El hijo de Salazar está que flipa con la
moto que le ha dejado Carlos Espinosa para que pueda ir a visitar a su padre
sin tener que coger el bus. El CEO malagueño aprovecha la euforia del muchacho
para llevar el agua a su molino.
-Por cierto,
hablando de tu padre…-Espinosa le cuenta al joven la oferta que ha hecho a su
progenitor de marcharse al extranjero como medio para eludir la acción de la
justicia-.Tú podrías ayudarme a convencerle de que es la mejor opción que
tiene. Se lo pagaríamos todo y no tendría que preocuparse de nada.
La idea de que el autor de sus días se vaya
al extranjero no provoca en Francisco José el impacto que Espinosa esperaba. El
propio joven no tiene nada claro que sea algo bueno o malo, por eso su
respuesta no es la que esperaba el ejecutivo malagueño.
-No sé qué
desirte –dice a lo que añade una pregunta que a Espinosa no le gusta ni un
pelo-. ¿Y cuánto tiempo tendría que estar fuera?
-En
principio, hasta que se termine el proceso judicial del caso.
-¿Y eso para
cuándo se espera? –insiste el joven.
-Para fin de
este año se cree que puede terminarse la instrucción del caso, luego el
tribunal que tenga que juzgarlo dictará la fecha de apertura del juicio oral.
-Eso der
juisio oral, ¿qué es?
Espinosa se arma de paciencia, el muchacho
da la impresión de ser uno más de esa juventud que más allá del grupo musical
de moda parece no muchos más conocimientos.
-El juicio
oral es la última fase de un proceso penal que se desarrolla una vez concluida
la fase de instrucción y la de acusación provisional, sin olvidar que una vez
que se haya dictado sentencia cualquiera de las partes podrá recurrir ante
instancias superiores.
-No he
entendido ni jota.
-Te lo
explico de otra forma. Es la fase en la que se practican las pruebas y se
presentan las alegaciones ante el tribunal para que éste dicte sentencia.
-Ah –Parece
que esa explicación sí la ha comprendido-. Y lo de que cuarquiera de las partes
puede recurrir la sentensia ante instansias superiores ¿quiere desir que er
caso puede presentarse a otro tribunal?, ¿puede llegar hasta ese que hay en
Madrid?
-Supongo que
te refieres al Tribunal Supremo. Sí, podría llegar al Supremo –Espinosa se
guarda de explicarle que todavía quedaría una instancia superior, el Tribunal Constitucional.
-Pues como
dise don Juan Tenorio, cuan largo me lo fiais –sentencia Francisco José.
La respuesta sorprende a Espinosa. Que el
joven salga con la cita de una obra clásica, El Burlador de Sevilla, no se
compadece con la ignorancia que ha mostrado hasta ahora. En ese momento decide
no seguir por esa vía y cambia de tema.
-Bueno, la
justicia, como tantas cosas en la vida, puede tener dos velocidades, una lenta
y otra más acelerada… Y hablando de aceleración, me han comentado los de la
agencia de alquiler de motos que posiblemente para mañana van a poner a mi
disposición una Harley-Davidson Road King Classic. ¿Has montado alguna vez una
Harley?
-Ojú, una
Harley, la reina de las motos, lo que daría por montar en una.
Otro
de los que esperan volver a ponerse en contacto con Salazar es Pepillo Jiménez
pues tiene la impresión de que solo ha cumplido la mitad del encargo que le
hizo Juan Antonio Almagro, dado que no tuvo tiempo de dejarle bien claro lo que
le podía ocurrir si se atrevía a largar más de lo debido. No se ha atrevido a
volver a Torrenostra por si alguien le reconoce y lo denuncia como autor de la
agresión. A lo más que se ha arriesgado es a llamar por teléfono al hostal
donde se aloja Curro y preguntar por él. La respuesta ha sido escueta:
-Lo siento,
pero el señor Martínez no puede ponerse.
Jiménez no es hombre de mar, como mucho
podría ser de río porque el Guadalquivir discurre por el término municipal de
su pueblo natal, pero ni siquiera eso. Y si estás en una playa y no te bañas o
al menos no tomas el sol, como le ocurre al que en el deporte de las doce
cuerdas fue conocido como el Chato de Trebujena, el resultado no puede ser
otro: el aburrimiento. Mata las horas dando paseos por las veredas que bordean
las playas y calas de Alcossebre. También se pasa sus buenas horas tomando
copas y alguna que otra tapa en los bares, cafeterías y chiringuitos que tanto
abundan. Hay días que se pasa de tragos y vuelve al hotel con una media moña, cuando
eso ocurre, al menos esas noches duerme a pierna suelta. Aún con todo eso se
aburre miserablemente. Una tarde que está tomando un fino en una terraza,
alguien pronuncia a media voz su nombre de guerra.
-Tú eres er
Chato de Trebujena, ¿verdad?
Pepillo se vuelve raudo y con cara de malas
pulgas, como si le hubieran mentado a su madre. La desconocida, pues de una
mujer se trata, al ver el gesto hosco del hombre se apresura a explicarse:
-Te he
reconosio porque yo también soy trebujenera. Me llamo Rosío Molina y soy de la
familia de los Arquelaos. Vivíamos ar final de la calle der Arrumbador.
Al oír la explicación el gesto ceñudo de
Jiménez se mitiga. No parece que sea alguien que le pueda relacionar con la fechoría
que le hizo a Salazar. Aun así, desconfiado, lo que hace es formular una pregunta
que no parece venir al caso:
-¿Y cómo una
trebujenera de la calle der Arrumbador en vez de zezear sesea?
-Porque hase
la tira de años que vivo en Sevilla y ya sabes lo que se dise: to se pega menos
la hermosura. Además, no todos los gaditanos cecean, tengo un amigo que es de
Zahara de los Atunes y sesea.
-Bueno, hay
gente pa to. ¿Y zi no es indiscrezión que hazes en este culo der mundo y tan
lejos de Zevilla?
Rocío fabula con absoluta naturalidad.
-He venio a
ver a un amigo que está enfermo, presisamente er que es naturá de Zahara.
Aunque Pepillo no tiene demasiadas luces sí
las suficientes para sumar dos y dos: sabe que Curro es zahareño y que está en
el pueblo contiguo, luego blanco y en botella. El Chato no lo duda y decide
disparar un tiro a ciegas a ver que saca.
-¿Por un casua,
tu amigo enfermo no zerá Curro Zalazar?
Rocío no esperaba esa pregunta, pero como
tampoco es lerda comienza a atar cabos: “¿Qué hase un exboxeador trebujenero a
unos pocos quilómetros de donde le dieron la palisa a Curro? No puede ser
casualida”. De momento no sabe qué hacer ni qué contestar. “Si le pegó a Curro
también podría agredirme a mí, pero ¿por qué tendría que haserlo? Yo no le he
hecho nada, ni siquiera me conosía…”
-¿Qué te pasa
quilla, ze te ha comío la lengua er gato? –insiste Pepillo al ver que la mujer
no responde.
“Argo tengo que desirle. Si le digo que no
es Curro lo más seguro es que no se lo crea. Si le digo que sí, ¿qué puede
pasar?”. Tras pensarlo, Rocío decide hacer de la necesidad virtud y opta por
contar la verdad.
-Pues sí, mi
amigo enfermo es Curro Salasar. Y tú, ¿de qué le conoses?
Las cañas se han vuelto lanzas. Ahora a
quien le toca meditar la respuesta es a Pepillo. “Chato, te has columpiao. No
tendrías que haberle hecho esa pregunta. Nunca aprenderé. Zeguro que está
pensando que acaba de descubrir al autor de la paliza, pero… si es verdá que está
aquí para cuidar ar Curro eso supone que está en contacto con él….Me puedo
enterar de cómo está ese pringao”.
-La verdá es
que solo le conosco de referenzias. ¿Y cómo está de sus males?
-¿Cómo sabes
que está enfermo; mejor dicho, bardao de la palisa que le dieron? –pregunta
suspicaz la mujer.
-Porque
tenemos un amigo común que zi le conoze personalmente y que ha zío quien me lo
ha contao.
Rocío está convencida de que el Chato
miente, pero como no tiene claro que rédito puede sacar si le aprieta las
tuercas lo deja correr. Si se le ocurre algún modo de sacarle punta al
exboxeador ese será el momento de apretarle los machos. Los dos paisanos se
despiden amigablemente, sin concretar nada respecto a futuros encuentros. Ambos
tienen sus motivos para ello.
Otro que también está al pairo de los
acontecimientos aunque no es conocedor de lo que está pasando con Salazar, es
Pakelia. El sicario georgiano por ahora solo tiene un trabajo muy liviano:
llamar a mediodía a un móvil y preguntar si cenan esa noche. Hasta el momento
la respuesta ha sido la misma: no. Pakelia, que desde que estuvo en las
Spetsnaz rusas está entrenado para esperar el momento propicio de atacar, se lo
toma con filosofía y procura llenar su mucho tiempo libre. Por las mañanas las
dedica a cuidar su musculoso cuerpo, por las tardes se va a la playa y las
noches las pasa en las discotecas y bares de copas de la zona. Hasta ha ligado
un par de veces: con una alemana y una francesa. Aventuras de una noche y poco
más. Piensa que nunca ha tenido una misión tan relajante y relajada y por él
puede durar lo que resta del verano. Solo le preocupa que pueda toparse con
alguien que le conozca, algo que es posible en aquella babel veraniega que son
Las Villas de Benicássim.
Mientras, Curro sigue reposando en su
habitación en la que recibe las atenciones de Anca, que ha mostrado ser una
solícita enfermera, y esporádicamente las visitas de su hijo. Postrado en su
cama piensa en su situación y en todos los que desean negociar con él y se
dice: “Los demás pueden esperar y al que no tenga paciencia que le den”.
PD.- Hasta
el próximo viernes