"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 4 de marzo de 2022

Libro III. Episodio 134. Julio se hace chalán


   Desde que el comandante Liaño aludió al dato de la gran cantidad de animales de tiro y carga que precisan los países beligerantes de la Gran Guerra, Julio no deja de pensar que en sus viajes podría adquirir animales trocándolos por sus productos o comprándolos. ¿Y cómo o a quién revenderlos?, se pregunta, hasta que se acuerda que conoce a uno de los mayores tratantes de ganado de la región, un gitano que se dedica a recorrer los pueblos y acudir a ferias en busca de animales para revender o que están listos para ser sacrificados y que luego vende a los carniceros. Tras explicar a su esposa lo que se le ha ocurrido, al día siguiente se pone camino de Almendralejo donde vive el tío Rafaé el Largo, que así es llamado el calé, y tras un inicial y florido palabreo le pregunta si le compraría las bestias que pueda traerle. Después de un retorcido chalaneo, en el que si uno es taimado el otro no le va a la zaga, se ponen de acuerdo en los posibles precios de cada clase de bestia en virtud de su posibilidad de seguir trabajando o servir solo para el matadero. A partir de ese día, Julio no desperdicia un solo viaje en el que sondear a sus clientes, en la localidad de turno, si están dispuestos o si conocen a alguien que quiera trocar su caballería por alguno de sus productos o, en todo caso, venderla. No obtiene demasiadas respuestas positivas puesto que, lógicamente, un campesino necesita de su acémila, pero cuando se topa con alguien que, por lo que fuera, le interesa el trueque o necesita vender obtiene unas ganancias con las que no contaba. Después de uno de esos viajes en los que ha vuelto con una mula y un asno le explica todo orgulloso a su mujer la plusvalía que va a obtener cuando los revenda al tío Rafaé.

   -Me voy a sacar unos buenos duros, Julia. De manera muy limpia y sin tener que doblar el espinazo.

   -Ya sabía yo con quien me casaba, mi amor. Tú eres de los que hasta de las piedras sacan partido. Pero digo yo, ¿y si haces eso con caballos, mulos y asnos por qué no lo haces también con otros animales? Si amplias tu abanico de compraventas podrías aumentar esos ingresos que tan bien nos vienen porque las ventas siguen estancadas.

   -¿A qué otros animales te refieres?

   -A todos los que son comestibles.

   -No querrás que me ponga a comprar gallinas, pavos y conejos.

   -No era esa clase de animales en los que estaba pensando, pero sí podrías comerciar con ovejas, cabras y, sobre todo, con cerdos. ¿Te imaginas cuántos guarros deben de haber en las pocilgas de la mayoría de casas de los pueblos de la región? Deben de ser cientos de miles. ¿Qué familia de campesinos no tiene al menos uno, dos o más cochinos en su cochiquera? Recuerdo haberte oído contar que hasta tu madre, que nunca fue una campesina precisamente, tenía un cerdo que solíais matar por San Martín. Y por su volumen…

   Unos gritos en el zaguán de la casa interrumpen la explicación de Julia, los gritos proceden de Paca que se muestra acalorada y nerviosa. Trae de la mano a Pili que parece enrabietada.

   -¿Qué pasa, Paca, qué trastada ha hecho Pili? –indaga Julia.

   -¿Trastada?, lo que tiene es un hombro dislocao, eso si no se lo ha partio –Y la mucama, que se ha ganado a pulso ser un miembro más de la familia, relata que los niños estaban jugando en un prado cercano donde Álvaro se subió a una enorme encina en la que había un nido de pajarillos. Los demás hermanos se quedaron mirando como su tato -así llaman a su hermano mayor- trepaba. Estaba a punto de coger los polluelos, cuando los gritos de Paca le hicieron mirar hacia abajo, Pili también estaba trepando. No subas –le gritaron al unísono Paca y su hermano-, te puedes caer. ¿Por qué no he de subir si has subido tú? –replicó la niña, cuando de repente la rama a la que estaba agarrada se partió y la cría se fue al suelo--. Menudo susto me he llevao. Habrá que llevarla al dotor –concluye Paca.

   -A ver, diablillo, ven para acá –llama Julio a su hija, palpándole el hombro con cuidado -. Creo que no hay rotura, solo se le ha salido.

   -Voy a llevarla al doctor Lavilla –dice Julia cogiendo a la niña que está callada y con gesto enfurruñado, pero que todavía no se ha quejado.

   -Si, como creo, es una dislocación no vale la pena molestar a don Enrique. Paca, vete a la barbería del señor Vicente el Cojo y dile que venga lo antes posible, que tiene que recolocar un hombro en su sitio.

   -Pero Julio, ¿vas a llamar al barbero para que recoloque el hombro de Pili? –se escandaliza Julia.

   -Pues sí, es quien mejor lo hace de toda la ciudad –y Julio se explica-. El señor Vicente nació la noche de San Juan y existe la creencia popular de que muchos de los que nacen esa noche tienen el don de curar de gracia. No creo mucho en esas cosas, pero lo cierto es que mi barbero es un artista recolocando huesos. Ya lo verás.

  Sobre unos veinte minutos después, aparece el tío Vicente el Cojo que, tras confirmar la dislocación y hacer unas friegas con alcohol para calentar el hombro de la niña, estira el brazo recolocando la articulación en su sitio natural. Pili emite un leve quejido, pero sigue sin derramar una sola lágrima. Su abuela materna, que en el entretanto ha llegado, se dice que si la mayor de sus nietas no cambia tendrá más temple que el acero. Reparada la dislocación, la cría se lleva un buen rapapolvo de su madre.

   -Hoy no te castigo, pero que sea la última vez que desobedeces a Paca y a tu hermano. Cuando no estemos ni papá ni yo, la que manda es Paca. Por tanto, lo que ella diga hay que acatarlo como si lo hubiésemos dicho nosotros. Y si no está Paca, vuestro hermano mayor, Álvaro, es a quien hay que hacerle caso en todo cuanto diga. ¿Entendido? -Pili, sigue enfurruñada, los demás miran a Álvaro con una mezcla de cariño y respeto, es el mayor, es el que manda.

  Mientras el fígaro realiza la operación, Julio no ha parado de darle vueltas a la sugerencia de su esposa cuando les interrumpió Paca: en el comercio de los animales comestibles. Esta mujer es un portento, a mí no se me había ocurrido lo de los ganados, pero tiene razón, ahí hay mucho dinero a ganar. Y pensat i fet, como dicen los valencianos, se mete de cabeza en el negocio del chalaneo.

   Julio, ha encontrado un filón en su nueva faceta de chalán, sobre todo de ganadería porcina. Como bien supuso su esposa, son cientos de miles los extremeños, casi todos del medio rural, que tienen en sus pocilgas uno o más cerdos que crían para su propio consumo pero, como también son muchos los que no tienen otro medio de allegar dinero, frecuentemente se avienen a vender algún ejemplar de sus pequeñas piaras. Puesto que la región extremeña, pese a ser una de las de menor densidad de población del país, cuenta en 1914 con un censo de algo más de un millón de habitantes, son muchísimas las oportunidades que tiene Julio de llenar la furgoneta y revender los animales ahora, en lugar del tío Rafaé el Largo, a una planta cárnica que se ha inaugurado en Mérida. Con lo que está ganando con ese negocio más que con las tiendas.

   Comienza 1915 y los cañones vuelven a tronar. En el extremo oriente la crisis entre Japón, que es el gallito de la región, y China parece agudizarse. En Europa, a principios de febrero se inicia la ofensiva de invierno en la región francesa de Champaña, pero los galos no logran romper el frente alemán. A mediados de ese mes comienza una batalla en Galípoli, Turquía, de triste recuerdo sobre todo para australianos y neozelandeses que sufren duras pérdidas. En mayo se produce un hecho que tiene amplia repercusión: submarinos alemanes hunden el transatlántico británico Lusitania, ahogándose más de mil pasajeros, la mayoría civiles y entre ellos un nutrido grupo de norteamericanos. A fines del mismo mes un nuevo país se suma al conflicto, el reino de Italia declara la guerra a Austria-Hungría. El hecho produce un gran revuelo en España pues hasta ahora el país transalpino era uno de los que se mantenía neutral. La gente teme que España pueda seguir el mismo camino. En la tertulia del casino el hecho provoca una viva discusión.

   -¿Y ahora qué va a hacer nuestro gobierno, meterse también en la pelea? –pregunta Julio, preocupado por si la política acaba torpedeando su lucrativo negocio de chalán.

   En febrero comienza la batalla de Verdún, en la que los ataques alemanes se ven frustrados ante la fuerte resistencia francesa y el escaso avance. Los franceses defienden tenazmente la fortaleza de Verdún con el general Pétain al mando, cuya actuación lo convierte en héroe nacional; la cruenta batalla dura más de nueve meses y deja tras de sí cientos de miles de víctimas en ambos bandos. En julio comienza la batalla del Somme que ha de asumir de forma mayoritaria la Fuerza Expedicionaria Británica ya que los franceses aún no se han recuperado de Verdún. La batalla finaliza en noviembre y la Entente apenas ha avanzado unos kilómetros. El Somme es la batalla con más bajas del frente occidental; la prensa internacional calcula alrededor de medio millón de soldados muertos, heridos o desaparecidos en cada bando.

   En la tertulia hoy se habla de temas más prosaicos, están hartos de tanta batalla.

   -Amigo Carreño, ¿cómo va el chalaneo? –pregunta el siempre curioso don Mauricio.

   -Pues en eso estamos –Julio prefiere no dar muchos detalles de su negocio-. Lo que son las acémilas no queda ni una, pero en lo que respecta a los demás animales nos vamos defendiendo, sobre todo con los guarros.

   -Es que en esta tierra, con las dehesas que hay, los cerdos se deben criar solos –apunta Liaño.

   -Cuando se tienen dehesas, sí pero si no hay que arrimar el hombro para criarlos –responde Carreño.

 

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 135. Cada uno habla de la feria…