A
primeros de junio, Grandal recibe una llamada de Juan Carlos Atienza.
- Comisario, el Jefe de mi Brigada quiere
hablar contigo. No te puedo contar el motivo, pero te adelanto que es para
darte una buena noticia. ¿Cuándo podrías pasarte por aquí?
- Mañana mismo si le viene bien a Ramos –
contesta Grandal.
- Ahora mismo se lo comento a ver como tiene
la agenda.
Tras
la oportuna consulta quedan que Grandal acudirá al despacho del Jefe de la
Brigada del Patrimonio Histórico el ocho de junio.
- Jacinto, cuánto tiempo sin verte. Los años
han sido generosos contigo. Estás como los vinos de buenas añadas, cada día
mejor.
- Chimo Ramos se ve que tanto tratar con
ladrones de arte ha afinado tu capacidad de falsificar la realidad, pero en
cualquier caso agradezco tus amables palabras. Lástima que las mujeres no
piensen lo mismo.
Una
común carcajada respalda la buena química que ambos comisarios parecen
mantener.
- Esta es lo que podríamos calificar como una
charla exploratoria – comenta Ramos -. Te cuento. La investigación del robo del
tesoro no está del todo concluida, pero aplicándole el símil taurino
podríamos decir que solo le falta el rabo por desollar.
- Sí, pero
también sabes que los taurinos afirman igualmente que hasta el rabo todo es
toro – replica Grandal.
- Muy taurómacos hemos venido hoy – comenta
el Jefe de la Brigada -. Se nota la cantidad de corridas que hemos tenido que
presidir – contesta Ramos aludiendo con ello a la práctica de que las corridas
de toros las debía presidir un comisario de policía aunque no supiera nada de
tauromaquia -. De lo que básicamente quería hablarte es de una cuestión
que te afecta al igual que a tus compañeros de dominó. El Ministerio del Interior
quiere premiar vuestra dedicación y entrega a la investigación de todo lo concerniente
al Caso Inca y está estudiando las distinciones a otorgaros. En tu caso piensan
concederte, a título extraordinario, la Cruz al Mérito Policial con distintivo
blanco. Ha habido sus más y sus menos porque ya tienes la Cruz con distintivo
rojo, además de la Medalla de Plata, condecoraciones más importantes. No sé si
han acertado o han metido la pata, pero es lo que han resuelto. Solo te pido
que no te lo tomes a mal y que no la rechaces, aunque sigo creyendo que esos
lumbreras del Ministerio son unos zoquetes de mucho cuidado.
- A estas alturas de mi vida, Chimo, ya hay
pocas cosas que puedan molestarme y desde luego lo de la Cruz no es una de
ellas, pero diles que la aceptaré, más que nada para no haceros un feo a
los amigos que todavía estáis en activo.
– responde Grandal.
- Pues me quitas un peso de encima, aunque en
el Cuerpo sabemos que mereces mucho más, pero en fin… Lo de la charla
exploratoria va por otro lado, por el de tus colegas del dominó. En el
Ministerio dudan entre otorgarles, como a ti, la Cruz al Mérito Policial con
distintivo blanco, o nombrarles comisarios honorarios de la Policía Nacional.
¿Tú que crees que les haría más ilusión?
- Pues la
verdad es que no lo sé. Como ya no estoy al día, explícame cómo funciona lo de
comisario honorario porque tengo entendido que se ha modificado – quiere saber
Grandal.
- En efecto,
la última regulación es una ley orgánica del dos mil quince. Establece que la
distinción de comisario honorario de la Policía Nacional podrá otorgarse a
aquellas personas que, no habiendo pertenecido al citado Cuerpo, se hubieran
distinguido por los merecimientos contraídos en virtud de la labor realizada a
favor del mismo. El expediente en el que se recogen los méritos para recibir la
distinción es interno y no se hace público, por lo que resulta imposible
conocer qué actuaciones ha protagonizado el agraciado para recibirla. Lo que
facilita también que se preserve la privacidad del premiado, algo que en el
caso de tus jubilados amigos les vendrá de perlas. Si se les concediera lo de
comisario honorario se haría una excepción porque esa distinción no se otorga
así como así, de hecho hay años que no se concede a nadie y cuando se hace solo
suele ser a una persona. El hecho de que se concedieran tres de golpe sería
algo inédito en los anales del Cuerpo.
- Pues chico, no sé qué decirte. Quizá fuera
conveniente que opinaran ellos. ¿Te parece pertinente que se lo pregunte?
- No
solamente lo creo pertinente sino aconsejable. Háblalo con ellos y me cuentas
sus impresiones.
Grandal reúne a sus amigos y les cuenta las
intenciones del Ministerio del Interior.
- ¿Qué nos
quieren dar una cruz? – se asombra Ponte -, ¿y por qué?
- Tú eres el
único que no debería formular esa pregunta – responde con guasa Ballarín -. Si
no hubieses estado paseando a tu nieto Julio delante de las puertas del Museo
de América un fatídico día de octubre del pasado año lo del robo del Tesoro
Quimbaya no nos hubiera afectado para nada. Si ahora nos quieren poner una cruz
tú eres el primer culpable.
- Oye,
Jacinto, ¿y qué diferencia hay entre la cruz de marras y lo de comisario
honorario? – quiere saber Álvarez.
- Ambas son distinciones que se otorgan a
civiles que han llevado a cabo trabajos e investigaciones que han ayudado a la
justicia y que han colaborado al prestigio de la policía – A continuación
Grandal les explica a grandes rasgos como son materialmente tanto la cruz como el
carnet y la placa de comisario honorario.
- O sea, que si nos nombran comisarios de
policía tendremos tu misma categoría – y al decir esto a Álvarez le brillan los
ojos de pura satisfacción.
- Pues sí, desde un punto de vista
honorífico, claro – precisa Grandal.
- A ver si te he entendido bien – apunta
Ballarín tan amigo de la precisión como siempre -.
Dices que un buen número de personas
ajenas a la Policía Nacional son distinguidas cada año con la Medalla al Mérito
Policial con distintivo blanco. En cambio, el nombramiento de comisario
honorario a una persona ajena al Cuerpo de Policía es muy restringido, tanto
que se viene escogiendo solamente a un premiado al año. ¿Es correcto?
- Correcto.
- Entonces
lo tengo claro, prefiero que me nombren comisario honorario – concluye
Ballarín.
- Lo mismo
digo, si se puede elegir, me pido comisario – secunda Álvarez.
- A mí me da
igual una cosa que otra. Lo que vosotros prefiráis – comenta Ponte.
Grandal le comenta al Jefe de Patrimonio la elección de sus amigos:
quieren ser comisarios.
- Pues a alguien en el Ministerio le va a
sentar a cuerno quemado porque nunca se han otorgado tres distinciones de ese
rango en el mismo año. ¿Aunque sabes lo que te digo? Creo que tus amigos se lo
han ganado.
Una
vez resuelto lo de las distinciones, Ramos le cuenta a Grandal la noticia que
éste llevaba tantos meses esperando: a efectos prácticos el robo del Tesoro
Quimbaya ha sido resuelto. En Francia, concretamente en Paris, han sido
detenidos y puestos a disposición judicial los integrantes de la banda que realizó
el asalto al furgón blindado que devolvía al Museo de América el lote de joyas
quimbayas que el ente madrileño había prestado al museo parisino du Quai du Branly. La banda estaba
formada por varios albanokosovares que eran los del gatillo fácil, por dos
belgas expertos en el robo de objetos de arte y por un grupito de sicarios
colombianos que formaban la guardia pretoriana del sujeto de la misma
nacionalidad que dirigía al grupo. Uno de los belgas y el cabecilla de la banda
en el último momento consiguieron escapar.
- Oye, ¿y de
los autores intelectuales qué se sabe?
- Al
parecer, están identificados y digo al parecer porque sigue habiendo
claroscuros en este caso. Por tanto, solo resta la identificación y, si ello
fuera posible, la puesta a disposición de la justicia de los autores
intelectuales del robo. Lo de si fuera posible es porque los que planearon el
robo del Tesoro Quimbaya parece que residen fuera de España y se tendrá que
estar a lo que disponga el ordenamiento jurídico internacional o, en su caso,
los acuerdos bilaterales entre España y el país o países de los que sean
oriundos los tramoyistas del robo.
- Y el resto
de las piezas robadas, ¿cuándo se devolverán al Museo de América?
- Eso quisiera saber yo. Cuando le formulé esa pregunta al Secretario de Estado de Seguridad se me quedó mirando como si le hubiese preguntado si el Papa de Roma es católico. De mí para ti, Jacinto, en los muchos años que llevo en el Cuerpo nunca me había tropezado con un caso que oliera tanto a chamusquina como este. Aquí nada es lo que parece y nada parece lo que es.