"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de abril de 2022

Libro III. Episodio 138. Pinkety

 

   El mediero de la finca, que los Carreño han comprado en San Martín, les enseña los conejos a los niños pues Pili le ha preguntado por qué están encerrados en jaulas.

   -Es que, si los dejo sueltos por el patio, excavan madrigueras y se escapan –les explica.

   -¿Señor Venancio, le importará regalarme uno cuando nos vayamos? Ese de color blanco y gris tan chiquito –pide Pili.

   -Hija, no es de buena crianza ir por ahí pidiendo cosas a la gente –le reconviene Julia-. A buen seguro que el señor Venancio ya tiene destino para el conejito.

   La pequeña no insiste, pero su carita lo dice todo, pese a sus casi nueve años sabe bien cuál es el destino del conejo, terminar en una cazuela o en un espetón pero, después de lo que ha dicho su madre, desiste. Los demás niños se lo pasan en grande persiguiendo a las asustadizas gallinas y el colofón lo viven cuándo Venancio los sube, uno a uno, a grupas de la pollina y les da un corto paseo.

   Explorando los alrededores del cortijo, los pequeños han descubierto una balsa mediada de agua. Buscan al mediero que continúa hablando con sus padres, tienen algo que preguntarle.

   -Señor Venancio, ¿podemos bañarnos en la balsa?

   -Si os dan permiso vuestros padres sí pero, no ahora, por las noches todavía refresca y el agua está fría. Cuando volváis en verano.

   -Papá, ¿nos dejarás bañarnos en verano? –pregunta Álvaro, que es el portavoz de la chiquillería.

   -No se preocupe, señor Julio, el agua no los cubre salvo a la chiquitaja –le tranquiliza Venancio.

   -Cuando llegue el verano, si os habéis portado bien, no habéis hecho ninguna trastada y habéis sacado buenas notas, igual os dejo –acepta Julio.

    Más tarde, los padres acompañados por el mediero y su esposa, que hasta el momento no había aparecido, les acompañan a visitar el cortijo. Es un edificio del siglo pasado, de feísimo aspecto exterior con altas paredes de ladrillos, rejas enmohecidas rematadas por pequeños círculos y un escudo de piedra, corroído por el tiempo, encima de la puerta, ventanas con cristales rotos y algunas con las fallebas desaparecidas. Por dentro está bastante mejor: patio con flores, habitaciones con zócalos de azulejos verdes y azules, puertas deslustradas de pino…, pero todo desprende una sensación de paz y de cierta armonía. Tras el recorrido, los Carreño comentan alguna de las particularidades del edificio.

   -A esta casa se le puede sacar mucho partido. De entrada, tiene muchos metros cuadrados y eso es fundamental. Me voy a traer un día a mis socios de Interplás a ver qué nos aconsejan para lavarle la cara a este caserón sin que nos cueste demasiado –sugiere Julia.

   -Por dinero no te preocupes, cariño –afirma Julio sacando pecho.

   De pronto aparecen los niños, capitaneados por los dos mayores, que se dirigen a su padre.

   -Papá, Pili dice que a la finca la podemos llamar la Pelona, como la mula que tenías. A mí me parece que es un nombre muy feo y que si le ponemos algún nombre debe de ser la finca de los Carreño –expone Álvaro.

   -O de los Julios, que es el nombre de los papás –apunta Julián.

   -Hablando de nombres, ¿cómo se llama la finca, señor Venancio? –pregunta Julio.

   -Tie un nombre mu raro porque los primeros dueños paece que eran ingleses. Le decían Pinkety.

   -¿Y eso qué quiere decir en cristiano? –pregunta Julia.

   -No sé dar fe, señora, ya he dicho que los amos que le pusieron el nombre eran extranjeros, y la gente de pai fuera ya se sabe, van a lo suyo y no dan explicaciones a naide.

   -¿Os gusta el nombre de Pinkety? –pregunta Julio.

   -A mí me suena a nombre de herbicida –opina su esposa-, pero a falta de otro nombre podríamos mantenerlo.

   -Chicos, este verano vais a pasar una quincena, al menos, en Pinkety –El aplauso de la chiquillería es general, aunque Pili levanta la mano.

   -A mí el nombre de la Pelona me gustaba más, pero si mamá lo dice…, pues Pinkety.

   El domingo de Pascua, los Carreño regresan a Plasencia. El viaje ha sido muy satisfactorio, especialmente para los niños que han encontrado un pequeño paraíso en la finca. Una vez en la ciudad, la familia se sumerge en el habitual convivir del día a día. Julio, cuando no está de viaje, retoma sus costumbres habituales: por la mañana trabaja en la droguería, almuerza, vuelve a la tienda y cuando cierra vuelve a casa para estar un ratito con la familia, cena y luego suele ir al casino.

   Hoy es uno de esos días en el que las noticias sobre Rusia, que al único tertuliano que parecen importarle es al doctor Lavilla, son un tanto confusas. Al parecer, un marxista llamado Lenin pretendió dar un golpe de estado contra el gobierno provisional, pero fracasó y tuvo que huir, aunque ha regresado a Rusia y ha iniciado otro golpe de estado al que califica de bolchevique. Como explica Lavilla, la insistencia del gobierno provisional en continuar la guerra impide la aplicación de las reformas que exige la población;​ la ausencia de estas provoca que el programa bolchevique, reflejado en sus consignas, Paz, pan y tierra y Todo el poder para los sóviets, gane partidarios rápidamente.

   El curso 1916-1917 ha terminado y Álvaro regresa a casa. Es recibido como un héroe victorioso pues ha aprobado todas las asignaturas de primero de bachillerato con excelentes notas. Para sus hermanos es más líder que nunca; hasta la siempre díscola Pili tiene que aceptar que su liderazgo no tiene punto de comparación del que dispensan al tato el resto de hermanos, entre los que Julián y Jesús son los que mejor aceptan la jefatura de Álvaro.

   Como les había prometido Julio, la familia se prepara para el veraneo que han decidido dividirlo en dos mitades: el mes de julio lo pasarán en la localidad onubense de Punta Umbría y agosto en la finca de San Martín. A primeros de mes, Julia, con la inestimable ayuda de Paca, se lleva a todos los niños a la playa. Los Carreño han alquilado un chalé en las proximidades de la Playa de la Bota que tiene arenas limpias, finas y doradas, y es muy apta para dar agradables paseos a cualquier hora del día. También es un buen sitio para los que buscan la bondad de un clima atemperado por el mar y la ría que circundan la bella población marinera.

   Una vez instalados, la familia Carreño se sumerge en la fácil vida del veraneante, solo salpicada por los pequeños problemas que comporta la vigilancia y cuidado de seis niños. Julia deja a las dos más pequeñas, Eloísa y Concha, en manos de Paca, y ella se encarga de los otros cuatro a los que da instrucciones precisas de cómo deben comportarse, sobre todo en el mar.

   -… y recordad, no debéis de entrar en el mar sin poneros los corchos, y nunca debéis de llegar adonde os cubra el agua más allá del pecho. Si no me veis, tenéis que seguir siempre las órdenes de vuestro hermano mayor, que es el que manda cuando no estoy yo ni Paca…

   -Y si Álvaro tampoco está, ¿quién es el que manda? –pregunta Pili.

   -Tú, naturalmente –Eso es lo que quería oír la chiquilla, a la que sin embargo no le gusta un pelo lo que añade su madre-, pero sin que se te ocurra hacer ninguna trastada.

   -Pero, mamá, Pili es una chica, ¿por qué tenemos que obedecerla? –protesta Julián.

   -Porque cuando no esté el tato es la mayor. Las chicas también tienen cabeza y saben usarla tan bien como los chicos.

   Pronto, la vida de los Carreño se hace rutinaria. Hacia las once se van andando a la playa, buscan un espacio en el que no haya gente cerca, instalan el parasol y dos sillas de tijera para Julia y Paca, extienden las esterillas de junco en la arena, se despojan de la ropa y se quedan con los bañadores que ya llevan debajo. Los chicos usan unos amplios calzones hasta las rodillas y las niñas maillots de lo más decoroso. Julia también luce un bañador de cuerpo entero y Paca, que de ninguna manera quiere ponerse el maillot que le ha comprado Julia, cuando se baña lo hace con la combinación que se le pega provocativamente al cuerpo como una lapa.

   Los niños han hecho amiguitos, lo que ha llevado a Julia a tener que entablar relaciones con sus padres. Se trata de un matrimonio sevillano que hace años veranea en Punta Umbría. El padre tiene una tienda de telas y la madre se dedica a las labores propias de su sexo, eufemismo usado para no decir ama de casa. Los González, así se apellida la familia sevillana, tienen tres críos que se han emparejado con los pequeños Carreño por rango de edades. La niña mayor es de la edad de Álvaro, el chico de la de Pili y el tercero, que tiene cuatro años, va siempre detrás de Julián y Jesús. Todos se llevan razonablemente bien, a excepción de la rebelde Pili que se empecina en ir con los dos mayores. Mientras los chiquillos juegan a construir castillos de arena o se hacen ahogadillas, las madres charlan distendidamente.

   -No sabes lo que te envidio, corasón, has pario seis churumbeles, tenemos casi la misma edá y a tu lao paresco tu mare. Mantienes un tipaso de quitar el hipo.

   -¡Qué manera de pasarse! Luego os quejáis los andaluces de que os ponen fama de exageraos.

   -De exagerá, na. La verdá y na más que la verdá. Y una curiosidá, tu marío te deja sola aquí un mes, ¿y no se pone seloso?

   -¿Por qué iba a ponerse celoso? ¿A dónde va a ir una madre con seis criaturas detrás?

   -Sí, sí, pero ¿t´as fijao en cómo te miran los gachós?, se te comen con los ojos.

   -Ya será menos, Rocío.

   En tanto Julia y los niños veranean en Punta Umbría, Julio sigue en Plasencia bregando con las tiendas. Al no estar su mujer, le presta más atención a Merche, la casquivana dependienta, aunque se ha dado cuenta de que ahora parece serlo menos. Es aún mayor su sorpresa cuando ante sus primeras insinuaciones la reacción de la joven no es la que esperaba.

    -Me disculpará, jefe, pero me he echao novio formal y no está bien que ande coqueteando y más con un hombre casao. Mi chico es muy celoso y si llega a enterarse de que no me porto como es debido puede pasar de to. No sabe cómo se las gasta mi Fernando.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 139. Mientras los Carreño veranean nace la URSS