Al inspector francés no le
convencen ni poco ni mucho las explicaciones de sus colegas hispanos y aunque
es consciente que verbalizar esa impresión no le va a hacer ganar sus
simpatías, su sentido de la profesionalidad puede más que la tentación de
callarse para seguir manteniendo las buenas maneras entre profesionales. Vamos,
que la teoría de lo políticamente correcto no va con él, al contrario lo que
hace es poner otra vez el dedo en la llaga de la falta de resultados.
- Llevamos muchas horas hablando del caso. Me habéis hablado de líneas de
investigación, de sospechas, de hipótesis, pero hasta ahora no he visto que
tengáis pistas fiables o indicios concretos.
Que venga un guiri a poner en cuarentena tu trabajo
profesional le sienta a Bernal como un par de banderillas negras en todo lo
alto. Si el franchute le caía mal, ahora es que no lo soporta. Una vez más es
Atienza el que trata de enfriar la situación, aunque comprende el cabreo de su
compañero. Se dice que en algún momento habrá que explicarle a Blanchard que se
cazan más moscas con miel que con hiel.
- ¿Qué si tenemos pistas fiables o indicios concretos? La verdad – dice Atienza
con gesto de fastidio -, es que no. Las dos pistas en las que estamos
invirtiendo más tiempo y recursos son, por el momento, descubrir el paradero
del furgón, del que creemos que sigue oculto en Madrid, y averiguar la identidad
de la persona o personas que inutilizaron las cámaras de vigilancia; es decir,
descubrir el posible cómplice de los asaltantes. Hay una tercera pista que
seguimos guardando en la manga: seguir exprimiendo la memoria del único testigo
ocular.
- Me da la impresión, por lo que he leído en vuestro informe preliminar,
que de ese pozo no vais a sacar más agua – replica el gabacho poniéndose en
plan castizo.
- No estés tan seguro. Hemos vuelto a citar al viejo para mantener otra
charla con él. Entonces tendrás ocasión de conocerle. Parece que mentalmente ha
reconstruido por su cuenta el robo y ha explicado a los medios que cree que uno
de los asaltantes era una mujer. Algo que no nos contó cuando le interrogamos.
- ¿Y os fiais de la memoria de un vieux
croûton de ochenta años? – pregunta Blanchard con tono escéptico.
- Pues sí, tiene ochenta tacos, pero todavía está en una forma aceptable.
Al menos, sus facultades mentales siguen frescas. Lo comprobarás por ti mismo
porque, como acabo de decir, le hemos vuelto a citar.
Esa nueva cita con la policía es
lo que le comunica a Ponte su hija Clara en cuanto el viejo llega a casa porque
ha sido ella la que ha firmado el recibí de la citación policial:
- La policía quiere hablar nuevamente contigo, papá.
- ¿Y para qué? Como si no lo hubiera contado todo, una docena de veces.
Esos inútiles en vez de detener a los asaltantes lo único que saben hacer es
marear la perdiz.
- La cuestión no es que lo hayas contado todo, el problema está en hablar
donde no debes. Dicho en cristiano, en salir en la tele cascando por los codos
y haciendo ver poco menos que te comportaste como un héroe. Si no hubieras
presumido de tu perspicacia hablando de la existencia de una posible mujer no
te hubiesen citado otra vez, pero en esta ocasión no voy a dejar que vayas
solo, voy a llamar a Pepe Cruz para que te acompañe. Y no protestes, es lo
mejor para ti y yo me quedaré más tranquila. Y no se hable más que bastantes
problemas tengo.
En cuanto se queda solo a Ponte le
falta tiempo para llamar a sus amigos del dominó e instarles a reunirse en la
cafetería Van Gogh, la antigua Galaxia donde conspiraban los militares del
fallido golpe de 1978. Quiere contarles lo de la nueva citación y espera que le
den algún consejo que le ayude a pasar el mal trago.
- Mañana estoy citado por la policía para un nuevo interrogatorio. Me
tienen hasta el moño. No sé cómo quitármelos de encima…. Menos mal que a
Clarita se le ha ocurrido que me acompañe Pepe Cruz.
- ¿Y quién es ese? – se interesa Luis Álvarez que es el más cotilla de
todos.
- Un abogado, amigo de colegio de mi yerno y que es un letrado de primera.
- ¿Vas con un abogado a un mero interrogatorio como testigo? No te lo
aconsejo – recomienda Jacinto Grandal.
- Pues a mí me parece bien que lleve a un abogado – opina Amadeo Ballarín
-. Así, los polis no se propasarán y podrá hablar con mayor tranquilidad. En
las pelis siempre se dice aquello de no hablaré sino es en presencia de mi
abogado.
- Me parece, Amadeo, que has visto demasiadas películas de policías y ladrones
– se burla Grandal.
A Ponte la opinión que más le
interesa es la de Grandal, no en vano es un policía jubilado; mejor aún, es un
comisario jubilado. Por eso es a él a quien pregunta:
- Jacinto, ¿por qué me aconsejas que no me acompañe Cruz?
- Porque si hay alguien a quien los policías les jeringa más que la gente
del hampa son los picapleitos. A los compañeros que llevan el caso no les va a
hacer ninguna gracia verte llegar acompañado por un letrado; además no lo
necesitas para nada, no estás acusado ni imputado, no eres más que un mero
testigo.
- Sí, pero Clarita cree que pueden estar cabreados conmigo porque en su
momento no les conté que quizá hubiera una mujer entre los atracadores y
podrían tomarla conmigo.
- Te pasa lo mismo que a Amadeo, también tú ves demasiadas series
policíacas. ¿Dónde te han citado? – quiere saber Grandal.
- En la comisaria de Moncloa, la que está en Rey Francisco.
- Sé dónde está y aún más, conozco al comisario jefe, Anselmo Bermúdez.
Trabajó a mis órdenes cuando estaba al mando del grupo antiatracos. Es un
excelente profesional y buena gente.
Es oír eso y a Ponte se le ilumina
el rostro, se le acaba de ocurrir algo.
- ¿Y por qué no me acompañas? Eres de los suyos y puedes ser de mejor ayuda
que si me llevo al abogado.
Grandal tuerce el gesto, no parece
que le haga mucha gracia la petición de su compañero del dominó.
- Manolo, no se deben mezclar las actuaciones oficiales con las particulares.
Aunque esté jubilado sigo siendo un policía y, posiblemente, al Dúo Sacapuntas,
que imagino que serán quienes te interrogarán, no les hará ninguna gracia que
me presente sirviéndote de señorita de compañía. No es que no quiera ayudarte,
simplemente no es una buena idea.
- ¿Quiénes son el Dúo Sacapuntas? – Álvarez vuelve a meter baza.
- La pareja de inspectores que lleva la investigación. Así les han
bautizado. Ya os podéis imaginar como son: uno, alto y delgado; el otro, bajito
y rechoncho. No les conozco, pero me ha dicho un colega que son unos tíos
competentes.
Ponte no da su brazo a torcer e
insiste en que le acompañe Grandal.
- Mira, Jacinto, iría mucho más tranquilo si me acompañaras, aunque solo
fuera hasta la puerta de la comisaria. Comprendo que si el interrogatorio es un
acto oficial tú no puedas estar presente, pero que me acompañes hasta la
entrada, que luego te metas en el bar más cercano y me esperes hasta que salga,
eso no te lo puede prohibir nadie ni se te puede acusar de que te metes donde
no debes.
A la petición de Ponte se suman
los otros amigos. Tanto le dan la matraca que Grandal acaba rindiéndose.
- Bueno, vale. Te acompaño, pero no haré nada más; como mucho esperarte en
una cafetería que conozco que está al lado de la comisaría ¿de acuerdo?
- Estupendo y gracias, Jacinto. Ahora solo me falta un morlaco que lidiar:
a ver como le digo a Clarita que no voy a ir con Pepe Cruz.