Grandal, tras oír la propuesta formulada por
sus jubilados amigos, se queda pensativo. Puesto que la policía por el momento
tiene la orden de dejar en stand by
la investigación del robo del tesoro es cierto que a ellos se les brinda una
oportunidad inmejorable para seguir con sus pesquisas por libre, puesto que
dicha orden no les atañe en absoluto. Pensando como policía tiene claro el
guion de lo que podría suponer la búsqueda de Efraím Gomes: ir preguntando por
el sujeto allí donde suelen reunirse sus paisanos, enseñar su fotografía para
que alguien pudiera identificarle, poner en marcha a los chivatos habituales
por si habían oído algo; en fin, seguir el protocolo reglamentario. Pero lo que
proponen sus amigos es diferente. Sería una investigación mucho más discreta,
nada de preguntas, nada de mostrar fotos, nada de acudir a la red de soplones.
Se trataría simplemente de buscar al objetivo, pero de manera pasiva. Aunque se
da cuenta de que hay un peligro en la sugerente proposición de sus amigos.
- Reconozco
que vuestro plan es interesante y, sobre todo, parece practicable, pero hay una
falla en el mismo. Si lo he entendido bien, se trata únicamente de observar
para ver si localizamos al antiguo dependiente de la frutería del río. Vale,
pero… ¿qué pasa si nos topamos con el sujeto y también él nos recuerda?
- Eso ya lo
tenemos previsto – contesta Ponte -. Primero, es bastante improbable que Efraím
se acuerde de nosotros porque no hablamos directamente con él, solo lo hicimos
con el frutero. Y segundo, en el supuesto de que el tipo recordara nuestras
caras, nos haríamos los longuis. Solo podría ver a una panda de vejetes que
están echando una cana al aire – explica Ponte.
- En este
último supuesto, yo voy un paso más allá – dice Ballarín -. Si nos reconociera,
algo más que dudoso como ha dicho Manolo, y se acercara a nosotros tendríamos
que mostrarnos sorprendidos puesto que le diríamos que no nos acordábamos de
él. Y ojalá ocurriera eso porque sería una ocasión inmejorable para pegar la
hebra y poder sacarle más información.
Grandal se queda pensativo. Lo que proponen
sus amigos no es tan descabellado como parecía a primera vista. Incluso podría
deparar resultados.
- ¿Y dónde
habéis pensado que vayamos para ver si nos topamos con el Efraím de marras?
- En
principio – responde Ponte -, a sitios donde se reúnen periódicamente los
sudamericanos que viven en Madrid, especialmente los que están al aire libre.
Discutimos si ir también a las discotecas en que ponen música latinoamericana,
pero eso nos pareció excesivo porque ¿qué pintábamos un grupo de carrozas como
nosotros en un sitio donde se baila salsa, cumbia y demás ritmos caribeños?
- Además de
los lugares al aire libre – añade Ballarín -, se me acaba de ocurrir que
también podíamos visitar algunos de los lugares que menciona el artículo del
ABC que os acabo de leer. Porque si es cierto que en una sala de baile íbamos a
llamar más la atención que un pingüino en una playa del Caribe, también lo es
que en un restorán o en una cafetería pasaríamos más desapercibidos.
- A ver,
recupera ese artículo y dinos que lugares son esos en los que un colombiano se
sentiría como en casa – pide Grandal.
Ballarín vuelve a trastear en su Smartphone
hasta que encuentra el artículo.
- Los
lugares que cita son estos – y lee -: Restaurante Patacón Pisao, Cafetería La
Rochela, Sala Emoxion, Tienda de ropa Menina Maluka, Restaurante Papita Criolla,
Centro Hispano-Colombiano de Villaverde, El restaurante Mirador de La Fogata,
Embajada de Colombia, Restaurante Crêpes and Waffles y la estación de Metro
Colombia.
- Bien. De
entrada, podríamos desechar la sala de fiestas, la tienda de ropa, ese centro
hispano-colombiano y, por supuesto, la Embajada de Colombia y centrarnos en los
restantes.
- ¿Eso
quiere decir que apruebas el plan? – pregunta Ponte, evidentemente satisfecho.
- Aun lo
tengo que pensar más detenidamente, pero en principio parece un plan realizable
y en el que los posibles riesgos son mínimos o inexistentes si se procede con
la necesaria cautela.
- A esos
lugares a los que podemos ir se podrían añadir algunos lugares al aire libre en
los que me consta que periódicamente se suelen reunir los inmigrantes
latinoamericanos. Recuerdo que tuvimos una asistenta que solía reunirse con sus
amigas en una zona del Parque del Oeste en la que hay mesas con bancos corridos
y en verano también solían verse en la Casa de Campo. Y si lo investigamos es
bastante probable que encontremos más puntos de reunión de ese tipo – explica
Álvarez.
Ballarín, que sigue tecleando en su
Smartphone, vuelve a informar de otro hallazgo:
- He
tecleado guía de restaurantes colombianos en Madrid y me salen cerca de treinta.
Por tanto el campo de exploración se ensancha notablemente.
- Bien, lo
dicho, voy a pensármelo – reitera Grandal -. Mientras tanto, Amadeo y Luis
enviadme toda la información que encontréis en internet sobre los lugares
madrileños en los que suelen reunirse los latinoamericanos, especialmente los
referidos a los colombianos. En cuanto haya tomado una decisión os la haré
saber. Hasta ese momento, os pido por favor que no hagáis nada no sea que la
caguemos.
Cuando se van sus amigos, Grandal se queda
meditando sobre el plan que han propuesto los vejetes. Se reafirma en que
podría ser practicable, con casi cero probabilidades de correr riesgos, pero le
asalta una duda. En toda línea de investigación siempre existe el peligro de
hacer algo mal, de cometer una imprudencia o, simplemente, de que los dados de
la suerte jueguen en tu contra. Para mayor seguridad convendría que en sus
correrías tuvieran alguna clase de respaldo, alguien que hiciera el papel de
guardaespaldas. Piensa que no sería necesario si él fuera armado, pero
rápidamente desecha la idea. Nunca fue el más rápido del Oeste en lo tocante a
desenfundar la pistola y ahora, con los sesenta cumplidos, lo debe de ser mucho
menos. Quizá, se dice, podría recurrir a algún policía de los que estuvo a sus
órdenes y que todavía siga en activo de pedirle el favor para que les hiciera
de escolta, pero esos no son favores de los que se piden así como así.
Entonces, ¿contratar a un gorila profesional? Sus pensiones no dan para
tanto.
- Esto solo se lo podría pedir a alguien que
estuviera, de algún modo, involucrado en el caso – dice en voz alta -, ¿pero a
quién? A los Sacapuntas ni soñarlo, a… - de pronto se da cuenta de que sí hay
alguien que está involucrado y al que le da en la nariz que no se negaría. No
lo duda un segundo, llama a Blanchard.
- Michel,
soy el comisario Grandal, necesito hablar con usted pero, al igual como me
pidió en la última vez que conversamos, tanto Juan Carlos como Eusebio tienen
que quedar al margen de nuestra charla.
El inspector francés no le pone ningún
inconveniente y quedan al día siguiente en el bar Kulto al Plato especializado
en pinchos vascos. Grandal sabe, se lo contó Bernal, que el policía galo además
de un enamorado de la lengua española se pirra por los platos regionales. Allí,
entre pincho y chupito de chacolí, el excomisario le explica a Blanchard el
plan ideado por sus amigos para buscar a Efraím Gomes en los lugares donde suelen
reunirse los colombianos residentes en Madrid. No es probable, pero sí posible
que algo pudiese salir mal y que quizá necesitasen que alguien les guardara las
espaldas. Ese escolta solo podía ser alguien que estuviese metido en el caso.
No se lo podía pedir ni a Eusebio ni a Juan Carlos porque podían arriesgarse a
un expediente por falta grave, pero su caso era distinto. Solo era un
colaborador externo que, realmente, solo respondía ante sus jefes naturales los
cuales difícilmente se iban a enterar. En cualquier caso, si decía que no
entendería su negativa y seguiría teniendo toda su consideración. Como intuyó
Grandal desde el primer momento en que pensó en él, Blanchard no se lo piensa
demasiado.
- Comisario,
no me importaría nada apoyarles en su búsqueda, pero el plan que me ha descrito
está cogido con alfileres. Antes de ofrecerle mi ayuda me gustaría poder saber más
detalles tales como a dónde piensan ir, como organizar la investigación, con
qué recursos se pueden contar, etcétera. Y, por supuesto, me tendrían que
prometer la mayor discreción sobre mi participación y la de que únicamente
recurrirían a mí ayuda si en algún momento el asunto se pusiera feo de verdad.
Grandal pone un WhatsApp a sus amigos: Hay
novedades. Os espero mañana.