"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 17 de mayo de 2019

Capítulo 25. ¿Y los autores intelectuales? .- 104. En la España profunda no hay fiesta sin toros

   A las diez y media del 25 de agosto, la cuadrilla de jubilados que están veraneando en Torrenostra se reúnen en el apartamento del hijo de Álvarez para que Jacinto Grandal les cuente lo que no le dio tiempo a explicarles la tarde anterior.
-Veréis, volvemos a estar en un pequeño impasse en la investigación. El estancamiento está producido porque seguimos sin saber qué pasó en la habitación de Curro Salazar entre las 15,30, en que Anca retiró la bandeja del almuerzo, y las 17.40, hora en que Rocío va a entrar en el cuarto y no lo hace al ver al Chato. En esas dos horas y pico está la clave de la muerte del gaditano. Y entre los individuos que le visitaban con cierta asiduidad, ¿de quiénes no sabemos nada de lo que hicieron el día de autos? Pues de Pacheco y de Sierra. Bueno, y también ignoramos qué hizo el Chato pues aún no ha declarado.
-Lo que dices no es ninguna novedad, llevas manteniendo esa teoría hace tiempo –recuerda Manolo Ponte.
-En efecto, pero los acontecimientos se están precipitando y el final de nuestras vacaciones está a la vuelta de la esquina. Y supongo que no querréis que nos vayamos de aquí sin desentrañar qué le pasó al pobre Salazar y quién o quiénes se lo cargaron.
-Bien supuesto, al menos por mí parte y supongo que por la de los demás –afirma Ponte que, como el más viejo del grupo, suele arrogarse la representación del resto.
-La Jueza de Instrucción ha citado a Pacheco y a Sierra, en una fecha que todavía desconozco, para que vuelvan a declarar basándose en nuestras investigaciones que han confirmado que ambos individuos fueron vistos en Torrenostra el día de autos. Algo que en su primera declaración negaron de forma tajante, al menos Pacheco. Sierra fue más hábil y esquivó la pregunta de la jueza. Si ambos estuvieron aquí el día de la Asunción hay más de un noventa y cinco por ciento de probabilidades de que también estuvieran en la habitación de Curro. ¿Por qué no les vio nadie en el hostal? No sé la respuesta, pero apostaría diez contra uno a que estar, estuvieron.
-¿Y por qué quieres hablar con ellos?, ¿eso a qué conduce? –pregunta Amadeo Ballarín.
-Conduce a que desconfío de la habilidad de la jueza para sacarles la verdad a dos individuos listos y con la suficiente mano izquierda como para torearla.
-¿Crees que la juez es de las moldeables? –pregunta con malicia Luis Álvarez.
-En principio, no. Por lo que sé de ella es honesta, competente y trabajadora, pero también es inexperta y eso es lo que me preocupa. Por eso me he propuesto hablar con Pacheco y Sierra de forma particular y, a ser posible, antes de que declaren en el Juzgado de Instrucción.
-¿Y eso es legal, puede hacerse? –inquiere Ballarín.
-Legal no es. Sobre si puede hacerse es lo que averiguaremos. Amadeo, tú fuiste quien fotografió a ambos la primera vez que declararon, ¿guardas alguna copia de esas fotos?
-Mejor que unas copias, en la memoria de mi cámara tengo las fotos originales –responde Ballarín.
-¿Puedes mandarlas a mi móvil?
-Lo hago ahora mismo. Bueno, lo haré en cuanto encuentre un cable para conectar la cámara con mi móvil o directamente con el tuyo.
-¿El cable ese lo tienes aquí?
-Creo que sí, suelo guardarlo en la bolsa de las cámaras. Voy a mi habitación a ver si lo encuentro.
-Me valen también las copias de papel que seguramente guardáis algunos de los que estuvisteis en aquella operación, y las quiero para no tener ningún problema en reconocerlos. Pienso ir a Castellón cuando lleguen esos pájaros y forzarles a que hablen conmigo antes de hacerlo con la jueza.
-¿Y cómo conseguirás que hablen contigo? –se interesa Ponte.
-Estoy ideando un plan del que todavía me faltan por perfilar algunos flecos, en cuanto lo tenga cerrado os lo contaré. Ah, para ese viaje a Castellón necesitaré a alguno de vosotros.
-Sabes que todos estamos a lo que digas; vamos, digo yo –afirma Ponte mirando al resto de sus camaradas cuyo asentimiento es general.
   Grandal cambia de registro y hace un comentario que no cuadra en absoluto con lo que estaba hablando hasta el momento.
-Me ha parecido notar que se ven menos coches y que también ha disminuido el número de gente en la playa, ¿es así o son figuraciones mías? Lo digo porque Marina d´Or sigue tan lleno como lo estaba en la primera quincena del mes.
   El que contesta es Pedro Ramo hasta ahora silente:
-Eres un buen observador, Jacinto. Aquí el pico de veraneantes se registra desde la segunda semana de julio hasta el veinte de agosto. A partir de esa fecha, los que son de aquí se suben al pueblo para no perderse las fiestas y el número de forasteros también decae. Esta playa, en cuanto concurrencia, no tiene nada que ver con Orpesa, Alcossebre o Benicàssim, donde el veraneo dura prácticamente tres meses o más. Es el mayor problema que tienen los negocios instalados en Torrenostra, que su temporada veraniega es mucho más corta que la habitual.
-Lo he traído a colación – se justifica Grandal- porque he pensado que al haber menos gente quizá el personal de bares, restoranes y chiringuitos tenga más tiempo para mirar con mayor atención las fotos de Pacheco y de Sierra, y si recuerdan haberles visto por aquí el día de la Asunción. Lo digo porque cuando hace unos días hicisteis la primera ronda de reconocimiento os quejasteis del poco caso que os hicieron camareras, empleados y demás personal. ¿Todavía guardáis copias de las fotos?
   La respuesta es negativa. En esas reaparece Ballarín luciendo en su mano el cable conector para pasar las fotos de su cámara al móvil de Grandal.
-Amadeo –le pide Grandal-, tendrás que subir al pueblo porque vamos a necesitar más copias en papel de los dos pájaros sevillanos. En cuanto las tengamos os vais a desplegar por todos los establecimientos de la playa enseñándolas, a ver si esta vez tenemos más fortuna.
-¿Cuándo hacemos la operación? –quiere saber Álvarez.
-Cuando podáis, pero hoy mejor que mañana. Nos quedan cinco días.
-Seis, agosto tiene 31 días –precisa Ballarín.
-Chelo quiere marcharse el 30, dice que el último día nos encontraremos con caravana y si algo le pone de los nervios son los atascos, por eso a mí me quedan cinco días. En cuanto al viaje a Castellón se trata de buscar a Pacheco y Sierra en el hotel en el que estuvieron hospedados. Es bastante probable que vuelvan al mismo. Necesito que uno de vosotros, el que quiera o pueda, me acompañe por si en algún momento tengo que dejar el coche y en la ciudad aparcar es un problema. ¿Algún voluntario?
   Todos, menos Ramo, levantan la mano.
-Gracias, pero no esperéis que elija yo. Todos me valéis, o sea que decidid vosotros.
   Tras un breve diálogo, al final deciden que sea Ballarín el acompañante por si acaso necesitara hacer más fotos. Los demás subirán al pueblo a hacer las copias y, de paso y a sugerencia de Ramo, este les enseñará cómo construyen la artesanal plaza de toros pues hoy comienza la tradición más arraigada de las fiestas: los toros. Mientras Grandal y Ballarín enfilan la AP-7 en dirección sur, camino de la capital de La Plana, Ponte, Ramo y Álvarez después de hacer las copias en una tienda de fotos se acercan a la Plaza Ramón y Cajal.
-Yo creía que se llamaba Plaza de la Iglesia.
-Y mucha gente sigue llamándola así. Otros la llaman la Plaza Mayor. Y ha tenido más nombres, pero su denominación oficial es la de Ramón y Cajal –explica Ramo.
   En la plaza hay un aparente caos de gente que se mueve alrededor de lo que van a ser los tendidos de la eventual plaza de toros. Ramo les cuenta que antiguamente la plaza se construía con los carros de los labradores encima de los cuales se asentaban unas tablas que hacían de basamento para las sillas traídas de casa y donde se aposentaban las mujeres. Los hombres estaban sentados en el borde de la tablazón mirando hacia el ruedo, en este caso un rectángulo, mientras los jóvenes estaban bajo en el coso.
-¿Y qué toreros actúan?, supongo que serán novilleros de los que empiezan la carrera –pregunta Ponte.
-¡Que va!, salvo en contadas ocasiones no vienen profesionales del toreo, los que torean a los astados, casi siempre una vaca o un torete de no demasiados kilos, son los jóvenes que gritan y hostigan al animal para que arranque contra ellos, entonces se refugian de un salto en las traviesas que forman la delantera de los carros mirando hacia la plaza o se meten entre los pivotes que ayudan a sostener la tablazón de los tendidos. Eso sí que no ha cambiado, ahora se hace igual que como se hacía medio siglo antes. Ah, y torean sin usar capotes, muletas y demás útiles propios del arte taurino, lo hacen a pecho descubierto. A todo eso, oficialmente estas actuaciones no son corridas ni siquiera novilladas, en lenguaje administrativo se le llama exhibición de toros y vacas, única forma de obtener los permisos necesarios. Forman parte de una tradición muy arraigada: bous al carrer o toros en la calle.
-Oye, Pedro, y esas construcciones más altas que hay en la zona que mira a la iglesia, ¿qué son? –inquiere Ponte.
-A eso se le llama cadafal, literalmente cadalso en castellano, unas plataformas que antes se hacía de madera y ahora con estructuras metálicas, y que en un coso convencional serían las gradas y andanadas.
-¿Y cuándo empiezan los toros?
-Esta misma tarde. A mí siempre me resultaron aburridos, de los toros lo único que me gustaba era la entrà i la eixida, que son una especie de encierros pamplonicas, salvando las distancias. A las doce se suelta la torada y los animales, por la calle San Antonio, recorren los trescientos metros desde un corral provisional hasta la plaza, es lo que se llama la entrà o entrada. Por la tarde, tras torear al último animal se les saca por el mismo recorrido, es lo que se llama la eixida o salida. Los mozos corren delante y detrás de la manada al estilo de los Sanfermines, pero poniendo más metros entre ellos y los astados.
-Eso se hace en muchos pueblos de España –asevera Álvarez.
-Por descontado. En la España profunda no hay fiesta sin toros –sentencia Ramo.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 105. ¿Y qué pasa con los autores intelectuales?