mujer fuerte como las de la Biblia. Espero y deseo que tal cosa nunca ocurra.
-Te lo juro, madre, por mí jamás ocurrirá.
Consuelo es para mí como el aire que respiro, si me falta me ahogo.
La joven, ante tantos halagos, no sabe a
quién mirar ni qué decir. Se limita a sonreír con una cara de felicidad que
vale por mil discursos. Y así termina el primer encuentro que, por lo que
parece, ha sido grato para los dos amores de Julio.
Como la salida del paso de Nuestro Padre
Jesús Nazareno no se realiza hasta las diez de la noche, el miércoles por la
mañana los enamorados tienen un buen rato para estar juntos otra vez, ahora sin
la compañía de Pilar que ha preferido dejarles solos. Se divierten, como si
fueran adolescentes, paseando cogidos de la mano por las calles de la ciudad
placentina, algo que en Malpartida no pueden hacer. El joven quinto, que conoce
la ciudad mejor que la muchacha, se arroga el papel de cicerone y le enseña
algunos de los lugares que vale la pena conocer, para lo que se ha empollado un
libro sobre Plasencia que encontró en la biblioteca del ayuntamiento. Comienza
mostrándole la portada románica de la catedral vieja, la catedral nueva
solapada con la anterior de estilo renacentista y con una portada de estilo
plateresco, las murallas de finales del siglo XII en las que todavía quedan
veinte cubos, la Plaza Mayor en la que sobresale el ayuntamiento y, finalmente,
una recoleta y hermosa plazuela.
-Si tuviera que elegir el rincón que más me
gusta de Plasencia sería este, la Plaza de San Nicolás –comenta el mañego.
-La verdad es que es una plaza muy bonita
con esa fuente en medio. Y ese caserón que parece muy antiguo, ¿qué es?
-Es el palacio de los Marqueses de Mirabel,
un edificio del siglo XV. Tiene un patio neoclásico de dos plantas que es
precioso. Al otro lado, justo frente al palacio, esa iglesia es la de San
Nicolás que tiene una portada románica, y en su parte posterior se abre una
pequeña plaza donde está la llamada Casa de las Dos Torres que es el palacio
más antiguo de Plasencia. Como curiosidad te diré que en él se alojó el rey
Fernando el Católico.
Abril
ha comenzado, con lo cual la sensación que tienen los enamorados de que se les
acaba el tiempo se acrecienta. Los días discurren veloces y las escasas horas
que pueden estar juntos se les pasan volando. Los diálogos intrascendentes van
cediendo paso a la realidad que les aguarda y esa realidad tiene nombre: la marcha
del quinto al ejército. De eso está hoy hablando la pareja acompañados de
Carolina y Argimiro, sus mejores amigos en el pueblo. Ambas muchachas no paran
de preguntar detalles sobre el servicio militar y de lo que le puede esperar a
Julio en Mallorca, su lugar de destino.
-¿Y vas destinado a Palma o a un
destacamento de algún pueblo? –quiere saber Argimiro.
-Pues no lo sé, pero supongo que estaré en
algún cuartel de la ciudad, no sé si en el resto de la isla hay más
guarniciones.
-¿Y a qué cuerpo te destinan? –repregunta
Argimiro.
-Creo que a infantería, es el cuerpo adonde
destinan más quintos.
-¿Por qué siempre habláis de quintos y no de
soldaos?, ¿eso de quintos qué quiere decir? –se interesa Carolina.
-Quinto significa una
parte de cada cinco y, en este caso, una persona de cada cinco –se apresura a
explicar Julio que gallea de su mayor cultura-. Esa palabra proviene de cuando
reclutaban hombres para el ejército eligiendo a un individuo entre cada cinco
de una lista. Si te tocaba te convertías en el quinto, el número de la mala
suerte.
-Pues mi tío Paco, que es muy aficionao a
los toros, siempre dice que no hay quinto malo –replica ingenuamente Consuelo.
-Otra cosa –aconseja Argimiro-, al principio
ándate con cuidao con los veteranos. Y sé lo que digo que para eso me he chupao
tres años de puta mili.
-Las palabrotas sobran, Argimiro –le
recrimina su novia.
-Perdona, cordera, ya sabes que se me
escapan sin ánimo de ofender. En fin, chacho –sentencia Argimiro-, que te vas a
servir al rey.
-¿Qué tiene que ver el rey
con la mili? –se sorprende Consuelo.
-Pues que el ejército es del
rey, por eso cuando vas a la mili se dice que vas a servir al rey –explica
Argimiro.
-Eso no es más que una frase
hecha, a quienes sirves de verdad es a los militares y a los políticos –rebate
Julio-. Aunque mi madre opina que a quien se tendría que servir es a la nación
que, al fin y al cabo, es el conjunto de todos los españoles.
-Y cuándo vuelvas, ¿qué
piensas hacer? –pregunta Carolina.
Julio va a contestar cuando
nota la mirada de Consuelo fija en él. No sabe descifrar lo que encierra esa
mirada. Y no responde.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que, dentro del Libro I, Un mañego enamorado, publicaré el episodio 13. ¿Será un presagio de
mal agüero?