"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de octubre de 2020

Libro II. Episodio 64. Regalos para el día de Reyes

 

   El deseo de Isabelina de mantener la adúltera relación supone para Julio un auténtico quebradero de cabeza, pese a que no recuerda habérselo pasado tan bien con una mujer. Pero si continúa frecuentándola es muy posible que don Cristóbal acabará enterándose, lo que supondrá la pérdida de un proveedor y no será tan sencillo encontrar otro que se adecúe a su particular negocio. Aunque si se decanta por no continuar la aventura dejará de tener entre sus brazos a una hembra apasionada que promete ofrecerle placeres inimaginables, sin olvidar que una mujer despechada puede volverse sumamente peligrosa. Tras darle muchas vueltas, opta por proseguir la aventura y si el boticario la descubre ya se le ocurrirá algún modo para recomponer el descosido. Recuerda que, como dice Mariví, hay que divertirse mientras uno sea joven. Es pensar en Mariví y se plantea qué hacer con ella: ¿la dejo?, ¿continúo viéndola?, ¿sigo con las dos? La idea de tener dos amantes al mismo tiempo le suscita un sentimiento de orgullo y poderío como no lo había tenido hasta ahora. Nunca se había sentido tan viril y tan afortunado. ¡Lo que dirían sus amigos si lo contara! Pero de eso nada, es consciente de que, como no sea discreto, todo puede irse al carajo, sobre todo si se entera el boticario. Esto de los líos de faldas es acojonante, pero muy complicado, se dice.

   Resuelve dejar las cosas como estaban. Sigue amancebado con Mariví, con la que se encama una vez a la semana, y mantiene la relación adulterina con Isabelina. La aventura con la boticaria consorte es absolutamente irregular, de las de aquí te pillo, aquí te mato, puesto que han de aprovechar las ausencias del marido. El final de 1895 le coge al mañego metido de lleno en esa aventura a dos bandas. La situación le produce algún que otro dolor de cabeza, pues son muchos los factores que ha de conjugar, pero en contrapartida le ocasiona un placer, ya no solo sexual, sino también anímico pues piensa que pocos hombres de la ciudad, suponiendo que los haya, pueden alardear de traer al retortero a dos mujeres de bandera.

   Su intensa vida donjuanesca no le impide al mañego ocuparse a pleno rendimiento de sus dos negocios: el legal y público de la droguería y el ilegal y secreto del contrabando. La conjunción de tanto ajetreo amoroso y laboral acaba haciendo mella en su carácter. Se ha vuelto más extrovertido y parlanchín, ha ganado en aplomo y autoconfianza, se siente más hombre y mejor comerciante, y para poner la guinda al pastel está ganando más dinero que nunca. La droguería registra unas ventas magníficas y los alijos de medicamentos para os lusitanos funcionan con una regularidad de metrónomo. De ahí que se sienta generoso y está preparando regalos para la fiesta de los Reyes Magos, pues la tradición marca que ese día los monarcas orientales traen juguetes a los niños y, por extensión, regalos a los adultos. Para su madre le ha pedido al Hurón que le traiga de Portugal, donde son mejores y más baratos, unos juegos de sábanas de franela para que no pase frío en la cama pues en la casa no hay calefacción, solo un lar y unos braseros. También ha encargado para ella un albornoz de felpa y le ha preparado un lote de productos femeninos de belleza, aunque no está muy seguro de que su madre vaya a usarlos, pues no es muy partidaria de potingues y coloretes. Para la señora Etelvina, ha encargado un chal de seda. También tiene regalos para sus dos amantes y ciertamente no se ha excedido: un frasco de perfume francés para cada una, pero de diferentes marcas, no sea que puedan enterarse de que si comparten perfume es porque también comparten compañero de cama. Hasta ha tenido el detalle de pensar en un regalo para la mujer del Bisojo, una crema para las manos. Ultimando los regalos de Reyes le sorprende su madre con una petición inesperada.

   -Hijo, supongo que sigues teniendo amigos en el pueblo –Cuando doña Pilar habla del pueblo siempre se refiere a San Martín de Trevejo- que de vez en cuando pasan la Raya. Es que quiero que les pidas que me traigan un buen albornoz.

   Me ha chafado uno de los regalos, piensa Julio, pero improvisa una respuesta para que no se note su contrariedad.

   -Ya tienes uno, ¿necesitas otro?

   -No me vendría mal pues está viejito, pero no es para mí, es para regalárselo a Julina.

   -¿Para que Julina? –La petición ha pillado desprevenido a Julio.

   -Julia Manzano, mi alumna. No tiene albornoz; de hecho no lo ha tenido nunca.

   -Pues no será porque su familia ande mal de dinero, es una de las más ricas de Malpartida.

   -Ya lo sé, pero ya sabes cómo piensa la matriarca de los Manzano, si ella no necesitó nunca un albornoz, ¿para qué lo van a necesitar sus hijas? Son de esa clase de gente, rica en dineros, pero pobre de espíritu. Y me parece que a la muchacha le hará mucha ilusión.

   El haber citado su madre a los Manzano, lleva a Julio a pensar en Consuelo. Rememora el primer regalo que le envío por Reyes: un fino broche de bisutería cuyo motivo principal era una eme entrelazada con una ce, y el segundo año le envío una blusa con típicos bordados mallorquines confeccionada en la localidad de Sa Pobla. Por asociación, de Consuelo pasa a evocar a su buen amigo Chimo Puig. Lo que le hace preguntarse: ¿y por qué no le envío algo a Chimo? Seguro que le sorprenderá tanto como lo agradecerá, Chimo es de los que saben apreciar un detalle.

   Para Navidad, y como acostumbra, Pilar invita a su amiga Etelvina, pues solterona y sin familia la pasa sola. Ambas mujeres tienen pensado un menú especial para fiesta tan señalada. La comadrona llevará un cuarto de jabalí, que le han regalado de una reciente montería, que lo aprovecharán para cocinar una sabrosa caldereta extremeña. De entrante, la aragonesa piensa elaborar un pastel de berenjena con un toque de apio y Julio se encargará de comprar un surtido de turrones y mazapanes como exige la festividad, así como los vinos y la indispensable sidra para el brindis final.

   Días antes de Navidad, Pilar reúne en su casa a los que van a participar en la comida navideña. Ha preparado una merienda de lo más típico: chocolate con picatostes y perrunillas. Precisamente para que meriende con ellos, Pilar ha hecho una invitación especial.

   -Esperar que vamos a tener una invitada que merendará con nosotros.

   -¿A quién has invitado, madre?, a buen seguro que a una de esas mozas a la que debes haber echado el ojo como futura nuera –se burla, cariñosamente, Julio.

   -Bueno, ¿y qué si lo ha hecho? Tienes edad suficiente para sentar la cabeza y formar un hogar –opina Etelvina.

   -Que tampoco soy tan viejo, solo tengo veintiséis años –protesta Julio.

   -A tu edad la mayoría ya están casados y con críos –replica Etelvina.

   -No os enzarcéis, que no van por ahí los tiros. Mi invitada no tiene nada que ver con vuestra discusión.

   En eso, suena la aldaba y, sin solución de continuidad, alguien abre la puerta que, como de costumbre, no está cerrada con llave.

   -Soy yo, doña Pilar –grita una voz aniñada.

   Quien aparece es Julia Manzano que porta un paquete plano envuelto en papel de seda y rematado con un lazo azul.

   -Bu…, buenas tardes –saluda la mozuela que se ha ruborizado al ver que hay más gente de la que esperaba.

   -Buenas tardes, Julia, te estábamos esperando. Te acuerdas de la señora Etelvina, ¿verdad? A Julio ya le conoces –Pilar explica el motivo de la presencia de la muchacha-. He invitado a Julia a merendar como premio por el excelente trimestre que ha realizado. Si continúa así aprobará el curso con sobresaliente.

   Al oír el elogio de su profesora, la chicuela ha vuelto a ponerse colorada cual pimentón de La Vera.

   -Y además de la merienda y, como no vas a estar aquí por Reyes, tengo un regalito para ti. Después de merendar te lo daré –anuncia Pilar.

   -¿Qué curso estás haciendo? –pregunta Etelvina

   -Segundo, señora Etelvina, debería estar en tercero pero empecé tarde –la muchacha sigue estando retraída.

   -¿Y qué asignatura es la que más te gusta? –le pregunta Julio.

   -La historia y la geografía –responde la jovenzuela que va de rubor en rubor.

   -Eres de las mías –afirma Julio-, a mí también eran las materias que mejor se me daban. ¿Cómo vas con los mapas mudos, te incordia mucho mi madre con ellos? –repregunta Julio.

   -Dejad de interrogarla que bastante tiene con soportar diariamente mis preguntas. Julia, acompáñame a la cocina.

   A los pocos minutos, maestra y alumna están de vuelta portando dos bandejas: en una llevan la chocolatera y unas jícaras de cerámica de Talavera de la Reina y, en la otra, picatostes y perrunillas. Pilar ruega a su alumna que sirva el chocolate. Todo el nerviosismo y el apocamiento que ha mostrado la mozuela, desaparecen en cuanto comienza a servir el caliente brebaje. Lo hace con un aplomo y una desenvoltura como si lo tuviera por costumbre. Etelvina mira a la chicuela con ojos de buena conocedora y se dice para sí: esta chiquilla algún día se convertirá en una mujer espléndida siempre que no se tuerza. Al finalizar la merienda en la que anfitriona e invitados han charlado de todo un poco, salvo la adolescente que se ha limitado a contestar las preguntas que se le han dirigido, Pilar sale un momento del saloncillo y vuelve al instante con un paquete envuelto en papel de regalo.

   -Julia, este es el regalo que esperaba darte por Reyes. Como estarás en el pueblo con tu madre y tus hermanos te lo doy ahora. Puedes desenvolverlo, si quieres.

   La muchacha, que ha respondido con un emocionado agradecimiento, desenvuelve el paquete. Es el albornoz que Pilar encargó a su hijo que le trajera de Portugal. A la chicuela una sigilosa lágrima se le escapa, pero se esfuerza en contener su emoción.

   -Gracias, muchas gracias, doña Pilar. Mi primer albornoz… -dice Julia, emocionada, acariciando la rizosa tela de la prenda.

   A Julio la muchacha le retrotrae inevitablemente a pensar en Consuelo. Como esta chiquilla salga tan veleta como su hermana no le arriendo las ganancias al desgraciado que se enamore de ella, se dice.

  

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, el episodio 65. El tabaco de La Vera