"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 30 de julio de 2013

1.21. Ramadán en verano

    El ruido de la puerta al abrirse despierta a Lorena que, a falta de algo mejor, se pasa el día en la cama o viendo la tele. Se levanta y tal como está, desgreñada y con una camiseta por toda vestimenta que apenas le cubre las caderas, sale a la pieza que completa, con la habitación, el baño y una mini cocina, la vivienda. Sergio se ha dejado caer en el desvencijado sofá que es el mueble más aparente de la sala.
- ¿Te han dado el currele? - pregunta esperanzada.
- ¡Qué va!
- ¡Mierda! ¿Y qué han dicho esos soplapollas?, ¿por qué no te han cogido?
- Esos tíos nunca explican nada o si lo hacen es como si hablaran para marcianos: que no das el perfil, que no estás cualificado, que te falta experiencia, que… y mil chorradas, porque no son más que chorradas.
- ¡Mierda, mierda y mierda! ¿Y qué vamos a hacer?
- La verdad, churri, es que no tengo ni pajolera idea - contesta un Sergio totalmente derrotado.
- Pues vaya mierda - Parece que la expresión escatológica se haya quedado pegada a la boca de la mujer -. ¿Y qué vamos a hacer? - vuelve a repetir.
- Seguir como hasta ahora, no queda otra. Que mis padres sigan ayudándonos a pagar el alquiler de esta pocilga, que los tuyos nos sienten a su mesa, y arreglarnos como podamos con los ocho talegos y pico del subsidio de paro.
- Cojonudo, ¿y todo eso cuánto va a durar? Para empezar, no sabemos cuándo tus viejos se van a cansar de darnos money para el alquiler.
- Por eso no te preocupes, churri. Mis padres nos ayudarán hasta que podamos bandearnos solitos.
- Que cándido eres, Sergio. También tus viejos dijeron que nos ayudarían a pagar las letras del carro hasta que se achantaron. Cualquier día harán lo mismo con lo del alquiler. Y mis viejos también están machacados. Una cosa es que papeemos allí alguna que otra vez y otra que vayamos la mitad de los días. Joder, Sergio, que ya no somos unos críos, que tengo las tetas caídas y arrugas en la cara. No podemos seguir de pringaos.
- ¿Y qué sugieres, reina mora?

   Cortan el diálogo al oír los golpes, alguien está aporreando la puerta pues el timbre hace tiempo que dejó de funcionar. Sergio se sorprende al abrirla. Quién llama es un hombre con una frondosa y descuidada barba que sonríe al verle. Enseguida lo reconoce, es Bachir, un marroquí que trabajó con él durante un tiempo.
- Sergio, ¿estar bien? Vengo a hablar con mi amigo Sergio.
- Pasa, Bachir, pasa, como si estuvieras en tu casa.

   El norteafricano hace intención de entrar, pero al ver a Lorena semidesnuda se queda quieto como una estatua de hielo al tiempo que desvía la mirada.
- Mejor no entro, no molestar a mujera. Te espero bajo en bar. Quiero hablar con mi amigo Sergio de negocios. Yo estaré en bar - repite.
- Espérame allí que ahora mismo bajo.
- ¿De qué conoces a ese moro? – quiere saber Lorena.
- Trabajó con nosotros cuando currábamos para el señor Francisco. Al principio tuvo problemas porque algunos compañeros se metían con él, que si olía mal, que sí tenía piojos, que si no rendía tanto como los demás porque dedicaba mucho tiempo a sus rezos; en fin, que le hicieron la vida imposible. Dimas creía que no era mal tipo y que la mayoría de cosas que decían de él eran falsas, salvo lo de los rezos. Entonces lo pasó a mi cuadrilla.
- ¿Y cómo se portó el morito?
- Muy bien, resultó que era muy cumplidor y hasta, de vez en cuando, hacía alguna hora de más para compensar el tiempo de sus oraciones. Recuerdo que hubo un año en que el ramadán cayó en verano y…
- ¿Qué es el ramadán?
- El mes sagrado de los musulmanes, algo así como nuestra cuaresma, pero ellos se lo toman en serio. Ayunan durante todo el día, no sólo no pueden comer sino tampoco beber, hasta que llega la puesta de sol y entonces se atiborran. Pues como te decía, era agosto y Lorenzo le daba todo el día a base de bien, imagina lo que era para el pobre Bachir no probar ni una gota de agua con la calorina que hacía. Fue la única vez que lo vi flaquear, pero nunca escurrió el bulto a la hora de dar el callo en el tajo. En esos días se ganó el respeto de todos los tíos del equipo. No había vuelto a saber de él hasta ahora. Me bajo a ver que quiere.

    En poco más de media hora, Sergio está de vuelta.
- ¿De qué va el morángano ese? – se interesa Lorena.
- Entre que sólo chapurrea el español y que da más vueltas a la conversación que un trompo, no creas que he sacado mucho en limpio. Parece que quiere proponerme un negocio, pero antes de darme más detalles y llegar a un acuerdo tengo que hablar con sus amigos.
- ¿Negocio? Vaya, también sería la rehostia que arrambláramos guita gracias a un morito. Y ahora que lo pienso, hay muchos moros que están metidos en el trapicheo del chocolate y, según cuenta el Perchas, ganan pasta a tutiplén. A ver si te lo camelas y consigues que te meta en el negocio.
- Dudo que trajine con hierba. Es hombre profundamente religioso. No sé si el Corán dice algo de las drogas, pero me extrañaría mucho que un creyente como Bachir estuviese enredado en el trapicheo.
- ¿Entonces de qué puede ir el negocio?
- Cuando hable con sus amigos lo sabremos.