"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de julio de 2016

48. Investigando por La Plana



   Cuando Ponte le cuenta a su hija que piensa acompañar a Grandal a Castellón donde tiene que arreglar unos asuntos, la respuesta de Clarita es terminante:
- Será un viaje de ida y vuelta, supongo.
- Pues no sé, pero igual estamos fuera tres o cuatro días.
- Papá, te recuerdo que el veinte son las elecciones, ¿es que no piensas votar?
- Hija, sabes bien que hace la tira de años que no voto. Y sabes porque: mi opinión sobre nuestros políticos, sean de derechas, izquierdas o mediopensionistas es que dejan mucho que desear.
- Y una vez más, papá, te recuerdo que o tú haces política o te la harán los demás. Ir a votar, votes a quien sea, no solo es un deber ciudadano sino también una necesidad.
- No lo dudo, hija, pero eso es para los que tenéis futuro. Yo solo tengo pasado y algo de presente. Futuro, ninguno. Por eso os dejo a los jóvenes que seáis quienes decidáis que fulano queréis que os pastoree.
- Papá, no nos insultes, los que votamos no somos borregos y por tanto no necesitamos que nadie nos pastoree.
- No era mi intención molestarte, Clarita. Retiro lo del pastoreo, pero sigo en mis trece. Mañana me voy a Castellón con Grandal. Y a los que se presentan a las elecciones que les den.
- ¿Solo con Grandal? – La pregunta de Clara está cargada de suspicacia.
- Hija, no creerás que a mis años tengo un amorío oculto. Únicamente voy a acompañar a un amigo de hace muchos años, y a quien tú conoces, a un inocente viaje a una provincia de la que supongo que debes guardar buenos recuerdos. ¿O no te acuerdas de los años que veraneamos en Benicasim?
   El diecisiete, Grandal, Chelo y Ponte se ponen en viaje hacia la capital de La Plana. Van en el viejo coche del excomisario. Chelo va de copiloto y Ponte en la parte de atrás. De los tres, la que parece más ilusionada con el viaje es la mujer, hasta ha guardado en la maleta un biquini por mucho que Grandal le haya insistido en que el agua estará más bien fría en este final de diciembre. Ponte ha insistido en pagar a medias entre Grandal y él los gastos del viaje y del hotel, pero Jacinto se ha negado en redondo. Harán tres partes y él pagará dos, al fin y al cabo Chelo es su invitada.
   Los viajeros abandonan la A-3, también llamada autovía del Este, a la altura de Motilla del Palancar. Ponte se ha empeñado en ello para comer en el Hostal del Sol, lugar en el que paraba cuando la autovía aún no estaba terminada y el viaje duraba mucho más que ahora. Encuentra el local más remozado pues ha pasado a ser un hotel. Después de comer vuelven a la A-3. Antes de entrar en la ciudad del Turia cogen el llamado Bypas de Valencia, tramo de la autovía A-7, que hace la función de cinturón que rodea la primera corona del área metropolitana de la ciudad, lo que permite circunvalar la capital levantina por el oeste. A la altura de Puzol ingresan en la AP-7 hasta que la abandonan por la salida de Castellón-Sur.
   Grandal, que es quien ha hecho la planificación del viaje, ha reservado dos habitaciones en el Hotel del Golf situado a solo cien metros de la playa del Pinar del Grao de Castellón. Le ha contado a Chelo que, en caso de no poder bañarse en el mar, quizá lo pueda hacer en la piscina del hotel y en el peor de los casos podrá tomar el sol en la terraza de la habitación.
   En cuanto están instalados, dejan a Chelo en la terraza leyendo una revista del cuore. Está decepcionada porque en recepción le han dicho que la piscina está por el momento clausurada y le han aconsejado que no intente bañarse pues el agua del mar está fría. La han consolado asegurándole que mañana se espera buen tiempo y podrá broncearse en la terraza o en los jardines que rodean la piscina. Grandal, antes de iniciar el viaje, llamó al coronel Tresreyes, viejo conocido suyo, jefe de la comandancia de la Guardia Civil de Castellón. Le pidió que le informara de las localidades de la Plana Baja donde hubiera familias gitanas empleadas en la recolección de la naranja. El coronel le dio el teléfono del jefe provincial del Servicio de Protección de la Naturaleza. En el Seprona le facilitaron una relación de pueblos en los que trabajaban temporeros gitanos. La primera localidad de la lista era Burriana y hacia allí se dirigen Grandal y Ponte. No encuentran a los García Reyes ni nadie que les pueda facilitar alguna pista. Lo mismo les pasa en Villarreal y en Nules. Ahí terminan sus pesquisas puesto que el sol se está ocultado tras los cerros que cierran La Plana hacia el oeste.
   Al día siguiente, ya dieciocho, la pareja detectivesca deja a Chelo tomando el sol en la terraza de la habitación y marchan hacia Onda donde les ocurre lo del día anterior. Ni rastro de los García Reyes. Pasa lo mismo en Vall de Uxó y Moncofar. A mediodía toman un tentempié y prosiguen su viaje hacia Chilches, La Llosa y Almenara. El más rotuno fracaso es el resultado de su exploración. A cuantos gitanos preguntan se topan con las mismas respuestas: nadie sabe nada, nadie ha visto nada, jamás han oído hablar de los García Reyes.
- Tratar con los cañís es peor que ir al dentista. Mienten más que respiran. No me creo de ninguna manera que nadie sepa nada de un clan tan conocido como los García Reyes – se lamenta Ponte.
- Son muy suyos los gitanos. Recuerdo que cuando les interrogabas la mayoría te enredaban con largas parrafadas, te liaban contándote unas historias inverosímiles y al final no te daban ninguna información. Es lo que nos pasa ahora. Para mí que ya debe de haber corrido la voz de que hay dos payos buscando a los García Reyes y no los vamos a encontrar aunque nos pateemos toda la provincia, suponiendo que estén aquí que hasta eso empiezo a ponerlo en cuarentena – se explaya Grandal.
- Entonces, ¿qué hacemos, nos volvemos a Madrid?
- Para volver siempre estamos a tiempo. Le dije a Chelo que íbamos a estar hasta el lunes. Por tanto, nos quedan un par de días para terminar de visitar las localidades que faltan. Claro que si quieres volverte, puedes hacerlo cuando quieras. Además, así podrías votar el domingo.
- No, no, me quedo. Y en cuanto a lo de votar ya sabes lo que pienso de los políticos en general y de los nuestros en particular. El mejor, escardando cebollinos.
   El diecinueve, día anterior a las elecciones también llamada jornada de reflexión, la pareja de jubilados visitan los dos últimos núcleos de la Plana Baja con abundancia de naranjales, Villavieja y Alquerías del Niño Perdido. El resultado de sus pesquisas, el mismo de siempre: cero. Parece como sí los García Reyes no hubiesen existido nunca. Grandal tira la toalla, se acabó lo de buscar a los gitanos. Para el veinte han programado una excursión a Peñíscola y a la vuelta visitarán Marina d´Or, donde una conocida de Chelo tiene un apartamento que, según cuenta, lo compró a precio de ganga y le interesa conocer la urbanización. 
   La vieja y amurallada ciudad de Peñíscola, pese a que desde 2013 forma parte de la red de los pueblos más bonitos de España, no le dice gran cosa a Chelo. Lo de las murallas, el castillo del Papa Luna y todo el posible encanto medieval de la localidad, la dejan fría. Lo que más le interesa es visitar los escenarios donde se rodó la superproducción El Cid pues fue una fan de Charlton Heston. Están tomando el aperitivo cuando un número de la Guardia Civil se presenta preguntando por Grandal. El guardia le entrega una nota que le manda la Oficina Técnica provincial del Seprona informándole que hay al menos tres familias gitanas que están recolectando naranja entre los términos municipales de Torreblanca y Cabanes. Cuando se retira el número, a Ponte le falta tiempo para preguntar:
- ¿Y cómo han sabido que estábamos en Peñíscola?
- Llame anoche al coronel Tresreyes para despedirme y decirle que íbamos a pasar el día aquí, pero aunque no le hubiese dicho nada puedes apostar a que nos han tenido controlados, no puedes imaginarte como son los del tricornio.
- ¿Entonces no me vas a llevar a Marina d´Or? – pregunta Chelo poniendo un mohín de disgusto.
- Claro que sí, princesa – la tranquiliza Grandal.
- Además, Chelo, los pueblos que han dicho nos pillan de camino. A la vuelta, pasaremos por Santa Magdalena de Pulpis, Alcalá de Chivert, Torreblanca, la Ribera de Cabanes y después Oropesa del Mar – explica Ponte, haciendo gala de sus conocimientos de la comarca donde pasó muchos veranos cuando sus hijos eran unos críos.
- Mejor cambiamos el plan – sugiere Chelo -. Me dejáis en Marina d´Or y vosotros os vais a buscar a los gitanos. Cuando terminéis venís a buscarme.
- Santa palabra – enfatiza Grandal con su pizca de sorna.

martes, 26 de julio de 2016

Capítulo 9. Buscando a unos gitanos entre naranjos.- 47. Parábola del hijo pródigo



   El hombre parece absorto haciendo un solitario y no ha oído a la mujer entrar en la salita.
- ¿Otra vez con los solitarios? ¿No te aburres jugando más solo que la una? – pregunta la mujer.
   Por toda respuesta, el hombre se encoge de hombros y como el solitario no le ha salido vuelve a barajar. La mujer sale del saloncito de estar refunfuñando por lo bajo. Al cabo de un rato vuelve armada con la aspiradora. El hombre sigue con el mazo de cartas en la mano.
- Búscate otro sitio que voy a pasar la aspiradora. Y mejor todavía si te das una vuelta o te vas al bar. Esta mañana viene la asistenta y vamos a poner la casa patas arriba.
   Eso ocurrió anteayer, hoy el hombre no está haciendo solitarios sino despatarrado en el sillón colocado enfrente del televisor, parece muy interesado viendo un programa titulado: Empeños a lo bestia.
- ¿Se puede saber qué te pasa? – pregunta la mujer -. Llevas varios días que apenas sales de casa cuando antes no parabas un segundo. ¿Te has peleado con tus amigos? ¿Ya no jugáis al dominó? – No es la primera vez que la mujer le llama la atención sobre su radical cambio de comportamiento.
- No me pasa nada y tampoco he reñido con nadie. Lo que ocurre es que no me apetece salir.
- Amadeo, no me tomes el pelo que te conozco demasiado. A otros podrás engañar, pero a mí no. Que no te apetezca salir y que prefieras quedarte en casa no me importa. Lo que sí me importa es esa cara de mustio que pones, que parece como si se te hubiera muerto algún pariente cercano. Además, estar todo el día encerrado en casa no es saludable, tienes que airearte.
- Tengo la misma cara de siempre, Asunción, y no necesito airearme, ya lo haré el sábado en el chalet.
- Mira, Amadeo, no pienso discutir contigo, pero a ti te pasa algo y has de contármelo. Soy tu mujer para lo bueno y para lo malo. Lo mejor es que lo hablemos porque si no, ¿cómo voy a ayudarte? ¿Tú crees que estar todo el santo día sin hacer nada más que mirar la tele o hacer solitarios puede ser bueno? Si hasta hace unos días no parabas en casa más que lo imprescindible. Ese cambio tan radical es porque algo te pasa y lo más sensato es que me lo cuentes. Si tienes un problema entre dos será más fácil que lo podamos solucionar.  
   La mujer se pone tan pesada que al marido no le queda otra salida que contarle sus cuitas. Y es lo que hace Ballarín: le cuenta a su esposa un resumen de su participación en las investigaciones sobre el robo del Tesoro Quimbaya que junto a sus tres amigos del dominó han llevado a cabo.
- Marido, todo eso ya me lo habías contado, como igualmente lo bien que os lo estabais pasando jugando a policías de mentirijillas.
- Sí, pero lo que no te he contado han sido los últimos acontecimientos.
   Ballarín relata a su esposa los asesinatos de Obdulio Romero y su cuñado, pasando por alto lo de las mutilaciones. Y también que la policía sospecha que las pesquisas del cuarteto han podido tener algo que ver con dichas muertes. Todo ello apunta a que ellos también podrían estar en el punto de mira de los asesinos. Y eso no es lo único, no solo podrían ir contra ellos sino también contra sus familias. Por eso ha dejado a sus amigos, para no poner en peligro a los suyos. De ahí que ahora no tenga nada que hacer, ni siquiera va a jugar al dominó porque seguramente los amigos estarán cabreados y prefiere no afrontar sus reproches.
- Y Jacinto, que ha sido policía, ¿qué opina de todo eso, también cree que corréis peligro?
- Jacinto opina que los atracadores son gente muy profesional y que llevan a cabo sus acciones como si se tratara de una cuenta de resultados, en términos de ganancias o pérdidas. Por eso cree que no les compensa en absoluto meterse con nosotros y menos con nuestras familias, no ganarían nada.
- Eso parece bastante lógico. Vosotros no sois más que unos jubilados. ¿Qué iban a sacar haciéndoos algo? Otra pregunta: ¿Jacinto, Manolo y Luis también han dejado de investigar lo del robo?
- No, creo que siguen en ello.
- ¿Y tú porque no estás con tus amigos?
   Ballarín explica a su esposa la actitud que adoptó cuando Grandal les dijo que podían correr riesgos, tanto ellos como sus familiares.
- … y les dije que no podía seguir en el grupo sin consultarlo con mi familia, al menos contigo.
- Pero hasta ahora no me has consultado nada – replica la mujer.
- Creí que lo mejor era no decirte nada, y al mismo tiempo apartarme de las investigaciones, así estaríamos a salvo de posibles represalias.
- Y a tus amigos que siguen investigando, ¿les ha pasado algo?
- No que yo sepa.
   En ese momento, la mujer da un giro insospechado a su interrogatorio:
- Vamos a ver, Amadeo, ¿cuántos años hace que eres amigo de Manolo Ponte?
- No sé, pero calculo que unos treinta.
- ¿Y de Luis Álvarez?
- Algo menos, pero también una montonera.
- ¿Y te parece bien haber dejado tirados a tus amigos de media vida?
   Es lo que menos esperaba oír Ballarín de labios de su mujer.
- No los he dejado tirados. Ellos optaron por seguir a pesar de los posibles peligros y en cambio yo opté por proteger a mi familia. 
- Amadeo, no te pongas melodramático. ¿Crees que Luis o Manolo no han pensado en los suyos? Supongo que si continúan es porque Jacinto les habrá asegurado que sus familias no corren ningún riesgo ni, posiblemente, ellos tampoco. Y mientras tanto tú estás aquí más aburrido que una ostra.
- Entonces, según tú, ¿qué tendría que hacer? – pregunta, perplejo, Ballarín.
- Hacer las paces con tus amigos – Así de rotunda es la respuesta de la mujer.
- No necesito hacer las paces. No me peleé con ellos.
- Mejor me lo pintas. Tú harás tu santa voluntad, pero ya que me pides mi opinión lo que yo haría sería dejar de aburrirme en casa y volver a juntarme con los amigos con los que tan bien te lo pasabas. Y eso sí, en el mismo momento en que creyeras que corríais alguna clase de peligro lo dejaría inmediatamente. Mientras eso no ocurra, estarás mejor con ellos que mirando la tele o haciendo solitarios.
- Quizá tengas razón. Lo que no sé es conque cara me van a recibir.
- ¿De los tres con quien tienes más confianza?
- Con Manolo, claro.
- Entonces, lo que deberías hacer es llamar a Manolo y hablar primero con él. Así te harás una idea de por dónde van los tiros.
   Ballarín sigue el consejo de su mujer y llama a Ponte. Quedan en verse en el Mercado de Moncloa, un bar de tapas que está justo enfrente a una de las salidas de la estación de metro de Moncloa. Se dan un abrazo como si hiciera años que no se hubiesen visto. Ponte le cuenta cuanto lo han echado de menos y que, por descontado, tanto Luis como Jacinto le recibirán con los brazos abiertos. Ninguno le guarda el menor rencor por su marcha.
   Los cuatro quedan en Casa Manolo, al final de Princesa, para celebrar el reencuentro de la mejor manera, comiendo a la carta, hoy nada de menú. Y pagarán a escote. Amadeo les cuenta la verdad, que ha sido su mujer la que le ha impulsado a volver con ellos, que estos pocos días en que ha estado solo se ha aburrido como un muermo y que si no había vuelto antes era porque creía que le iban a echar en cara su fuga. Grandal, a su vez, le cuenta lo que han estado haciendo en la última semana y que la noticia más destacada ha sido la rememoración de Ponte al recordar el acento sudamericano, posiblemente colombiano, del atracador que le amenazó el día del robo. A todo eso y como ya están con los postres, el camarero les ha dicho que la casa les invita a un chupito de lo que prefieran. A la hora de los brindis, Grandal propone brindar por la vuelta del hijo pródigo.
- ¿Qué es eso del hijo pródigo? – pregunta Álvarez que es quien más ha visitado la botella de Ribera del Duero que se han soplado.
- Es que la vuelta de Amadeo – responde Grandal - me ha recordado la parábola del hijo prodigo que, junto con las parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida, conforman una trilogía que recibe la denominación de parábolas de la misericordia. Primero Amadeo se rebela, después se arrepiente y luego encuentra el afecto de sus amigos. Esas tres parábolas también se llaman de la alegría, denominación que cuadra perfectamente con la alegría que reina en esta mesa por la vuelta del hijo pródigo.
- Me dejas de piedra, Jacinto – confiesa Ponte -, ¿y cómo sabes tú tanto de los evangelios?
- Porque fui seminarista.
   La cara de asombro que ponen los tres es todo un poema. Era lo último que podían suponer de la biografía de Grandal, que hubiese sido seminarista.
- O sea, que ibas para cura. ¡Joder, macho, qué pasada, como para mear y no echar gota!

viernes, 22 de julio de 2016

46. Las opiniones son libres, los hechos son sagrados



  En la maquinación que ha urdido Atienza para convencer a Bernal de que necesitan la colaboración del grupo de jubilados para avanzar en la investigación del robo del Tesoro Quimbaya, el francés Blanchard es una pieza importante y el que ha puesto encima de la mesa el hecho de que sus superiores le han comunicado que o se logran avances en las pesquisas o le van a devolver a París. Y que sabe por sus jefes que los mandos de la pareja española también son de idéntica opinión. A la pregunta de Bernal de qué es lo que propone, el galo habla sin pelos en la lengua.
- ¿Que qué propongo? Mira Eusebio, como suelen decir los periodistas: las opiniones son libres, los hechos son sagrados. Acabamos de comprobar que cada uno de los tres tenemos opiniones diferentes sobre si aceptar o no que ese grupo de vieillards colabore de algún modo en la investigación. Todas y cada una de las posturas que hemos planteado son respetables, pero subjetivas. En cambio, hay un hecho que es incontestable y que de subjetivo no tiene nada: el dato que acaban de ofrecernos, de que uno de los atracadores fuera posiblemente un colombiano, dato que vale su peso en oro. Y no lo hemos encontrado nosotros, nos lo han traído los viejales. Par conséquent, seríamos unos verdaderos asnos si por un orgullo mal entendido no aceptáramos esa mano tendida. Dado que no entra en mis planes volver a París con el rabo entre las piernas, voto para que tengamos una nueva reunión con vuestro antiguo colega Grandal y, si fuera necesario, también con los demás Mathusalems.
- Una reunión, ¿para qué? – inquiere Bernal más mohíno que nunca.
- Para fijar las condiciones que les vamos a poner para que sigan investigando el robo. Porque en eso sí que estoy de acuerdo contigo, Eusebio – El galo trata de paliar la derrota de Bernal -, hemos de ser nosotros los que establezcamos las reglas a que deberán atenerse. Nada de barra libre. Colaborarán en la investigación, pero siempre a nuestras órdenes y de forma anónima. Nadie debe saber que tienen conexión con nosotros pues de lo contrario seríamos la rechifla de la policía de media Europa.
   Bernal termina encogiéndose de hombros. Las argumentaciones del francés han podido con él. Y así lo manifiesta:
- ¿Sabéis qué os digo? Haced lo que os salga de las pelotas ya que parecéis tenerlo tan claro, pero para reunirse con ese hatajo de jubilatas no contéis conmigo – y poniéndose la chupa que había dejado en el respaldo de una silla se larga del despacho.
- Gracias, Michel, tu intervención ha sido decisiva – reconoce Atienza.
- A pesar de lo que he dicho para persuadir a Eusebio, no creas que estoy tan convencido – se sincera Blanchard -. Eso de que tengamos que admitir que hasta ahora no hemos encontrado una pista que medio valga la pena no es para hacernos felices precisamente. Y bien, ¿y ahora qué?
- Creo que lo primero será mantener una entrevista con Grandal y con Ponte que, en definitiva, es quien ha sacado a la luz lo del presunto colombiano como uno de los asaltantes.
   La reunión entre Atienza y Blanchard, Bernal ha excusado su asistencia, y los dos miembros de los jubilados, se celebra en un sitio neutral. El inspector de Patrimonio ha creído más oportuno no tenerla en sede policial pues sería dar a los viejos un rango que no tienen, al tiempo que pondría en aviso al resto del Cuerpo sobre la posible intromisión de los jubilados en asuntos que no son de su competencia. A instancias de Atienza, se reúnen en la cafetería del hall del Hotel Meliá Princesa, ámbito que como sitio neutral es harto discutible.
   El inspector galo, a raíz de que Atienza le acusara de ser excesivamente prepotente, trata de mostrarse más simpático y afable y es quien pone la necesaria cordialidad para que la reunión discurra por los cauces del buen entendimiento. Tras darle muchas vueltas al asunto, al final llegan a un acuerdo de principio: los viejos continuarán con sus investigaciones, pero en terrenos previamente acotados. De momento se centrarán en las dos líneas de investigación que ya tenían iniciadas: una es terminar de investigar al resto de empleados del museo y de la empresa encargada de la seguridad que pudieron tener acceso a las cámaras de vigilancia; la otra es tratar de averiguar si la familia gitana que conocen sabe algo de los posibles vendedores del furgón blindado al chatarrero de Humanes. La primera línea, la de los empleados del museo, será la que tendrá prioridad. Cualquier nuevo descubrimiento que hagan lo comunicarán inmediatamente a los coordinadores del caso.
   Grandal y Ponte le cuentan a Álvarez lo acordado en la reunión con Atienza y Blanchard.
- … pues así está el patio. En consecuencia, se impone imprimir un ritmo más acelerado a las investigaciones sobre los empleados del museo y de la compañía de seguridad que faltan por concluir. Uno es tuyo, Luis, y el que le correspondía a Amadeo lo haré yo. A partir de ahora nos dedicaremos full time a esas misiones. En cuanto a la búsqueda de los García Reyes hasta que no vuelvan de Castellón no hay nada que hacer – remacha Grandal.
- Jacinto, ¿me permites una sugerencia? – pregunta Ponte con cierta timidez -. Es sobre los García Reyes. La temporada de recolección de la naranja dura todo el invierno, lo que supone que hasta el veintitantos de marzo no volverán. Es mucho tiempo para esperar. ¿Por qué no nos adelantamos y somos nosotros los que nos desplacemos a La Plana a buscarlos?
- ¿Un viaje a Castellón? No me lo había planteado.
- Piénsalo. Como Luis tiene tarea, podíamos ir nosotros dos. Un viaje corto, de tres o cuatro días.
- Pero no sabemos dónde están exactamente esos fulanos. La provincia de Castellón no es que sea muy grande, pero tiene el suficiente tamaño para convertir en algo complicado lo de buscar a unos calés. Sería tan difícil como encontrar una aguja en un pajar – Resulta claro que a Grandal la sugerencia de Ponte no le parece buena idea.
- No es exactamente como dices. Un primo hermano mío vivió muchos años en Onda, donde estaba de encargado de Hidrola. Le fui a visitar varias veces y algo aprendí de la recolección de la naranja. La mayor parte de la zona naranjera está en la Plana Baja, al sur de Castellón. Debe de haber una veintena de municipios, desde Burriana hasta Almenara. Si alguno de tus amigos en la policía o en la Guardia Civil podría facilitarnos previamente la información de los pueblos en los que estén trabajando familias gitanas, solo tendríamos que visitar un puñado de localidades. Algo que podríamos hacer en tres o cuatro días.
- No sé, no sé. Déjame pensarlo – Grandal continúa renuente.
   Cuando la reunión termina, Ponte se hace el remolón con la excusa de que quiere preguntar a Grandal un problema que tiene su yerno. En cuanto quedan solos, Ponte vuelve a la carga con su propuesta del viaje a La Plana, pero añadiendo un nuevo aliciente.
- ¿Puedo hacerte una pregunta personal?
- ¿Personal? Dispara.
- ¿Cuánto tiempo hace que no invitas a Chelo a salir de Madrid unos días?
   Grandal se queda mirando a su viejo amigo con una media sonrisa en los labios.
- ¿Qué estás sugiriendo? ¿Qué nos llevemos a Chelo a Castellón para que nos ayude a buscar a tus amigos gitanos?
- Llevarnos a Chelo sí, pero no para que busque a nadie sino para que tenga unos días de descanso. Y aunque no creo que pueda bañarse, lo que sí podrá hacer es tomar el sol. Allí, incluso en invierno, las temperaturas son muy suaves y casi seguro que el sol está garantizado. Nosotros podríamos dedicar las mañanas a buscar a los García Reyes, mientras Chelo se broncea. Por las tardes podrías enseñarle los encantos de la zona, que tampoco son tantos, mientras yo continuaría con la búsqueda.
- ¿Tú sabes el trabajo que tiene Chelo por estas fechas con la milonga de las elecciones? Si fuera el mes de agosto todavía, pero invitarla a ir a la playa en pleno invierno no creo que sea la mejor de las ideas.
- ¿Por qué no haces la prueba? Tú díselo, las mujeres son imprevisibles y a lo mejor te llevas una sorpresa. Si le planteas el viaje no pierdes nada, si acepta nos servirá para intentar encontrar a los gitanos, si dice que no te apuntas el tanto de que la has invitado a que descanse unos días y quedas como un señor.
- Manolo, estás hecho un alcahuete.
   Ante la sorpresa de Grandal, Chelo hasta se emociona cuando le cuenta lo del viaje a la provincia levantina.
- Es la mejor propuesta que me han hecho en mucho tiempo. Chatín, eres un cielo.