Martín el barbero, una mañana más, está afeitando a Alfonso Grau, quien
recordando lo que Gimeno le contó del baile de los estudiantes, tira de la
lengua al fígaro sobre el festejo.
- ¿Y qué tiene ese baile de particular?
- Que es el único de ringorrango que se
celebra en el pueblo. Nació hace unos años, como una mala copia de uno que los
estudiantes de Valencia organizan en una sala de fiestas por las vacaciones de
Navidad. También es un pretesto que sirve de escaparate para los que aspiran a
ser algo más de lo que son.
- ¿Y cuándo se celebra?
- Generalmente en el trecho que va de Año
Nuevo a Reyes.
- ¿Puede asistir cualquiera o es por
invitación?
- Está reservado el derecho de admisión. Hay
personas que no necesitan invitación, como los estudiantes y los hijos de las
familias con más posibles, aunque ahora comienza a ir gente de medio pelo, pero
estos han de trabajarse el que sean invitados.
- Y los de medio pelo, ¿cómo consiguen la invitación?
– Grau sigue tirando de la lengua al rapabarbas.
- No puede ni imaginarse, don Alfonso, lo que
muchas familias llegan a hacer. Hay todo un combate sotarrado para que sus
hijos, especialmente los que están en edad de merecer, sean invitados al festejo.
Las tásticas para lograr la invitación son muchas y diversas. La más frecuente
es conseguir que el chico o chica sea pareja de uno de los miembros de pleno
derecho. Estos reciben multitud de ensinuaciones, cuando no de peticiones
directas, que a veces se convierten en auténticas pejigueras a lo largo de las
vacaciones de Navidad, que es cuando se prepara la organización del festejo.
Las
vacaciones a las que aludía el barbero Martín, las navideñas, se aproximan. Los
muchachos que estudian fuera vuelven al pueblo. Todos se conocen, aunque eso no
suponga que sean amigos. Solo hay un acontecimiento que les une: el baile de
los estudiantes. Para ellos es muy importante, en cambio para la mayoría de la
gente es únicamente motivo de chismorreo que es lo que están haciendo dos
comadres que se han topado en la calle.
- Tengo un rumor que te va encantar. ¿Sabes
quién dicen que está empeñada en que inviten a su hija al baile de los estuiantes?
– Y la comadre, sin esperar ninguna clase de respuesta, suelta la noticia -.
Dorotea la Barquera.
- ¿Dorotea? Si además de ser una barriobajera
no tiene dónde caerse muerta.
- No creas, ganó sus buenos duros con el
estraperlo.
- ¿Y a santo de qué esos humos? La inviten o
no, la niña seguirá siendo la hija de la Barquera. Y todo el mundo sabe de qué
pie cojea esa familia.
La
táctica más habitual para conseguir la invitación al baile, de aquellos que no
la tienen, es presionar a las familias, cuyo derecho de asistencia nadie
discute, para que presenten y apoyen al aspirante. Es lo que está haciendo
Dorotea la Barquera con la esposa del jefe de Falange.
- Lola, no puedes negarme el favor. Te puedes
imaginar la ilusión que le haría a la chiquilla ir al baile. Solo puedo
recurrir a ti, y ya sabes que sé agradecer los favores.
- Te entiendo perfectamente, Dorotea. Te
prometo que haré cuanto esté en mi mano, pero ya sabes que la selección es cosa
de la comisión de los estudiantes.
- Ya lo sé, pero tú tienes buena mano, y tu
marido no digamos.
- No es tan fácil como lo pintas, no tenemos
tanta influencia como dices, ¡ojalá! Si me lo hubieses dicho antes... Bueno, no
te preocupes. Veré lo que se puede hacer. Y si la cosa no sale bien, sabiendo
que tienes tanto interés, el próximo año seguro que la sacaremos adelante.
- De aquí al año que viene Dios sabe lo que
puede pasar. Tendría que ser ahora. He encargado el traje sin decírselo a mi
marido. Como la niña se quede sin baile, en cuanto el Ramiro vea la factura de
la modista me va a deslomar.
Gastos
extras son inevitables porque el baile hay que prepararlo debidamente,
especialmente las debutantes. Hay que hacerse un vestido adecuado para la
ocasión y un traje de buen corte solo puede adquirirse en Gandía o en Valencia.
Y hay que estrenar zapatos a juego y alguna que otra joya o, cuanto menos,
bisutería de cierto porte. Y todos los complementos necesarios para que la
novel invitada acuda a la fiesta como un pincel. Y luego está el dilema del
acompañante. Por eso, hay quien planifica la asistencia al baile como si
preparase una escaramuza bélica. Uno de esos
es Pepín Mañes. Piensa que no se trata de ir por ir, hay que sacar alguna
utilidad al puñetero baile. Y su objetivo, que a partir de ahora va a ser prioritario,
es encontrar una buena novia. Ha tonteado con varias muchachas, mas ninguna le
atrajo lo suficiente como para emparejarse. Sabe que en cuanto termine la
carrera de magisterio tendrá que hacer oposiciones, lo que supondrá marcharse
del pueblo. Para cuando llegue ese día debería de tener algo seguro, porque
luego solo estará en el pueblo durante las vacaciones e igual no es tiempo
suficiente para encontrar lo que necesita. Tiene que hacerlo ahora. Todas las
jóvenes de las mejores familias van a estar allí, por lo que va a tener el
muestrario completo para comenzar a separar el grano de la paja. De todas
formas, Pepín quiere atar todos los cabos posibles en su búsqueda y para ello
le cuenta sus anhelos a la única persona que sabe que no se burlará de él y que
hará cuanto pueda para ayudarle: Beatriz Villangómez, el hada madrina de los
estudiantes locales. Bea, como suelen llamarla, tras escuchar atentamente las
cuitas del muchacho le plantea una proposición inesperada:
-
No creo que pueda ayudarte mucho, Pepín. Aunque hace ya unos años que vivo
aquí, he pasado más tiempo en Valencia que en el pueblo y no conozco a fondo
todas las jovencitas y a sus correspondientes familias, pero… sí sé quién las
conoce muy requetebién: Lola Sales, que como sabes es buena amiga mía y a la
que le flipa hacer de casamentera.
-
Bea, lo que te estoy contando no es como para ir largándolo por ahí. Te lo
cuento a ti y a nadie más. Ya supongo que la señora de Gimeno conoce del
derecho y del revés a todas las familias del pueblo, pero mi petición es algo
muy reservado y no para contársela a terceros.
- Lo comprendo,
Pepín. Yo se lo plantearía de forma muy discreta y sin mencionar nombres.
Pepín se lo piensa un momento.
- Si lo planteas así…, bueno, pregúntale a
Lola, pero como has dicho de manera muy, muy discreta.
Beatriz lleva a cabo su embajada y aunque no menciona el nombre de Pepín
Mañes, por las señas que tiene que darle a Lola ésta reconoce rápidamente quien
es el apadrinado de su amiga Bea. Y lanza el primer nombre que se le ocurre y
que atesora las cualidades que pretende Pepín.
- Una jovencita con las cualidades que quiere
tu amigo podría ser Amparín Vives.
Una
carcajada es toda la respuesta que le ofrece Beatriz, quien antes de que se
moleste su amiga, se explica:
- Lola, tienes que ponerte al día en lo que
atañe a los emparejamientos del mocerío local. Amparín ya está comprometida
para el baile.
- ¿Ya tiene pareja? – se sorprende Lola.
- Sí y no – es la ambigua respuesta de Bea -.
Tiene pareja, pero no es oficial. Sus padres no lo saben.
- No me digas que va a ir al baile con un
acompañante desconocido por sus padres. Esa chica es un poco rara, ¿no?
- De rara, nada. Lo que tiene es mucho
carácter. No me importaría ser como ella. Y sí alguien te importa de verdad
tener el coraje suficiente para liarte la manta a la cabeza y tirar por la
calle de en medio. Eso es lo que quiere hacer Amparín, si va al baile será con
su elegido que no es otro que mi hermano Carlos.
Ahora, quien suelta la carcajada es Lola.
- Tienes toda la razón, Bea. Me estoy
quedando desfasada de lo que pasa en el mundo de la gente de menos de veinte
años. Eso significa que me voy haciendo vieja.
- De vieja nada, estás en la flor de la vida
como suele repetir mamá. Y estamos como al principio, sigo necesitando un
nombre para mi amigo.
- Te doy otro: Maricarmen Traverso.
- No la conozco. ¿Crees que será apropiada
para… mi amigo?
- No respondo que se vayan a gustar
mutuamente, pero apropiada lo es y mucho. De entrada es una chavala que no está
mal, es bastante mona, su padre no es tan rico como Vives, pero está igualmente
forrado. Ah, y otro dato que tiene su importancia: si tu amigo es quien supongo,
ella es más bajita que él. Eso es algo que estoy seguro que le encantará.
- ¿Y la Traverso por qué no va al baile?
- ¿Cómo quieres qué vaya? No estudia ni le ha
invitado nadie. ¿Te parecen pocos motivos para no poder asistir? Y la pena es
que se muere de ganas, sería su primer baile.
- ¿Y tú crees que aceptaría ir con mi amigo?
- De mil amores.
- ¿Y cómo accedo a la niña Traverso para
invitarla al baile en nombre de mi amigo?
- Fácil. La niña Traverso, como la llamas, es
amiga de Pilarín Mañes la prima de tu amigo. Dile que hable con Maricarmen y
todo solucionado.
- La verdad, Lola, es que somos dos marujonas,
aquí estamos como dos alcahuetas arreglando parejas y, quien sabe si no futuros
emparejamientos – comenta con una sonrisa Beatriz.
Pilarín ha ido en busca de Maricarmen para trasladarle la invitación de
Pepín que ésta recibe batiendo palmas.
- ¡Qué buena amiga eres! ¿Y tú con quien vas
a ir?
- Con Manolo Valero.
- ¡Con Manolo, pero si tu familia no se habla
con los Valero!
El
encogimiento de hombros de Pilarín vale por una respuesta.
- ¿Y qué les parece a tus padres que vayas
con él? – inquiere, curiosa, Maricarmen.
- Aún no se lo he dicho. Supongo que al
principio me montarán el pollo y me dirán que nanay, pero terminaré soltando
unas lagrimitas y al final pasarán por el aro.
- Oye, Pilarín, hablando de amigas. Tenemos
otra que está en mi misma situación...
- Julita Piñol, ¿verdad? – se adelanta,
Pilarín.
- La misma. Está que rabia por no poder ir,
pero ya sabes que pondrá una condición: solo aceptará ir si su acompañante es
Miguelito Vinuesa, si no se quedará en casa.
- De todas formas, ya que lo has sacado...,
se me ocurre que no perdemos nada por preguntárselo a mi primo Pepín. Como
sabes, es muy amigo de Miguelito, hacen el mismo curso y viven juntos en
Valencia.
- ¡Me encanta esto de hacer de celestina!