"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 17 de mayo de 2016

27. Mucho arroz para tan poco pollo



   A Bernal y Atienza la noticia del hallazgo del furgón blindado les ha cogido en sus domicilios. Bernal está lidiando con su hijo más pequeño que se muestra inapetente, mientras los hermanos mayores ven la televisión y su esposa ultima la preparación de la cena. Atienza está delante de los fogones cocinando una merluza rebozada con guarnición de guisantes, al tiempo que su compañero de piso y de cama se esmera en preparar un coctel de frutas. Es Bernal quien toma la iniciativa y llama a su compañero:
- Juan Carlos, ¿sabes lo del furgón?
- Hace unos minutos me han llamado los compañeros de Fuenlabrada.
- ¿Nos vamos para allá?
- Bueno… - Atienza duda -. Es ya muy tarde, Eusebio, y no creo que solucionemos nada yéndonos ahora Si no tienes inconveniente creo que lo podíamos dejar para mañana a primera hora.
- Desde luego, el furgón no se va a mover de allí. De acuerdo, nos vemos mañana.
   Al día siguiente, los dos policías se dirigen a Fuenlabrada. En la comisaría local de la policía nacional les informan que el hallazgo se ha producido por una auténtica carambola. En una de las operaciones que la policía desarrolla contra el blanqueo de capitales, en este caso de las mafias chinas, se han registrado varias naves de comerciantes orientales en el polígono industrial Cobo Calleja. Dicho polígono es el principal centro importador y distribuidor en España de productos fabricados en China. En una de las naves registradas, los agentes encuentran un furgón que lleva en las portezuelas y en los laterales el logotipo de una empresa que transporta los artículos chinos a bazares de todo el país. Al principio, no se le da ninguna importancia al vehículo, es uno de los muchos que utilizan los comerciantes del polígono. Hasta que uno de los inspectores se da cuenta de que no es la habitual furgoneta dedicada al pequeño transporte, para esa tarea no era necesario blindarla. En un segundo momento se descubre que los logotipos de los laterales han sido pintados no hace demasiado tiempo y, un dato más interesante aún, las placas de identificación pertenecen a otro furgón que yace en el desguace hace años y la documentación del vehículo es más falsa que un billete de tres euros. De ahí a identificar el furgón como el que transportaba el Tesoro Quimbaya ha sido una tarea sencilla.
- ¿Y qué coño hacía el furgón en la nave de una empresa china de Fuenlabrada? – se dice Bernal en una pregunta que es más retórica que otra cosa.
- En el atestado de los compañeros que han llevado a cabo la investigación se afirma que el dueño ha declarado que lo compró de segunda mano al dueño de un desguace que hay en Humanes de Madrid.
- ¿Crees que el chino dice la verdad? – pregunta Bernal.
- Tendremos que interrogarle a ver si sacamos algo en claro.
   El interrogatorio del comerciante chino, a través de un intérprete porque el oriental apenas si balbucea unas pocas palabras en español, no aporta nueva información. Ratifica su primera declaración de que lo compró al dueño de un desguace sito en el pueblo de Humanes. El Dúo Sacapuntas se desplaza a dicha localidad para interrogar al propietario del cementerio de automóviles. El interrogatorio al que someten al dueño del centro de despiece automovilístico se centra en averiguar a quien le compró el furgón blindado. No sacan nada en limpio. El industrial del desarme de vehículos les da la rocambolesca versión de que lo compró a unos gitanos que le dijeron que lo habían encontrado abandonado en un descampado cercano adonde ellos acampaban, que hasta tenía las llaves puestas, pero sin documentación alguna. Lo único que admite el patrón del desguace es que le puso las placas de otro furgón que había desguazado y que falsificó la documentación. De los gitanos solo sabe eso, que eran de esa etnia, pero no conoce sus nombres ni donde pueden vivir. Los policías no se creen esta versión, pero no consiguen que el chatarrero se salga del guion.
- Este pozo está seco – sentencia Bernal -. A este fulano ya no le vamos a sacar nada más.
- Todavía nos queda algo por investigar. A lo mejor por ahí tenemos más suerte.
- ¿Te refieres al “artista” que pintó los nuevos logotipos en el furgón? Yo también lo he pensado, pero soy pesimista. Como nos metamos a buscar en la maraña de empleados y subcontratados que trabajan para los chinos nos podemos perder en un océano de conexiones que nos harán perder mucho tiempo y que, a buen seguro, no nos llevarán a ninguna parte.
- Posiblemente tengas razón, Eusebio, pero el negativismo tampoco nos aportará nada. No podemos descartar cualquier pista por nimia que sea. Tampoco tenemos tantas como para desperdiciar esta – responde Atienza.
   A rebufo de la policía van los vejetes convertidos en detectives. Grandal los ha llamado para informarles de las escasas noticias que ha conseguido recabar sobre el hallazgo del furgón.
- El furgón ha sido encontrado en el polígono industrial Cobo Calleja de Fuenlabrada. Estaba en el almacén de uno de los muchos chinos que tienen allí sus comercios.
- Si los chinos también andan metidos en lo del robo, ¡aviados estamos, eso va a ser mucho arroz para tan poco pollo! – sentencia Álvarez poniéndose castizo.
- No te pongas pesimista, Luis, que no es para tanto. Por ahora parece que los chinos no tienen nada que ver. Compraron el furgón al dueño de un desguace de Humanes que a su vez se lo compró a unos gitanos.
- Entonces, ¿a quién tendríamos que investigar, a los chinos, al chatarrero o a los gitanos? Inquiere Álvarez.
- De entrada, yo descartaría a los chinos y al del desguace. Creo que deberíamos centrarnos en los gitanos puesto que son los primeros de esta cadena y que, por tanto, son los más cercanos a los atracadores o a quienes pudieron tener algún contacto con estos.
- Si hay que investigar a unos gitanos eso es casi más difícil que hacerlo con los chinos. Como ha dicho antes Luis es mucho arroz para tan poco pollo. ¿Vosotros sabéis lo difícil que es sacarle a un calé la verdad como no quiera contarla? – Ballarin que es quien ha hecho la pregunta parece tan pesimista como Álvarez con los chinos.
- Manolo, ¿te acuerdas del suceso de los robos de cobre en Móstoles que fue precisamente cuando nos conocimos? – pregunta Grandal a Ponte.
- ¿Los robos de cobre? Ah, claro. Me había olvidado de ese asunto. Si la memoria no me falla eran los García Reyes los que manejaban el cotarro – Ponte está recordando.
- A ver, chicos, hacednos partícipes de vuestros recuerdos porque Amadeo y yo no sabemos de qué coño estáis hablando – exige Álvarez.
- Es una vieja historia…
   Grandal explica que en la década los ochenta hubo una auténtica plaga de robo de cables de cobre en los tendidos eléctricos que la compañía Hidroeléctrica, en la que trabajaba Ponte por entonces, estaba llevando a cabo en las nuevas urbanizaciones que, como setas en otoño, aparecían mes tras mes en el pueblo de Móstoles que por entonces registraba el mayor índice de crecimiento urbano de toda Europa. Grandal estaba destinado en la brigada de robos y a raíz de las denuncias puestas por la empresa fue cuando conoció a Ponte. Pese a las exhaustivas investigaciones realizadas por la policía y al reforzamiento que la compañía eléctrica hizo en su propio sistema de seguridad y vigilancia los robos siguieron. La situación cambió cuando alguien sugirió una idea que en principio parecía un tanto descabellada: contratar como vigilantes a familias gitanas de las que estaban afincadas, más bien temporalmente, en las zonas chabolistas de los alrededores. A dicha medida Grandal se opuso frontalmente, mientras Ponte fue uno de sus valedores. Medida que acabó adoptándose. El resultado fue espectacular: los ladrones del cobre desaparecieron de la noche a la mañana. Y Ponte se ganó unos nuevos amigos, entre ellos la interminable parentela de la familia García Reyes que fue una de las que hizo posible el fin del latrocinio cuprífero.
- ¿Y tú crees, Jacinto, que los García Reyes podrían ayudarnos a encontrar a los presuntos vendedores del furgón? – pregunta Ponte.
- A mí, desde luego no me ayudarían. Para ellos solo sigo siendo un madero que, después de los picoletos, es lo más bajo de la raza humana, pero si se lo pides tú es posible que accedan a echarnos una mano. Fuiste tú quien les dio el curro de la vigilancia, no solo a ellos sino a casi toda su parentela. Y los calés tendrán muchos defectos, pero también son de los que saben devolver los favores recibidos.
- ¿Y dónde podríamos hacernos con ellos?