"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 2 de octubre de 2020

Libro II. Episodio 60. Un nuevo negocio

   A la pregunta del Hurón, antiguo colega de Julio de cuando alijaba en la Raya, de si vende medicinas, el mañego matiza su respuesta.

   -Sí y no, me explico. Vendemos medicinas en aquellos pueblos que, por no tener botica, la gente no puede adquirir medicamentos sino es desplazándose fuera de su localidad. Pero en poblaciones donde hay farmacias no estamos autorizados a venderlas. Por tanto, en Plasencia no las dispensamos.

   -Pues es una putá porque a eso había venio, a comprar medecinas.

   -Vaya a cualquiera de las farmacias de la ciudad y allí podrá adquirirlas.

   -Ya lo hice, ¿pero sabes a qué precios están? Cuestan un riñón. Y yo había pensao que tú me podrías hacer una rebaja, pero si no puedes… ¡Lástima, no habría sido mal negociejo! –Es oír la palabra negocio y a Julio se le despierta el instinto comercial que paulatinamente ha ido adquiriendo.

   -¿A qué negocio se refiere? –pregunta, interesado.

   El Hurón le cuenta que en Portugal, cuyo desarrollo económico es inferior al de España –aunque tampoco el español sea para tirar cohetes-, existe un mercado muy restringido de productos farmacéuticos, incluso algunos preparados ni siquiera los hay en el mercado debido a que cuentan con escasos laboratorios. Por lo que muchos fármacos han de importarse, generalmente de Inglaterra, lo que provoca que los precios sean más caros que en España, donde existe una industria farmacéutica cada vez más pujante radicada en Cataluña. Y cuando los precios de un producto son notablemente diferentes a ambos lados de la Raya, el negocio está al alcance de quien tenga los arrestos y la habilidad suficiente para sortear a la Guardia Civil o a los Carabineros en la frontera española, y a la Guardia Nacional Republicana en la portuguesa. 

   Julio piensa que lo que acaba de explicar el Hurón puede ser un negocio que podría compaginar con su actual trabajo, porque el tío Lázaro podría encargarse de los alijos y él solo tendría que comprar los medicamentos y organizar su traslado hasta donde dijera el Hurón.

   -¿Y se puede ganar mucho?

   -Depende –responde el Hurón, haciendo gala de sus ancestros galaicos.

   -Tío Lázaro que está hablando conmigo, con Julio Carreño –le reconviene el mañego con una media sonrisa.

   -Dije bien, depende de la clase de medecinas y, sobre to, de la cantidá, y si son medecinas de las que allí no hay se gana más. Hay algunas en las que casi se dobla el precio.

   La información del Hurón, Julio no sabe si calculada o ha sido un descuido, sobre que algunos medicamentos doblan su precio en el país vecino, pone en marcha el caletre del mañego que comienza a diseñar mentalmente lo que podría ser un saneado negocio que además podría compaginar con la tienda. Y la transacción podría iniciarse ya mismo porque en la trastienda tiene almacenados los medicamentos que solo vende en los pueblos. Está en un tris de decírselo, pero se contiene, no hay que ponérselo fácil piensa, será mejor manejar el asunto de forma que el Hurón le considere imprescindible.

   -A lo mejor, y aunque es algo complicado, podría ayudarle en lo de la compra de medicinas a precios que fueran más ventajosos que los de las farmacias, pero antes tendríamos que hablar de comisiones y del quién y el cómo, porque yo no pienso volver a cruzar la Raya -Es un ardid para hacerse valer y conseguir más tajada en el negocio que está diseñando mentalmente.

   -Bueno, chacho, hablando se entiende la gente.

   En eso, entra una clienta en la droguería.

   -Déjeme pensarlo y lo hablamos esta tarde después de cerrar. Le espero a las ocho y cuarto en la taberna del Manco.

   En cuanto Julio se queda solo, su primera acción es realizar un rápido arqueo de las existencias de medicamentos que hay en la trastienda. Anota los precios de los preparados más caros y busca los albaranes de los mayoristas que les surten de medicinas. Tienen dos almacenistas principales: uno de Cáceres y otro de Talavera de la Reina, la ciudad toledana que es un importante centro de distribución de productos y servicios. Revisa los precios al por mayor de los proveedores y calcula la comisión que podría pedirles si les comprara mayores cantidades. De pronto cae en la cuenta de algo obvio, si compra a los mismos distribuidores que surten a la droguería, el Bisojo terminará por enterarse en cuanto vuelva a la tienda; tendrá que buscar otros. También piensa que tendría que pedir el envío de la mercancía a otra dirección que no fuera la de la droguería para conseguir dos objetivos: uno, que el Bisojo no se enterara del asunto, pues si no tendría que darle una parte; otro, controlar el flujo de la compraventa de medicamentos y así dominar plenamente uno de los polos del negocio. De esa manera, tendría amarrado el cincuenta por ciento de la gestión. Le quedaría como atar, en la medida de lo posible, la otra mitad; es decir, la venta en tierras lusitanas. Y ahí estaría en manos del tío Lázaro. No se le ocurre la forma de controlar esa parte del posible negocio. Tendrá que fiarse del Hurón, aunque recuerda que su antiguo mentor no tenía fama de ser demasiado probo. No le da más vueltas, es consciente de que en cualquier negocio al margen de la ley existen muchos factores imprevisibles y todo no se puede amarrar desde el inicio. De momento, decide aventurarse y el tiempo dirá si el nuevo negocio resulta.

   Al anochecer y en la taberna del Manco, el Hurón y Julio, tras muchos tiras y aflojas y después de una larga serie de regateos sobre precios, comisiones, competencias, responsabilidades y demás entresijos de todo negocio de tapadillo, llegan a un pacto. Julio se encargará de comprar las medicinas al mejor precio del mercado y asimismo será responsabilidad suya organizar el transporte de Plasencia hasta Valverde del Fresno. A partir de esa localidad, la responsabilidad recaerá en el tío Lázaro, que se encargará de pasar la Raya y vender la mercancía en Portugal. El mañego aclara que necesitará al menos un par de semanas o quizá algo más para que los medicamentos lleguen a su poder. Los beneficios serán al cincuenta por ciento, tras descontar los correspondientes gastos. El acuerdo se rubrica con un apretón de manos, entre hombres que se visten por los pies no es necesario más.

   -La de vueltas que da la vida, Julino. ¿Quién lo iba a decir que después de tantos años nos íbamos a encontrar haciendo otra vez negocios rayanos? –comenta el Hurón al despedirse.

   -Es verdad, tío Lázaro, nunca se sabe lo que puede deparar el futuro. ¿Y sabe algo? El acuerdo al que acabamos de llegar me ha rejuvenecido, me ha hecho volver a mis años de mozuelo cuando iba pegado a su culo por los vericuetos de la Raya.

  Aquella noche, cuando Julio llega a casa, lleva una bandejita de perrunillas, los bizcochos hechos con manteca de cerdo, harina, huevos, ralladura de limón, un poco de canela y azúcar, y que tanto gustan a su madre. Y además una botella de moscatel.

   -¡Vaya, estamos de celebración! ¿Qué toca esta noche? –pregunta doña Pilar.

   Julio se lo ha pensado y ha decidido no contarle a su madre el acuerdo con el Hurón, sabe que le daría un disgusto. Ha preparado el relato de una sustanciosa venta que le reportará una más que respetable comisión y cambia de conversación sin entrar en más detalles.

   -¿Cómo van las clases?

   -Como siempre…, y hablando de dinero, tengo un viejo deseo del que nunca te hablé y este es un buen momento para hacerlo. No me gustaría llegar a vieja sin tener mi propia casa. Siempre viví en casas de alquiler. De pequeña, vivíamos en la casa-cuartel de turno, en San Martín en una casa cedida por el ayuntamiento y aquí también vivo de alquiler. ¿Crees que llegará el día que entre los dos ahorraremos lo suficiente para comprar una vivienda propia, la nuestra? Si no te apetece o tienes otros planes me lo dices que por mí no habrá ningún problema. Por mi parte, lo que me paga el señor Dimas todos los meses lo ingreso en una cartilla de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Badajoz. Y algún día tendré suficiente para cumplir mi sueño.

   -Madre –dice Julio poniéndose solemne-, te prometo que antes de lo que imaginas te podré comprar una casa. Y posiblemente no será necesario que toques tus ahorros. Para mí será una de las mayores satisfacciones poder decir con orgullo: la casa en la que vive mi madre se la regalé yo.

   Julio se mete de lleno en el nuevo negocio de medicamentos para el mercado portugués. Lo primero es contactar con nuevos proveedores. Estudia las opciones que existen, que no son demasiadas pues la distribución de fármacos es un mundo muy cerrado, y finalmente se decanta por dos mayoristas. Uno de Mérida, la antigua colonia romana fundada por orden del emperador Octavio Augusto para servir de retiro a los soldados veteranos o eméritos de algunas de sus legiones. Otro de Salamanca, la ciudad castellana capital de la provincia que limita al norte con Cáceres. Ha alquilado una planta baja, lejos de la almendra central de la ciudad, que le servirá como dirección y sede para recibir y almacenar los pedidos. Su segunda misión es encontrar a un transportista de confianza que acarree la mercancía desde Plasencia a Valverde del Fresno. Indaga donde encontrar un porteador del que pueda fiarse y se topa con la sorpresa de que transportistas hay muchos, pero que sean de fiar para mover mercancía de matute no tantos. Cavila como resolver el problema hasta que recuerda que su amigo Argimiro le habló en más de una ocasión que su patrón, dueño de una almazara, utilizaba los servicios de un carretero del pueblo para trajinar el aceite que vendía sin declarar. Como no es un asunto para confiarlo a otro, resuelve acercarse a Malpartida. No ha vuelto a ver a su amigo desde el día que llegó de la mili, y Argimiro le esperaba en la estación para llevarle en su carro hasta Plasencia. Es recordar el suceso y por asociación evoca a su exnovia lo que le provoca un ligero pinchazo en no sabría decir que parte del cuerpo. Como forma de olvidarse de Consuelo, piensa en su futuro socio y el nuevo negocio que van a emprender.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 61. ¿De qué será el porte?