Grigol Pakelia, una vez recibido el mandato
de llevar adelante el plan B, se dispone a ejecutarlo. Lo único que le extraña
de la orden es que le han dicho que ya no haga más llamadas al número que le
habían facilitado para preguntar si cenaban esa noche. Se encoge de hombros,
los tipos que le han encargado el trabajito sabrán lo que se hacen.
Inmediatamente
comienza a diseñar el plan para la eliminación de Curro Salazar que desde ese
momento pasa a ser el objetivo. Hace
una lista de los aspectos que tiene que planificar. Reconocer el escenario en
el que el objetivo desarrolla su vida. Enterarse de cuál es su rutina diaria:
si se baña, si toma el sol, si pasea por la playa, donde come, que bares
frecuenta, si va solo o acompañado, si se echa la siesta, si sale por la noche…
También cavila sobre el medio a utilizar
para ir hasta Torrenostra y el que va a emplear para escapar. Si será mejor ir
solo o acompañado. Que armas va a emplear para la eliminación del objetivo. El
momento del día más idóneo para ejecutar el trabajo. ¿Debería disfrazarse o ir
tal cual es? Algo que no le preocupa es el calendario, los que le han encargado
la operación solo le han dicho que la ejecute cuanto antes, pero no le han
marcado ningún plazo concreto.
Lo
primero que piensa realizar es desplazarse a Torrenostra para inspeccionar el escenario
en el que vive Salazar. Puede ir por tierra o por mar, como hizo la primera y
única vez que estuvo en esa playa. Se
dice que un viaje en lancha podría resultar problemático y dejaría muchos
rastros pues tendría que alquilarla. Lo descarta, viajará en coche ya que el
lugar cuenta con dos accesos que le ofrecen rápidas vías de escape: la N-340 y
la AP-7. También descarta emplear su propio vehículo, lo mejor será robar uno
para no dejar huellas. En cuanto a llevar compañía lo más adecuado sería ir
acompañado de una mujer, las parejas son lo más habitual en una playa y por
tanto no despiertan ningún recelo. Recurre a lo que tiene más a mano, a Alessia.
Había resuelto olvidarse de la italiana porque no ha conseguido llevársela a la
cama, pero como ahora la necesita será cuestión de volver a ponerle buena cara.
Cuando la llama se encuentra con la desagradable sorpresa de que se ha vuelto a
Italia. Lo que más le fastidia no es que se haya largado, sino que se ha ido
sin despedirse. Tendrá que ligarse otra. El azar viene en su ayuda cuando la
camarera de uno de los bares que suele frecuentar comenta que, contra toda
lógica empresarial, su patrón le ha dicho que puede librar a partir del
mediodía. No se lo piensa dos veces.
-Si al final
de la mañana estás libre hoy es tu día de suerte, te invito a pasarlo en una
playa cercana, Torrenostra, y que es estupenda. Almorzaremos en un buen
restorán y luego disfrutaremos de playa, paseo en moto náutica y por la noche
cena donde te pete.
-Y todo ese
paquete, ¿a cambio de qué? –inquiere la joven con desconfianza.
-De nada,
solo de tu compañía. La invitación obedece simplemente a que me caes bien y
estoy más solo y aburrido que una lapa. Me basta con tener alguien con quien
charlar.
Y así quedan. Pakelia piensa que en principio
le debe valer con Elvi, que supone que es una contracción de Elvira, como
pareja para comenzar a reconocer el terreno donde se mueve Salazar. El
siguiente paso es robar un coche, algo que le resulta sorprendentemente fácil,
le basta con darse una vuelta por las atestadas calles de Las Villas y termina
haciéndose con un modelo de bastante potencia pero muy común: un Ford Mondeo de
color champán. Ni siquiera tiene que violentar la puerta porque está abierto y
tampoco ha de hacer un puente pues las llaves las encuentra debajo de la
alfombrilla del asiento del conductor. En cuanto a las rutas hasta Torreblanca
puede ir por la N-340 o por la AP-7 accediendo a la autopista por la entrada de
Castellón o por la de Orpesa del Mar y desplazándose hasta la salida 44 que es la
que conduce a Torreblanca. También descubre en Google Maps que desde Orpesa se
puede ir en coche a Torreblanca por un camino rural llamado Camí l´Atall y que otro camino con
idéntico nombre, no le ha quedado claro si es el mismo, enlaza Torrenostra con
Alcossebre, por lo que si fuera necesario podría eludir pasar por el centro de Torreblanca.
Un dato a tener en cuenta para trazar el plan de huida.
En cuanto a disfrazarse se dice que para una
primera misión de reconocimiento no será necesario. Bastará con que cubra su
negro cabello con una gorra que no sea muy llamativa y que oculte parte de su
rostro con unas amplias gafas de sol. Ahora le resta pensar en donde va a
almorzar con Elvi. Duda entre llevarla a un restorán de Las Villas u Orpesa,
pero tras pensarlo opta por almorzar en alguno de Torrenostra, así comenzará a
dominar el escenario de su trabajo. Incluso va más allá, llama al hostal donde
se hospeda Salazar para encargar una reserva a mediodía para dos. No se
sorprende cuando le dicen que está todo reservado. Le ocurre lo mismo en los
dos establecimientos siguientes a los que llama. En el tercero encuentra mesa
libre. Almorzarán en el restorán El Marítim, que por lo que ve en internet está
en una de las calles perpendiculares al mar, quizá por eso todavía tiene mesas
libres. Respecto a la cuestión de las armas a utilizar para la eliminación del objetivo
lo deja para una fase posterior. De todas formas, como hombre precavido, coge
el cable de fibra que utiliza como arma de estrangulamiento y de corte con el
que asfixiar o degollar a alguien hasta la muerte, dado que abulta poco y pesa
menos. Cuando está preparado, coge las llaves del Mondeo y se dirige a recoger
a Elvi. La joven ya lleva el biquini puesto y también lleva una transparente bolsa
de mano en la que se adivinan una toalla y demás complementos para el baño.
-¿Dónde
vamos a comer? –pregunta la muchacha.
-Te voy a
llevar a un restaurante de Torrenostra donde me han dicho que se come muy bien.
-No conozco
esa playa, me han contado que no está mal, pero que tiene poca movida.
-Mejor, así
estaremos más tranquilos.
Pakelia opta por hacer el primer recorrido
hasta Torrenostra por la N-340. Lo primero que anota es que se trata de una
carretera que soporta un denso tráfico, tanto de turismos como de camiones, lo
que lentifica extraordinariamente el recorrido. Además, entre Benicàssim y
Orpesa hay un pequeño puerto que suma lentitud a la marcha. Tras pasar este
último pueblo hay una zona con continuos caseríos al borde de la vía lo que
supone que abunden los tramos en los que la velocidad máxima se reduzca
extraordinariamente. Decididamente, la nacional 340 no parece la vía más
adecuada cuando se tiene prisa. Entra en Torreblanca y sigue la ruta que marcan
los rótulos con la indicación de Playa. Los indicadores le conducen a una
carretera comarcal que le lleva hasta Torrenostra. “Huir por aquí puede
convertirse en una ratonera”, se dice el georgiano. Aparca en un descampado que
está repleto de coches y se acercan al mar que está a poco más de cien metros. Se
topan con unas bonitas playas en las que se ve bastante gente, pero que al lado
de las aglomeraciones de las playas de Las Villas tienen todavía mucha arena
sin ocupantes. Toman un aperitivo en el único chiringuito que hay dentro del
propio espacio playero.
-¡Que guay!
–exclama Elvi- solo hay un chiringuito en toda la playa. Estaba convencida de que
sitios así no quedaban. Cuando lo cuente en el trabajo no se lo van a creer.
-Ya te dije
que ibas a pasar un día fenomenal –alardea Grigol como si fuera un conocedor a
fondo de unas playas que pisa, prácticamente, por primera vez.
Como no tienen prisa pues ha hecho la
reserva para las tres, los disparatados horarios de las comidas de los
españoles es algo que al georgiano le costó asimilar, deciden darse un garbeo
por el paseo marítimo. Paseando en dirección sur pasan delante de un espigón
que da paso a una nueva playa bastante más grande que la anterior y en la que
también hay muchos más bañistas, aunque sigue habiendo mucha arena vacía. El
paseo tiene para Pakelia una finalidad: llegar hasta donde se aloja Salazar.
Cuando otro espigón marca el límite de la playa grande y el comienzo de otra
más chica donde se encuentra un pequeño fondeadero, sabe que está frente al
hostal donde se hospeda su hombre. Encuentran un hueco en la terraza y se
sientan a tomar unas cervezas. El georgiano lo mira todo con nuevos ojos, va
tomando mentalmente notas del escenario en el que tendrá que trabajar en un
corto plazo. El hostal da a tres calles, el paseo marítimo es uno, otra es una
corta calle perpendicular al mar y la tercera es un callejón también perpendicular
al mar que parece ser solo peatonal. Solamente se puede entrar al
establecimiento por esos accesos pues a unos doscientos metros se acaban las
edificaciones y lo que viene a continuación es un espacio libre de edificios.
Debe de tratarse del Parque Natural de Cabanes-Torreblanca, se dice, por lo que
ha visto en Google. Cuando lo ha grabado todo en su mente e incluso ha hecho
unas fotos con el móvil, le dice a Elvi:
-Preciosa,
es hora de la pitanza –la primera vez que oyó esa expresión le tuvieron que
explicar que era sinónimo de alimento cotidiano y como le gustó la usa
habitualmente-, conque andando que luego es tarde –otro dicho popular que
también le encanta usarlo.
PD.- Hasta
el próximo viernes.