"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de abril de 2016

14. El problema está en hablar donde no debes



  Al inspector francés no le convencen ni poco ni mucho las explicaciones de sus colegas hispanos y aunque es consciente que verbalizar esa impresión no le va a hacer ganar sus simpatías, su sentido de la profesionalidad puede más que la tentación de callarse para seguir manteniendo las buenas maneras entre profesionales. Vamos, que la teoría de lo políticamente correcto no va con él, al contrario lo que hace es poner otra vez el dedo en la llaga de la falta de resultados.
- Llevamos muchas horas hablando del caso. Me habéis hablado de líneas de investigación, de sospechas, de hipótesis, pero hasta ahora no he visto que tengáis pistas fiables o indicios concretos.
   Que venga un guiri a poner en cuarentena tu trabajo profesional le sienta a Bernal como un par de banderillas negras en todo lo alto. Si el franchute le caía mal, ahora es que no lo soporta. Una vez más es Atienza el que trata de enfriar la situación, aunque comprende el cabreo de su compañero. Se dice que en algún momento habrá que explicarle a Blanchard que se cazan más moscas con miel que con hiel.
- ¿Qué si tenemos pistas fiables o indicios concretos? La verdad – dice Atienza con gesto de fastidio -, es que no. Las dos pistas en las que estamos invirtiendo más tiempo y recursos son, por el momento, descubrir el paradero del furgón, del que creemos que sigue oculto en Madrid, y averiguar la identidad de la persona o personas que inutilizaron las cámaras de vigilancia; es decir, descubrir el posible cómplice de los asaltantes. Hay una tercera pista que seguimos guardando en la manga: seguir exprimiendo la memoria del único testigo ocular.
- Me da la impresión, por lo que he leído en vuestro informe preliminar, que de ese pozo no vais a sacar más agua – replica el gabacho poniéndose en plan castizo.
- No estés tan seguro. Hemos vuelto a citar al viejo para mantener otra charla con él. Entonces tendrás ocasión de conocerle. Parece que mentalmente ha reconstruido por su cuenta el robo y ha explicado a los medios que cree que uno de los asaltantes era una mujer. Algo que no nos contó cuando le interrogamos.
- ¿Y os fiais de la memoria de un vieux croûton de ochenta años? – pregunta Blanchard con tono escéptico.
- Pues sí, tiene ochenta tacos, pero todavía está en una forma aceptable. Al menos, sus facultades mentales siguen frescas. Lo comprobarás por ti mismo porque, como acabo de decir, le hemos vuelto a citar.
   Esa nueva cita con la policía es lo que le comunica a Ponte su hija Clara en cuanto el viejo llega a casa porque ha sido ella la que ha firmado el recibí de la citación policial:
- La policía quiere hablar nuevamente contigo, papá.
- ¿Y para qué? Como si no lo hubiera contado todo, una docena de veces. Esos inútiles en vez de detener a los asaltantes lo único que saben hacer es marear la perdiz.
- La cuestión no es que lo hayas contado todo, el problema está en hablar donde no debes. Dicho en cristiano, en salir en la tele cascando por los codos y haciendo ver poco menos que te comportaste como un héroe. Si no hubieras presumido de tu perspicacia hablando de la existencia de una posible mujer no te hubiesen citado otra vez, pero en esta ocasión no voy a dejar que vayas solo, voy a llamar a Pepe Cruz para que te acompañe. Y no protestes, es lo mejor para ti y yo me quedaré más tranquila. Y no se hable más que bastantes problemas tengo.
   En cuanto se queda solo a Ponte le falta tiempo para llamar a sus amigos del dominó e instarles a reunirse en la cafetería Van Gogh, la antigua Galaxia donde conspiraban los militares del fallido golpe de 1978. Quiere contarles lo de la nueva citación y espera que le den algún consejo que le ayude a pasar el mal trago.
- Mañana estoy citado por la policía para un nuevo interrogatorio. Me tienen hasta el moño. No sé cómo quitármelos de encima…. Menos mal que a Clarita se le ha ocurrido que me acompañe Pepe Cruz.
- ¿Y quién es ese? – se interesa Luis Álvarez que es el más cotilla de todos.
- Un abogado, amigo de colegio de mi yerno y que es un letrado de primera.
- ¿Vas con un abogado a un mero interrogatorio como testigo? No te lo aconsejo – recomienda Jacinto Grandal.
- Pues a mí me parece bien que lleve a un abogado – opina Amadeo Ballarín -. Así, los polis no se propasarán y podrá hablar con mayor tranquilidad. En las pelis siempre se dice aquello de no hablaré sino es en presencia de mi abogado.
- Me parece, Amadeo, que has visto demasiadas películas de policías y ladrones – se burla Grandal.
   A Ponte la opinión que más le interesa es la de Grandal, no en vano es un policía jubilado; mejor aún, es un comisario jubilado. Por eso es a él a quien pregunta:
- Jacinto, ¿por qué me aconsejas que no me acompañe Cruz?
- Porque si hay alguien a quien los policías les jeringa más que la gente del hampa son los picapleitos. A los compañeros que llevan el caso no les va a hacer ninguna gracia verte llegar acompañado por un letrado; además no lo necesitas para nada, no estás acusado ni imputado, no eres más que un mero testigo.
- Sí, pero Clarita cree que pueden estar cabreados conmigo porque en su momento no les conté que quizá hubiera una mujer entre los atracadores y podrían tomarla conmigo.
- Te pasa lo mismo que a Amadeo, también tú ves demasiadas series policíacas. ¿Dónde te han citado? – quiere saber Grandal.
- En la comisaria de Moncloa, la que está en Rey Francisco.
- Sé dónde está y aún más, conozco al comisario jefe, Anselmo Bermúdez. Trabajó a mis órdenes cuando estaba al mando del grupo antiatracos. Es un excelente profesional y buena gente.
   Es oír eso y a Ponte se le ilumina el rostro, se le acaba de ocurrir algo.
- ¿Y por qué no me acompañas? Eres de los suyos y puedes ser de mejor ayuda que si me llevo al abogado.
   Grandal tuerce el gesto, no parece que le haga mucha gracia la petición de su compañero del dominó.
- Manolo, no se deben mezclar las actuaciones oficiales con las particulares. Aunque esté jubilado sigo siendo un policía y, posiblemente, al Dúo Sacapuntas, que imagino que serán quienes te interrogarán, no les hará ninguna gracia que me presente sirviéndote de señorita de compañía. No es que no quiera ayudarte, simplemente no es una buena idea.
- ¿Quiénes son el Dúo Sacapuntas? – Álvarez vuelve a meter baza.
- La pareja de inspectores que lleva la investigación. Así les han bautizado. Ya os podéis imaginar como son: uno, alto y delgado; el otro, bajito y rechoncho. No les conozco, pero me ha dicho un colega que son unos tíos competentes.
   Ponte no da su brazo a torcer e insiste en que le acompañe Grandal.
- Mira, Jacinto, iría mucho más tranquilo si me acompañaras, aunque solo fuera hasta la puerta de la comisaria. Comprendo que si el interrogatorio es un acto oficial tú no puedas estar presente, pero que me acompañes hasta la entrada, que luego te metas en el bar más cercano y me esperes hasta que salga, eso no te lo puede prohibir nadie ni se te puede acusar de que te metes donde no debes.
   A la petición de Ponte se suman los otros amigos. Tanto le dan la matraca que Grandal acaba rindiéndose.
- Bueno, vale. Te acompaño, pero no haré nada más; como mucho esperarte en una cafetería que conozco que está al lado de la comisaría ¿de acuerdo?
- Estupendo y gracias, Jacinto. Ahora solo me falta un morlaco que lidiar: a ver como le digo a Clarita que no voy a ir con Pepe Cruz.