"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 20 de octubre de 2015

8.8. Un ménage à trois


    La gota fría también ha llegado para Lola en forma de noticia: Rafael y Pepita han tenido un hijo. Resguardada tras los visillos de la puerta de casa ve pasar el cortejo del bautizo. Maruja es la madrina de su nieto y va toda orgullosa, parece que en vez de portar al crío llevase el Santo Grial. Se fija en la nueva mamá, está algo desmejorada, pero ha tenido suerte, no debe de haber engordado ni un gramo; también ella rebosa satisfacción. El padre de la criatura va detrás de los padrinos, con las manos en los bolsillos, y charlando despreocupadamente con un amigo. Cuando al cabo de un rato vuelve a pasar el cortejo de vuelta de la iglesia solo puede ver al padrino, el tío Braulio, que lanza puñados de monedas de cinco y diez céntimos mezcladas con caramelos y peladillas a la chiquillería que se arremolina a su paso.
   Fina, que acaba de llegar, saca a Lola de su contemplación.
- Esa tripita comienza a marcar curva, eh. ¿Ya te da pataditas?
- Hace mucho. La otra noche mira si se movía que me despertó. Desperté a José Vicente para que lo comprobara.
- ¿Y no se enfadó?
- ¡Mujer! ¿Por qué iba a enfadarse? También es hijo suyo. Si está más chiflado con el crío que yo. No puedes imaginarte el mimo con el que apoyó su cabeza en mi vientre para oírlo.
- ¡Que suerte tienes! Tu marido es un santo. Si en alguno de mis embarazos hubiera despertado a mi Herminio a media noche para que escuchara las pataditas del crío, a la que le da la patada es a mí. ¿Y qué prefiere, niño o niña?
- Dice que lo que venga bienvenido será, pero ya sabes, los hombres, si por ellos fuera, se pedirían niño, sobre todo el primero. Está eso de perpetuar el apellido y todas esas historias. ¿Y te digo otra cosa? Si tenía alguna duda de cuanto me quiere José Vicente, se me disiparon hace unos días. Estábamos comentando asuntos del Ayuntamiento, cuando me referí, porque venía a cuento, a Rafa. No veas cómo se puso. Le cogió un ataque de cuernos que me dejó con la boca abierta. Nunca pude imaginarme que se pondría tan celoso.
- ¡No le habrás dado motivos!
- ¡Por Dios, Fina, qué cosas dices! Pues sí que estoy yo como para andar de picos pardos. Ni le he dado motivos ni se los daré nunca. Ya te digo que si cité a Rafa fue porque estábamos hablando del señor Benjamín y salió su nombre a relucir. Vaya mosqueo que se pilló.
- Ten cuidado que los celos son malos compañeros y llegan a cambiar el carácter de las personas. ¿Te acuerdas, cuando la guerra, de lo borde que te pusiste conmigo porque no te conté el lío de aquella refugiada madrileña con Rafael? Estuviste un montón de tiempo sin dirigirme la palabra, creí que no volveríamos a ser amigas. Mira de lo que son capaces los celos.
- Ya lo sé, ya. Bastante mal que lo pasé y bien que me arrepentí de haberme portado contigo como lo hice. Al fin y al cabo tú no tenías la culpa. Alguna vez he recordado aquel episodio y me he preguntado qué se habrá hecho de aquella pobre chica.
- A mí también me picaba la curiosidad. Recién llegado al pueblo, me crucé con Toni Caselles y le pregunté por Almudena. Ya sabes que se murmuraba que Toni tuvo que ver con ella. Me dijo que no había vuelto a saber nada desde que los nacionales liberaron el pueblo.
- Esas son viejas historias que mejor es no removerlas.
- No sé si te alegrarás tanto de lo que te voy a contar, pero creo que es mejor que lo sepas por mí para que no vuelva a pasar lo de aquella vez con la evacuada. ¿A qué no puedes imaginarte quién es la última conquista del siete machos de Rafa?
- Conociéndole seguro que, sea quien sea, no me va a sorprender nada.
- Creo que esta vez sí. Ni en un millón de años podrías suponer con quién le está poniendo los cuernos a su mujer..., con nuestra amiga Consuelo.
- ¿Con Consuelo?, ¡no es posible!
- Ves como sabía que te ibas a quedar de piedra. Pues sí, con Consuelito.
- No sé si creerlo. Igual son chismes de cotillas que no tienen nada más que hacer que darle a la sin hueso.
- Mujer, ya sabes que en estos casos nadie asegura que los ha visto encamados, pero lo que sí parece cierto es que han visto a Rafa entrar y salir de casa Consuelo cuando su marido no está. Conociendo lo catacaldos que es Rafa desde luego no va a pasar el rosario.
- Lo que es la vida. De todas vosotras, Consuelo fue la única que demostró envidia cuando salía con Rafa. Precisamente fue ella la que me contó lo que antes referíamos de la madrileña. Y ahora, al cabo de tantos años, resulta que también ha pasado por el aro ¡Qué poca vergüenza tiene, una mujer casada! Y el manta de su marido sin enterarse.
- Eso es lo mejor de la historia. Dicen que Modesto es consentidor.
- Pero bueno, ¿adónde vamos a llegar, a qué el marido consienta?
- El asunto no acaba ahí. Hay más. Como dice mi Herminio esto es para mear y no echar gota. Dicen las malas lenguas que es un, un..., a veces te he oído emplear una expresión francesa que creo que es la que viene al pelo en estos casos.
- ¿Un ménage à trois?
- Pues eso, esta es una historia de ménage. Parece que todos consienten porque todos salen ganando.
   La historia ha excitado la curiosidad de Lola.
- A ver, explícate, ¿quiénes son todos?
- Pues todos, las dos parejas, Rafael y Pepita y Consuelo y Modesto.
- ¿Pero Pepita también está liada con Modesto? Eso sí que no lo creo de ninguna manera.
- No, no está liada con ese vago. Lo que parece es que, según cuentan, en ese apaño del Rafa con Consuelo todos ganan, incluso los que llevan los cuernos.
- Ya me dirás cómo se guisa eso, porque de todo lo que me llevas contado es lo más sorprendente, que los cornudos también estén contentos.
- Tampoco será la primera vez. Mi padre nos contaba que cuando estuvo sirviendo al Rey en África había un sargento que decía que los cuernos son como los dientes, que al nacer duelen, pero que luego, según quien te los ha puesto, ayudan a comer.
- Cómo no te expliques mejor sigo en ayunas.
- Es que no es fácil. Verás, según parece Rafael ya le tenía echado el ojo a Consuelo, entonces para ganarse al holgazán del Modesto y saber cuándo tiene el patio libre de moros, le ofreció trabajo en su almacén de materiales. De esa forma, todos ganaban, Consuelo conseguía que su marido hiciese algo de provecho, Modesto encontraba quien le diese un sueldo y Rafa tenía al pajarito contento.
- Si fuera tal como lo cuentas sería en verdad un ménage à trois, pero sigo sin explicarme qué diablos pinta Pepita en ese vodevil.
- Esa parte es la enrevesada, y parece que la menos clara, de esta historia. Hay quien asegura que las relaciones de cama de Rafael y su mujer nunca han sido gran cosa y más aún después de tener el crío. Como ahora Rafa tiene la colita satisfecha pues no reclama sus derechos maritales o los exige mucho menos.
- ¿Quieres decir qué Pepita sabe que su marido la engaña?
- Casi seguro. El día que fui con mi suegra a conocer al niño, ya sabes que son parientes, me quedé a solas con Pepita mientras Águeda le enseñaba a mi suegra todos los regalos que le habían hecho al crío. Hablamos de los partos y de todo lo que viene después y cuando le comenté que tenía que pasar la cuarentena para volver a estar con su marido, ¿sabes qué me contestó? Que la cuarentena o la centena si hacía falta, que a Rafael no lo iba a echar de menos. Fíjate, y nosotras qué creíamos que era poco menos que tontita. Bueno, pues de eso nada, me parece que es tan ladina como su madre.
- Es que se me hacen los ojos chiribitas. ¿Pues sabes qué? Tenías razón, la historia que acabas de contarme es increíble. Aquí, el que no corre, vuela.
- Si ya lo dice mosén Batiste: este pueblo es como Sodoma y Garrama.
- Gomorra, Fina, Gomorra.