En la tarde del mismo día en que pudo charlar
con el Tío Josefo, Ponte se reúne con los otros componentes del grupo de
jubilados para contarles su conversación con el patriarca del clan de los
García Reyes.
- Así que lo
único mollar que te ha contado es que el clan de los Corrochanos hace negocios
con unos chinos del polígono Cobo Calleja. Eso sí que es una auténtica
sorpresa. En la policía siempre hemos creído que gitanos y chinos son como agua
y aceite, imposible mezclarlos – se sorprende Grandal.
- ¿Por qué?
– quiere saber Ballarín.
- Porque son
dos etnias que más opuestas sería difícil encontrarlas. Para empezar, son dos
pueblos que viven inmersos en su propio mundo. Dejando aparte los negocios o en
lo referido a su trabajo, apenas si se relacionan fuera de su ámbito. ¿Vosotros
habéis visto a calés participando en fiestas o actos de los payos?, ¿verdad que
no?, o en todo caso muy poco, pues con los chinos tres cuartos de lo mismo.
- Ahora que
dices eso, en el curso de una de mis nietas va un chinito, pues sucede que
siempre que hay reunión de padres los del chino no aparecen nunca. Claro que
una flor no hace primavera – se corrige de algún modo Álvarez.
- Pues no se
llevarán entre ellos pero, por lo que me ha contado el Tío Josefo, parece que
los Corrochanos están metidos en negocios con chinos del polígono de
Fuenlabrada – replica Ponte.
- Y si esos
gitanos participan en negocios con los chinos y lo que contó el chatarrero de
Humanes fuera cierto, eso coloca a los Corrochanos como posibles candidatos de
ser los vendedores del furgón blindado – sugiere Ballarín.
- Hay algo en
esta historia que a mí no me cuadra – apunta Álvarez -. Suponiendo que lo que
dijo el chatarrero fuera verdad y si chinos y gitanos tienen negocios comunes,
¿qué necesidad tenían estos últimos de vender el furgón al chatarrero?, se lo
podían haber vendido directamente a los chinos, no necesitaban un intermediario
para nada.
- Es una
buena objeción, Luis – admite Grandal -. Y como tú, también tengo mis dudas
porque en este relato hay varios puntos que mientras no los confirmemos casi
toda la historia queda en el aire. Porque de momento solo contamos con
suposiciones. La primera: los supuestos gitanos ¿cómo se hicieron con el
furgón?, ¿lo encontraron abandonado, lo robaron, se lo compraron a alguien? La segunda:
¿es verdad que fueron unos gitanos quienes vendieron el furgón al chatarrero de
Humanes? Tercera: ¿es real que el chatarrero vendió el furgón a los chinos?
- O sea, que
estamos como al principio, no sabemos nada – sintetiza Ponte cuyo rostro es
todo un poema de frustración.
- Hombre,
Manolo, algo más sabemos – Álvarez trata de animar a su alicaído compañero -,
que hay unos gitanos que se dan el pico con unos chinos.
- ¿Y con eso
que adelantamos para resolver nuestro caso? – replica Ponte, que ya habla del
Caso Inca como algo propio.
- Nosotros
no sé, pero a los colegas que llevan el caso les va a interesar, y mucho, esa
sorprendente relación chino-gitana – apunta Grandal.
- Otra vez
estamos ante la misma pregunta – plantea Ballarín -, ¿qué hacemos?
Tres pares de ojos dirigen su mirada al que,
de facto, es el jefe del grupo. Grandal responde enseguida, como si ya tuviera
preparada su respuesta:
-
Sinceramente, creo que esto nos supera. No tenemos medios ni estamos en
condiciones de efectuar un seguimiento a unos chinos de los que solo sabemos
que trabajan en el Polígono Cobo Calleja. Y algo parecido puede decirse
respecto a los Corrochanos. El dato que nos ha ofrecido el Tío Josefo es algo
que solo puede desentrañar y, en su caso, valorar la policía. Creo que
tendremos que volver a llamar a los Sacapuntas.
- Ya estamos
como siempre: unos tienen la fama y otros cardan la lana – Ballarín es quien ha
echado mano del inagotable refranero español para resumir el estado de la
cuestión.
- Así es la
vida, Amadeo – replica Grandal -. Una cuestión: ¿quién quiere venir conmigo a
la reunión con los Sacapuntas?
El silencio es la respuesta.
- Manolo,
creo que al menos tú deberías venir – pide Grandal -. Eres a quien el Tío
Josefo le dio la información sobre los Corrochanos.
- Jacinto, para
serte sincero – replica Ponte -, tus jóvenes colegas me repatean y aún más ese franchute
que está con ellos y que siempre me mira como si fuera un ninot de falla.
Además, todo cuanto me contó el Tío Josefo, ahora también lo sabes tú.
- No lo
creas, Manolo – replica Grandal -. Es posible que ellos te hagan preguntas que
quizá te hagan rememorar frases o aspectos de la entrevista con el patriarca
que hayas podido olvidar. Incluso yo, al repetir lo que tú nos has contado,
puedo olvidarme de algo. En la policía tenemos una máxima: mejor el original
que la copia. Y en este caso es obvio quien es el original.
Ante los argumentos de Grandal y aunque a
regañadientes, Ponte accede a reunirse con los inspectores que llevan el Caso
Inca. En cuanto Grandal llama a Atienza y le comunica que tiene una nueva
información que quizá, solo quizá, pueda afectar al robo del Tesoro Quimbaya,
el inspector de Patrimonio le insta a que le adelante el contenido de la
información. Tras hacerle el relato de
todo lo que contó el Tío Josefo, Atienza le pide que han de reunirse para que
puedan oírlo sus dos compañeros del caso. Y, por supuesto, es imprescindible la
asistencia de Manuel Ponte.
- Mañana sin
falta nos reuniremos. A las nueve os esperamos en Patrimonio.
- Juan
Carlos, mañana es sábado y Ponte los fines de semana está muy ocupado con sus
nietos.
Atienza, que no es lerdo, caza al vuelo la
puntualización del excomisario y rápidamente rectifica:
- Lo
comprendo. Hagamos una cosa, que sea Ponte quien fije el lugar y la hora que le
va mejor. En cuanto lo sepas me llamas o mejor me pones un WhatsApp.
Algo más tarde, el WhatsApp que recibe Juan
Carlos Atienza dice: Sábado Cafetería Van Gogh 12 h.
La mañana del sábado, 16 de enero, Ponte
enciende el ordenador, pese a su desapego de todo lo que huela a política tiene
interés en saber cómo van las negociaciones para conformar el nuevo gobierno. La
portada de El País lleva como titular principal: Los aliados de Podemos amenazan con dejar el grupo. ¡Caray!,
exclama Ponte, todavía no han empezado su andadura política y ya se están
tirando los trastos a la cabeza. Y eran los que decían que venían a regenerar
la política. Debajo otro titular dice: Los
líderes regionales del PSOE rechazan las cesiones a los separatistas. Es lo
suyo, piensa Ponte, al fin y al cabo la última letra de su sigla partidista es
la e, que se supone de España. No pueden estar de acuerdo con los que quieren
romper el país. En la única fotografía de la portada aparece Donald Trump, candidato
republicano a la presidencia de Estados Unidos, el pie reza: Trump supera los obstáculos. Estos
yanquis son muy suyos, se dice Ponte, lo malo es que si eligen a un fulano como
ese quienes vamos a pagar los platos que rompa vamos a ser los demás. Hay otro
titular: El Rey acelera las consultas
para evitar un vacío de poder. Bueno, piensa, creo que en Bélgica han llegado a estar sin gobierno casi un año y
el país no lo notó demasiado y en el caso de los italianos ni te cuento. A ver
si aquí pasa lo mismo. Y con ello da por acabado su repaso diario a los medios.
Cuando abre el armario ropero piensa que
tendrá que ponerse algo más presentable que de ordinario. A las doce tiene una
cita con los polis del Caso Inca y no es cuestión ir de cualquier manera. Está
dudando sobre que corbata ponerse cuando oye abrir la puerta del piso. Solo
puede ser su hija, pues los fines de semana Felisa, su asistenta, libra.
- Papá,
buenos días. ¿Has dormido bien? – pregunta Clara mientras le planta un par de
besos a su padre -. Verás, teníamos plan con los Belsa, pero acaba de parir la
cuñada de Cristina y se han ido a la Quirón a verla. ¿Te viene bien invitarnos
a comer?, ¿sí?, estupendo. Habíamos pensado ir al Foster's Hollywood de Majadahonda,
a los niños les encanta. ¿Te parece bien a las dos?
- Me parece
estupendo, pero tengo una cita con unos amigos en Van Gogh a las doce. Si veo
que la reunión se retrasa te llamaré y podéis iros vosotros, yo me reuniré más
tarde. No creo que me demore mucho.
Estos inútiles de polis son capaces de tocarte
los huevos hasta los sábados, se dice Ponte, pensando en la cita que tiene con
los Sacapuntas.