A Bernal y Atienza la noticia
del hallazgo del furgón blindado les ha cogido en sus domicilios. Bernal está
lidiando con su hijo más pequeño que se muestra inapetente, mientras los
hermanos mayores ven la televisión y su esposa ultima la preparación de la
cena. Atienza está delante de los fogones cocinando una merluza rebozada con
guarnición de guisantes, al tiempo que su compañero de piso y de cama se esmera
en preparar un coctel de frutas. Es Bernal quien toma la iniciativa y llama a
su compañero:
- Juan Carlos, ¿sabes lo del furgón?
- Hace unos minutos me han llamado los compañeros de Fuenlabrada.
- ¿Nos vamos para allá?
- Bueno… - Atienza duda -. Es ya muy tarde, Eusebio, y no creo que
solucionemos nada yéndonos ahora Si no tienes inconveniente creo que lo
podíamos dejar para mañana a primera hora.
- Desde luego, el furgón no se va a mover de allí. De acuerdo, nos
vemos mañana.
Al día siguiente, los dos
policías se dirigen a Fuenlabrada. En la comisaría local de la policía nacional
les informan que el hallazgo se ha producido por una auténtica carambola. En
una de las operaciones que la policía desarrolla contra el blanqueo de
capitales, en este caso de las mafias chinas, se han registrado varias naves de
comerciantes orientales en el polígono industrial Cobo Calleja. Dicho polígono
es el principal centro importador y distribuidor en España de productos
fabricados en China. En una de las naves registradas, los agentes encuentran un
furgón que lleva en las portezuelas y en los laterales el logotipo de una
empresa que transporta los artículos chinos a bazares de todo el país. Al
principio, no se le da ninguna importancia al vehículo, es uno de los muchos
que utilizan los comerciantes del polígono. Hasta que uno de los inspectores se
da cuenta de que no es la habitual furgoneta dedicada al pequeño transporte,
para esa tarea no era necesario blindarla. En un segundo momento se descubre
que los logotipos de los laterales han sido pintados no hace demasiado tiempo
y, un dato más interesante aún, las placas de identificación pertenecen a otro
furgón que yace en el desguace hace años y la documentación del vehículo es más
falsa que un billete de tres euros. De ahí a identificar el furgón como el que
transportaba el Tesoro Quimbaya ha sido una tarea sencilla.
- ¿Y qué coño hacía el furgón en la nave de una empresa china de
Fuenlabrada? – se dice Bernal en una pregunta que es más retórica que otra
cosa.
- En el atestado de los compañeros que han llevado a cabo la
investigación se afirma que el dueño ha declarado que lo compró de segunda mano
al dueño de un desguace que hay en Humanes de Madrid.
- ¿Crees que el chino dice la verdad? – pregunta Bernal.
- Tendremos que interrogarle a ver si sacamos algo en claro.
El interrogatorio del
comerciante chino, a través de un intérprete porque el oriental apenas si
balbucea unas pocas palabras en español, no aporta nueva información. Ratifica
su primera declaración de que lo compró al dueño de un desguace sito en el
pueblo de Humanes. El Dúo Sacapuntas se desplaza a dicha localidad para
interrogar al propietario del cementerio de automóviles. El interrogatorio al
que someten al dueño del centro de despiece automovilístico se centra en
averiguar a quien le compró el furgón blindado. No sacan nada en limpio. El
industrial del desarme de vehículos les da la rocambolesca versión de que lo
compró a unos gitanos que le dijeron que lo habían encontrado abandonado en un
descampado cercano adonde ellos acampaban, que hasta tenía las llaves puestas,
pero sin documentación alguna. Lo único que admite el patrón del desguace es
que le puso las placas de otro furgón que había desguazado y que falsificó la
documentación. De los gitanos solo sabe eso, que eran de esa etnia, pero no
conoce sus nombres ni donde pueden vivir. Los policías no se creen esta
versión, pero no consiguen que el chatarrero se salga del guion.
- Este pozo está seco – sentencia Bernal -. A este fulano ya no le
vamos a sacar nada más.
- Todavía nos queda algo por investigar. A lo mejor por ahí tenemos más
suerte.
- ¿Te refieres al “artista” que pintó los nuevos logotipos en el
furgón? Yo también lo he pensado, pero soy pesimista. Como nos metamos a buscar
en la maraña de empleados y subcontratados que trabajan para los chinos nos
podemos perder en un océano de conexiones que nos harán perder mucho tiempo y
que, a buen seguro, no nos llevarán a ninguna parte.
- Posiblemente tengas razón, Eusebio, pero el negativismo tampoco nos
aportará nada. No podemos descartar cualquier pista por nimia que sea. Tampoco
tenemos tantas como para desperdiciar esta – responde Atienza.
A rebufo de la policía van los
vejetes convertidos en detectives. Grandal los ha llamado para informarles de
las escasas noticias que ha conseguido recabar sobre el hallazgo del furgón.
- El furgón ha sido encontrado en el polígono industrial Cobo Calleja
de Fuenlabrada. Estaba en el almacén de uno de los muchos chinos que tienen
allí sus comercios.
- Si los chinos también andan metidos en lo del robo, ¡aviados estamos,
eso va a ser mucho arroz para tan poco pollo! – sentencia Álvarez poniéndose
castizo.
- No te pongas pesimista, Luis, que no es para tanto. Por ahora parece
que los chinos no tienen nada que ver. Compraron el furgón al dueño de un
desguace de Humanes que a su vez se lo compró a unos gitanos.
- Entonces, ¿a quién tendríamos que investigar, a los chinos, al
chatarrero o a los gitanos? Inquiere Álvarez.
- De entrada, yo descartaría a los chinos y al del desguace. Creo que
deberíamos centrarnos en los gitanos puesto que son los primeros de esta cadena
y que, por tanto, son los más cercanos a los atracadores o a quienes pudieron
tener algún contacto con estos.
- Si hay que investigar a unos gitanos eso es casi más difícil que
hacerlo con los chinos. Como ha dicho antes Luis es mucho arroz para tan poco
pollo. ¿Vosotros sabéis lo difícil que es sacarle a un calé la verdad como no
quiera contarla? – Ballarin que es quien ha hecho la pregunta parece tan
pesimista como Álvarez con los chinos.
- Manolo, ¿te acuerdas del suceso de los robos de cobre en Móstoles que
fue precisamente cuando nos conocimos? – pregunta Grandal a Ponte.
- ¿Los robos de cobre? Ah, claro. Me había olvidado de ese asunto. Si
la memoria no me falla eran los García Reyes los que manejaban el cotarro –
Ponte está recordando.
- A ver, chicos, hacednos partícipes de vuestros recuerdos porque
Amadeo y yo no sabemos de qué coño estáis hablando – exige Álvarez.
- Es una vieja historia…
Grandal explica que en la
década los ochenta hubo una auténtica plaga de robo de cables de cobre en los
tendidos eléctricos que la compañía Hidroeléctrica, en la que trabajaba Ponte
por entonces, estaba llevando a cabo en las nuevas urbanizaciones que, como
setas en otoño, aparecían mes tras mes en el pueblo de Móstoles que por
entonces registraba el mayor índice de crecimiento urbano de toda Europa.
Grandal estaba destinado en la brigada de robos y a raíz de las denuncias
puestas por la empresa fue cuando conoció a Ponte. Pese a las exhaustivas
investigaciones realizadas por la policía y al reforzamiento que la compañía
eléctrica hizo en su propio sistema de seguridad y vigilancia los robos
siguieron. La situación cambió cuando alguien sugirió una idea que en principio
parecía un tanto descabellada: contratar como vigilantes a familias gitanas de
las que estaban afincadas, más bien temporalmente, en las zonas chabolistas de
los alrededores. A dicha medida Grandal se opuso frontalmente, mientras Ponte
fue uno de sus valedores. Medida que acabó adoptándose. El resultado fue
espectacular: los ladrones del cobre desaparecieron de la noche a la mañana. Y
Ponte se ganó unos nuevos amigos, entre ellos la interminable parentela de la
familia García Reyes que fue una de las que hizo posible el fin del latrocinio
cuprífero.
- ¿Y tú crees, Jacinto, que los García Reyes podrían ayudarnos a
encontrar a los presuntos vendedores del furgón? – pregunta Ponte.
- A mí, desde luego no me ayudarían. Para ellos solo sigo siendo un madero
que, después de los picoletos, es lo más bajo de la raza humana, pero si se lo
pides tú es posible que accedan a echarnos una mano. Fuiste tú quien les dio el
curro de la vigilancia, no solo a ellos sino a casi toda su parentela. Y los
calés tendrán muchos defectos, pero también son de los que saben devolver los
favores recibidos.
- ¿Y dónde podríamos hacernos con ellos?