En su casa, Javier
Blasco, presidente del PP, rumia cuanto le ha contado su conmilitón José Ramón
Arbós sobre la posibilidad de dar un golpe de mano y que pueda acceder a la
alcaldía por medio de un pacto de legislatura o de gobierno con los
nacionalistas de izquierda. Sigue sin verlo claro por lo que, tras hablarlo con
su mujer, vuelve a Villa Elvira a entrevistarse con Arbós.
- José Ramón, no estoy tan seguro, como tú crees, que los
del UNES se avengan a pactar con nosotros. Armengol es más rojo que la madre
que lo parió. ¿No lo crees así?
- No es cuestión de lo que yo crea o deje de creer, Javier.
Haz la prueba. Ofrécele a Guillem lo que ha pedido a los sociatas, a lo que
éstos le han dicho que nones, y si fuera
necesario algo más. Veremos que contesta.
- ¿Y qué dirá nuestra gente si nos aliamos con esa cuadrilla
de catalanistas que reniegan de todo lo auténticamente valenciano?
Arbós se arma de
paciencia. Tendrá que poner toda la carne en el asador si quiere convencer al
presidente de su partido.
- Vamos a ver, Javier, ¿tú quieres o no quieres ser alcalde?
- ¡Qué pregunta! Claro que sí.
- Pues entonces, tú mismo. Todos esos resabios pancatalanistas
son propios de unos cuantos puristas anclados en los tiempos del franquismo, pero
hoy en día esos no rascan bola en el partido. Los actuales dirigentes, desde
que han tocado el pelo del poder, se han vuelto mucho más pragmáticos y las
ensoñaciones románticas de sus primitivos planteamientos doctrinales se han
atemperado mucho. Tú hazle una buena oferta a Armengol y verás cómo en vez de
entonar la Muixeranga acaba cantando a tu vera lo de Per ofrenar noves glòries a Espanya.
- ¿Y qué van a decir los del comité ejecutivo regional? –
inquiere reticente Blasco.
- Que digan misa si quieren. Como mucho, al principio te
montarán el pollo, pero a la hora de contar los municipios que han arrebatado
al PSOE, si Senillar es uno de ellos ya verás lo panchos que se pondrán y lo
rápidos que serán en felicitarte. Ten en cuenta que ahora que se han instalado
en la Generalidad también los nuestros se han vuelto más flexibles en lo que
atañe a los pactos.
- Vas a terminar convenciéndome. Voy a convocar a la
directiva para debatir los criterios a tener en cuenta en la negociación y las
líneas rojas que no deberán traspasarse.
- Ni directiva, ni debate, ni líneas rojas, ni nada que pueda
echar el pacto al traste. Ahora el factor tiempo es esencial. Vamos a hacer lo
que te adelanté, enviaremos a Amador Garcés para que negocie con Armengol.
- Bueno, pero la directiva…
- Olvídate de la directiva. Este es, y espero que siga
siendo, un partido presidencialista. Y tú eres el presidente, ¿no? Por
consiguiente lo que tú hagas bien hecho está. Además, analiza el movimiento que
vamos a llevar a cabo desde una doble perspectiva: si sale mal, como la
negociación va a ser secreta no se enterará nadie y por tanto no habrá lugar a
ningún reproche; si sale bien, nuestros amigos de la dirección te van a sacar a
hombros por la puerta grande.
- Bien, me has convencido, aunque queda un pequeño pero. Sé
cuánto confías en Amador, pero no lo veo como negociador. Siendo un socialista
como es, ¿con qué papo va a pedirle a un tío que es medio comunista que se
junte con nosotros? Creo, José Ramón, que deberías pensar en otra persona.
Que difícil resulta
a veces – piensa Arbós – ser miembro de
este partido. Les pones el pan en la boca y te lo escupen. No le queda otra que
poner en marcha el plan B.
- ¿Y si te propusiera de negociador a Agustín Badenes?
- ¿Tanto te fías de Badenes?, ten en cuenta que es más
escurridizo que las anguilas – otra vez aparecen los perennes recelos de
Blasco.
- Ya sé que es un punto filipino, pero los constructores le
tienen cogido por los huevos. En el negocio que se está cociendo la caja tiene
invertidos millones y no puede permitirse el lujo de que haya un nuevo
escenario político que ponga en cuestión su inversión. Eso presupone que está
tan interesado o más que nosotros en que el nuevo gobierno municipal siga
apostando por el plan de urbanización de la costa y con una coalición PP-UNES
eso está asegurado.
- ¿Y a Badenes le vamos a dar carta blanca para la
negociación?
- ¿Carta blanca?, hasta cierto punto. El objetivo será que,
al mejor precio posible, consiga que el UNES se coaligue con nosotros. Así
conseguirás el Ayuntamiento y, al fin, podrás llevar la vara de alcalde. Ah, y
todo eso tiene que realizarse ya mismo. Como te he dicho esto es una carrera
contra reloj.
Tras mantener una
extensa charla con Arbós, y después de haber trazado entre ambos un minucioso
plan, Badenes llama al secretario general del UNES. - Guillem, te anticipé que
volveríamos a hablar y aquí estoy. Lo primero que te adelanto es que, aunque te
pueda parecer sorprendente, hoy no estoy aquí representando a la caja sino en
representación del PP. Su presidente me ha pedido que te haga una propuesta.
- Agustín, a estas alturas de la película ya no me sorprende
nada. Llevo el suficiente tiempo en política como para estar curado de
espantos. ¿De qué va la propuesta?
- Los populares están muy interesados en saber qué les
pedirías si te propusieran un pacto para toda la legislatura.
- Nada, no les pediría nada. No me interesa un pacto de
legislatura – es la tajante respuesta de Armengol.
- Reformulo la pregunta. Y si te propusieran un pacto de
gobierno, ¿qué pedirías? – insiste Badenes.
Armengol se queda
mirando al bancario. Decide ser cauteloso e ir por partes.
- Quiero la concejalía de urbanismo.
- De acuerdo – es la pronta respuesta de Badenes.
- Y ser primer teniente alcalde.
- Concedido. ¿Es todo? – pregunta el bancario un tanto
sorprendido por la contención que parece mostrar Armengol en sus pretensiones.
- No he terminado, Agustín. Y que no se tome ninguna
decisión municipal importante sin contar con mi partido.
- Dalo por hecho – asegura el bancario.
- Y que tenga capacidad para poder meter en los servicios
municipales a algunos de los míos.
- No creo que haya ningún problema. ¿Has terminado?
Armengol duda. No
sabe si por estirar demasiado la cuerda de las exigencias ésta se puede romper.
Le baila en la punta de la lengua una última petición: alternarse en la
alcaldía dos años cada partido. Le hace ilusión ser alcalde, ya se imagina la
bomba que eso supondría para la gente de su partido, y está viendo la cara de
orgullo y satisfacción de su mujer de ser la señora alcaldesa. En el último
momento decide que por un solo voto es difícil obtener más. En vez de más
concesiones pide otra cosa:
- Y todo cuanto acordemos por escrito y firmado.
- ¿No te sirve igual un pacto verbal entre caballeros? –
pregunta Badenes a quien la última petición le ha descolocado un tanto pues es
algo que ni él ni Arbós habían previsto.
- Mira, Agustín, sé que tu palabra vale tanto como un acta
notarial, pero en definitiva tú no eres más que el negociador y la última
palabra la tienen los fachas del PP y de esos no me fío ni un pelo.
- Si me lo permites, Guillem, dos sugerencias: una es que
deberás de irte acostumbrando a no llamar fachas, al menos en público, a los
que van a ser tus socios en el Ayuntamiento; la otra es que también tendrás que
habituarte a ir fiándote de ellos por el mismo motivo. Dicho eso, lo de por
escrito y firmado tendré que consultarlo, pero no creo que suponga un gran
obstáculo. Y para concluir quiero recordar que, hace algún tiempo, te vaticiné
que llegarías a ser uno de los hombres más poderosos del pueblo, pues bien,
acabas de poner la primera piedra para ese empeño y para mí es una enorme
satisfacción que mi modesta ayuda haya contribuido a ello.
- Lo dijo Blas, punto redondo – remacha jocosamente Armengol.