"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 7 de julio de 2015

6.4. No valen las medias tintas



   Lolita explica a su madre que José Vicente se le ha declarado y que está hecha un lío, no sabe qué hacer y le pide su opinión. La señora Leo, tras escuchar la declaración de su hija de que no le ama, pero que siente un gran respeto y hasta una cierta admiración por su jefe político, es rotunda: le aconseja aceptar su petición de matrimonio. La joven se sorprende ante la categórica respuesta de su madre.
- ¿Y no sería mejor que le diera largas? – pregunta una dubitativa Lolita.
- En estos casos no valen las medias tintas, María Dolores. Él se ha portado como un caballero y tú debes de hacerlo como una dama. O aceptas su proposición o no la
aceptas, nada de marear la perdiz. Y puesto que has pedido mi opinión, acabas de oírla. Tu madre te aconseja que le digas que sí.
- Pero es que no estoy enamorada de él, mamá.
- Ya lo sé, pero él sí lo está de ti. Y un hombre que te quiere, que te respeta, que te considera y que está empeñado en desposarte, pese a que sabe que no le amas, será muy capaz de terminar conquistando, si no tu amor, si tu respeto y estima. Y ya te lo dije, eso lo tienen muy pocas mujeres que se casaron locamente enamoradas. Como hice en el pasado, y voy a hacer ahora, respetaré cualquier decisión que tomes y me tendrás siempre a tu lado pero, insisto, mi opinión es que lo aceptes.
   La charla no acaba de despejar sus dudas. Lolita comprende los temores que siente su madre por su futuro, por el día que pueda quedarse sola en una casa grande y vieja, con una tienda que también está declinando lenta pero inexorablemente. Es consciente de que su madre enfoca el problema no solo desde un punto de vista maternal sino también desde el de una mujer que ha rebasado la cincuentena.
   El último día del plazo, nada más levantarse, piensa que necesita contrastar su opinión con alguien de su edad, que pueda entender mejor sus anhelos, sus inquietudes y sus dudas. Como siempre, va en busca de su amiga Fina. Y vuelve a repetirse el proceso. 
- … y eso es lo que me dijo. Le he dado mil vueltas y lo único que he conseguido es un buen dolor de cabeza. Sigo sin saber qué hacer.
- Chica, me dejas de piedra. Así que José Vicente te ha pedido en matrimonio. Nunca me lo hubiese imaginado. Porque vaya saltos que ha dado el mozo, primero Pepita Arnau, luego Merceditas la Estanquera y ahora Lolita Sales. ¡Casi parece Barbazul!
- ¡Fina, por amor de Dios, tómatelo en serio! He venido para que me ayudes, no para que hagas bromas a mi costa. ¿Si estuvieras en mi lugar qué harías?
- Recuerdo que en una de tus muchas peleas con Rafael me preguntaste exactamente lo mismo. Varios años después volvemos a lo mismo. Ya me gustaría estar en tu lugar, bonita, pero ni mi Herminio ni mis hijos ni, posiblemente, mi suegra me iban a dejar – al ver el gesto contrariado de su amiga, Fina cambia de registro -. De acuerdo, se acabaron las bromas. Vamos a ver, cabecita loca, o yo no te conozco o tienes tanta vocación de soltera como Camila Tena de cabaretera. O sea, que lo que tienes que hacer es casarte. Ambas sabemos quién era tu príncipe azul, pero terminó convertido en rana. Este no es un príncipe, pero tampoco está tan mal.
- Pero no le amo.
- Perdona que me muestre dura, pero alguien ha de decirte las verdades del barquero. Tampoco amabas al Peloplancha y en algún momento estuviste dispuesta a emparejarte con él. Es evidente que con el boticario hubieses hecho mejor boda, pero como te conozco sé que el interés no es de las cosas que te hacen perder el sueño. Y de hombre a hombre no hay color. José Vicente no es que sea Gregory Peck, pero no está mal. ¿Qué no le quieres? Pues muy bien. No te cases con él. Siempre tienes a mano a Manolo Pitarch que lleva media vida poniéndote ojitos de cordero degollado. Mira si tienes suerte, no tienes uno sino dos pretendientes. De ninguno de los dos estás enamorada, aunque volvemos a lo mismo, entre Manolo y José Vicente no hay comparación posible. El secretario dela cooperativa da la impresión que es de los que se viste por los pies y el pobre Manolo todos sabemos que número calza. ¿Tienes algún otro pretendiente que desconozca? ¿No? Pues ya sabes, no hay más cera que la que arde.
- No sé por qué vengo a contarte mis problemas, Fina. A veces me da la impresión de que en lugar de ayudarme me los restriegas por la cara.
- No, Lolita, no. Estás equivocada. Me confundes con Consuelo. Yo te quiero bien, creo que no hace falta que te lo diga. ¿Desde cuándo somos amigas? Desde que íbamos a la clase de los cagones de doña Julia, ¿te acuerdas? Has sido la mejor de mis amigas y me gustaría que lo siguieras siendo, pero alguien ha de decirte las verdades. ¿Te ves llevando una vida cómo la que llevo?, ¿te gustaría?, ¿crees que a mí me gusta? Tú no estás hecha para una vida así de aperreada, trabajo en la casa, trabajo en el campo… Tú necesitas un hombre de la clase del boticario o del de la cooperativa.
- Sí, pero el amor…
- Mira, bonita de cara, creo que ya va siendo hora de que entierres los fantasmas del pasado y dejes de comportarte como aquella niñata que mojaba las bragas cada vez que Rafa le daba un beso. ¿Es necesario que te recuerde que un día de estos vas a cumplir veinticinco tacos? Hazte un favor: olvídate de una puñetera vez de tus sueños de adolescente y pórtate como lo que eres, como una mujer hecha y derecha. Y no tires a la basura la que puede ser tu última oportunidad. Sé realista, no tienes tantas opciones, y la que ahora se te presenta la puedes considerar como un regalo del cielo. ¿Sabes qué? me voy a comprar, para tu boda, el vestido más caro que encuentre en Valencia, a ver si a mi suegra le da un patatús. Porque espero que me invites.   
   Mientras Lolita se debate entre una y mil dudas para decidir qué contestar a la declaración de José Vicente, en el café de El Porvenir, hoy toca hablar de política. Todos los periódicos que llegan al pueblo recogen en primera plana y con gran alarde tipográfico la aprobación por las Cortes de la Ley de Sucesión. España recobra su condición de Monarquía como forma de estado y la ley prevé que en unos meses se llevará a cabo un referéndum para que pueda ser votado por el pueblo.
- Entonces, ¿van a volver los Borbones? – pregunta alguien.
- Eso habrá que verlo – contesta un escéptico.
- Pues si España vuelve a ser una monarquía, tendrá que haber un rey, ¿o no?
- Yo creo que estamos mejor con Franco, porque los reyes ¿para qué coño sirven? Os lo diré – prosigue Sanchís sin esperar a que alguien le rebata -, solo valen para figurar y para rodearse de gente de título que nunca hicieron nada. Franco, al menos, ha ganado la guerra y nos ha librado de los comunistas.
   Se entabla una discusión sobre qué será mejor: si la monarquía, la república o el régimen franquista, al que nadie parece saber definir con exactitud. Al final, llegan a la conclusión de que más vale malo conocido que bueno por conocer.
   Esa misma noche, Bonet pregunta a Lapuerta su opinión sobre la hipotética vuelta de la monarquía. El médico sí parece que lo tenga claro:
- Por lo que he leído, la Ley convierte a España en una monarquía, pero no dice nada concreto sobre la restauración monárquica.
- ¿Entonces…?
- Estoy convencido de que las pretensiones de Franco son, pura y simplemente, convertir su dictadura en vitalicia, pero como éstas no están bien vistas en el resto del mundo lo que intenta, con una jugada de cierta habilidad política, es disfrazar su régimen personalista con el manto de la Monarquía.
- Eso del régimen personalista, ¿qué significa exactamente? – quiere saber Bonet.
- Un régimen personalista es un eufemismo de dictadura. Y no me seas vago – se apresura a añadir el médico – y no me preguntes que es un eufemismo, búscalo en el diccionario. Y volviendo a tu pregunta inicial, España podrá ser una monarquía, pero Franco seguirá siendo el Caudillo por la gracia de Dios y respondiendo únicamente ante él y ante la historia.
- Yo no diría que es Caudillo por la gracia de Dios, sino porque Dios es un gracioso – apostilla el ferroviario haciéndose eco de un popular chascarrillo.