"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de junio de 2017

7. Buscando nuevo escondite


   Cuando acabó la temporada veraniega del dos mil quince y los turistas comenzaron a escasear, Curro pensó que no se estaba tan mal en Tavira y que no tenía mucho sentido buscar un nuevo sitio en el que esconderse. Se dijo aquello de que más vale conocido que bueno por conocer. Pasó el otoño, comenzó el invierno y llegó el 2016. Pensó que llevaba dos años fuera de su tierra y que podría aguantar el tiempo que fuera necesario. Se mentía a sí mismo. La verdad que no quería reconocer era que seguía aburriéndose más que un güisqui de dieciséis años en un supermercado de barrio. Lo que más le chinchaba era lo de la lengua. Parecía mentira que fuera tan torpe con los idiomas. Ya entendía el portugués bastante bien, pero en cuanto a hablarlo era una nulidad.
   Lo del idioma y la inminente apertura de la nueva temporada veraniega fueron las dos causas principales que le llevaron a replantearse si no sería bueno cambiar de escondite. ¿Y por qué no en España? Mejor esconderse entre españoles y ser uno más que entre portugueses y ser un guiri a quien todos señalan. Por otro lado, el juicio en el que estaba encausado no hacía más que demorarse, por ahí las cosas están como estaban, se dijo, pero el instinto y lo que leía en la prensa española le inducían a seguir huido. Además, era plenamente consciente de que había gente atrapada en el llamado caso Ere que si le pusiera las manos encima lo iba a pasar mal. Y no solo algunos de los imputados en el mayor caso de corrupción política ocurrida en Andalucía, sino también unos cuantos tipos, que hasta ahora se habían salvado de la imputación, y que temían que sí iba a juicio, le hacían testificar y se decidía a contar cuanto sabía podían verse involucrados, ¡Dios sabe con qué consecuencias!. De todas formas, siguió pensando, España es lo suficientemente grande como para encontrar buenos escondites en donde nadie hubiese oído hablar jamás de Curro Salazar Jiménez y mucho menos de Francisco Martínez Galán.
-Y al menos, podré hablar sin pensar en sí me van a entender o no –dijo en voz alta.
   Recordar el juicio que tenía pendiente le llevó a rememorar su pasado sindical que fue el principio de todo. En cuanto entró a trabajar como ayudante de calderería en los Astilleros de Cádiz, lo primero que hizo fue afiliarse a la UGT, pues al sindicato socialista ya perteneció su padre. Hizo más carrera en el sindicato que en la empresa y cuando se convirtió en representante de los trabajadores para dedicarse de lleno a las funciones sindicales, lo que se conocía como liberado sindical, supo que había encontrado su lugar en el mundo laboral. Fue secretario de Acción Sindical y más tarde miembro del Comité de Empresa de Astilleros. A partir de ahí fue ascendiendo, peldaño a peldaño en el intrincado mundo sindical y cuando, por consejo de uno de sus mentores, se afilió al PSOE, su carrera se convirtió en meteórica. Terminó en Sevilla como secretario de organización de la influyente Federación del Metal de la UGT de Andalucía. Y al llegar a ese peldaño, cuando parecía que la todopoderosa secretaría general del sindicato estaba a su alcance, su progresión sufrió un inexplicable parón. Se le dijo que si era demasiado joven, que si le faltaba experiencia, que si patatín patatán, pero ahí quedó varado.
   El estancamiento de su prometedora carrera hizo que desarrollara una larvada malquerencia hacia la cúpula sindical; para resarcirse comenzó a frecuentar la agrupación socialista a la que pertenecía y en la que muy pronto comenzaron a hacerle responsable de pequeños proyectos. Y en ese terreno fue donde descubrió que tenía unas magníficas dotes para el trapicheo, la componenda y la consecución de subvenciones de la siempre generosa administración de la Junta de Andalucía. Ese fue el trampolín que le llevó a meterse en la rueda de los ERES. Dada su experiencia sindical conocía perfectamente el mecanismo de los Expedientes de Regulación de Empleo que, según rezaba la legislación laboral, eran y siguen siendo un procedimiento administrativo-laboral de carácter especial dirigido a obtener de la Autoridad Laboral competente autorización para suspender o extinguir las relaciones laborales cuando concurran determinadas causas, garantizando los derechos de los trabajadores. Pero la regulación de los ERES, como tantas normas administrativas, tenía más agujeros que un queso gruyere. Y si uno sabía colarse por esas gateras se podían obtener unos beneficios incontables y encima con dinero del Estado y la Unión Europea.
-¡Qué tiempos aquellos –se dijo en voz alta -, en los que se podía ganar lana hasta para asar una vaca!
   Y así fue como Curro Salazar llegó a formar parte del llamado Clan de los Conseguidores que eran las personas que negociaban con empresarios, que sin tener problemas en su empresa y dando beneficios, querían aplicar un ERE fraudulento y así poder despedir a trabajadores fijos y con muchos años de antigüedad, utilizando para indemnizarlos la financiación de los ERE. De esta manera, el empresario podía contratar trabajadores temporales, para ocupar los puestos de trabajo de los despedidos mediante el ERE, y naturalmente, los contrataba con sueldos menores sin tener que pagarles la antigüedad. Era una práctica ilegal que funcionó a la perfección durante muchos años y que todos conocían pero aparentaban ignorarlo. Al llegar a ese punto, Curro vuelve a levantar la voz:
-Ya lo desía mi pobre madre, la avarisia rompe el saco. Si no hubiera sio por los bersas de Mercasevilla que quisieron ordeñar demasiao a la vaca, todavía estaríamos forrándonos y los tribunales llamándose andana. ¡Vaya panda de gilipollas!
   Tuvo que olvidarse de su pasado cuando a finales de la primavera de 2016, le ocurrió un hecho que fue el que le dio el último empujón para decidirse a buscar un nuevo refugio. Al entrar en una de las pousadas en las que solía almorzar a punto estuvo de tropezarse con un grupo de españoles entre los que reconoció a un exdirector general de la Consejería de Empleo de la Junta y que era otro de los imputados en el caso ERE. Tuvo suerte, el exdirector no pareció haberle visto, pero eso fue la gota que hizo rebosar el vaso.
-Curro, se dijo, de hoy no pasa. Métete en el internet y a ver qué encuentras en España.
   Y así lo hizo. Se metió en la red y buscó las peores zonas costeras de España por aquello de que pensó que serían las menos visitadas. Le salió un informe de Ecologistas en Acción en el que la organización había colocado cuarenta y siete “banderas negras” en otras tantas playas. Para otorgar tan dudoso honor, los conservacionistas se basaban en dos datos básicos: la contaminación y la mala gestión. Cambió de criterio y buscó playas poco conocidas y en un artículo de viajamosjuntos.net se topó con una información que hablaba de las playas recónditas de la Costa de Azahar de Castellón.
-Coño, ni sabía que existiese tal costa –se dijo Curro en voz alta -, pero el nombre me gusta, es paresido al de mi pueblo, Azahar, Zahara, si es que suena casi igual.
   Siguió leyendo y la primera  playa recóndita, vaya palabreja pensó, con la que se topó fue la Playa Nudista del Parque Natural de Cabanes-Torreblanca, de la que se decía que “es una playa privada de arena, escondida detrás de los campos de cultivo en medio de la nada … Mientras no molestéis a nadie, ni os mirarán”.
-¡Cojonudo!, justo lo que buscaba, un sitio en el que si no molestas nadie te mira –exclamó en voz alta.
   Entró en Google maps para localizar Cabanes y Torreblanca y vio que eran dos pequeños pueblos del norte de Castellón cuyos núcleos urbanos no estaban pegados a la costa. Volvió a la web de la Playa Nudista y tecleó alojamientos, no encontró ninguno. Los más cercanos eran los de Marina d´Or, de la que había oído hablar como de un Benidorm en pequeño. Un sitio con tanta gente pululando a lo largo del verano no era un lugar idóneo para alguien que lo que pretendía era pasar desapercibido. Insistió en la búsqueda y al norte de la Playa Nudista se tropezó con otra playa: Torrenostra. Se anunciaba como un lugar ideal para familias con niños pequeños y para gente que buscara disfrutar de un veraneo tranquilo. Eso le gustó. Apenas había servicios hoteleros, solo encontró un camping y un hostal. En Torreblanca, que era el municipio al que pertenecía Torrenostra, existían más lugares donde alojarse, pero casi todos eran paradores de carretera.
-Mucha web y muchas páginas en internet, pero luego no hay manera de encontrar un alojamiento desente –se dijo – porque en un parador no voy a meterme y lo del camping queda para los guiris. Tendré que ver que tal es el hostal que anunsian. Lo que me sigue gustando es el nombre, la Costa de Azahar, eso me huele a naranjos y es buena señal.