"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Libro II Episodio 109. El corazón tiene razones que la razón no entiende

   El beso de Toni ha dejado a Julia aturdida y conmocionada. Ha de volver a apoyarse en la repisa porque las piernas siguen fallándole, su ritmo cardíaco se ha disparado y nota una sensación que es tan nueva para ella como turbadora, se ha mojado. Necesita tiempo para recuperarse, necesita que las piernas recobren su firmeza, que su corazón se calme y ha de entrar en el precario baño para recomponerse. Cuando sale se ha recuperado algo, aunque sus mejillas siguen arreboladas y su corazón continúa desbocado. En el trayecto hasta casa apenas se entera de lo que van contándole sus dos acompañantes.

   -Buenas noches –es su lacónica despedida y entra como una exhalación en casa. Tiene mucho en qué pensar.

   En cuanto llega a su dormitorio comienza a desnudarse, cuando unos golpecitos suenan en la ventana. Se acerca y, ante su espanto, allí está Toni. El joven ha escalado la pared y está haciéndole gestos para que abra. Julia no sabe qué hacer, lo primero es ponerse la bata. Haber cubierto su semidesnudez parece que la ha hecho serenarse. Entreabre con tiento la contraventana.

   -Ahora mismo te bajas. Como sigas ahí un minuto más mañana voy a ser la comidilla de toda la ciudad. Por Dios te lo pido, Toni, vete.

   -Tranquila, paloma mía, solo quiero recordarte que mañana por la tarde te espero en el merendero de la Curva. No me falles, corazón, o me tiro al río –dice con una sonrisa, tras lo cual desciende.

   Esa noche, Julia es incapaz de dormir. Su mente se ha convertido en una noria en la que dan vueltas sin parar las sensaciones experimentadas en la trastienda de la droguería. Lo que más la perturba es el beso y el efecto que le ha causado, más que efecto ha sido una reacción tan desmedida de su cuerpo como no recordaba. El hecho de haberse mojado no se aparta de su mente. ¿Me habré enamorado? ¿Es así como se reacciona cuando uno se enamora?, se pregunta. No tiene respuesta puesto que una sensación así jamás la ha vivido. Lo que resulta patente es que Toni le atrae, pero es una atracción ante la que se siente tan temerosa como excitada. Y Toni, ¿también debe sentir lo mismo por mí?, vuelve a preguntarse. Recuerda sus palabras, dichas con tanta convicción como apasionamiento: que le tiene loco, que para él es la mujer más maravillosa del mundo, que está siempre presente en su pensamiento, que…, todo eso solo se le dice a la persona a la que uno quiere, piensa. Pero un nubarrón no deja de sobrevolar sus evocaciones, también le han llegado chismes sobre el proceder del joven. Lupe le ha contado que tiene fama de mujeriego y de que es capaz de cualquier trapisonda con tal de conseguir el favor de una mujer y, lo que es casi peor, que acostumbra a jactarse de sus conquistas con los amigos. ¿Solo seré una conquista más para él o de verdad está enamorado de mí? Me ha llamado paloma mía, ¿considera que ya soy suya, solo por besarme? No puede seguir pensando, su razón va por un camino y sus sentimientos por otro. Continúa sintiendo unas sensaciones tan agradables como perturbadoras. Clareando la mañana, sus ojos se cierran.

   Se despierta cuando oye golpes en la puerta, es Pilar que la espera para desayunar antes de ir a oír misa a las Carmelitas Descalzas. Se mira en el espejo, se ve pálida y desmejorada, pero el mejor indicador de que ha pasado una noche en duermevela son sus profundas ojeras. Aunque no es partidaria de coloretes y potingues, se maquilla para eliminar en lo posible las ojeras y darle un poco de color a sus mejillas. Tras el desayuno, aparece Julio que, como todos los domingos, las escoltará hasta el convento. Julia sigue silente y cuando le preguntan algo contesta con brevedad, su cabeza continúa estando en otra parte. Teme que de un momento a otro aparezca Toni y no va a saber cómo recibirle y como compaginar su presencia con los Carreño, pero al galán no se le ve por ahora. En un momento del santo oficio Julia se da cuenta de que, medio escondido tras una columna, Toni le está haciendo señas, el índice de su mano derecha señala a su mano izquierda con los cinco dedos extendidos y hasta cree entender lo que está diciendo sin palabras: te espero a las cinco.

   Al salir del convento, Julia, con el corazón en un puño, mira a todos lados. Es consciente de que a Toni le sobra atrevimiento para acercarse a ellos y… ¡Dios sabe qué puede hacer o decir! Se tranquiliza al no verle. Durante el aperitivo, primero, y el almuerzo, después, la muchacha no piensa en otra cosa: ¿ir o no ir a la Curva?, si va ¿qué puede pasar? Tal y como ha demostrado Toni presiente que es capaz de todo… y si la vuelve a besar…, si la vuelve a besar teme que no sabrá controlarse y…

   -Julia, hija, estás como ausente. ¿Te pasa algo?

   -No, Pilar, es que he pasado una mala noche y apenas si he dormido. Por eso estoy un poco alicaída.

   -Igual es una bajada de tensión, ¿te pido una copita de licor carmelitano para animarte? –se interesa, solícito, Julio.

   -No, gracias. Lo que haré será echarme un poco al llegar a casa, a ver si recupero algo de sueño.

   En su habitación, lo último en lo que piensa Julia es en dormir. Sigue debatiéndose entre ir o no al merendero. Con el paso de los minutos parece serenarse y comienza a razonar. Si va, no sabe lo que puede ocurrir, de Toni espera cualquier cosa. Si no va, el joven posiblemente se enfadará y, si lo hace, igual no vuelve a verle. ¿Podré soportar no volver a verle?; y si estoy enamorada de él, algo que todavía no soy capaz de discernir, ¿me veré con fuerzas para renunciar al hombre que hace que mi corazón lata tan aprisa que parece que se me va a salir del pecho? Hasta que un ramalazo de sensatez le señala la respuesta: no puede ir, no debe ir, no es razonable ir. No puede ir porque intuye que no sabrá controlarse. No debe ir porque va contra la costumbre imperante que una joven de buena reputación vaya sin pareja o sin otras chicas a un sitio donde hay baile. No es razonable ir porque yendo puede perder más que ganar.

   Tomada la decisión, los nervios comienzan a ceder y sus razonamientos pasan a ser más lúcidos. Y reflexiona que lo realmente importante no es si ir o no al merendero. Lo verdaderamente esencial es descubrir si está o no enamorada de Toni. Cierto es que el joven le gusta, le atrae, la excita, pero… ¿gustar, atraer y excitar son sinónimos de querer? ¿Esas sensaciones son suficientes para sentirse enamorada? Piensa que desde el momento en que está analizando lo que le ocurre el enamoramiento es, como poco, dudoso. Y recuerda la frase de un pensador francés que en alguna ocasión le ha escuchado a doña Pilar: el corazón tiene razones que la razón no entiende. ¿Será eso lo que me pasa?, ¿que mi corazón va por un lado y mi razón por otro? Tras mucho meditar desiste, sus sentimientos siguen siendo confusos y no encuentra en ellos una respuesta concluyente.

   Puesto que por el camino emprendido es incapaz de encontrar una explicación que le aclare el torbellino de sensaciones y sentimientos que experimenta, opta por cambiar de método de exploración y se obliga a un profundo examen de introspección, pero dejando los sentimientos aparte, si es que es capaz. Y decide aplicar uno de los métodos que le ha enseñado su maestra. Diseña un cuadro de doble entrada: en el eje de las ordenadas hace tres apartados marcados con un + (rasgo positivo), un - (negativo) y un ? (dudoso). En el eje de las ordenadas va escribiendo los rasgos a considerar en ¿su pretendiente?: físico, inteligencia, carácter, seriedad, simpatía, educación, afabilidad, honradez, palabra, capacidad para ganarse la vida, ¿será buen marido?, ¿será buen padre?, ¿me tratará como reina o sierva?, ¿sabré lo que piensa con solo mirarle?... No puede seguir porque alguien llama quedamente a la puerta.

   -¿Sí?

   -¿Has podido descansar? –es Pilar quien pregunta.

   -No todo lo que debía, pero algo sí. Estaba haciendo una lista de cosas que tengo que hacer mañana –se disculpa Julia, guardando papel y lápiz en el cajón de la mesilla de noche.

   -¿Te apetece echar unas partiditas?, así te distraes. Ha venido Etelvina y somos cuatro.

   Julia piensa que lo que menos le apetece ahora es jugar al parchís, pero Pilar, seguramente sin proponérselo, ha acertado en algo, necesita distraerse, necesita rebajar la tensión anímica que le ha provocado tanto pensar en el problema encarnado en Toni Cortés.

   -Buena idea. Me arreglo un poco y ahora bajo.

   En las dos primeras partidas, suelen echar tres, Julia está totalmente descentrada, deja pasar varias oportunidades de escapar a la amenaza de las fichas de los rivales y no sabe colocarse en las casillas adecuadas para, si tiene fortuna con el dado, poder matar fichas de los demás. En un receso del juego en que se quedan solos, Julio le dice:

   -Julia, bonita, daría la isla de Cuba, si fuera mía, para saber en qué piensas.

   -No pienso en nada. ¿Por qué lo dices?

   -Porque estás con nosotros, pero tu cabeza está a mil leguas de aquí.

   -No, lo que pasa es que sigo estando un poco cansada.

   -Lo que tú digas, pero te conozco demasiado bien y sé que esa cabecita tan bien amueblada que tienes está ¡Dios sabe dónde!, pero desde luego no en la partida. De todas formas, tranquila, tu secreto, el que fuere, está a buen recaudo conmigo. Y si en algo puedo ayudarte, sabes que siempre puedes contar conmigo.

   Que atento y afable se ha vuelto Julio. Me trata como si fuera su hermana pequeña, se dice Julia. Y por un momento piensa que acaso sería oportuno contarle lo que le pasa, seguro que sabría aconsejarla bien… Pero loca, se dice, ¿cómo le vas a pedir que te aconseje sobre Toni si aún espera que le contestes a su declaración? Y por asociación compara a ambos hombres. No tiene claro quién gana y quién pierde en la confrontación, por lo que decide que, en el inconcluso cuadro que está confeccionando incorporará también a Julio, quizá eso le ayude a clarificar sus sentimientos por Toni. Quizá la introspección le sirva para dilucidar lo que le ocurre.

       

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 110. Es de vidrio la mujer