"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de mayo de 2021

Libro II. Episodio 94. Una declaración atípica

   Julia, como le indicaba el mañego en su nota, entra por la puerta de atrás de la droguería por la que se accede directamente a la trastienda y donde Julio la está esperando. La joven se da cuenta de que el hombre parece tenso, aunque la recibe con una sonrisa.

   -Gracias por venir, Julia. Siéntate, por favor, tenemos que hablar.

   -Supongo que quieres comentarme algo sobre la campaña de Reyes. La verdad es que en la del año pasado las ventas no fueron gran cosa. ¿Se te ocurrió una nueva idea?

   -No se trata del negocio, Julia, lo que quiero hablar contigo es un asunto estrictamente personal –Por el momento Julio se encuentra asombrosamente tranquilo-. Te ruego que escuches lo que voy a decirte sin interrumpirme. Necesito decírtelo de un tirón, porque si me cortas, igual no sé cómo continuar.

   -Por Dios, Julio, que melodramático te pones. Cualquiera diría que vas a confesarme que fuiste tú quien mató a Cánovas –La joven emplea un tono levemente irónico para distender a Julio a quien ve estresado.

   -Sin bromas, por favor. Estoy hablando muy en serio. ¿Me prometes que no me interrumpirás?

   -Prometido –La curiosidad de Julia crece por momentos, ¿qué diablos me va a contar con un preámbulo tan misterioso?

   -No sé cómo empezar… Comenzaré haciendo algo de historia de nuestra relación. La primera vez que hablé contigo fue cuando apareciste en casa de mi madre al empezar el bachillerato, lo recuerdo como si fuese ahora, llevabas trenzas con unos lazos azules y encima del vestido una especie de delantal. A pesar de que eras una cría, tenías un encanto innegable, al menos a mí me lo pareció. La segunda vez fue un día que estabas regando las macetas de mi madre y yo te reñí porque en un descuido me salpicaste. Nunca te pregunté la opinión que te formaste de mí después de unos inicios tan poco amables por mi parte. También recuerdo el día que aprobaste el examen final del primer ciclo del bachillerato y la pequeña fiesta que montó mi madre para celebrarlo, estabas radiante como una estrella en un cielo de verano. Poco tiempo después, cuando te explicaba algunos rudimentos de contabilidad, tuvimos ocasión de charlar más a menudo, pero entonces para mí solo eras una alumna que me había encasquetado mi madre sin siquiera preguntarme si se me apetecía darte clases. Como ves, soy sincero hasta en lo que no me favorece. Hasta entonces a mí me parecías que solo eras una mocosa convertida en la alumna predilecta de mi madre, pero poco más. No comencé a considerarte una persona con entidad propia hasta que te fuiste a trabajar con el Bisojo. Tu contratación al principio me pareció una idea peregrina del que fue mi patrón, pero cuando comenzaste a remontar el negocio empecé a tomarte en cuenta. Y no te lo oculto, te cogí manía, y encima tenía que soportarte porque vivías en casa de mi madre… Perdona, se me ha secado la boca, tengo que beber, ¿quieres tomar algo?

   -No, gracias, estoy bien –Cuando Julio va por agua, la joven se pregunta: ¿y adónde querrá llegar este hombre con el preámbulo que me está endosando? Julia está todavía más intrigada y no es capaz de intuir por donde le puede salir el mañego.

   -Me había quedado seco. Continúo. Como te decía, en esa etapa te llegué a coger verdadera ojeriza que creció cuando convertiste la tienda del Bisojo en una competidora a tener en cuenta. Cada uno de tus éxitos comerciales para mí era como un navajazo en mi orgullo profesional. En ese período, a lo que creía saber de ti tuve que añadir que eras muy capaz y eficiente, pero también que podías ser borde, introvertida y hasta antipática. Esos calificativos tuve que borrarlos en cuanto comenzamos a dialogar más a menudo. Aprendí que, pese a tu insultante juventud, además de ser amable, extrovertida y simpática podías ser de una sensatez y mesura difíciles de encontrar en una jovencita de dieciocho años. Los mejores recuerdos que tengo de aquella época son las comidas en casa de mi madre, en las que muchas veces participaba Etelvina, y las largas charlas sobre cualquier tema que manteníamos a menudo. Para mí te habías convertido en una persona con la que mantener agradables diálogos sobre no importa qué, pero en mi mente seguías siendo la niña de las trenzas y el delantal poco favorecedor. Hasta que un día te invité al merendero del Rincón, ¿te acuerdas?, y esa tarde descubrí que de niña nada, que te habías convertido en una preciosa mujer con mayúsculas sin que hasta ese momento me hubiese dado cuenta. Bueno, y para no alargarme demasiado, que ya lo estoy haciendo, luego vino la época fascinante, al menos para mí, de nuestro acuerdo sobre el negocio y de lo inteligentemente que fuiste capaz de vendérselo al Bisojo. Recuerdo aquellas tardes inolvidables de las partidas de parchís y de cómo gritabas cuando matabas la ficha de un rival… -Julio hace una pausa pues ha de volver a beber; mientras Julia comienza a sospechar que el discurso puede acabar teniendo tintes personales, algo que no había previsto.

   -¿Por dónde iba? Ah, sí, de cuando aquellas sobremesas inolvidables… Luego me dio la ventolera de cortejar a Amparo Lavilla porque llegó un momento en que me pesaba demasiado la soltería. Aquella tontería de relación, y el tonto fui yo no ella, terminó en unos meses en cuanto Amparo descubrió que yo era un tipo demasiado cobarde para dar el paso definitivo. A todo eso ya sabía que tenías cualidades que ni siquiera imaginaba que tuvieses, sabía que eras tan inteligente como competente, enormemente eficaz y dotada de gran capacidad para pensar por tu cuenta. Hasta que un malhadado día, en aquel infortunado viaje a Cáceres, tuve la fatal ocurrencia de intentar propasarme. Tu rechazo fue tan agresivo, directo y contundente que no me dejaste lugar a dudas. Si quería conservar a la persona, que ya se había convertido en mi más eficaz colaboradora, debía de separar estrictamente lo que era el plano, llamémosle profesional, del personal. Seguirías siendo mi amiga y hasta mi colaboradora en los negocios, pero no querías saber nada de mí como hombre. Me lo dejaste muy claro. Te he de confesar que aquello me dejó tocado pues tuve que reconocer que me había portado como un patán al que una mujer tan humana y generosa como tú, a la que cualquier hombre estaría orgulloso de llevar a su lado, me había dado una lección imposible de olvidar…

  El semblante de la joven se ha ido endureciendo a medida que Julio ha ido desgranando su discurso, pero como le ha prometido no ha dicho una palabra. Escucha atentamente unas manifestaciones que le producen enorme estupor. ¿Pero por dónde va a salir este hombre y a qué viene todo esto?, se sigue preguntando.

   -No he terminado. Digamos que esto ha sido el prólogo… El sentimiento que te voy a confesar lo descubrí no hace mucho. Aquella persona, tan sencilla y compleja a la vez, que podía pasar, casi sin solución de continuidad, de ser un encanto de criatura a tornarse al instante en arisca y cargante… me había robado el corazón… Descubrí… que me había enamorado de ti…

   -¡¡No, no puede ser!! –Ante la rotunda negación de la joven, Julio le suplica.

   -Por favor, Julia, déjame continuar. Cuando termine será tu turno, pero no me cortes, te lo suplico. Seguramente ésta es la declaración de amor más atípica y torpe del mundo, pero no sé hacerlo mejor. Voy a serte más sincero todavía. Acabo de decirte que estoy enamorado de ti, aunque no estoy seguro al cien por cien de que sea así. No sé si lo que siento por ti es amor, admiración, respeto o, por decirlo, lisa y llanamente, que te deseo como no deseé jamás a ninguna mujer. Seguramente sea una mezcla de todo ello. Lo que sí tengo meridianamente claro es que los momentos más felices que pasé en los últimos tiempos son aquellos en los que estuve junto a ti. Hablaba antes de una declaración de amor, es mucho más. También es una petición mucho más profunda, aunque reconozco que muy atípica, pues no pretendo que seas un flirteo ocasional ni es mi intención hacerte perder el tiempo. Quiero pedirte…, te pido que seas mi mujer, que seas la compañera de mi vida, la amiga a quién confiar mis deseos y temores, la camarada en quien apoyarme cuando lleguen los días difíciles, la amante que sepa darme cariño y fuerza, la madre de nuestros hijos… Si lo piensas, coincidirás conmigo en que tenemos muchos puntos en común: ambos somos libres, tenemos edad, sobre todo yo, como para estar casados, aficiones similares, inquietudes compartidas, y en los últimos meses hemos descubierto que nos entendemos francamente bien y formamos un conjuntado y eficiente equipo. Lo que te puedo ofrecer ya lo sabes: dueño de una droguería que no es la mejor del mundo y poco más, pero con muchas ansias de progresar en todos los terrenos y más si te tuviera a mi lado. Me queda por decir lo más duro para mí, pero estoy decidido a no dejarme nada en el tintero. Una pareja es cosa de dos, los afectos también han de ser compartidos… y sé perfectamente que no compartes mis sentimientos… -Ante el conato de protesta de la joven vuelve a rogarle-: Te lo vuelvo a pedir, Julia, por favor, déjame continuar… Lo diré más claro: sé que no estás enamorada de mí. No sé si lo estás de otro, pero eso tampoco me importa demasiado. Rectifico, sí que me importa, ¿cómo no va a importarme? Lo que pretendo decir, y me estoy armando un lío, es que no tengo ningún temor de casarme contigo aún a sabiendas de que no me amas. Me conformaré con que me respetes como marido, me comprendas como compañero y me ayudes como amigo. No te voy a pedir más. En alguna parte leí que un matrimonio de amigos acaba siendo más firme que un matrimonio de amantes. Yo quiero ser tu amigo, tu marido y… algún día me gustaría ser tu amante… -Julio ha de hacer otra pausa porque tiene la boca absolutamente seca, los labios casi se le pegan al vocalizar y ha de beber otro sorbo de agua para poder continuar.

   Al oír una declaración tan atípica como impensable la expresión de estupor pintada en el semblante de Julia es más elocuente que mil palabras.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 95. ¿Estás enamorada de otro?