"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 4 de octubre de 2019

124. En una hora no se ganó Zamora


   En el relato que Jacinto Grandal está haciendo a sus amigos sobre cómo ha podido ser la vida de Curro Salazar en Torrenostra ha llegado a la etapa de la convalecencia del gaditano, cuando tuvo que guardar reposo para sanar las costillas que le fracturó el Chato de Trebujena.
-El día trece, según se desprende de las declaraciones de Pacheco y Sierra, los dos andaluces acordaron aunar sus respectivas propuestas para Curro como si fueran una sola, dado que ambas eran bastante similares y de esa forma también abaratarían los costes –cuenta Grandal.
-De lo cual se deduce que los lobbys que representaban ambos emisarios eran de una economía más bien modesta –deduce Ponte.
-Supongo que sí, Manolo, debían de ser más modestos que potentes porque sus emisarios no tiraron cohetes precisamente. Y añado algo más: el grupo que respaldaba a Pacheco, por lo que ha contado, debía de estar integrado por funcionarios de alto rango que en su momento tuvieron cargos políticos de niveles intermedios y que resultaron pringados en el caso ERE. En cambio, la gente que estaba detrás de Sierra debía de estar formada por integrantes más políticos que técnicos y que también estaban imputados. El pacto Pacheco-Sierra tuvo otra consecuencia, a partir de ese momento ambos intentan convencer a Curro al alimón.
-Pues poco tiempo tuvieron para persuadirle porque si eso ocurrió el día trece cuarenta y ocho horas más tarde alguien se cargó a Salazar –apunta irónicamente Álvarez.
-Ese trece, Pacheco y Sierra van a visitar a Curro –sigue explicando Grandal-. La patrona del hostal, que se ha convertido en una celosa guardiana de su apaleado huésped, no pone ningún impedimento en que ambos andaluces suban a ver al gaditano pues reconoce a Pacheco como la persona que impidió con su aviso que siguieran golpeando al exsindicalista. En esa entrevista, de acuerdo con las declaraciones de ambos, le propusieron a Curro que se entregase a la justicia después de que la gente a la que representaban hubiera pactado con la fiscalía una rebaja de la posible pena. Y además, le comunicaron que contratarían al mejor bufete para su defensa, que le facilitarían el dinero que necesitase cuando la justicia confiscara sus bienes, que ayudarían a su familia y buscarían un buen trabajo para su primogénito.
-Y todo eso, ¿a cambio de qué?, lo digo porque nadie va por ahí regalando euros a cincuenta céntimos –objeta Ballarín.
-De las contrapartidas, que evidentemente debieron pedirle, no dijeron ni pío. Si han declarado que Curro les contestó que en esos momentos no tenía ni fuerzas ni cabeza para decidir nada y les emplazó a que volvieran en un par de días, y así le daban tiempo para pensárselo. Ese mismo día ocurrió otro episodio que pone por primera vez en el tablero del caso Pradera al escurridizo guiri que los pichones sorprendieron en la habitación de Curro. Pasado el mediodía un extranjero se presentó en el hostal para alquilar un dormitorio por un rato. La patrona, que era quien le atendió, le contestó que no alquilaban habitaciones por horas. La reacción del guiri fue que la alquilaba para toda la jornada, a lo que la patrona objetó que estaba todo ocupado. El extranjero insistió, incluso puso dinero encima del mostrador, pero la patrona no cambió de criterio y le remitió a la nacional 340 pues allí encontraría paradores de carretera que sí alquilaban cuartos por horas para los conductores. Cuando el sargento Bellido le mostró una foto, la patrona lo reconoció inmediatamente, el guiri de ese suceso era Grigol Pakelia.
-¡Esa sí que es buena! –exclama Álvarez-. Eso quiere decir que el tal Pakelia ya rondaba por aquí.
-O sea que el georgiano sí estuvo dónde Salazar, ¿se sabe si habló con él o al menos le vio? –pregunta interesado Ponte.
-De acuerdo con la declaración de la patrona, Pakelia no habló con Curro y probablemente tampoco debió verle –aclara Grandal-. Este episodio es uno de los que más me ha confundido. Por lo que le contó la señora Eulalia al sargento parece que Pakelia, que estaba acompañado por una mujer también extranjera, solo quería una habitación para echar un polvo a su acompañante, pero lo extraño es que habiendo tantos hoteles y apartamentos de alquiler en la costa quisiera alquilar una habitación en el hostal donde se alojaba Curro. ¿Fue una casualidad o una acción premeditada? Ya sabéis que siempre repito que no creo en las casualidades por lo que infiero que la presencia de Pakelia fue algo planeado. De todas formas, o el georgiano es un genio de la mise en scène o en efecto fue un hecho fortuito. Puntualizo esto porque el andoba iba vestido con un bañador tipo tanga y apenas cubierto por una camisola veraniega. Este suceso quizá es el que más me ha desconcertado y todavía a estas alturas no acabo de explicármelo.
-Hablando del guiri, ¿hay alguna novedad sobre él? –pregunta Álvarez.
-No, siguen sin localizarle y la jueza del Valle continúa negándose a emitir una euroorden de busca y captura. A ese no le echa mano ni una rehala de podencos.
-¿Os acordáis cual fue el último día que visitamos a Salazar? –pregunta Álvarez sin venir a cuento.
-El día del que estamos hablando, el trece. Recuerdo que nos preguntó que cómo nos arreglaríamos para echar la partida cuando se fuese Amadeo –rememora Ponte-. Y también recuerdo que le conté que el cuarto jugador sería un vecino mío de Madrid que también veraneaba aquí, me refería a ti, Pedro.
-Y yo recuerdo que bromeé con él por la buena enfermera que se había echado con Anca –rememora Álvarez-, a lo que Salazar dijo que pocas bromas con la rumana porque tenía un novio que era más celoso que la leche.
-Hablando de celos. Anca me confesó –les cuenta Grandal- que uno de los días de la convalecencia, posiblemente el mismo en que le visitamos nosotros, subió su novio a la habitación y tuvo un agarrón con Curro por los celos enfermizos que le tenía. El chico se calentó y amenazó a la muchacha con sacarla de allí a guantazo limpio. Entonces Curro se interpuso entre la pareja y conminó a Vicentín con darle una mano de hostias si ponía un dedo encima de la joven. Al oír eso el chico le dio a Curro un empellón que le hizo caer hacia atrás chocando contra un sillón y que le dejó sin poder respirar por unos momentos. Anca se asustó tanto que pensó que habría que llamar a un médico y le pidió a Curro que no contara lo que había ocurrido porque la echarían, que dijera que había resbalado y se había caído. Más tarde llegó una doctora del Centro de Salud del pueblo que, tras descartar que Curro sufriera un neumotórax, diagnosticó que probablemente se había resentido de la fractura de costillas, que debería guardar un riguroso reposo durante al menos cuarenta y ocho horas y que el martes volvería a visitarle.
-Hablando de recuerdos –interviene Ramo-. La noche de ese mismo día recordaréis que jugamos una partida nocturna en la terraza de El Perero. Fue allí cuando os referí que una doctora había visitado a Salazar pues se encontraba mal, algo que en ese momento no sabíais que hubiera ocurrido.
-Lo recuerdo, así como también que cuando Luis te preguntó cómo te habías enterado nos soltaste un rollo sobre que en un sitio pequeño como este es raro que algo fuera de lo habitual pase inadvertido. Y que ese es uno de los rasgos que forman parte esencial de la vida de las comunidades pequeñas en las que lo que más importa son las noticias locales que se analizan del derecho y del revés y se diseccionan de arriba abajo –comenta Ponte.
-Hablando en plata, Pedro, lo que ocurre es que tus paisanos son una panda de cotillas –dice Álvarez tirando de ironía.
-Todas las sociedades cerradas lo son –Grandal sale en defensa de los paisanos de Ramo-, recordad que en el Centro de Moncloa una de las conversaciones preferidas de nuestros colegas es cotillear y contar rumores sobre lo que le ha ocurrido a fulano o a mengano. Bueno, creo que os he contado cuanto sabemos de lo que ocurrió el día trece en el entorno de Curro, es hora de centrarnos en el día siguiente, el catorce.
-La madrugada de ese día fue cuando me fui a Lérida –recuerda Ballarín.
-Ese día nosotros nos juntamos para echar la partida en la terraza del hostal después de comer –precisa Grandal.
-Sí, y recuerdo que después de la partida os conté como era la festividad del día siguiente – rememora Ramo-, a la que aquí se la llama la festa de la Mare de Deu d´Agost, y que era uno de los contados días en los que la gente del pueblo bajábamos a bañarnos, algo que como recordaréis os sorprendió muchísimo.
-¿Cómo no iba a sorprendernos que viviendo al ladito del mar solo vinierais a la playa media docena de días al año? –justifica Álvarez.
-Eso ha cambiado totalmente. Podríamos decir que mis paisanos han redescubierto el Mediterráneo, ahora ya no creen, como creían antaño, que lo de veranear y bañarse sea una costumbre de señoritos y de gente de la ciudad.
-El recuerdo más vívido que tengo de aquella charla fue lo que nos contaste del pasodoble de Paquito el Chocolatero –evoca Grandal-, que por cierto es la música que más tocan las charangas que animan las fiestas del pueblo. Hablando de fiestas, ¿cuándo acaban?
-Pasado mañana, domingo. Alrededor de las nueve y media de la noche dispararán un castillo de fuegos artificiales que supone el broche final de las fiestas.
-Hablando más de fiestas, ¿hoy que toca además de la fiesta de las paellas? –quiere saber Álvarez.
-Esta tarde se corren vaquillas con las puntas enfundadas y por la noche hay un espectáculo de variedades –cuenta Ramo.
-Dejaros de historias porque a este paso llegaremos al tercer milenio y Jacinto no habrá terminado de contarnos su hipótesis sobre cómo la palmó el pobre Salazar –exige Ballarín. 
-Amadeo, no te pongas pesado, en una hora no se ganó Zamora –reprocha Ponte al impaciente exferretero haciendo alusión al asedio de la ciudad española de Zamora en el siglo XI, que duró siete meses y encima sin éxito.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré, en el capítulo 30, el episodio 125. Entonces, ¿queda alguien a quién culpar?