El matrimonio Pacheco está de morros, tenían
planeado visitar Peñíscola, pero a última hora Macarena ha dicho que si no van a
Morella tampoco tienen porqué ir a la ciudad del Papa Luna. Resultado: una
agria bronca entre marido y mujer en la que salen a relucir las desavenencias
de la pareja que toda vida en común reporta casi inevitablemente. Discrepancias
que en principio pueden ser minúsculos riachuelos, pero que si no se atajan a
tiempo pueden convertirse en impetuosos torrentes con la fuerza suficiente como
para dar al traste con las uniones mejor conservadas. Al final, como suele
suceder, cede quien más quiere o quien más tiene que perder, que eso es algo
que nunca queda del todo claro. Y en la pareja Pacheco-Hernández quien tiene más
que perder es él, por una parte sigue enamorado de su mujer y por otra ella es
la que aporta la mayor contribución a la economía doméstica pues su familia es
dueña de una saneada fortuna. Tras la pelea, y una vez hechas las paces,
resuelven que no irán a ninguna parte, pasarán su penúltimo día de unas
inesperadas vacaciones en la playa, algo que no pueden hacer en Sevilla. Como
colofón de la discusión Alfonso explica que le resta una obligación ineludible:
-De todas
formas, cariño, tengo que hacer una última visita a Salazar para saber su
respuesta a la propuesta de mi gente. O, si le parece mejor, a la oferta
conjunta que le hicimos Jaime y yo.
-Eso lo
puedes haser mañana en un periquete. Y hasta puede que te acompañe, tengo ganas
de ver la jeta de ese engendro de Satanás. La verdad es que nunca lo he visto
personalmente, solo le conosco de verlo en Canal Sur cuando salía en los informativos
día sí, día no, la primera ves que lo detuvieron. A ver si lo gafo y la
espachurra.
Pacheco se dice una vez más que la inquina
que le tiene su mujer a Salazar es como para hacérselo mirar. Y eso que, como
acaba de confesar, únicamente lo ha visto en el plasma.
Otro de los enviados para negociar con el
exsindicalista, Jaime Sierra, está cansado de su inactividad: no conoce a
nadie, ni siquiera ha intentado ligar, la playa le aburre y echa de menos a su
Sevilla y a sus amigos. Le ha contado vía telefónica a Felipe Muñoz, el líder
de su camarilla, el escaso eco que su propuesta ha encontrado en Curro.
Asimismo, le ha explicado que la oferta común con Pacheco tampoco parece que
haya corrido mejor fortuna. Muñoz le insta a que fuerce al exsindicalista a que
dé una respuesta concreta cuánto antes.
-No puedes
estar ahí indefinidamente, Jaime. Tienes que presionar a Salazar a que responda
sí o no. Nuestra tesorería no es de goma, tiene límites.
-Todo eso ya
lo he pensado, Felipe. Por eso había decidido darme de plazo hasta mediados de
mes. Es decir, que mañana, día de la sevillana Virgen de los Reyes, es el
último que pienso pasar aquí. Diga lo que diga el irresoluto de nuestro amigo
Curro no aguanto ni un día más.
-¿Tienes
algún pálpito de por dónde puede decantarse Salazar? –quiere saber Muñoz.
-Creo que lo
que más le tienta es lo de marcharse al extranjero. Y hablando de ello, tú que
tienes buenos contactos, ¿te ha llegado alguna onda de quién o quiénes pueden
estar detrás de esa oferta? Porque el figurín que está aquí no es más que un
mensajero, bien vestido, pero nada más.
-Me ha
llegado el rumor de que puede tratarse de gente del mundo de los negocios que
se generan en el entorno de la Junta y que uno de los que parece que más mueve
el braserillo es Eduardo Gálvez.
-¡Ojú, Gálvez!,
eso son palabras mayores. Con competidores como ese no vamos a rascar bola.
-Es lo que
me temo, pero en todo caso la idea de plantearle un ultimátum a Curro me parece
correcta. Se me ocurre que ¿por qué no vais Pacheco y tú a verle conjuntamente?
Quizá entre los dos podríais presionarle más.
-Me parece buena
idea. Ahora mismo llamo a Alfonso y se lo propondré. No creo que ponga ningún
obstáculo.
Pacheco contesta la llamada de Sierra. Está
en la playa con su esposa.
-Como sé que
no eres nada playero, ¿por qué no quedamos a mediodía y almorzamos juntos? Voy
a preguntar dónde se come bien por aquí y si no te importa te vienes para acá.
Invito yo. Ah, te prevengo que Macarena tiene uno de sus días malos, si en
algún momento sale por peteneras no se lo tengas en cuenta. Ya sabes cómo son
las mujeres.
-¿Por qué
crees que a estas alturas no me he casado? –responde Sierra.
Cuando apaga el móvil, Pacheco piensa que
quizá tengan razón los que comentan que Sierra es de los que pierden aceite y
que esa es la causa real por la que sigue célibe. Se encoge de hombros pues es
de los que creen que en el mundo de los sentimientos cada uno es dueño de
manifestarlos como le pete. Al volver al hotel pregunta dónde comer que no esté
muy lejos de la playa. Le ofrecen varias opciones y al final se decanta por un
restorán que ostenta un nombre muy madrileño: Puerta del Sol y que está en el
Paseo Marítimo de la Concha con unas espléndidas vistas a la playa del mismo
nombre.
Tal y como le había prevenido Alfonso, Jaime
encuentra a Macarena de mal humor, pero la mujer se contiene pues el sevillano
le cae bien. Tiene algo de femenino que atrae a las mujeres. Sierra, que
entiende al mal llamado sexo débil como nadie, acaba de ponerla de mejor temple
al rogarle que escoja ella el menú, algo que suele ser prerrogativa de los
varones. Macarena, con la interesada ayuda del maitre, escoge un menú que es una auténtica miscelánea. Como
entrantes: sepia del Grao con alcachofa de Benicarló, burrata de búfala fresca
con tomate valenciano, anchoas, pesto de albahaca y alcaparras, y unos buñuelos
de bacalao y piñones que les llaman
mandonguilles. Como menú principal un plato muy de la tierra: arroz meloso
de marisco en caldera con langostinos de Vinaroz, cigalas y almejas.
La comida parece que ha logrado poner de
mejor humor a Macarena que ha estado dicharachera y en plan simpático. Uno de
los temas que la mujer ha sacado a colación es su interés en conocer más a
fondo lo que Jaime y su marido se traen entre manos en relación a Curro
Salazar. Sierra, tras mirar a Pacheco y ver su muda invitación, le explica a
Macarena la propuesta que le han hecho al gaditano y de la que todavía no han
recibido respuesta.
-¿Os habéis
planteao –pregunta la mujer- que el hecho de que no os haya contestao es una
forma de respuesta?
-No entiendo
eso. Explícalo, por favor –pide Sierra.
-Me has
dicho que no sois los únicos venidos a haserle propuestas a Curro para que no
hable o si lo hase que sea en determinao sentido. Pues bien, si su respuesta a
vuestra oferta es que ni la asepta ni la rechasa debe ser porque alguna de las otras
que le han hecho la considera mejor que la vuestra.
-Entra
dentro de lo posible, pero en ese caso, ¿por qué no nos dice de una vez que no
le interesa nuestra oferta y colorín, colorao? –apunta Sierra.
-Quisá por
vuestra espesial relasión con él. Tú no eres amigo suyo, pero dises que hase
mucho que os conoséis y os lleváis bien. En cuanto a Alfonso, tampoco es su
amigo pero es paisano suyo y eso siempre pesa. Esa puede ser la rasón de que no
sea claro en su respuesta, pero en mi opinión estáis perdiendo el tiempo con
Curro. Dudo mucho que si declara ante la juesa lo haga en el sentido que
vosotros queréis. Se lo he dicho a Alfonso más de una ves. La única solusión a
todo este embrollo del caso ERE es haser lo que hasen los mafiosos con los
testigos incómodos.
-¿Y qué es
lo que hacen? –pregunta Sierra que conoce bien la respuesta, pero quiere
averiguar hasta donde llega Macarena en su argumentación.
-Lo sabes igual
que yo, los meten envueltos en hormigón en el subsuelo de un edifisio en
construcsión y allí se acaba el problema.
-No le hagas
caso, Jaime –interviene Pacheco-, los Hernández cuando se ponen en plan chulito
tienden a desbarrar.
-Aquí los
únicos chulitos sois vosotros. Los hombres mucho fanfarronear, mucho jactarse
de lo machos que sois, pero a la hora de la verdad mostráis vuestro verdadero
fuste: que estáis hechos de pasta de hojaldre, pura mantequilla, ea.
-Vamos a
ver, Macarena. ¿Dónde están aquí los mafiosos? –pregunta Sierra-. Yo no veo
ninguno. Seamos serios, Curro no ha cometido ningún crimen ni ha hecho una
fechoría de tal calibre como para pensar en que la solución sea pasaportarlo.
-No habrá
cometido ningún crimen como dises, pero puede amargaros la vida. Y a alguien
que puede joderte lo más eficas es joderle tú antes. Esa es la única solusión
al problema que representa Curro, darle matarile.
-¿Darle matarile?
–inquiere un desconcertado Sierra mirando a Pacheco quien hace un gesto como diciendo:
luego te lo explico.
En el viaje de vuelta a Marina d´Or, Sierra
no hace más que darle vueltas al argumento expuesto por Macarena. Al principio
no se la tomó en serio hasta que se dio cuenta de que la mujer no hablaba en
broma. “Menuda tiparraca está hecha la Macarena y parecía una mosquita muerta.
Claro que en algo si lleva razón, si Curro por arte de birlibirloque
desapareciera de un plumazo más de la mitad de nuestros problemas con la
justicia también se esfumarían. ¡Ojú con las tías, de lo que son capaces!
PD.- Hasta
el próximo viernes