"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 26 de octubre de 2018

75. Errare humanum est


   La dueña del hostal sigue en sus trece de ser la causante de la muerte de Curro Salazar por no haber atendido la llamada del hijo del exsindicalista cuando le dijo que su padre estaba muy chungo. Al sargento le cuesta un imperio conseguir que la patrona se serene y deje de acusarse.
-Tranquilícese, señora Eulalia. Usted no tuvo ni arte ni parte en el fallecimiento de Salazar, se lo aseguro. Y ahora, por favor, prosiga su relato. Nos quedamos en el momento en que el hijo le avisó de que su padre estaba enfermo. ¿Qué hizo usted?
-Le contesté que en cuanto el trabajo me diera un respiro llamaría al centro de salud del pueblo.
-¿Y llamó?
   Es preguntar eso y el llanto de la patrona vuelve a resonar en la cafetería ante el desconcierto de empleados y clientes. Y una vez más el sargento ha de esforzarse para calmar a la dueña y procurar que se serene.
-Por favor, señora Eulalia, cálmese, le repito que no es en absoluto culpable de la muerte de su huésped. Si el médico hubiese llegado antes no sabemos si hubiera podido hacer algo por él. Ahora lo que tiene que hacer es serenarse y contarme lo que pasó después de que Francisco José le dijera que su padre estaba mal.
   La patrona se limpia las lágrimas, bebe un sorbo de la tila que le ha traído una empleada y entre hipos que se esfuerza por controlar prosigue su relato.
-Como le conté, cuando el chico me dijo que su padre estaba chungo –emplea reiteradamente ese vocablo porque sabe que esa voz, desusada en el habla del levante español, significa de mal aspecto, en mal estado y no que alguien se esté muriendo- estábamos en la mitad del primer turno para la cena y al faltar una camarera íbamos todos de cabeza porque no dábamos abasto. Y la verdad, y es algo que no me lo perdonaré mientras viva, se me olvidó el aviso del chaval. Un rato después, como una media hora más tarde, volvió el chico para preguntarme si había avisado al médico, pero fue cuando me dijo que si podría ayudarle alguien a subir a su padre a la cama porque estaba tirado en el suelo cuando me asusté. Le pedí a Juanito, el chico de la barra, que nos acompañara y subimos a la habitación…
   La señora Eulalia se toma un respiro y vuelve a tomar otro sorbo de tila. El guardia civil no le mete prisas y espera pacientemente a que retome su relato.
-Entramos en la habitación y me quede de piedra al ver al señor Martínez, que en gloria esté, espatarrado en medio del cuarto. Entre los tres lo cogimos y lo acostamos. Luego, cuando me serené, le tomé el pulso, puse el oído en el pecho y no escuché latir el corazón… Fue entonces cuando adiviné que el pobre hombre había pasado a mejor vida. Después envié al chaval y a un camarero a buscar la ambulancia del SAMUR de la playa que resultó que no estaba y entonces alguien, no recuerdo quien, llamó al 112… y el resto ya lo sabe.
-Bien, ¿vio u oyó algo o a alguna persona que le llamara la atención? Piénselo.
   La patrona entrecierra los ojos para concentrarse y trata de evocar cuanto pasó a su alrededor en esa fatídica tarde.
-Pues que recuerde, no, sargento, pero si me viniera algo a la cabeza se lo diría en seguida.
-Me interesa mucho que indague entre sus clientes y empleados si alguien vio al extranjero que, según los primeros testigos, estuvo ayer por la tarde en la habitación 16. Es alto, fuerte, moreno y habla mal el español. Por lo demás, hemos terminado. Mañana antes del mediodía se pasa por el cuartel para firmar la declaración.
   Los guardias civiles se vuelven al pueblo, todavía les queda trabajo por delante pues tienen que poner en limpio las declaraciones de los testigos que han interrogado hasta el momento: Rocío Molina, la única detenida por ahora, Anca Dumitrescu, Vicente Fabregat y Eulalia Betoret, más las declaraciones de los empleados del hostal, de los demás huéspedes y de los comensales que cenaron en el mismo la noche anterior. Cuando el sargento llega al modesto piso de la casa-cuartel que ocupa con su mujer y dos hijos aún pequeños, su esposa, mientras cenan, le pregunta:
-Hernando, ya sé que no te gusta que te pregunte por asuntos del servicio, pero… me ha llamado Teresa, la esposa de Manuel Pitarch, que como sabes me está enseñando a hacer encaje de bolillos, y me ha preguntado por lo de Vicentín. En su familia están muy preocupados. Teresa es prima hermana de los Fabregat y esa es una familia muy unida y sabes que cuando llegan los problemas es la familia la única que te apoya. También sabes que los Fabregat son partidarios de que la ropa sucia se lave en casa…
   La mujer conoce a su marido lo suficiente como para saber que no debe hacerle una petición concreta, por eso deja sin terminar su parrafada. Al suboficial le ocurre lo mismo, conoce lo bastante bien a su media naranja para saber que no le va a formular una pregunta concreta. El guardia civil vacila entre el deber de sigilo, el equilibrio conyugal y, sobre todo, la posición de su esposa en el complejo microcosmo social de la localidad. Tras pensarlo decide que lo mejor será, sin desvelar lo que sabe del caso, contar lo suficiente a su mujer para que calme a los Fabregat.
-Maripaz, eres consciente de que no puedo revelarte los pormenores del caso, más aún cuando ni siquiera he remitido a la Juez Instructora el atestado, pero… puedo decirte sin faltar a mis deberes que los Fabregat pueden estar tranquilos…, si no aparecen otros testigos que aporten más datos sobre el fallecimiento de ese pobre hombre que pudiesen cambiar lo que se sabe hasta el momento. Y ahora, vamos a acostar a los niños y yo haré lo mismo, hoy he tenido una jornada muy ajetreada.
   En la mañana del diecisiete el comandante del puesto de la Guardia Civil de Torreblanca remite a la titular del Juzgado de Instrucción número cuatro de Castellón el atestado con las declaraciones de los testigos del caso Pradera y solicita un vehículo para la conducción a dicho juzgado de la única detenida, Rocío Molina.
   En la misma fecha, en el Instituto de Medicina Legal de Castellón el forense ha terminado de practicar la autopsia del cadáver de Curro Salazar. Primero ha observado la parte exterior buscando indicios de la muerte. Después ha examinado los órganos internos. Ha practicado un corte en forma de Y en el pecho y abajo del abdomen. Asimismo, ha tomado muestras de tejidos para observarlas al microscopio. Luego ha mandado realizar un análisis toxicológico para verificar si hay drogas o productos químicos en la sangre, orina o saliva. Mientras ha llevado a cabo la operación ha ido describiendo en voz alta sus acciones para que las registre una grabadora que pende de un cable del techo, así como los indicios que encuentra. Al terminar, después de algo más de tres horas, ha devuelto todos los órganos al cuerpo y lo ha cosido. Finalmente, tras despojarse de la ropa de trabajo y lavarse meticulosamente se ha sentado para redactar un informe preliminar, a expensas de lo que digan en toxicología y el laboratorio que hará los estudios detallados en muestras de tejido. El atestado va dirigido a su señoría doña Isabel del Valle, titular del Juzgado de Instrucción número cuatro de la Audiencia Provincial de Castellón de la Plana.
   El Certificado Médico Legal, que es el documento que recoge los resultados de la autopsia practicada a Francisco Salazar Jiménez, establece como causa última de la muerte una contracción miocárdica que supuso la detención de la circulación de la sangre y que implicó la detención del suministro de oxígeno al cerebro durante más de diez minutos con efectos irreversibles. Lo que en lenguaje más reconocible se conoce como parada cardiorrespiratoria. El cadáver presenta dos costillas fracturadas, una de las cuales por un traumatismo de origen desconocido perforó la pleura lo que provocó un neumotórax traumático que, al no ser tratado a tiempo, puede situarse como causa remota del cuadro clínico que finalizó en la muerte diferida del fallecido. Asimismo, se detecta una agresión en el rostro del cadáver hecho por persona o personas desconocidas el día 15 de agosto de 2016, a las 17 horas aproximadamente, con el resultado de un hematoma, de 4 cm de diámetro por 1 cm de relieve, de color rojo localizado en las regiones supraorbitaria palpebral superior, palpebral inferior e infraorbitaria izquierdas y un edema traumático, de 4 cm de diámetro por 1 cm de relieve no cromatizado localizado en la hemirregión frontal derecha. Ambas agresiones pudieron coadyuvar a intensificar los problemas del neumotórax. Durante el acto quirúrgico se percibió un olor sui géneris y se tomaron muestras del tubo digestivo, de sangre, de orina y de tejido hepático para su posterior análisis por toxicología. Hasta que se realice el informe toxicológico no puede determinarse el impacto de una posible sustancia tóxica que coadyuvase al óbito. El informe termina especificando que el  fallecimiento ocurrió en el Hostal Los Prados de la población de Torrenostra (Torreblanca-Castellón de la Plana), hacia las veinte horas de la tarde del 15 de agosto de 2016, habiendo permanecido el cuerpo en el lugar del hecho hasta las 00,30 horas del 16 de agosto aproximadamente cuando se efectuó el levantamiento del cadáver.
   Cuando la juez del Valle lee la autopsia siente un escalofrío en el que se mezclan la emoción y el temor, va a ser su primer caso criminal y le preocupa no estar a la altura de las circunstancias. Afortunadamente para ella, el fiscal del caso es Joaquín Navarro, jurisconsulto con una dilatada carrera, que le podrá ayudar a cometer el menor número posible de errores. Aun así no puede menos que evocar el conocido latinajo:
-Errare humanum est –aunque al recordar la expresión latina completa hace una mueca de burla hacia sí misma pues la segunda parte de la máxima es sed perseverare diabolicum.

PD.- Hasta el próximo viernes