"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 7 de octubre de 2014

*** Clave II. Senillar, su ámbito físico


NOTA: En este post hay párrafos con los tiempos verbales en pretérito y otros con los tiempos en presente. En el primer caso es porque describo paisajes del Senillar de los años cuarenta. En el segundo es porque los ámbitos descritos siguen siendo los mismos que en el Senillar de nuestros días.

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   Senillar (nombre ficticio) es un pueblo sito en la raya divisoria de las provincias de Valencia y Alicante. El topónimo deriva de la abundancia de una planta gramínea llamada senill en valenciano - carrizo en castellano - que suele criarse en los humedales y que prolifera en el prado pantanoso y la zona de la marjalería que lindan con la costa. Está ubicado en el centro de una llanura que mira al Mediterráneo al este y que está bordeado al oeste por una cadena de bajas y redondeadas colinas pobladas de matorral y en las que también hay estrechos bancales en los que crecían algarrobos, almendros, olivos y alguna viña; bancales hoy abandonados. Por el norte limita con el término municipal de Benialcaide y por el sur con el de Albalat del Mar (ambos topónimos también imaginarios). Tiene un término municipal pequeño puesto que es una de las localidades más nuevas de la comarca, su carta puebla o documento fundacional solo data de fines del siglo XVI.

   El núcleo urbano está a unos tres kilómetros del mar. En los años en que discurre la novela (1940-1955), en la costa existía un pequeño barrio, al que la gente llamaba la Marina y los burócratas el barrio marítimo, con casitas de una o dos plantas en las que vivían algo menos de un centenar de familias que intentaban ganarse la vida con la pesca de bajura. También había algunas casas o villas de gente del lugar que solo utilizaban cuando iban a la playa a “tomar las aguas”, en expresión de la época. Por lo demás la gente, volcada en la agricultura, vivía de espaldas al mar al que solo visitaba en algunas festividades estivales tales como: San Juan, la Virgen del Carmen o la Asunción. Lo de veranear, bañarse o tomar el sol eran consideradas como rarezas propias de la gente de ciudad.

   Las comunicaciones no eran malas. La carretera nacional del Mediterráneo, que enlazaba Cádiz con Barcelona, atravesaba el pueblo lo cual daba vida a diversos paradores y bares de carretera. El ferrocarril Alicante-Valencia-Barcelona también transitaba por el término municipal, estando la estación ubicada a medio kilómetro de la localidad. Una red de caminos de tierra conectaba el pueblo con las distintas partidas en las que se dividía el territorio municipal, entre ellos destacaban las denominadas carrassas que eran como las avenidas del campo y en las que morían o nacían la mayoría de los caminos rurales.

   El pueblo es llano en general, salvo un minúsculo cerro que marca el límite oeste del núcleo urbano y en el que se ubica el denominado Calvario con las catorce estaciones del viacrucis representativas de los momentos vividos por Jesús hasta su crucifixión. Presidiendo el cerro hay una capilla en la que se guarda una imagen de Cristo Crucificado que, según la creencia popular, tiene fama de milagrero. Las calles son rectas, salvo el núcleo más antiguo que se arremolina alrededor del Calvario, y estrechas, tan solo dos tienen una cierta anchura: el Rabal y la calle del Mar, entonces rebautizada como avenida José Antonio. El corazón del núcleo urbano es la plaza Mayor, denominada en aquellos años plaza del Caudillo. No había edificios de gran porte, salvo la iglesia parroquial que por su tamaño  correspondería mejor a una población mayor. Las casas solían tener de una a tres plantas, siendo este último tipo el más corriente, eran estrechas y muchas iban de calle a calle. En las viviendas de los labriegos por la puerta trasera se accedía al corral donde se guardaban los aperos, el carro y se estabulaba el mulo o el caballo, auxiliar indispensable para las labores del campo. Precisamente, una de las estampas más clásicas de aquella época ocurría al atardecer cuando una procesión de carros devolvía a los labradores al pueblo por los caminos de las distintas partidas del término municipal.

   El terreno entre el caserío y la costa estaba plagado de campos de regadío presididos por una miríada de norias en las que mulos y asnos eran los encargados de sacar el agua de sus profundidades. A mediados de los cuarenta la necesidad de incrementar la producción de alimentos impulsó la construcción de pozos equipados con motores, con lo que el campo se llenó de una intrincada red de regueros de mampostería que multiplicó la superficie de regadío. Fue el principio del fin para las viejas norias.
    Las huertas, casi siempre pequeñas y rectangulares, más parecían jardines, por lo cuidadas que estaban, que tierras de labor. No se veían grandes fincas puesto que la propiedad estaba muy repartida. En aquellas partidas que no se podían regar lo que más abundaba eran los campos de almendros.
   Con agua suficiente y un clima tan suave como el levantino el campo daba generosas cosechas de toda suerte de productos hortofrutícolas. Asimismo era numeroso el arbolado en el que destacaban por su número los huertos de cítricos. No eran los únicos frutales, también se veían nísperos, higueras, granados, perales, almendros, membrillos,…

   En la zona contigua al mar existe una zona pantanosa, una antigua turbera, plagada de pequeñas lagunas, de agua semisalada, llenas de carrizos, espadañas, juncos y demás especies propias de los humedales. Contigua a ese prado pantanoso está la marjalería. Los marjales son campos de cultivo arrancados al humedal. Son franjas largas y estrechas de terreno limitadas por dos o más acequias originadas al extraer la tierra que sirve de base al marjal y que lo sitúa por encima de la cota freática del humedal; las acequias sirven asimismo como conductos de drenaje y para suministrar agua para regarlos. Fueron muy útiles hasta que se mecanizó la extracción de agua. En las acequias se veían pulular ranas, tortugas, anguilas y demás especies que florecen en las aguas pantanosas. A mediados de los cuarenta hubo un intento de cultivar arroz en el humedal, intento que se hizo realidad durante unos cuantos años hasta que se salinizó el agua por la sobreexplotación.

   Finalmente, se llega, al mar delimitado por una costa plana y sin grandes relieves. La arena termina justo dónde mueren las olas. A partir de ahí comenzaba un cordón litoral de cantos rodados y grava entreverado de vez en cuando por pequeños arenales.

   En cuanto al clima es el típico del levante español: inviernos templados y con pocas precipitaciones, veranos calurosos y secos, primaveras y otoños muy marcados y en los que la lluvia, siempre escasa e irregularmente repartida, suele hacer su aparición, más la otoñal que la primaveral. Desde una perspectiva global se puede decir que Senillar pertenece a la España seca. Como contrapartida cada equis años se produce el fenómeno de la gota fría que anega todos los campos y hasta los bajos de buena parte de las casas, al fenómeno le llaman la riuà aunque el único río que pasa cerca del pueblo no es más que una modesta rambla. El meteoro más frecuente es el viento y desde donde más sopla es un arco que va desde el norte – con la tramuntana y el mistral – hasta el sur - el  migdía -,  pasando por los vientos más constantes que son los que provienen del Mediterráneo: el gregal o nordeste, el llevant o levante y el xaloc o sudeste. 

   En conjunto podríamos decir que el ámbito físico que rodeaba el pueblo tenía escasos relieves y pocos puntos de referencia; visto desde el aire se vería una llanura muy parcelada y con abundante arbolado en el que predominaban los naranjos. Su paisaje más singular era la costa que al ser baja y arenosa tampoco era una nota que sobresaliera en el panorama senillense. Hoy aquel paisaje ha sufrido drásticas alteraciones debido al boom inmobiliario.