"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 24 de febrero de 2023

Libro III, Episodio. 184. ¿Por qué no os vais a Madrid?

   La propuesta del tío Luis de irse a vivir a Madrid deja a Julia sin palabras pues le parece una solución descabellada, sin embargo le pregunta:

   -¿Y de qué vamos a vivir en Madrid?, en una ciudad en la que no conocemos a nadie, salvo a usted. Aquí hemos vivido siempre, aquí han nacido nuestros hijos, aquí tenemos nuestro modo de vida, aquí puedo ir a la compra sin llevar dinero porque todo el mundo sabe quién soy, aquí están nuestros amigos… -y vuelve a preguntarse-, ¿y qué haríamos en una ciudad en la que seríamos unos desconocidos, en la que no tenemos amigos, en la que la vida debe de ser mucho más cara que en Plasencia, y de qué íbamos a vivir?... Perdone, tío, pero esa idea me parece que no tiene ni pies ni cabeza.

   -Sobrina, no te obceques. Voy a contestar a alguna de tus preguntas. ¿De qué vais a vivir? Del trabajo de la familia… –Luis hace una pausa y especifica-: A  Álvaro ya no lo cuento, pero de los once e incluyo a Paca, cinco podéis trabajar, y si necesario fuera podrían ser seis, con lo que el problema de la subsistencia está resuelto. Y que los chicos hayan nacido aquí tampoco es problema; es más, pregúntales si prefieren seguir viviendo aquí o en Madrid, verás que sorpresa te vas a llevar.

   Antes de terminar la conversación, Luis da un giro inesperado a la misma pues pregunta a Julia por el tercero de sus hijos.

   -Por cierto, Julián el año que viene será quinto, ¿verdad?

   -Sí, tío. Cumplirá veinte años. Espero que tenga fortuna en el sorteo. Se me abren las carnes solo de pensar que se me lo lleven a África o le toquen las Baleares, como le pasó a su padre. Dios quiera que le envíen a un sitio cercano.

   -Para encontrar la suerte hay que buscarla. Y en este caso hay una forma sencilla de ir donde quiera, solo tiene que sentar plaza de voluntario.

   -¿Y si lo hiciera no tendría que ir a África ni a las islas?

   -Iría a la plaza en la que se alistase, incluso podría elegir arma, la contrapartida sería que tendría que firmar por tres años, pero eso es prácticamente lo que tendrá de mili si va por su quinta. Si queréis, yo puedo mover algún hilo y podría hacer la mili en Cáceres o Badajoz, aunque por muchas razones sería preferible que sentara plaza en Madrid. Allí tengo más mano y le buscaría un buen enchufe, de manera que después de los tres meses de campamento sería destinado a una unidad en que haría la mili hasta mediodía y tendría las tardes libres. Podría estudiar o sacarse algún título de los que no precisan ser bachiller, o podría trabajar. Y apenas si os costaría dinero, pues el rancho y el catre lo tendrá asegurado. Así no deberéis de estar pendientes del albur del sorteo. Pensadlo, pero pronto, la solicitud de voluntario tendría que hacerla antes del 31 de diciembre.

   Julia sale frustrada de la conversación con su tío Luis, aunque no tenía muchas esperanzas de que se rascara el bolsillo. Con todo, le está agradecida pues le ha dado tres pistas que desconocía: la posibilidad de pedir a su madre el anticipo de su legítima, la peregrina idea de irse a vivir a Madrid y como eliminar el peligro de que Julián sea destinado a África. Julia, con la decisión que la caracteriza, no espera a que vuelva de viaje su marido; al día siguiente coge el autobús y se planta en su pueblo natal. Se lleva con ella a sus dos hijos más chicos con la esperanza de que a lo mejor su madre se ablanda al ver a sus nietos. La encuentra muy envejecida, pero la cabeza la sigue teniendo lúcida. Julia deja que su madre lleve a los niños al patio trasero de la casa donde tiene gallinas, conejos y dos pavos, cuyo macho cuando abre el vistoso abanico de su cola causa la admiración de los pequeños.

   Después del almuerzo, cuando los niños descabezan una ligera siesta, Julia le cuenta a su madre el problemón que tienen y le pide si le puede adelantar su herencia. No le pide dinero prestado porque sabe que, con su madre, eso es perder el tiempo.

   -No me extraña nada lo que me cuentas. Desde que pretendió a tu hermana siempre me produjo la impresión de que el que ahora es tu marido no tenía los pies en el suelo. Ha pretendido abarcar más de lo que podía y el resultao ha sido el que ha sido. Al menos, te ha hecho una montoná de críos y eso hay que agradecérselo. Lo de la legítima sí que no va a poder ser y de un cuarto de la herencia ni lo sueñes. Tengo pensao mejorar a tu hermano Andrés, al fin y al cabo es quien se ha quedao en el pueblo y el que lleva to el negocio de las fincas y los ganaos…, pero en cualquier caso no pienso hacer testamento hasta que me vea en las últimas -Julia está en un tris de dar por terminada la conversación cuando su madre hace una pregunta que no esperaba-. ¿Y que cantidá necesitarías pa pagar los intereses del préstamo de la Bronchales?

   Cuando Julia le da la cifra, Soledad menea la cabeza y vuelve a preguntar.

   -¿Y cuándo lo podríais devolver?

   -Calculo que a mediados de enero.

   Y ante el asombro de Julia, su madre dice que les va a dejar el dinero, en el bien entendido de que antes de que acabe el mes de enero del nuevo año se lo tienen que devolver. Todavía añade que no es necesario que le paguen intereses y dando por acabada la conversación se marcha a despertar a sus nietos.

   Julia se vuelve a Plasencia más contenta que si le hubiese tocado la lotería. Bien apretado entre el sujetador y su pecho izquierdo lleva enrollados los billetes que le ha prestado su madre. Jamás pensó que se aviniera tan fácilmente a dejarle el dinero. Debe haberse ablandado con el paso de los años, se dice. Durante el corto trayecto hasta Plasencia, piensa que no pueden seguir así, han llegado a un extremo en que parece que estén trabajando para la Bronchales. Y de rondón se cuela en sus reflexiones la sugerencia del tío Luis: ¿por qué no os vais a vivir a Madrid?

    Cuando dos días después regresa su marido, Julia puede darle la noticia, tan grata como inesperada, de que ha pagado a Adelina el plazo de los intereses. Tras dejar que Julio se desfogue celebrando el venturoso desenlace, le plantea lo que considera el mayor problema que siguen teniendo.

   -De esta hemos salido, pero no sabemos lo que pasará cuando venza el siguiente plazo. He hecho números, y no sé si te has dado cuenta, pero últimamente estamos trabajando para la dichosa Adelina. No podemos seguir así, nos está desangrando. Hay que acabar de pagarle la deuda o no saldremos del pozo en que nos hemos metido.

   -Claro que me he dado cuenta, cariño. Pienso en ello las veinticuatro horas. Y estoy totalmente de acuerdo: o saldamos la deuda o esto continuará siendo un malvivir, pero por mucho que me estrujo las meninges, no se me ocurre el modo de saldarla. ¡Maldita sea la hora en que se me ocurrió meterme en lo de las minas y maldita sea cuando pensé que Adelina nos ayudaría a salir del bache! Soy un estúpido, Julia. Tengo que pedirte perdón porque nunca debí permitir que los hechos llegasen a donde han llegado.

   Los lagrimones que le resbalan a su marido por las ásperas mejillas, impresionan a Julia. Hacía muchos años, desde el día que murió doña Pilar, que no le veía llorar. Le coge entre sus brazos y le besa con la ternura que solo puede tener una madre o una mujer enamorada. Pasado el emotivo momento, le cuenta el diálogo que mantuvo con el tío Luis.

   -Pues habrá que agradecer al tío que te diera la idea de la legítima, pues has conseguido que tu madre abriera el bolsillo. ¡Para que luego hablen mal de las suegras! En cuanto a lo de que Julián se vaya a la mili de voluntario le veo más puntos positivos que negativos, pero tendremos que hablarlo con el chico a ver qué opina. Lo que es un puro disparate es lo de irse a vivir a Madrid. Aquí tenemos nuestra vida, el cocido y nuestros hijos que, como buenos placentinos, nunca querrán irse.

   Julia no osa llevar la contraria a su marido, pues tampoco tiene una idea clara de si irse a la capital no será un forma de no afrontar los problemas y acabar creando otro mayor o, por el contrario, podría ser la solución al rompecabezas en que se ha convertido la vida de los Carreño. Con todo, no deja de darle vueltas a lo último que dijo el tío Luis sobre los chicos: pregúntales si prefieren seguir viviendo aquí o en Madrid, verás que sorpresa te vas a llevar. ¿Será posible que sus hijos prefieran vivir en la capital? Descubre que no tiene respuesta pues ese es un tema que nunca se ha comentado en la familia. Y llega a una conclusión elemental: solo lo sabrá preguntándoselo, aunque bien pensado quizá no sea oportuno plantear la pregunta de manera general. Hará una prueba: lo comentará con Pilar, es la más madura e inteligente de todos y según cual sea su respuesta procederá con el resto.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 185. Un patrón sin ética