"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 28 de julio de 2015

6.10. Necesitamos un hombre de paja



   Veinticuatro horas después de la conversación entre el matrimonio Gimeno-Sales sobre las opciones que tienen ante la posibilidad de que nombren a José Vicente alcalde de Senillar, Lola da con una posible salida que, en el peor de los casos, puede aportar nuevas ideas. Sugiere a su marido que hable con Benjamín Arbós quién, como cacique del pueblo durante muchos años, es posible que tenga algo que decir sobre el recambio en la alcaldía. A esa propuesta su esposo le encuentra pegas.
- Cariño, te recuerdo que hace poco ya hablé con el patriarca por lo del puerto y, como te conté, el viejo tahúr se me escurrió como una anguila; eso sí, siempre con buenas palabras, pero al final no dijo nada que no supiéramos.
- De todas formas, José Vicente, creo que debes volver a intentarlo. Pídele que, en la hipótesis de que algún día cesaran a Vives, te dé su opinión sobre quién podría ser la persona más indicada para sustituirle. Si ese zorrón dijera que tú podrías ser ese hombre, pese a lo que hablamos ayer, sería cuestión de plantearse sí aceptar el cargo.
- ¿Y si lo que me aconseja no nos conviene?
- Bueno, tú tírale de la lengua y luego haremos lo que nos parezca más conveniente. En cualquier caso, alguna pista nos aportará. Recuerda que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
   Los argumentos de su mujer terminan convenciendo a Gimeno, que acaba siguiendo su consejo al pie de la letra. Benjamín, que algo debe de barruntarse, le deja hablar sin apenas interrumpirle. Como ha ocurrido en otras ocasiones, el baqueteado cacique no suelta prenda. Llega un momento en que a José Vicente no le queda otra que plantear la cuestión descarnadamente:
- Si se encontrara en la tesitura de tener que dar un nombre como nuevo alcalde, siempre y cuando Vives no siga, ¿quién le parecería que podría ser el hombre adecuado?
   Benjamín se queda mirando a Gimeno, con los ojos semientornados, como si quisiera leerle el pensamiento, y demora su respuesta. Detecta que su interlocutor está un tanto ansioso y cree intuir lo que espera su joven amigo, pero fiel a su instinto de avezado político le da una larga cambiada:
- Verás, José Vicente, la respuesta a tu pregunta no es fácil. En primer lugar, tú mismo dices que el cese de Vives no es seguro ni mucho menos. En segundo, nadie nos garantiza que, en el supuesto de que lo cesen, el Gobernador no tenga ya en cartera un nombre de repuesto. Por tanto, todo esto no es más que hablar por hablar y no creo que nos conduzca a nada.
   Gimeno comprende que no le queda más remedio que soltar más información si quiere obtener respuestas concretas de su taimado interlocutor:
- En confianza, Benjamín, tengo noticias de buena fuente, y por favor que no salga de aquí lo que voy a decirle, de que el relevo de Vives puede estar al caer. Si eso ocurre, y todo apunta a que sí, creo que sería bueno para el pueblo y, ¿por qué no decirlo?, también para nosotros, que el nuevo alcalde fuera una persona de nuestra total confianza. A mí, ya se lo he comentado en varias ocasiones, me gustaría que el alcalde volviera a ser usted, pero dado su estado de salud comprendo que no quiera retornar a la política activa. Por eso he venido a pedirle consejo y a que me sugiera a alguien que sea muy cercano a nosotros – a José Vicente solo le falta añadir ¿y quién más cercano que yo?
   Después de hacerse rogar, Arbós suelta un nombre: Antonio Vidal. Gimeno no puede evitar que un mohín de disgusto se le pinte en el semblante. Después de tanto florete dialéctico resulta que quien propone el viejo cacique es uno de sus hombres de m-máxima confianza, que le profesa una fidelidad casi perruna.
   Concluida la conversación con Arbós, Gimeno vuelve a casa más irritado que otra cosa. Su esposa recibe las noticias que le da su marido casi sin inmutarse, como si las esperase, y deja que el hombre se desahogue antes de dar su opinión:
- Mira por donde, la astucia del viejo nos va a servir. Vamos a seguir su consejo.
- Pero, Lola, ¿estás loca?, ¿crees que es buena idea darle al Gobernador el nombre de uno de los lacayos de Arbós, que no irá ni a mear sin su permiso?
- No estoy pensando en él, pero de la sugerencia del patriarca hay que extraer la conclusión de que ahora somos nosotros quienes hemos de buscar a nuestro particular Vidal.
- ¿Cómo qué a nuestro Vidal?
- José Vicente, cuando te pones de los nervios no das una a derechas. Lo que hemos de hacer es buscar alguien que nos sea tan fiel y leal como Vidal a Benjamín; en definitiva, lo que necesitamos es un hombre de paja. Alguien que se deje llevar, que no sea demasiado ambicioso y que, como dices, aunque es una ordinariez, no vaya a mear sin pedirnos permiso. Cuando lo encontremos, ese será el hombre que tendrías que proponer para alcalde.
- ¿Crees que es mejor eso que aceptar mi nombramiento?
- Estoy absolutamente segura. Teniendo a un hombre de paja en la alcaldía, vas a mandar en el Ayuntamiento y en la jefatura. Por otro lado, no tendrás que soportar las quejas, reclamaciones y gaitas de los vecinos. Irás aumentando tu experiencia política sin desgastarte. Y lo más importante, estarás en situación de afianzar y mejorar tus relaciones políticas en Valencia. Con todo ese bagaje, cuándo dentro de unos años te consideres preparado y haya más bonanza económica, será el momento de acceder a la alcaldía. Si lo piensas, lo único que harás será lo que Benjamín hizo durante muchos años, mandar por persona interpuesta. Creo que es la mejor forma de no quemarse políticamente.
- Sabes, Lola, qué me estás convenciendo… - responde Gimeno, que queda pensativo por unos instantes hasta que un sonrisa le ilumina la cara -. Creo… que ya tengo a nuestro hombre, ¿qué te parece Fernando Marín?
   La mujer reflexiona sobre el nombre que acaba de dar su marido. Es un administrativo de correos ya jubilado. Un hombre sin ambiciones, sin planes de futuro, sin hijos y con una mujer que, por lo que la ha tratado, cree que no es de las que espolean las ambiciones maritales. A todo ello hay que añadir que los Marín, pese a la diferencia de edad, son buenos amigos de los Gimeno y Fernando siente una indisimulada admiración por José Vicente.
- Esposo, estoy orgullosa de ti. Creo que has dado de lleno en la diana. Ya tenemos candidato a la alcaldía.
   A Gimeno le cuesta poco convencer a Marín de que es el hombre más idóneo para ser alcalde: tiene una formación superior a la de la mayoría de la gente del pueblo y todo el tiempo libre del mundo, con lo cual dedicar unas horas al Ayuntamiento incluso le servirá de distracción. Especula, como sin darle importancia, con que seguramente a María Eugenia, la mujer de Marín, le encantará acompañarle en los actos oficiales en los que asistan las esposas y, por supuesto, contará con toda su ayuda, tanto política como personal, en todas las gestiones que haya que llevar a cabo. Para que no le quepa ninguna duda de su absoluta amistad y apoyo todos los días departirán un ratito para ver cómo andan los asuntos locales y entre los dos encontrar las mejores soluciones. Cuando Marín acepta, Gimeno corre a contárselo a su mujer.
- Vida mía, tenemos candidato a alcalde. Me costó un poco convencerle, pero lo conseguí. Solo espero que a María Eugenia no se le suba a la cabeza lo de ser alcaldesa y le coma el coco al marido de que quién manda en el pueblo es él.
- Por María Eugenia no te preocupes. Ya me encargo de ella. Sé cuáles son sus puntos débiles.
- Solo nos resta un fleco por cubrir, rodear a Marín de algunos concejales que tengan buena prensa en el pueblo y que sean bien vistos por la mayoría.
- Bien pensado, marido. A este paso voy a tener que pedir la baja como asesora y conformarme con ser ama de casa.
- Lola, el día que pidas la baja, un minuto más tarde dimitiré del cargo.
- ¿Tanto valoras a la cabecita loca de tu mujer?
- Te lo demostraré esta noche – responde con maliciosa sonrisa.
- Te lo recordaré luego por si se te olvida.
- No te inquietes, no se me olvidará. Lo que si hemos olvidado con tantos juegos florales es concretar qué hacemos sobre el equipo más adecuado para acompañar a Fernando.
- Convendría que fuera gente popular, que todo el mundo conozca, que estén bien vistos y, lo más importante, que sepan quién tiene la sartén por el mango.