"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 21 de febrero de 2014

3.4. Coche nuevo

   Sergio está como loco con su pisito pues es su primera casa, el primer hito de lo que imagina será un largo y feliz camino que recorrer en compañía de su bien amada.
- ¿Estás contenta con nuestro nidito de amor?
- No digas chorradas, Sergio, que me pones de los nervios. Que nidito de amor ni que leches. Este piso es una porquería lo mires por donde lo mires. Por eso voy a seguir el consejo de Anabelén, me ha contado que en la zona norte de el Torreón van a construir un bloque de apartamentos que parece que van a salir muy bien de precio si se compran en plano. Un día de estos cuando salga del merendero pienso acercarme donde la caseta de información y traerme propaganda.
- ¿Quieres alquilar otro apartamento? – pregunta Sergio alarmado.
- De alquilar, nada, eso queda para los pobretones. Lo que voy a mirar es para comprarlo.
- ¿Y de dónde vamos a sacar el dinero?, ¿o es que te ha tocado la lotería? – pregunta el muchacho en clave irónica.
- La pasta va a salir de nuestro trabajo, como hace cualquier pareja normal. Y si no alcanza con lo que ahora ganamos será cuestión de echar más horas extras o buscarse un segundo curro – asevera tajante la joven.

   Sergio descubre que el argumento de que no gana lo suficiente no vale para obstaculizar los proyectos inmobiliarios de su pareja. Opta por defenderse por otro flanco.
- Trabajo muchas horas y cuando llego a casa estoy bastante cascado. ¿Cómo voy a currar más tiempo?
- Eso son historias de señorito de ciudad. No trabajas tanto. Mi padre sí que curra, que casi lo hace de sol a sol. ¿O es qué me he ido a vivir con un flojeras? Piensa que a lo mejor puedo quedarme preñada y entonces tendrás que trabajar más horas, quieras que no, porque yo no podré hacerlo y habrá una boca más que alimentar.
- ¿Es que estás embarazada? – pregunta el chico con un temblor en la voz.
- No, no lo estoy, pero puedo estarlo en cualquier momento porque las pastillas esas que tomo, digan lo que digan, no creo que sean tan seguras. Y precisamente porque no estoy preñada es el momento de que tú eches los restos y consigamos tener un piso lo suficientemente espacioso para que, cuando tengamos familia, podamos montarle una habitación molona al crío –. Lorena ha descubierto que hablar de su posible maternidad pone a Sergio en un total estado de indefensión.

   El joven, ya en franca retirada, juega su última baza.
- Bueno, visto desde esa perspectiva…, pero sí me paso la mayor parte de la jornada en la obra, ¿cuándo tendremos tiempo para charlar, para planear nuestro futuro, hasta para besarnos, para acariciarnos…? – el chico todavía es renuente a mencionar explícitamente el sexo.
- Lo que me faltaba por oír. Para charlar y contarnos lo que sea ya tenemos los fines de semana, que me aburres con tanto rollo y tantas palabras finas. Y si es para echar un polvo, con unos minutos tienes más que suficiente porque sigues siendo don rápido.
   Al oír la pulla que más le escuece, Sergio sabe que ha perdido la partida. Echará todas las horas extraordinarias que hagan falta. Una vez que Lorena ha conseguido transformarle en una máquina de ganar dinero, y cuando creía que iba a retomar el plan de la compra de un nuevo apartamento, la chica le sorprende al anunciarle:
- Cariño, ahora que tenemos pasta, y antes de meternos en la compra del apartamento que eso son palabras mayores, lo que hemos de hacer es comprarnos un carro. Debemos de ser de las poquitas parejas del pueblo que no tiene.
   Lo del automóvil no se lo esperaba Sergio que, sin embargo, asiente complacido. Esta vez Lorena ha acertado de lleno. Era uno de sus más acariciados deseos: tener un coche. Ahora se va a cumplir su sueño y encima lo podrá utilizar para pasear a la mujer más maravillosa del mundo. La compra le depara al joven un nuevo disgusto. En su papel de cabeza de familia, trata de aplicar la máxima que ha visto en su casa de no gastar un céntimo más del que se gana. De acuerdo con esa filosofía que se le inculcó desde niño, Sergio acepta la compra de un coche, pero siempre que sea un vehículo de segunda mano; sabe que existen buenas ofertas y que, prácticamente, podrá pagarlo al contado. Lorena, una vez más, se pone brava.
- De segunda mano, nanay del Paraguay, chorbo. Eso es para los desgraciaos que no llegan a más. No hay nada más seguro que ir de estreno. ¿Acaso te hubieras conformado con emparejarte con una piba que ya estuviese estrenada? Pues con el carro lo mismo.

   Sergio empieza a temer los arrebatos de Lorena y opta por claudicar. Comprarán un coche nuevo. Cuando discuten sobre qué modelo comprar, la joven vuelve a sorprenderle.
- ¿Cómo que un SEAT? Esos bugas son para los que no tienen donde caerse muertos. Hay que ir de sobrao y comprar uno fardón. Al fin y al cabo, ahora estamos montados en el dólar y podemos permitirnos el lujo de tener un carro guay.
- ¿Y en qué coche habías pensado? 
- Pues no lo sé muy bien, pero ha de ser un cacharro que mole cantidad. ¿Qué te parece un descapotable? Siempre he querido tener uno, como esos que salen en las pelis americanas.
- Un deportivo nos va a costar un ojo de la cara y tampoco es que hayamos ahorrado tanto. Con el ritmo de vida que llevamos juntar toda la pasta que puede valer un coche así nos va a llevar tiempo. Ten en cuenta que, por unas causas u otras, la mayoría de los días comemos fuera de casa.
   La última frase lleva su carga de reproche. Lorena se ha revelado como un ama de casa lamentable. Tiene el apartamento desordenado y sucio y la cocina apenas la pisa, según ella cocinar es algo de las mujeres de antes, como su madre o la de Sergio. Cuando lo hace, en algún fin de semana, los platos se apilan en el fregadero cubiertos de restos. En la encimera las latas y los envases de comidas preparadas pueden amontonarse durante días. Ha de ser Sergio, quien cansado de tanto desorden y suciedad, lave la vajilla y recoja los desperdicios en un inútil esfuerzo para que la casa presente una apariencia algo más ordenada. Cada vez que realiza una de esas tareas no puede por menos que recordar a su madre, de la que afirmaban sus vecinas que en su cocina se podían comer sopas en el suelo de lo limpio que lo tenía.

   Cuando comienzan a visitar concesionarios resulta que, en efecto, los descapotables no están a su alcance. Y mucho menos el BMW al que le ha echado el ojo Lorena. Ha de conformarse con un Ford Fiesta, un modelo bastante más modesto de lo que aspiraba. A Sergio, en cambio, el coche le parece toda una pasada, es su primer vehículo y está como niño con zapatos nuevos. Lo han comprado a plazos. Y con la firma del montón de letras, la joven descubre el prodigio que es la compra de cualquier bien sin necesidad de dinero en metálico, como toda la vida hicieron sus mayores. Su imaginativa cabecita comienza a planear nuevas adquisiciones. Total, no hay más que firmar unos cuantos papeles y puedes pasar a ser dueño de cualquier cosa.  
   La fiebre consumista que parece haberse apoderado de Lorena no se mitiga con lo del coche. Aunque no se cansa de repetir que el piso en que viven es una mierda, como lo alquilaron desnudo habrá que vestirlo y, sobre todo, dotarlo de los electrodomésticos imprescindibles para una pareja como ellos que curran los dos y, por tanto, tienen poco tiempo para ocuparse de los quehaceres domésticos. Esa es la segunda batalla que emprende Lorena: hay que amueblar el piso para que, según dice, quede molón.