"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 25 de junio de 2013

1.11. ¿Era dinero de la mafia?

   Francisco y Lisardo, la pareja de jubilados que un día invitaron a Sergio a bocata y caña, están sentados en su bar de siempre, tomando las cervezas de costumbre y llevando la charla a su querencia habitual: los años, para ellos dorados, en los que trabajaron en la construcción.
- ¿Te acuerdas de en qué año quebró BACHSA?
- ¡Cómo no me voy a acordar! - exclama Francisco -. En el dos mil nueve. Echaron a toda la plantilla y dejaron a un montón de proveedores y de subcontratistas con el culo al aire, entre ellos al menda. Tuve que hacer el primer ERE y despedir a la mitad de la gente. A partir de ese momento no levanté cabeza. ¡Cabrones!
- A buen seguro que los de la constructora ya habían hecho su paquete.
- Pon la mano en el fuego a que fue así. Esos sinvergüenzas seguro que tienen millones apalancados en esas islas donde se esconde el dinero de los negocios sucios.
- A los que trincaron fue a los del Ayuntamiento por poner el cazo.
- Es que sólo cogen a los que se dejan untar, en cambio a los untadores ni tocarles un pelo. De todas maneras, me parece bien que los politicastros pasen por el banquillo. A ver si así aprenden y dejan de meter la mano en el cajón del pan.
- Antes las ranas criarán pelo que lo veremos - apostilla un escéptico Lisardo - Aunque ¿sabes qué te digo? Que me alegro de que todos los que entonces se pringaron de alguna manera o se aprovecharon para esconder por esos mundos los millones que aquí ganaron lo paguen y, si necesario fuera, que lo paguen con cárcel.
- ¡Virgen del Amor Hermoso, hay que ver lo bravo que vienes hoy!

   A pesar de que el comentario de Francisco está teñido de ironía, Lisardo no se molesta por ello. Son muchos años de amistad y muchos los trances pasados durante los esplendorosos años del boom peleando codo a codo con los ejecutivos de las grandes constructoras para lograr las mejores contratas posibles.
- ¡Vaya, mira quien viene por ahí! - exclama Lisardo señalando al hombre que se está acercando.

   Sergio, intencionadamente, ha pasado cerca del bar. No se engaña, sabe que si lo hace no es tanto por charlar con su antiguo patrón, sino para ver si le vuelven a invitar. Un bocadillo o un buen pincho a media mañana, cuando sólo se ha tomado una taza de café aguado, no es algo para despreciar. 
- A los buenos días, señor Francisco y señor Lisardo - Sergio presenta hoy un aspecto algo mejor, va como más arreglado.
- Buenos días, Sergio, ¿dónde vas? - se interesa Francisco.
- Tengo una entrevista con el encargado de Mercadona a ver si me cogen como reponedor.
- Enhorabuena. Al fin, encontraste trabajo.
- Yo no diría tanto, señor Francisco. De momento es sólo una entrevista de trabajo, a la una.
- Bueno, principio requieren las cosas. ¿Dices que a la una? Tienes tiempo suficiente para tomarte una caña - Y sin esperar respuesta llama -. Pepe, pincho de tortilla y caña. Oye, el pincho que sea para hombres y no una de esas raciones que sirves que hay que buscarlas con lupa.

   Lisardo se toma un chupito de su cerveza, que a estas horas ya debe de estar caliente, luego se encara con Sergio.
-  Oye, Sergio, antes hablábamos de BACHSA y le preguntaba a Francisco si sabía porque se llamaba así. Tú que tienes estudios igual lo sabes.
- Creo que eras las iniciales de los apellidos de los cuatro socios que crearon la compañía. Recuerdo que una vez vino uno a ver el edificio que estábamos instalando. ¿Se acuerda señor Francisco?
- Sí, uno llamado Cardona, pero ni siquiera llegué a hablar con él. A quien sí me presentaron un día fue a otro, un tal Oriol Bricart, un catalán más chulo que un ocho. También oí decir que había otros dos, uno de Bilbao que tenía un apellido vasco de esos que no hay quien lo pronuncie y el cuarto que era de Valencia, creo que se apellidaba Huguet, por cierto que lo atropellaron el año pasado. Lo leí en Las Provincias.
- Oí comentar a otros subcontratistas que si había unos macarronis que también eran socios - apunta Lisardo.
- Ahora que lo dice - rememora Sergio -, recuerdo que un día el profesor Tormo, el que daba las charlas dónde los jubilados, me comentó que se rumoreaba que si parte del capital de la empresa provenía de dinero negro de la ndrangeta – inmediatamente traduce -. Es la mafia de Calabria - Y antes de que le repregunten aclara -. Una región que está en el sur de Italia.
- Pues en las obras nunca vi a un solo espagueti - asegura Lisardo.
- ¡Nos ha jodido mayo! Como para dejarse ver si eran mafiosos - se burla Francisco – Esos tipos son como las avenidas del riu Sec, que sólo las sientes cuando se te lleva la corriente. Oye, Sergio, tú que eres hombre de letras, ¿te crees eso de que era dinero de la mafia?
- La verdad es que ya no sé qué creer. Entre lo que mienten, engañan y nos ocultan me parece que los ciudadanos de a pie sólo sabemos lo que quieren que sepamos que debe ser la mitad de la mitad.
- Hijo, no he entendido ni papa – se lamenta Francisco.
- Pues ayer oí en la tele a un ministro que decía que todo va muy bien – interviene Lisardo sin que su comentario venga muy a cuento.
- Y no mentía, Lisardo, no mentía, va muy bien… para algunos, incluido el ministro que decía eso – sentencia Francisco.