En
su retorno de Valencia al pueblo, la charla entre José Vicente y Lolita discurre
por sendas aparentemente intrascendentes, pero el tono ha variado radicalmente,
hay un trasfondo de sinceridad en lo que dicen, hablan sin tapujos como si
fueran amigos íntimos de toda la vida. Algo ha cambiado en su relación, tanto
que en un determinado momento Gimeno se sorprende a sí mismo contando a Lolita
los problemas con su novia. No es propio de él semejante actitud, es muy celoso
de su intimidad y de hecho no le ha contado a nadie sus dificultades y dudas. Lolita
le escucha atentamente. No le extraña lo que está oyendo, conoce muy bien la
pasta de la que están hechas las jovencitas del pueblo, de las que Pepita Arnau
es un buen exponente. Por momentos siente la tentación de dar algún consejo a
su camarada, pero se contiene. ¿Quién es ella para ir impartiendo consejos
sobre problemas sentimentales cuando es incapaz de desatar el nudo que mantiene
prisioneros sus sentimientos? Se calla y sigue escuchando. De pronto se da
cuenta de un detalle importante: en todo cuanto le relata José Vicente no le ha
oído referirse al amor, a la pasión, al cariño. Acaba de descubrir que su
compañero y jefe tiene novia, pero no está enamorado de ella.
Al
volver al pueblo, Gimeno se apresura a explicar a Pepita que el domingo de
Pascua tiene que ir a Castellón a la exhibición deportiva y folclórica que se
celebra para conmemorar el Día de la Victoria que cae justamente en esa fecha,
es un compromiso del que no puede zafarse. La joven se coge un teatral enfado.
- Me prometiste que iríamos a comer la mona
con mis amigas. Ya lo tenemos todo preparado. No puedes dejarme mal delante de
ellas. ¿Qué van a decir? Lo que tengas que hacer en Castellón seguro que lo
puedes dejar para otro día.
- Es verdad que te lo prometí, pero cuando lo
hice no había caído en la coincidencia de fechas. Y no puedo ir otro día. Ese
domingo es cuando se celebra la exhibición.
- Todo eso son excusas de mal cumplidor.
Entiendo que vayan las chicas de las danzas, pero tú no bailas, por lo tanto no
pintas nada. Si vas es para hacerte el chulito delante de todas esas
bobaliconas de la Sección Femenina con la estirada de Lolita al frente.
- Pepita, entiéndelo. Tengo que ir. No es por
mí, es porque soy el responsable del grupo de camaradas que van a bailar. Se
han ganado el viaje a pulso y no les puedo fallar.
- A unas muertas de hambre que bailan porque
no tienen nada mejor que hacer no les puedes fallar, pero a tu novia que la
zurzan. Nunca te creí capaz de hacerme un feo tan gordo, irte con las demás y
dejarme plantada. Te…, te odio.
- Que no, cariño, que no pretendo hacerte
ningún feo. Es un viaje oficial.
- No me vengas con excusas. Entre reunirte
con tus amigotes, y Dios sabe con quién, y pasar la tarde con tu novia eliges a
los primeros. ¡Pues vaya novio que tengo! Si lo sé a buena hora te hago caso.
- Pepita, soy el primero en lamentar esta
desgraciada coincidencia, pero piensa que la demostración seguramente no
volverá a repetirse, en cambio el año que viene será otra vez Pascua y podremos
ir a comernos la mona con quien quieras.
- No desvíes la conversación, que eso se te
da muy bien. Para mí la cosa está clara, o te vienes conmigo a comer la mona o
te vas con esa pandilla de desarrapadas.
- No me gusta que te pongas en ese plan. No
admito que me des un ultimátum.
- No te doy nada de eso que dices. Lo que te
digo es que o dentro o fuera.
- Ahora el que no te entiende soy yo. ¿Qué es
eso de o dentro o fuera?
- Te crees muy listo, pero si no lo entiendes
es que no lo eres tanto. Te lo diré de otro modo: o el domingo de Pascua estás
conmigo o no es necesario que vuelvas más a esta casa.
No
hay manera de que Gimeno convenza a su novia. Pepita está acostumbrada a
imponer su santa voluntad y no admite que se le lleve la contraria ni atiende a
ningún tipo de razones. José Vicente da por terminada la discusión cuando se da
cuenta de que quizá el calendario le haya brindado la oportunidad que buscaba
para que sea la joven quien rompa el noviazgo. Al día siguiente, en una de las reuniones
que tiene con Lolita para la preparación de la exhibición, le cuenta la bronca
que ha tenido con su novia.
- José Vicente, no es necesario que vengas.
Comprendo que Pepita prefiera que la lleves de sarao. Posiblemente ya tenga
organizada la fiesta de la mona con sus amigas. Yo no tengo esa clase de
compromisos y puedo apañármelas perfectamente. No se va a notar tu ausencia, no
te preocupes.
- Muchas gracias, Lolita, pero no debo
dejarte sola. Ya sé que eres perfectamente capaz de llevarlo todo adelante. Eso
ni se me ocurre ponerlo en duda, pero no quiero que los de la provincial puedan
pensar que no respaldo tu gestión si no me ven a tu lado. Por eso he de estar
junto a ti y tus chiquitas. A Pepita ya se le pasará el enfado y si no se le
pasa…
Gimeno no está en la merienda de la mona y a su regreso de la ciudad,
como si no hubiese pasado nada, se presenta en casa de los Arnau como todas las
noches. Está expectante por ver lo que pasa. ¿Mantendrá la jovencita el órdago
que le lanzó o se echará atrás? Cuando ve que no es Pepita quién le está
esperando sino su madre sospecha que su secreto deseo lleva camino de
cumplirse.
- Buenas noches, ¿qué tal señora Águeda?,
¿dónde está Pepita?
- Mi hija – contesta Águeda con gesto
avinagrado – dice que te dé esto de su parte - y le entrega un atadijo en el que Gimeno
reconoce algunas de las chucherías que le ha ido regalando a la joven durante
los meses del noviazgo.
- Y esto, ¿qué quiere decir? – José Vicente
se hace de nuevas y trata de contener su impulso de gritar de alegría.
- Ya lo sabes. Cuando se es novio de una
persona como mi hija y se quiere entrar en una familia como la nuestra no se le
puede hacer de menos, a ella y a nosotros. Pepita me ha dicho que te lo dejó
muy claro el otro día y que sabes a qué se refiere.
- Señora Águeda, quiero dejar patente que
siempre traté a su hija con el mayor de los respetos y que nunca le falté ni
hice nada que pudiera ofenderla y, por supuesto, jamás se me pasó por la cabeza
faltarles el respeto a ustedes – Gimeno es consciente de que se está
arriesgando a que sus palabras puedan forzar una vuelta a la normalidad, pero
tiene gran interés en que quede nítidamente claro que quien rompe la relación
es Pepita.
- José Vicente no tengo nada más que decirte.
- ¿Podría hablar con Pepita? – Todavía echa
un último y peligroso envite. Ojalá le salga bien.
- Ni quiere verte ni saber de ti.
Gimeno no insiste, no sea que termine echando por tierra su oculto
deseo. Al día siguiente la comidilla local es el rumor de que Pepita, la del
tío Braulio el del duro, ha roto su relación con José Vicente el de San Isidro.
Que la cosa parece que va en serio. Hasta se han devuelto los regalos y todo.
Alguna comadre se ofrece a Gimeno para hacer de correveidile y hablar con
Pepita y con sus padres para reparar los lazos rotos, José Vicente les da las
gracias y les dice que se las puede apañar solo. Con el paso de los días el
rumor pasa a ser noticia: la ruptura de Pepita Arnau y de José Vicente Gimeno
es un hecho consumado.
Lolita es una de las primeras en conocer la noticia del fin del noviazgo
porque el propio José Vicente se la cuenta. No es ninguna sorpresa para ella.
No le pregunta nada sobre la separación, se limita a musitar una frase
convencional:
- Lo siento, José Vicente.
- Pues yo, no. Tengo la sensación de que me
he liberado de una relación que no debí empezar nunca. Reconozco que al principio
Pepita me atraía, pero desde que se negó a aprender todo cuanto intentaste
enseñarle algo empezó a cambiar en mis sentimientos. Desde entonces el final
estaba cantado.
- ¿Estás diciendo que mi fracaso como
enseñante fue la causa de que se torciera lo vuestro? – inquiere Lolita un
tanto sorprendida y hasta un pelín molesta.
- No, de ninguna manera. Tú no has tenido
nada que ver con la ruptura. Al contrario, siempre he estado y te estaré
agradecido por tu ayuda, independientemente de que Pepita no la aceptara.
Lolita calla, pero la confesión de su jefe y amigo no le ha gustado.
Piensa que no es muy caballeroso hacer leña del árbol caído.