"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 22 de marzo de 2019

Capítulo 23. Las piezas del puzle van encajando.- 96. Mano de hierro en guante de terciopelo


   Grandal ha distribuido las investigaciones pendientes entre sus jubilados amigos. Después que el hermano de Ramo haya bosquejado el retrato robot del extranjero que los pichones encontraron en la habitación de Salazar, ha enviado al pueblo a Ballarín y a Álvarez a hacer varias copias para enseñárselas a la gente de la playa y especialmente al personal del hostal.
   Mientras tanto, Ponte y Ramo han ido a Alcossebre a visitar los apartamentos Jeremías para indagar sobre la estancia en los mismos del Chato de Trebujena. Como Ramo ya estuvo preguntando por allí, los dos vejetes no tienen demasiados problemas para encontrar a la persona que, al parecer, tuvo más trato con el  antiguo púgil que resulta ser un viejo del país, que hace las veces de recepcionista y al que le gusta darle a la sin hueso.
-Pues sí, señor, ya lo creo que me acuerdo de esa persona que buscan y la recuerdo por dos motivos; mejor dicho, por tres. Uno, porque tenía toda la pinta de haber sido un boxeador de esos que salen en las películas de gánsteres, con la nariz chafada y la cara machacada. Otro porque hablaba un andaluz muy cerrado, tanto que a veces no se le entendía, y luego porque me pidió un Calendario Zaragozano que ya solo lo consulta la gente mayor. Recuerdo que quería saber en que día caía la fiesta de una virgen, no me acuerdo de cual, pero sí que era de Sevilla.
-¿Sabe usted si recibió visitas o le vio en compañía de alguien mientras estuvo aquí? –inquiere Ramo.
-Quia, no le vi con nadie. Era un hombre más bien solitario y de pocas palabras.
-¿Sabe si en algún momento se desplazó a Torrenostra o Torreblanca? –vuelve a preguntar Ramo.
-Eso no lo sé, pero si recuerdo que el día de la Virgen de Agosto pidió un taxi. No sé dónde pudo ir, pero si tienen interés en saberlo les puedo dar el teléfono del taxista que hizo el servicio y él se lo podrá decir. Ah, y ese mismo día se fue de aquí.
   La pareja de vejetes en cuanto se hacen con el móvil del taxista de Alcossebre que prestó un servicio al Chato el 15 de agosto le llaman. El conductor les dice que no da información sobre sus clientes, que eso es confidencial, pero deja caer que si le necesitan, no precisa para qué, está en la parada del puerto deportivo. A ella se dirigen ambos amigos. Da la impresión de que el chófer les está esperando porque cuando se acercan a la parada se adelanta un hombre vestido con un polo, bermudas y barba de tres días, que les pregunta:
-Ustedes deben ser los que querían saber los servicios que hice el día 15, ¿verdad? Lo siento, como les dije eso es confidencial. No podemos ir contando por ahí a quienes llevamos o dejamos de llevar. Lo comprenden, ¿verdad?
-Verá –es Ponte quien habla, entreverando verdades y mentiras-, estamos tratando de localizar a un amigo, jubilado como nosotros, y al que le hemos de dar una noticia urgente. Su hermano mayor, que vive en Trebujena, un pueblo de la provincia de Cádiz, acaba de fallecer y el otro hermano que le queda, y que es de nuestra partida de dominó en un centro de mayores de Madrid, nos ha pedido el favor de que le localicemos para que al menos pueda asistir al funeral. El último dato que tiene el hermano era que estaba pasando unos días en los apartamentos Jeremías y allí es donde nos han dicho que usted le recogió el día 15. Como ve, nuestro interés no es para nada malo, y como sabemos que usted se gana la vida con el taxi, creemos que es justo que le recompensemos –y diciendo esto, Ponte desliza en la mano del taxista un billete de veinte euros.
-Hombre, siendo para eso es otro cantar –responde el chófer que se ha apresurado a embolsarse el billete-. A ese señor que buscan le recogí efectivamente en los apartamentos Jeremías y le llevé a Torrenostra, que es la playa que está al sur de aquí, como a las doce del mediodía del 15. Le dejé allí y me volví para acá y no puedo contarles nada más.
-¿Comentó algo durante el viaje? –pregunta Ramo.
-No, señor. Estuvo más callado que un buzón de correos.
   Ambos amigos se vuelven con un dato que Ponte no duda en calificar de significativo: la confirmación de que el Chato estuvo en Torrenostra el día de autos. Por tanto, se abre la posibilidad de que pudo tener alguna clase de participación en el fallecimiento de Salazar. En el entretanto, Álvarez y Ballarín han encontrado una tienda de fotografía en el pueblo donde han hecho un puñado de copias del retrato robot del extranjero que estuvo en la habitación de Salazar la tarde de su fallecimiento. Siguiendo las indicaciones de Grandal han bajado a la playa y han comenzado a enseñar las fotos al personal y a los clientes del hostal. El motivo que alegan es que están buscando a un extranjero que les debe dinero. Si la gente se lo cree o no es algo que Grandal les ha dicho que no debe de preocuparles, que ellos deben de seguir a lo suyo. La patrona del hostal es la que les ofrece la primera información.
-No, no le conozco…, pero déjeme mirar bien –tras una prolongada mirada, la hostelera recuerda algo-. Un guiri, con cierto parecido a este, estuvo tratando de alquilar una habitación por horas…, pero no fue cuando la Virgen de Agosto sino unos días antes.
   La información de la hostelera alienta a los dos investigadores, pero ahí terminan sus hallazgos. Nadie recuerda haber visto a un tipo como el del retrato y eso que no parece que sea una persona corriente. Dónde preguntan con más insistencia es en los bares, chiringuitos y terrazas, pero el resultado sigue siendo negativo. De pronto, Álvarez recuerda algo.
-Aquí en la playa hay un centro Bicicleta Todo Terreno que también funciona como punto de información turística. Es uno de los sitios que suelen frecuentar los guiris pidiendo información. Vamos a acercarnos a preguntar, está justo detrás del hostal.
   La chiquita que está tras el mostrador del centro mira interesada la foto robot, pero niega haber visto aquella cara. Sin perder la esperanza de encontrar a alguien que les pueda dar una pista se patean la playa de norte a sur y de este a oeste con el mismo resultado negativo, hasta que en uno de los últimos restoranes que visitan, la arrocería El Marítim, la dueña que es quien los atiende después de mirar cuidadosamente la foto les comenta:
-Una persona que no sé si es la del retrato, pero que guarda un cierto parecido estuvo comiendo aquí el 15 de agosto. Y desde luego era extranjero, aunque no hablaba mal el castellano, ni mucho menos. Y estuvo acompañado de una joven que sí que era española. Pero ya les digo que no puedo asegurar que se trate de la persona del dibujo.
-¿Recuerda cómo era físicamente ese extranjero? –pregunta Álvarez-, me refiero a si era alto o bajo, delgado o grueso…
-De eso si me acuerdo. Era alto, como de bastante más de un metro ochenta y muy recio, parecía un armario de doble puerta.
-Por un casual, ¿recuerda que comió la pareja? –pregunta Ballarín ante la mirada un tanto sorprendida de Álvarez.
-Pues sí. Primero pidieron unos entrantes y de plato fuerte una mariscada; mejor dicho, dos, y como la chica solo se comió parte de la suya terminó devorándola el guiri. Vaya tragaderas que tenía. Claro que para alimentar a un corpachón como el suyo, todo es poco.
   Antes de volver al apartamento de su hijo, Álvarez llama a Grandal y le cuenta el resultado de la investigación. Lo único positivo que han sacado ha sido la información facilitada por la dueña de El Marítim.
-Poca cosa es –dice Grandal-, aunque menos da una piedra. ¿Y os ha dicho que estaba acompañado por una joven española?
-Es lo que nos ha contado.
-Si no podemos localizar al guiri, sería importante tratar de hacerse con esa chica –apunta Grandal.
-Ya me dirás cómo. Porque de ella no tenemos ningún dato.
-¿Habéis preguntado más datos de ella a la dueña del restorán?
-No, ni se nos ha ocurrido.
-Pues ya estáis volviendo allí y peguntadle por la chica que acompañaba al guiri.
-No jodas, Jacinto, que ya es hora de cenar –protesta Álvarez.
-Luis, ¿te acuerdas de aquella frase que dice: lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana? Pues aplícatela. Moved el culo y volved al restorán. Espero tu llamada –y Grandal cierra la comunicación.
   Cuando Álvarez cuenta lo que Grandal acaba de pedir y cómo lo ha hecho Ballarín se mosquea.
-Empiezo a estar de Jacinto hasta las pelotas, ¿pero quién se habrá creído qué es?
-La verdad es que se está pasando varios pueblos. Se ha tomado tan en serio esta investigación que nos trata como si realmente fuéramos subordinados suyos y no meros amigos. Habrá que darle un toque.
   Cuando Álvarez y Ballarín llegan al apartamento de Torrenostra les están esperando Ponte y Ramo que se apresuran a contar su visita a los apartamentos Jeremías y su charla con un taxista, con el resultado de que se confirma que el llamado Chato de Trebujena estuvo en la tarde del 15 en Torrenostra, lo que corrobora la declaración de Rocío Molina de que le vio en la habitación de Salazar. A su vez, los que han buscado al guiri relatan lo que han averiguado enseñando la foto robot del misterioso extranjero que también estuvo en la habitación 16 la tarde de autos. Finalmente, les cuentan la imposición de Grandal de que volvieran al restorán para preguntar sobre la mujer que acompañaba al guiri, suponiendo que fuera el mismo. Y Álvarez concluye:
-… y le he comentado a Amadeo que Jacinto nos está tratando más como subordinados que como amigos. Que habría que darle un toque.
-Estoy de acuerdo. Y ese toque quien mejor se lo puede dar eres tú –afirma Ballarín dirigiéndose a Ponte.
-¿Y por qué he de ser yo? –inquiere Ponte fastidiado por el marrón que su amigo quiere colgarle.
-Porque si lo hace Luis montará un pollo, ya le conoces, y en lo que me toca sabes que la diplomacia tampoco es mi fuerte. En cambio, tú tienes la suficiente mano izquierda como para poner las cosas en su sitio sin que se enfade.
-O sea, qué mano de hierro en guante de terciopelo –sentencia Ponte con una media sonrisa.

PD.- Hasta el próximo viernes que publicaré el episodio 97 “El mejor amigo del policía es un buen par de botas”.