"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

jueves, 14 de agosto de 2014

4.31. El dinero importa cuando no se tiene

   Los fines de semana de Sergio y Lorena se han convertido en orgías de alcohol y drogas. La joven hace tiempo que dejó de trabajar regularmente, ahora lo hace a salto de mata cuando el salario de Sergio no alcanza para adquirir el material, como llaman a la droga. Él lo tiene más complicado porque sigue trabajando en la empresa de montajes eléctricos del señor Francisco, pero el desempeño de su puesto de capataz se resiente, especialmente los lunes dado que aún le duran los coletazos del desenfreno de los días anteriores. Ha tenido que llegar a un acuerdo con su primer oficial para que éste cubra sus cada vez más frecuentes demoras a la hora de incorporarse al tajo. El pacto con el operario tiene contrapartidas: éste roba material eléctrico y de cualquier otra clase que pueda afanar, lo hace en pequeñas cantidades para que los hurtos apenas se noten. Todo tiene su fin. Llega un momento en que Dimas, el capataz jefe, descubre los hurtos y al ladrón. No puede probar los hechos por lo que se limita a despedir al operario. Duda sí también echar a Sergio por haberse mostrado incapaz de controlar a su gente, pero éste proclama su inocencia y además tiene la suerte de que el ladrón no ha delatado su connivencia. Puesto que están agobiados de trabajo, al final Dimas no despide a Sergio, pero le pone una cruz. Desde ahora será un hombre a vigilar. Lo ocurrido es la causa de que durante una breve temporada Sergio reduzca el consumo de heroína los fines de semana y, sobre todo, procura no mezclarlo con el alcohol. Ha descubierto que la mezcla de ambas sustancias es explosiva. 

   La pareja tiene más problemas y uno de ellos, cada vez más acuciante, es el dinero. La adicción a la heroína es un vicio caro. Pronto el salario de Sergio no da lo suficiente para comprar el material que necesitan.
- ¡Cómo que no te queda pasta! Pues la pintas, pero yo necesito cinco talegos para un par de papelinas. Ya sabes que El Perchas no le fía ni a su madre – exige Lorena que, al ver el gesto de contrariedad de Sergio, añade -. Y si no, pide un adelanto.
- En administración ya me han dicho que se acabaron los adelantos. Esa fuente no da más agua.
- Pégale un sablazo a alguno de tus amigos – propone la joven.
- Mis amigos son los tuyos y ya sabes como están, a verlas venir.
- No me refería a esos amigos, sino a los que trabajan contigo. Siguen ganando sus buenos duros.
- Debo dinero a varios compañeros y como no he devuelto una peseta se ha corrido la voz. Nadie me prestará un duro. Tendremos que aguantarnos.
- Se aguantará tu puta madre – grita encolerizada Lorena.
- A mi madre ni mentarla o te parto la boca – amenaza Sergio, en una reacción que a él mismo asombra. Jamás había hablado así a una mujer.

   Lorena sabe que una mujer que precisa dinero o, en su caso, unas papelinas siempre tiene el fácil remedio de recurrir al sexo para conseguirlo. Así lo hizo tiempo atrás en alguna ocasión, pero una mezcla de pereza y de una cierta lealtad para con su pareja no la llevan, de momento, por ese camino. Recurre a otra medio. Comienza a malvender algunos de los cachivaches que ha ido atesorando en los tiempos de vino y rosas. En especial, los electrodomésticos tienen fácil salida. El primer aparato del que se deshace es el arcón congelador que, salvo en los primeros días, apenas si lo han usado. Sin embargo, los problemas económicos no han hecho más que empezar. Como su cuenta corriente está en números rojos frecuentemente, el banco devuelve impagados los cargos de las hipotecas del apartamento y de las letras del BMW. El coche es la primera baja.
- Los de la financiera se han llevado el carro – informa un desolado Sergio.
- ¡Qué se vayan a la mierda! Compraremos otro – es la respuesta de una colocada Lorena.
- ¿Comprar otro? Ya me dirás con qué.
- Pues a plazos, como compramos el BMW.
 - A plazos no podemos comprar ni un cucurucho de cacahuetes. Estamos en el RAI – comenta el joven que, al ver el gesto de ignorancia de su pareja, explica –. Es el Registro de Aceptaciones Impagadas, donde aparecen los morosos que no pagan cuando deben, como nosotros.

   El problema más acuciante les alcanza inmediatamente, también se devuelven impagados los cargos de la hipoteca del apartamento, por lo que la caja incoa el procedimiento para proceder al desahucio de la vivienda.
- Churri, nos van a echar de la casa – Sergio está totalmente abatido.
- Nadie nos va a echar. De esta casa no me mueven ni aunque venga la Guardia Civil – Lorena se ha puesto brava -. Esta casa es nuestra, para eso la hemos pagado.
- No, bonita, no; ese es el problema, que todavía no hemos terminado de pagarla. De hecho, falta una pila de años para que acabemos de pagarla. Y como no podemos hacer frente a los plazos de la hipoteca nos van a desahuciar – le explica Sergio.
- No seas cagueta, hermoso. Pon la chola a currar y verás cómo se te ocurre algo. Para eso eres medio ingeniero.
- No digas memeces, bonita. Ni soy medio ingeniero ni es cuestión de encontrar remedios mágicos, que no los hay. Es cuestión de pasta, o se tiene o no se tiene, y nosotros estamos a dos velas.
- ¿De verdad está la cosa tan jodida? – inquiere la joven, que no acaba de entender cuál es la situación real. De pronto se le ilumina el rostro -. Ya sé, pide ayuda a tus viejos. Si les cuentas que nos van a echar, seguro que tus padres no consentirán que su hijito del alma se quede en la puta calle. Te prestarán lo que les pidas.
- No creas que no lo he pensado, pero me da una vergüenza tremenda. Sería tanto como admitir que he fracasado, que todos mis planes se han ido abajo.
- Ni vergüenza ni nada que se le parezca. El que necesita, busca, y nosotros estamos tan pelados que no podemos pagar la casa y, lo que es más jodido, ni podemos comprar una mísera papelina. Llámales, llórales un poco y verás cómo te sueltan la pasta.

   Sergio no tiene que pensarse demasiado lo que propone Lorena. Es la única solución que le queda. Se ha corrido la voz de en qué se gasta los cuartos la pareja y nadie se arriesga a dejarles un dinero que, probablemente, jamás devolverán. El penúltimo sablazo se lo dio a su abuelo, que no es la primera vez que le presta dinero, a quien jura y perjura que se lo devolverá, pero el viejo Punchent vive de una modesta pensión y las cantidades que le puede dar son siempre pequeñas y no alcanzan a cubrir ni una mínima parte de las necesidades de la pareja. Tendrá que tragarse la vergüenza y el orgullo y llamar a sus padres.
- Papá, ¿cómo estás?, y la mamá, ¿está bien? 
- Hijo, que sorpresa, no esperaba que me llamaras a la oficina. Y sí, estamos los dos estupendamente. Tendrías que haber llamado a casa, ya puedes imaginarte las ganas que tiene tu madre de hablar contigo.
- He preferido llamarte ahí porque tengo un grave problema y ya sabes cómo se pone mamá cuando os cuento algo que no va del todo bien.
- ¿Qué problema tienes?, igual lo puedo solucionar.
   El joven cree preferible plantear directamente la cuestión y no andarse con medias tintas:
- Necesito dinero, papá. Y lo necesito con cierta urgencia. Créeme que me ha costado mucho hacer esta petición, pero eres el único que me puede ayudar.
- Si solo es una cuestión de dinero me quitas un peso, hijo. Por un momento pensé que podía tratarse de cuestiones realmente importantes.
- ¿Crees que no es importante tener deudas y no ser capaz de pagarlas? – arguye Sergio.
- Por supuesto que lo es, pero los problemas de salud, de pareja o del trabajo, por citar algunos, son mucho más cruciales que los económicos. El dinero siempre es un valor relativo.
- Sí, papá, para el que lo tiene, para el que no, el dinero si importa.