Tras el cambio de impresiones entre José
Vicente y Lola sobre el candidato buscado para relevar a Vives, él se marcha a
la cooperativa y ella a la Moda de París. Uno de los acuerdos que tomaron antes
de casarse fue que, mientras no llegaran los hijos, ella seguiría ayudando a su
madre en el modesto establecimiento de modas. Realmente hace más que ayudar, es
Lola quien lleva prácticamente el negocio. Las tareas de la casa nunca le
gustaron demasiado y, por el momento, cuenta con una muchacha, Laurita, que se
encarga de los trabajos más rudos. Continuar tratando a las clientas le permite
mantener un contacto fluido con el mujerío local, aspecto a cuidar por parte de
la esposa de quién se ha convertido, prácticamente, en el cacique del lugar.
Cuando a mediodía Gimeno vuelve a casa, tras
dar un par de besos a su mujer le cuenta lo que ha pensado sobre como arropar al
candidato a alcalde que han elegido con concejales idóneos:
- Lola, ¿sabes en
quién he pensado cómo posible concejal? En Julio Bosch. ¿Qué te parece?
- Le tengo poco
tratado, pero, hasta donde sé, creo que tiene muchos de los perfiles que
dibujamos para los candidatos. Lo que ya no sé es si será de los que termine
creyéndose que un concejal manda. También desconozco de qué pelaje es su mujer.
- A él le conozco
bastante bien. Es hombre tranquilo, serio, poco dado a ponerse plumas y más
bien apolítico. En el pueblo tiene fama de buena gente y está bien considerado,
tan es así que ostenta el cargo de vicepresidente de la comunidad de regantes
del coto arrocero. Si contáramos con él tendríamos el apoyo, al menos
indirecto, de los arroceros. En cuanto a su mujer, la verdad es que poco puedo
decirte de ella.
- En principio me
parece un buen candidato. De su mujer no te preocupes, ya me encargo de
enterarme de dónde le aprieta el zapato. ¿Has pensado en más gente?
- Sí, pero no acabo
de decidirme.
- En cuanto a Bosch,
¿piensas hablar en seguida con él?
- De momento no le
diré nada. No sea que comience a correr el rumor y la liemos. Voy a esperar a
hablar con el Gobernador a ver qué me dice. No sea también que Germán se haya
pasado de revoluciones y tengamos una desagradable sorpresa. ¿No lo ves así,
Lola?
Como le sopló el secretario de la Jefatura
Provincial, Gimeno es convocado a Valencia y el Gobernador, sin demasiados preámbulos,
le comunica que ha resuelto nombrarle alcalde. José Vicente, que ha preparado
exhaustivamente la entrevista al alimón con su mujer, explica a su jefe que,
naturalmente, está a disposición de lo que ordene el mando, pero que entiende
que sería más oportuno, en estos momentos, que los dos cargos más importantes
de la localidad no concurriesen en la misma persona. Por eso se permite el atrevimiento
de proponer el nombre de una persona de absoluta confianza política, un hombre
de derechas de toda la vida, y que tiene buena fama y mucho prestigio en el
pueblo. Responde de él y le garantiza al jefe que si le designa alcalde se
acabarán los problemas políticos en Senillar. Termina convenciendo al preboste
y sale del Gobierno Civil con su propuesta aceptada. Inmediatamente se pone a
trabajar para reunir a un equipo de concejales lo más compacto y aparente
posible. Al pensar en ello a Gimeno se le ocurre otra idea:
- ¿Sabes qué he pensado, cielo? Que voy a
hablar con Lapuerta a ver si le convenzo para que acepte formal parte del nuevo
Ayuntamiento como concejal.
- ¡Caramba, José Vicente, esa si qué puede
ser una buena jugada! Don Manuel es el hombre con mayor prestigio en el pueblo.
Nunca habría pensado en él.
- Ya ves que tu marido está haciendo
progresos.
- Y es bien cierto. Aunque te adelanto que no
te va a resultar fácil convencerle. Don Manuel es un hombre complejo. ¿Sabes
qué decía de él aquel maestro del que te hablé?, que era uno de los espíritus
más libres que había conocido, pero que también era un hombre lleno de
contradicciones.
- De todos modos lo voy a intentar, todo será
encontrarle una gatera por donde entrarle.
El
médico, como apuntó Lola, resulta un hueso duro de roer. A los argumentos que
esgrime Gimeno, les da la vuelta con absoluta facilidad. No está dispuesto a
servir de corifeo a un alcalde que, como sabe perfectamente, no será más que un
títere en manos del joven político. José Vicente está a punto de abandonar su
intento cuando recuerda algo del historial del médico que puede ser el portillo
por donde penetrar en su fortaleza. Ya que no concejal tratará de persuadirle
de que forme parte del poder local en otro puesto.
- Pues me das un disgusto al no aceptar,
Manolo, pero respeto tu decisión, aunque, si he de serte sincero, no comparto
muchos de los argumentos que expones. Y puesto que no concejal, le harías un
gran favor al pueblo si aceptases ser juez.
Lapuerta ya fue juez del pueblo antes de la guerra civil y nunca ocultó
que no le importaría volver a serlo, le gusta y lo considera un cargo en el que
se puede ayudar a la gente.
En
cuanto regresa a casa, a Gimeno le falta tiempo para dar a su mujer la buena
nueva:
- ¡Albricias, Lola, lo conseguí en parte!
Acabo de fichar al médico, pero para juez. Solo nos faltan tres nombres para
completar el equipo. Uno de ellos he pensado que podría ser un Almiñana. Por un
lado le pago los favores hechos y al mismo tiempo tendremos a nuestro lado una
de las familias más largas del pueblo.
- Fantástico. A mí se me habían ocurrido dos
nuevas posibilidades, a ver que te parecen. Opino que tendrías que proponer a
un hombre de la confianza de los Arbós. Eso cubriría el flanco del clan y no
alteraría el poder real en el Ayuntamiento. Siempre dices que los concejales
poco o nada pueden hacer acerca de las decisiones que tome el alcalde.
- Cariño, eres un genio. El día que me
dijiste que sí me toco una quiniela de catorce.
- No me adules tanto que me lo voy a creer.
La segunda persona que te propongo espero que merezca tu placet. ¿Qué te parece
el nombre de José Vicente Gimeno para concejal?
- ¿Yo, concejal? – El asombro de Gimeno es
patente -. Me convenciste para no ser alcalde, ¿y ahora pretendes qué sea
concejal? Eso es un contrasentido.
- Lo he pensado muy detenidamente. Antes
sabías de lo que se trataba en el Ayuntamiento porque Severino Borrás te lo
contaba y también te informaba de cuánto se decía en el grupúsculo de los
amigos de Vives. Ahora esperemos que sea Marín quién te cuente lo que se dice y
se hace en la corporación, pero no podremos estar seguros si nos dice todo lo
que hablan de forma oficiosa o fuera de los plenos. En cambio, si formas parte
del Ayuntamiento estarás al cabo de la calle de todo. Dicho de otro modo, será
mejor estar dentro del consistorio para poder controlar más eficazmente todo
cuanto ocurra. Además, así podrás vender a Fernando y al resto de concejales
que la mejor demostración de que estás con ellos al cien por cien es que serás
uno más del equipo. Otro dato a tener en cuenta es que puede ser una excelente
escuela para aprender de manera directa cómo se maneja el Ayuntamiento.
Algunos días después se constituye el ilustrísimo Ayuntamiento de la
villa de Senillar, con la siguiente composición:
Alcalde-Presidente: Fernando Marín
Concejales: Diego Almiñana
Julio Bosch
José Vicente Gimeno
Antonio Vidal
El
pueblo ha entrado en una nueva era, al menos desde una perspectiva política, y
en esa era el matrimonio Gimeno-Sales son los indiscutibles reyes.