"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 16 de marzo de 2018

44. Al que no tenga paciencia que le den


 
   El hijo de Salazar está que flipa con la moto que le ha dejado Carlos Espinosa para que pueda ir a visitar a su padre sin tener que coger el bus. El CEO malagueño aprovecha la euforia del muchacho para llevar el agua a su molino.
-Por cierto, hablando de tu padre…-Espinosa le cuenta al joven la oferta que ha hecho a su progenitor de marcharse al extranjero como medio para eludir la acción de la justicia-.Tú podrías ayudarme a convencerle de que es la mejor opción que tiene. Se lo pagaríamos todo y no tendría que preocuparse de nada.
   La idea de que el autor de sus días se vaya al extranjero no provoca en Francisco José el impacto que Espinosa esperaba. El propio joven no tiene nada claro que sea algo bueno o malo, por eso su respuesta no es la que esperaba el ejecutivo malagueño.
-No sé qué desirte –dice a lo que añade una pregunta que a Espinosa no le gusta ni un pelo-. ¿Y cuánto tiempo tendría que estar fuera?
-En principio, hasta que se termine el proceso judicial del caso.
-¿Y eso para cuándo se espera? –insiste el joven.
-Para fin de este año se cree que puede terminarse la instrucción del caso, luego el tribunal que tenga que juzgarlo dictará la fecha de apertura del juicio oral.
-Eso der juisio oral, ¿qué es?
   Espinosa se arma de paciencia, el muchacho da la impresión de ser uno más de esa juventud que más allá del grupo musical de moda parece no muchos más conocimientos.
-El juicio oral es la última fase de un proceso penal que se desarrolla una vez concluida la fase de instrucción y la de acusación provisional, sin olvidar que una vez que se haya dictado sentencia cualquiera de las partes podrá recurrir ante instancias superiores.
-No he entendido ni jota.
-Te lo explico de otra forma. Es la fase en la que se practican las pruebas y se presentan las alegaciones ante el tribunal para que éste dicte sentencia.
-Ah –Parece que esa explicación sí la ha comprendido-. Y lo de que cuarquiera de las partes puede recurrir la sentensia ante instansias superiores ¿quiere desir que er caso puede presentarse a otro tribunal?, ¿puede llegar hasta ese que hay en Madrid?
-Supongo que te refieres al Tribunal Supremo. Sí, podría llegar al Supremo –Espinosa se guarda de explicarle que todavía quedaría una instancia superior, el Tribunal Constitucional.
-Pues como dise don Juan Tenorio, cuan largo me lo fiais –sentencia Francisco José.
   La respuesta sorprende a Espinosa. Que el joven salga con la cita de una obra clásica, El Burlador de Sevilla, no se compadece con la ignorancia que ha mostrado hasta ahora. En ese momento decide no seguir por esa vía y cambia de tema.
-Bueno, la justicia, como tantas cosas en la vida, puede tener dos velocidades, una lenta y otra más acelerada… Y hablando de aceleración, me han comentado los de la agencia de alquiler de motos que posiblemente para mañana van a poner a mi disposición una Harley-Davidson Road King Classic. ¿Has montado alguna vez una Harley?
-Ojú, una Harley, la reina de las motos, lo que daría por montar en una.  
   Otro de los que esperan volver a ponerse en contacto con Salazar es Pepillo Jiménez pues tiene la impresión de que solo ha cumplido la mitad del encargo que le hizo Juan Antonio Almagro, dado que no tuvo tiempo de dejarle bien claro lo que le podía ocurrir si se atrevía a largar más de lo debido. No se ha atrevido a volver a Torrenostra por si alguien le reconoce y lo denuncia como autor de la agresión. A lo más que se ha arriesgado es a llamar por teléfono al hostal donde se aloja Curro y preguntar por él. La respuesta ha sido escueta:
-Lo siento, pero el señor Martínez no puede ponerse.
   Jiménez no es hombre de mar, como mucho podría ser de río porque el Guadalquivir discurre por el término municipal de su pueblo natal, pero ni siquiera eso. Y si estás en una playa y no te bañas o al menos no tomas el sol, como le ocurre al que en el deporte de las doce cuerdas fue conocido como el Chato de Trebujena, el resultado no puede ser otro: el aburrimiento. Mata las horas dando paseos por las veredas que bordean las playas y calas de Alcossebre. También se pasa sus buenas horas tomando copas y alguna que otra tapa en los bares, cafeterías y chiringuitos que tanto abundan. Hay días que se pasa de tragos y vuelve al hotel con una media moña, cuando eso ocurre, al menos esas noches duerme a pierna suelta. Aún con todo eso se aburre miserablemente. Una tarde que está tomando un fino en una terraza, alguien pronuncia a media voz su nombre de guerra.
-Tú eres er Chato de Trebujena, ¿verdad?
   Pepillo se vuelve raudo y con cara de malas pulgas, como si le hubieran mentado a su madre. La desconocida, pues de una mujer se trata, al ver el gesto hosco del hombre se apresura a explicarse:
-Te he reconosio porque yo también soy trebujenera. Me llamo Rosío Molina y soy de la familia de los Arquelaos. Vivíamos ar final de la calle der Arrumbador.
   Al oír la explicación el gesto ceñudo de Jiménez se mitiga. No parece que sea alguien que le pueda relacionar con la fechoría que le hizo a Salazar. Aun así, desconfiado, lo que hace es formular una pregunta que no parece venir al caso:
-¿Y cómo una trebujenera de la calle der Arrumbador en vez de zezear sesea?
-Porque hase la tira de años que vivo en Sevilla y ya sabes lo que se dise: to se pega menos la hermosura. Además, no todos los gaditanos cecean, tengo un amigo que es de Zahara de los Atunes y sesea.
-Bueno, hay gente pa to. ¿Y zi no es indiscrezión que hazes en este culo der mundo y tan lejos de Zevilla?
   Rocío fabula con absoluta naturalidad.
-He venio a ver a un amigo que está enfermo, presisamente er que es naturá de Zahara.
   Aunque Pepillo no tiene demasiadas luces sí las suficientes para sumar dos y dos: sabe que Curro es zahareño y que está en el pueblo contiguo, luego blanco y en botella. El Chato no lo duda y decide disparar un tiro a ciegas a ver que saca.
-¿Por un casua, tu amigo enfermo no zerá Curro Zalazar?
   Rocío no esperaba esa pregunta, pero como tampoco es lerda comienza a atar cabos: “¿Qué hase un exboxeador trebujenero a unos pocos quilómetros de donde le dieron la palisa a Curro? No puede ser casualida”. De momento no sabe qué hacer ni qué contestar. “Si le pegó a Curro también podría agredirme a mí, pero ¿por qué tendría que haserlo? Yo no le he hecho nada, ni siquiera me conosía…”
-¿Qué te pasa quilla, ze te ha comío la lengua er gato? –insiste Pepillo al ver que la mujer no responde.
   “Argo tengo que desirle. Si le digo que no es Curro lo más seguro es que no se lo crea. Si le digo que sí, ¿qué puede pasar?”. Tras pensarlo, Rocío decide hacer de la necesidad virtud y opta por contar la verdad.
-Pues sí, mi amigo enfermo es Curro Salasar. Y tú, ¿de qué le conoses?
   Las cañas se han vuelto lanzas. Ahora a quien le toca meditar la respuesta es a Pepillo. “Chato, te has columpiao. No tendrías que haberle hecho esa pregunta. Nunca aprenderé. Zeguro que está pensando que acaba de descubrir al autor de la paliza, pero… si es verdá que está aquí para cuidar ar Curro eso supone que está en contacto con él….Me puedo enterar de cómo está ese pringao”.
-La verdá es que solo le conosco de referenzias. ¿Y cómo está de sus males?
-¿Cómo sabes que está enfermo; mejor dicho, bardao de la palisa que le dieron? –pregunta suspicaz la mujer.
-Porque tenemos un amigo común que zi le conoze personalmente y que ha zío quien me lo ha contao.
   Rocío está convencida de que el Chato miente, pero como no tiene claro que rédito puede sacar si le aprieta las tuercas lo deja correr. Si se le ocurre algún modo de sacarle punta al exboxeador ese será el momento de apretarle los machos. Los dos paisanos se despiden amigablemente, sin concretar nada respecto a futuros encuentros. Ambos tienen sus motivos para ello.
   Otro que también está al pairo de los acontecimientos aunque no es conocedor de lo que está pasando con Salazar, es Pakelia. El sicario georgiano por ahora solo tiene un trabajo muy liviano: llamar a mediodía a un móvil y preguntar si cenan esa noche. Hasta el momento la respuesta ha sido la misma: no. Pakelia, que desde que estuvo en las Spetsnaz rusas está entrenado para esperar el momento propicio de atacar, se lo toma con filosofía y procura llenar su mucho tiempo libre. Por las mañanas las dedica a cuidar su musculoso cuerpo, por las tardes se va a la playa y las noches las pasa en las discotecas y bares de copas de la zona. Hasta ha ligado un par de veces: con una alemana y una francesa. Aventuras de una noche y poco más. Piensa que nunca ha tenido una misión tan relajante y relajada y por él puede durar lo que resta del verano. Solo le preocupa que pueda toparse con alguien que le conozca, algo que es posible en aquella babel veraniega que son Las Villas de Benicássim.
   Mientras, Curro sigue reposando en su habitación en la que recibe las atenciones de Anca, que ha mostrado ser una solícita enfermera, y esporádicamente las visitas de su hijo. Postrado en su cama piensa en su situación y en todos los que desean negociar con él y se dice: “Los demás pueden esperar y al que no tenga paciencia que le den”.

PD.- Hasta el próximo viernes