Sergio Martín, estudiante de FP, ha invitado
al cine a Maripili, la jovencita con la que ha salido unas cuantas veces y de
la que cree estar enamorado. Hasta ahora la relación ha discurrido por la senda
de la más estricta mojigatería. Él no se atreve a propasarse y ella no parece
ofrecer ninguna puerta abierta a más contactos que ir cogidos de la mano. Hoy,
como es la última salida antes de partir ambos de vacaciones, Sergio está
decidido a que pase algo más. En un momento de la sesión deja su mano, como al
desgaire, encima de la rodilla de la muchacha que no dice nada ni siquiera parece
que se le altere el pulso, pero cuando, envalentonado por el silencio, comienza
a acariciarle el muslo, ella, con suavidad pero con firmeza, retira su mano.
Ahí se terminan todas las esperanzas del chico de conseguir algo más, por eso
su sorpresa es mayor cuando, al despedirse, la muchacha le planta un cálido
beso y su lengua busca la suya. El chico sale disparado y hecho un manojo de
nervios, tiene una aparatosa erección que su fino pantalón de verano no
consigue enmascarar, en cuanto llega a casa se encierra en el baño y se
masturba compulsivamente.
La mañana del dos de agosto Sergio sólo
puede despedirse de Joaquín, es el único de sus amigos que todavía está en
Madrid, él se va al día siguiente al pueblo.
- ¿Y cómo dices que
se llama? – quiere saber Joaquín.
- Senillar, es el
pueblo de mi madre, está en la provincia de Valencia casi haciendo frontera con
la de Alicante. Antes pasábamos una quincena en Benialcaide que está al lado,
pero como el año pasado murió la abuela iremos al pueblo y así haremos compañía
a mi abuelo.
- ¿Y qué tal es,
hay mucha movida?
- ¿Movida? No saben
ni de qué va eso. Debe de ser uno de los pueblos más aburridos del mundo
mundial. Mira si es muermo que me llevo el manual de inglés técnico de grado
superior para ponerme al día de cara al próximo curso.
- Algo bueno
tendrá; vamos, digo yo.
- Lo único que
tiene medio pase es la playa, pero no vayas a creer que es porque haya mucha
tía buena en bikini, de eso nada. Sólo se ven familias con críos y viejos. Al
menos es lo que yo recuerdo de algunas vacaciones que pasé cuando era niño.
- En las playas y
en verano es fácil ligar o sea que no te quejes. Oye, ¿te despediste de
Maripili? – pregunta el amigo con una sonrisa pícara. Y ante la muda afirmación
de su amigo vuelve a peguntar - ¿Ya te la has trajinado?
- Oye, tío, no te
pases. Maripili es una chica decente, no como esas calientabraguetas con las
que soléis salir.
Al atardecer de ese mismo día Sergio está
pegado al televisor. El equipo norteamericano de baloncesto está ofreciendo un espectáculo
inenarrable, por algo lo apodan el dream
teame. El chaval es buen aficionado al deporte de la canasta. Su padre le
prometió que si sacaba todo el curso en junio irían unos días, más no podían
permitírselo, a Barcelona a ver los juegos. No sólo aprobó, sino que sacó unas
notazas. La promesa paterna no pudo cumplirse, el billetaje para ver in situ
los encuentros de los olímpicos yanquis estaba agotado hacía tiempo. Le hubiese
encantado verlos en directo, pero ha de contentarse en seguir a sus ídolos por
televisión. Hoy es el encuentro entre americanos y españoles y las gradas del pabellón
olímpico de Badalona se llenan de gritos de aliento para ambos equipos,
lógicamente son más numerosos los aficionados hispanos aunque de vez en cuando
se oye el grito de yu, es, ei.
- Sergio, ¿qué es
eso que gritan? – quiere saber su padre que, aunque no es fan del baloncesto ya
que lo suyo es el fútbol, también está viendo el partido.
- Son las siglas de
Estados Unidos en inglés.
- Tenemos muy buen
equipo, igual les damos un susto a los americanos.
- Papá, ¿estás de
broma? Como no se quede manco medio equipo no les va a ganar nadie y aun así
habría que verlo. Tienen el mejor conjunto del mundo: Magic Johnson, Jordan, Larry
Bird, Pat Ewing…
La madre interrumpe por un momento la charla
entre padre e hijo para conminarles:
- Os recuerdo por
última vez que mañana nos vamos al pueblo y ninguno de los dos habéis hecho
vuestro equipaje. Esta noche sin falta ha de estar todo empacado.
- Tranquila, mujer,
tranquila – la calma su marido.
- Todo lo tranquila
que quieras, pero al final tendré que ser yo quien haga las maletas – refunfuña
la mujer.
- Mamá, te prometo
que en cuantito acabe el partido la mía la hago en un momento y no es necesario
que recojas mi habitación que ya me encargo yo.
- A ver si aprendes
de tu hijo, marido.
Cuando la madre desaparece en la cocina, el
padre comenta:
- No te molestes en
hacer la maleta, ya la hará tu madre como todos los años.
- Eso no es justo,
papá, la mamá se lo carga todo. Tiene que dejar la casa recogida, llevar el
canario a casa de la señora Jacinta para que lo cuide durante agosto, escoger
la ropa vieja que llevará al pueblo para que la usen los tíos en el campo y,
encima, hacer nuestras maletas. No, no me parece justo. Creo que deberíamos
echarle una mano.
- Hijo, los hombres
tienen la obligación de traer pan a casa y la de la mujer es cuidar que se
pueda comer en el suelo si fuera menester.
- Papá eso que
dices son conceptos del tiempo de Maricastaña. Las mujeres tienen los mismos
derechos y obligaciones que los hombres.
- ¿Pero se puede
saber de dónde sacas esas ideas tan raras?