"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de junio de 2017

7. Buscando nuevo escondite


   Cuando acabó la temporada veraniega del dos mil quince y los turistas comenzaron a escasear, Curro pensó que no se estaba tan mal en Tavira y que no tenía mucho sentido buscar un nuevo sitio en el que esconderse. Se dijo aquello de que más vale conocido que bueno por conocer. Pasó el otoño, comenzó el invierno y llegó el 2016. Pensó que llevaba dos años fuera de su tierra y que podría aguantar el tiempo que fuera necesario. Se mentía a sí mismo. La verdad que no quería reconocer era que seguía aburriéndose más que un güisqui de dieciséis años en un supermercado de barrio. Lo que más le chinchaba era lo de la lengua. Parecía mentira que fuera tan torpe con los idiomas. Ya entendía el portugués bastante bien, pero en cuanto a hablarlo era una nulidad.
   Lo del idioma y la inminente apertura de la nueva temporada veraniega fueron las dos causas principales que le llevaron a replantearse si no sería bueno cambiar de escondite. ¿Y por qué no en España? Mejor esconderse entre españoles y ser uno más que entre portugueses y ser un guiri a quien todos señalan. Por otro lado, el juicio en el que estaba encausado no hacía más que demorarse, por ahí las cosas están como estaban, se dijo, pero el instinto y lo que leía en la prensa española le inducían a seguir huido. Además, era plenamente consciente de que había gente atrapada en el llamado caso Ere que si le pusiera las manos encima lo iba a pasar mal. Y no solo algunos de los imputados en el mayor caso de corrupción política ocurrida en Andalucía, sino también unos cuantos tipos, que hasta ahora se habían salvado de la imputación, y que temían que sí iba a juicio, le hacían testificar y se decidía a contar cuanto sabía podían verse involucrados, ¡Dios sabe con qué consecuencias!. De todas formas, siguió pensando, España es lo suficientemente grande como para encontrar buenos escondites en donde nadie hubiese oído hablar jamás de Curro Salazar Jiménez y mucho menos de Francisco Martínez Galán.
-Y al menos, podré hablar sin pensar en sí me van a entender o no –dijo en voz alta.
   Recordar el juicio que tenía pendiente le llevó a rememorar su pasado sindical que fue el principio de todo. En cuanto entró a trabajar como ayudante de calderería en los Astilleros de Cádiz, lo primero que hizo fue afiliarse a la UGT, pues al sindicato socialista ya perteneció su padre. Hizo más carrera en el sindicato que en la empresa y cuando se convirtió en representante de los trabajadores para dedicarse de lleno a las funciones sindicales, lo que se conocía como liberado sindical, supo que había encontrado su lugar en el mundo laboral. Fue secretario de Acción Sindical y más tarde miembro del Comité de Empresa de Astilleros. A partir de ahí fue ascendiendo, peldaño a peldaño en el intrincado mundo sindical y cuando, por consejo de uno de sus mentores, se afilió al PSOE, su carrera se convirtió en meteórica. Terminó en Sevilla como secretario de organización de la influyente Federación del Metal de la UGT de Andalucía. Y al llegar a ese peldaño, cuando parecía que la todopoderosa secretaría general del sindicato estaba a su alcance, su progresión sufrió un inexplicable parón. Se le dijo que si era demasiado joven, que si le faltaba experiencia, que si patatín patatán, pero ahí quedó varado.
   El estancamiento de su prometedora carrera hizo que desarrollara una larvada malquerencia hacia la cúpula sindical; para resarcirse comenzó a frecuentar la agrupación socialista a la que pertenecía y en la que muy pronto comenzaron a hacerle responsable de pequeños proyectos. Y en ese terreno fue donde descubrió que tenía unas magníficas dotes para el trapicheo, la componenda y la consecución de subvenciones de la siempre generosa administración de la Junta de Andalucía. Ese fue el trampolín que le llevó a meterse en la rueda de los ERES. Dada su experiencia sindical conocía perfectamente el mecanismo de los Expedientes de Regulación de Empleo que, según rezaba la legislación laboral, eran y siguen siendo un procedimiento administrativo-laboral de carácter especial dirigido a obtener de la Autoridad Laboral competente autorización para suspender o extinguir las relaciones laborales cuando concurran determinadas causas, garantizando los derechos de los trabajadores. Pero la regulación de los ERES, como tantas normas administrativas, tenía más agujeros que un queso gruyere. Y si uno sabía colarse por esas gateras se podían obtener unos beneficios incontables y encima con dinero del Estado y la Unión Europea.
-¡Qué tiempos aquellos –se dijo en voz alta -, en los que se podía ganar lana hasta para asar una vaca!
   Y así fue como Curro Salazar llegó a formar parte del llamado Clan de los Conseguidores que eran las personas que negociaban con empresarios, que sin tener problemas en su empresa y dando beneficios, querían aplicar un ERE fraudulento y así poder despedir a trabajadores fijos y con muchos años de antigüedad, utilizando para indemnizarlos la financiación de los ERE. De esta manera, el empresario podía contratar trabajadores temporales, para ocupar los puestos de trabajo de los despedidos mediante el ERE, y naturalmente, los contrataba con sueldos menores sin tener que pagarles la antigüedad. Era una práctica ilegal que funcionó a la perfección durante muchos años y que todos conocían pero aparentaban ignorarlo. Al llegar a ese punto, Curro vuelve a levantar la voz:
-Ya lo desía mi pobre madre, la avarisia rompe el saco. Si no hubiera sio por los bersas de Mercasevilla que quisieron ordeñar demasiao a la vaca, todavía estaríamos forrándonos y los tribunales llamándose andana. ¡Vaya panda de gilipollas!
   Tuvo que olvidarse de su pasado cuando a finales de la primavera de 2016, le ocurrió un hecho que fue el que le dio el último empujón para decidirse a buscar un nuevo refugio. Al entrar en una de las pousadas en las que solía almorzar a punto estuvo de tropezarse con un grupo de españoles entre los que reconoció a un exdirector general de la Consejería de Empleo de la Junta y que era otro de los imputados en el caso ERE. Tuvo suerte, el exdirector no pareció haberle visto, pero eso fue la gota que hizo rebosar el vaso.
-Curro, se dijo, de hoy no pasa. Métete en el internet y a ver qué encuentras en España.
   Y así lo hizo. Se metió en la red y buscó las peores zonas costeras de España por aquello de que pensó que serían las menos visitadas. Le salió un informe de Ecologistas en Acción en el que la organización había colocado cuarenta y siete “banderas negras” en otras tantas playas. Para otorgar tan dudoso honor, los conservacionistas se basaban en dos datos básicos: la contaminación y la mala gestión. Cambió de criterio y buscó playas poco conocidas y en un artículo de viajamosjuntos.net se topó con una información que hablaba de las playas recónditas de la Costa de Azahar de Castellón.
-Coño, ni sabía que existiese tal costa –se dijo Curro en voz alta -, pero el nombre me gusta, es paresido al de mi pueblo, Azahar, Zahara, si es que suena casi igual.
   Siguió leyendo y la primera  playa recóndita, vaya palabreja pensó, con la que se topó fue la Playa Nudista del Parque Natural de Cabanes-Torreblanca, de la que se decía que “es una playa privada de arena, escondida detrás de los campos de cultivo en medio de la nada … Mientras no molestéis a nadie, ni os mirarán”.
-¡Cojonudo!, justo lo que buscaba, un sitio en el que si no molestas nadie te mira –exclamó en voz alta.
   Entró en Google maps para localizar Cabanes y Torreblanca y vio que eran dos pequeños pueblos del norte de Castellón cuyos núcleos urbanos no estaban pegados a la costa. Volvió a la web de la Playa Nudista y tecleó alojamientos, no encontró ninguno. Los más cercanos eran los de Marina d´Or, de la que había oído hablar como de un Benidorm en pequeño. Un sitio con tanta gente pululando a lo largo del verano no era un lugar idóneo para alguien que lo que pretendía era pasar desapercibido. Insistió en la búsqueda y al norte de la Playa Nudista se tropezó con otra playa: Torrenostra. Se anunciaba como un lugar ideal para familias con niños pequeños y para gente que buscara disfrutar de un veraneo tranquilo. Eso le gustó. Apenas había servicios hoteleros, solo encontró un camping y un hostal. En Torreblanca, que era el municipio al que pertenecía Torrenostra, existían más lugares donde alojarse, pero casi todos eran paradores de carretera.
-Mucha web y muchas páginas en internet, pero luego no hay manera de encontrar un alojamiento desente –se dijo – porque en un parador no voy a meterme y lo del camping queda para los guiris. Tendré que ver que tal es el hostal que anunsian. Lo que me sigue gustando es el nombre, la Costa de Azahar, eso me huele a naranjos y es buena señal.

viernes, 23 de junio de 2017

6. Las féminas dan el okey



   La invitación de Álvarez a Ballarín y a Ponte para pasar la primera quincena de agosto en el apartamento de su hijo ha de recibir el okey de la grey femenina, como suele decir irónicamente Grandal cuando se refiere a las esposas de sus amigos y en el caso de Ponte, que es viudo, a su hija Clara que es quién le mangonea. Para el proponente de la invitación, Álvarez, los reparos por parte de su mujer han sido mínimos. Incluso se ha quedado más tranquila al enterarse de que uno de los invitados es Ballarín de quien conoce sus buenas mañas en la cocina.
-Al menos, podréis comer de vez en cuando en casa –comenta tras dar su visto bueno a la propuesta de su marido.
   A Ballarín, su esposa le ha puesto muchos más peros. Ha insistido en que es un deber de ambos ir a Huesca a ayudar a su hija, que está llevando mal su último embarazo. Empieza a ceder cuando el exferretero le recuerda que la última vez que estuvieron en la ciudad oscense se pasó la mitad de los días de bronca con su yerno y eso que fue solamente una semana. Ahora, que será todo el verano la convivencia puede acabar como el Rosario de la Aurora y él ya no tiene edad para estar tanto tiempo de un cabreo a una bronca pasando por un ataque de nervios de la hija. La resistencia de la mujer a que su marido se vaya con sus amigos termina por derrumbarse cuando conoce que también podría ir Ponte, del que tiene muy buena opinión pues lo considera persona que aportará sensatez al resto. Al final la mujer cede, pero ata el plazo: puede irse con su pandilla, pero únicamente las dos primeras semanas de agosto.
   A Ponte le ha pasado algo parecido que a Ballarín. Su hija Clara se ha puesto hecha un basilisco ante el plan de que su padre se vaya a la playa con sus amigotes, como siempre les llama cuando algo de ellos no le gusta.
- Papá, estarás mucho mejor en Madrid donde lo tienes todo al alcance de la mano, la farmacia al lado de casa y el ambulatorio a la vuelta de la esquina. Además, aquí tienes a Felisa que te prepara lo que te gusta comer, ¿y allí donde comeréis, de restaurante? Si fueran unos días, ¿pero dos semanas? Quita, quita.
- Clarita, hija, oyéndote cualquiera diría que soy un enfermo crónico y que solo voy del médico a la farmacia. A Dios gracias, estoy bastante bien a pesar de mis alifafes y, salvo excepciones, solo voy una vez al mes a la de medicina general a por mis recetas y cada tres meses al internista a que vigile mi insuficiencia renal. Por lo demás, tú mejor que nadie sabes que me manejo razonablemente bien. En cuanto a comer, seguramente que también vendrá Amadeo, que es un cocinillas muy apañado. No tendremos que comer de restaurante, salvo cuando nos apetezca.
-Aun así, papá, creo que no es lo más indicado, pero si te empeñas tú veras, luego no me vengas con quejas y lamentos de que si te duele aquí o allá o que tienes no sé qué problemas. 
   Tras un tira y afloja, más aparente que real, Clara termina cediendo. Sabe que cuando a su padre se le mete una idea en la cabeza es difícil sacársela.
   Un día después de estas trifulcas domésticas, los cuatro amigos se reúnen nuevamente en el Centro de Mayores de Moncloa: podrán pasar juntos en la play, al menos, la primera quincena de este agosto del dos mil dieciséis. Bueno, para ser precisos, Álvarez, Ballarín y Ponte en el apartamento de uno de los hijos del primero, sito en Torrenostra. Y el último del cuarteto, Grandal, estará en Marina d´Or que se encuentra de Torrenostra a unos once kilómetros en línea recta y a unos diecinueve en coche. Álvarez, como promotor del plan y conocedor de la zona, les pone en antecedentes sobre lo que se van a encontrar.
-Torrenostra es algo así como el barrio marítimo de Torreblanca, municipio de la costa norte de la provincia de Castellón. Viene a ser lo que en la región valenciana suelen llamar un grao.
   Al oír mencionar Torreblanca, Grandal se pregunta:
-¿De qué me suena ese nombre?
-De que fue uno de los pueblos de la Plana Alta por los que anduvimos buscando a los García Reyes para ver si podíamos dar con el Tío Josefo cuando lo del robo del Tesoro Quimbaya (*) –recuerda Ponte.
-Como os iba diciendo –Álvarez retoma su explicación -. Torrenostra es el típico lugar que está pensado para el verano, después de septiembre queda prácticamente desierto, solo contadas personas aguantan allí el invierno. Tiene cuatro playas muy majas, separadas por sendos espigones. Y es un lugar ideal para gente como nosotros que no buscamos jaleo ni movidas ni discotecas ni nada de follón sino paz y tranquilidad. Mi hijo Nacho, que como buen ingeniero es amigo de las síntesis, dice que es un estupendo lugar para jubilados y familias con niños. O sea, que para nosotros es un sitio ideal.
-Oye, Luis, ¿cómo piensas que organicemos el desplazamiento? –pregunta Ballarín que, como exferretero, es muy amigo de la precisión.
-Podemos ir los tres en mi coche, aunque sería mejor contar con dos vehículos. A veces hay que subir al pueblo a hacer alguna compra y está a tres quilómetros. Tener dos coches nos facilitaría los desplazamientos.
-Para el segundo coche contar con el mío, aunque primero tengo que llevar a mi mujer a Huesca y desde allí viajaré a Torrenostra –recuerda Ballarín.
   Y así quedan, Álvarez se llevará con él a Ponte y Ballarín se reunirá más tarde con ellos. Grandal, que se ha quedado al margen de los últimos acuerdos puesto que no le atañen, interviene para informarles de la fecha de su marcha a Marina d´Or:
-Chelo y yo nos vamos a Oropesa el uno de agosto, ¿cuándo pensáis viajar vosotros?
-¿Pero no dijiste que ibais a veranear a Marina d´Or y ahora hablas de ir a Oropesa? –pregunta Ballarín.
-Es que Oropesa del Mar es el municipio al que pertenece Marina d´Or –aclara Grandal
-Por cierto, la gente de por allí dice Orpessa. Se comen la segunda o –especifica Álvarez -. Yo pensaba viajar el treinta de julio, pero Matilde me recordó que es sábado y que habrá un tráfico de narices. Y lo he cambiado por el primero de agosto, pero en cuanto a la fecha estoy a lo que le venga mejor a Manolo. ¿Cuándo te viene a ti bien? –pregunta dirigiéndose a Ponte.
-Por mí, cuando tú quieras, el uno me parece bien.
-Oye, Luis, ¿y en dónde jugaremos?, ¿hay algún Centro de Mayores, algún casino o algo parecido? –quiere saber Ballarín.
-En el pueblo hay un Centro de Mayores, al que por cierto hay gente que le llama el desguace, pero no vamos a desplazarnos tres kilómetros para jugar. Lo haremos en la terraza de alguno de los bares que están en primera línea de playa y en las que corre siempre una brisa que da gusto. Ya veréis, no vais a pasar ni pizca de calor. Para mí que es de lo mejor que tiene esa playa.
-Luis, antes has dado un dato que no me ha quedado claro. Has comentado que Marina d´Or está a once quilómetros de Torrenostra, pero en coche a diecinueve. ¿Por qué esa diferencia? - pregunta Grandal al que no le gusta nada conducir.
-Lo de los once es en línea recta, pero por la costa no hay ninguna carretera porque entre Marina y Torrenostra está el Parque Natural del Prado de Cabanes-Torreblanca que es una zona de humedales bastante grande y por la que no se puede pasar. Tendrás que salir a la nacional trescientos cuarenta en dirección norte y una vez en Torreblanca coger la carretera del mar. Está todo muy bien señalizado, no te perderás. Como la costa hace un óvalo, desde Torrenostra y mirando hacia el sur parece que tienes delante a Marina d´Or, pero para ir de un sitio a otro tienes que dar la vuelta por la nacional.
-¿Y en el parque ese de Cabanes-Torreblanca qué es lo que hay? –interroga Ballarín.
-Yo no lo he visitado porque lo de pegarse una panzada de andar en plena calorina no es que sea mi ideal, pero tengo entendido que lo que más hay son pájaros, no sé de qué clase, y bichejos de esos que se crían en las aguas salitrosas. Un viejo del pueblo me contó que hace algo más de sesenta años se cultivó arroz, pero ahora no hay más que plantas salvajes de las que crecen en los sitios pantanosos. Ah, de lo que hay, y en abundancia, son mosquitos, aunque afortunadamente no se hacen sentir en la playa porque el Ayuntamiento se encarga de fumigar la zona.
-¿Y el parque se puede visitar? –sigue preguntando Ballarín, una de cuyas aficiones ya medio olvidada fue la ornitología.
-Creo que sí, pero son visitas guiadas, no puedes ir por tu cuenta. Si tienes interés en recorrer el parque, hay un centro informativo en la playa donde podemos preguntar –le informa Álvarez.
-Tendré que coger los prismáticos –musita el exferreterro.
-Lo que tienes que coger es el manual del buen jugador de dominó a ver si así espabilas de una puñetera vez –le espeta Álvarez.

(*) Novela “El robo del Tesoro Quimbaya”: se puede ver en este mismo blog.

PD.- Hasta el próximo viernes

viernes, 16 de junio de 2017

Capítulo 2. Cambio de planes.- 5. Con lo grande que es España…



   Portugal tiene muchos y bellos parajes costeros, pese a ello no le resultó fácil a quién se hacía pasar por Francisco Martínez Galán encontrar un sitio en el que esconderse. Su búsqueda fue más complicada que con Alvito, el primer pueblo en el que se refugió. Navegando por la red se topó con un blog llamado “Sin parar de viajar”, y allí encontró lo que buscaba. Tras varios descartes, al final se quedó con dos candidaturas: Ilha de Tavira, una isla de arena de unos once kilómetros de largo sita en la costa de Algarve, al sur de la ciudad del mismo nombre, y Comporta ubicada cerca de Setúbal. Este último lugar reunía casi todos los requisitos que había preseleccionado: contaba con unas excelentes playas dentro de la Reserva Natural del Estuario de Sado, estaba bien dotado de establecimientos hoteleros y muy bien comunicado al estar relativamente cerca de la capital lisboeta. A la postre, lo que decantó su elección fue algo que era un obstáculo para la mayoría de viajeros, pero que consideró que para un fugitivo como él constituía una especie de cortafuegos para drenar el número de visitantes: a la Ilha solo se podía acceder por medio de un ferry que tenía dos rutas, la primera salía del centro de la ciudad de Tavira y la segunda del muelle de Quatro Aguas, a unos dos kilómetros del centro. La decepción llegó cuando buscó dónde alojarse. Se encontró con la sorpresa de que en la isla no había hoteles ni casas rurales, solo un camping. En su vida había sido campista, le parecía una excentricidad propia de los guiris y de la gente joven. Y no iba a empezar un nuevo tipo de vida cuando estaba a punto de alcanzar el medio siglo.
-Adiós a Ilha Tavira. Tendré que seguir buscando –dijo en voz alta.
   Al final, desistió de buscar otros lugares costeros y se decantó por lo más cercano que tenía, en vez de ir a la isla se quedaría en tierra firme, en Tavira. Wikipedia contaba de la ciudad que estaba situada en el distrito de Faro y a unos veinticinco kilómetros de la frontera española, a su vera corría el río Gilao que fluía hacia los escasamente profundos pantanos del Parque Nacional de la Ría Formosa, un seguro refugio para las aves migratorias. La ciudad estaba considerada como un excelente destino turístico dentro del Algarve, pero sin llegar a las concentraciones de veraneantes de otros lugares de la región tales como Albufeira, Vilamoura o Portimao. Le llamó especialmente la atención un párrafo en el que se decía que Tavira era adecuada para familias, pero no para grupos que buscasen la vida nocturna.
-Bueno –se dijo -. Serquita de España, buenas playas, exselente clima, de un tamaño asumible y recomendada para grupos familiares. Creo que es un buen sitio para esconderse y que el aburrimiento no acabe conmigo.
   No tuvo problemas para encontrar alojamiento, la ciudad tenía buena oferta hotelera. Tras mirar las diversas propuestas y comparar precios, todavía le quedaba la impronta de sus años de niño pobre, se decidió por los Apartamentos Turísticos Monte da Eira, en la llamada Quinta do Morgado. Era un establecimiento de tipo medio, discreto y barato, el precio medio por noche salía por cuarenta y cinco euros. Y lo que más le sedujo fue que estaba alejado del centro. Como le ocurrió en Alvito, cuando dijo que quería alquilar un apartamento, en principio para seis meses, y que prefería pagar en efectivo no le pusieron ningún problema en cuanto a la documentación, con el carnet de conducir les bastaba. En los primeros días se dedicó a recorrer la ciudad surcada de calles empedradas. Lo que vio le sorprendió, sobre todo el centro histórico repleto de monumentos, iglesias recargadas y casas con bonitas fachadas. Aunque no era un experto ni un amante de la arquitectura había aprendido lo suficiente como para distinguir lo elegante de lo vulgar y en el caso de la arquitectura portuguesa tradicional abundaba más lo primero que lo segundo.
   Con el paso de los años y la sobreabundancia de dinero fácil se había acostumbrado a la buena mesa y fue otro de los encantos que le sedujeron de la ciudad. Había muchos y buenos restaurantes con precios más asequibles que los sevillanos. Además, como hijo de la mar que era, le gustaba especialmente el pescado y en Tavira había profusión del mismo recién sacado del Atlántico. Abundaba sobre todo el atún, el salmonete y el congrio que solía servirse con arroz, ensalada y patatas fritas. También le gustó sobremanera uno de los platos típicos de la región llamado cataplana que era un estofado de marisco servido en una olla de cobre. En cambio, los vinos no eran gran cosa. Un día que el maitre del restaurante en el que solía comer se le acercó para preguntarle si todo estaba a su gusto, le confesó que el menú era espléndido, pero que el vino no estaba a la misma altura. Sorprendentemente, el empleado le contestó en voz baja y en un correcto español:
-Estoy de acuerdo con usted, caballero. En Portugal, vino de calidad solo hay uno, el Oporto, los demás son para los extranjeros que no tienen cultura del vino como ustedes los españoles.
El que le hemos servido al lado de un Rioja, un Ribera del Duero o un Fino Jerezano no tiene color.
   ¡Vaya!, pensó Curro, ¿cómo habrá sabido que soy español? Claro, si es que no te esfuerzas en aprender portugués y todo lo pides en español, se increpó, pero tampoco pasa nada. En realidad, sí pasaba. Como pudo comprobar en los días siguientes, eran numerosos los españoles que, dada la cercanía, se desplazaban al Algarve incluso en viajes de veinticuatro horas. Las playas no estaban tan abarrotadas como en España, se comía estupendamente y los precios eran bastante más baratos. Igual no había sido muy feliz la idea de buscar un escondite tan cerca de la frontera española. Quizá tendría que haber optado por Comporta, pero lo hecho, hecho estaba. Esperaría a que se acabase la temporada veraniega y entonces vería.
   Pese a su infancia pasada en un pueblo cuyo mayor encanto eran sus extraordinarias playas, no era hombre playero. Se conformaba con un chapuzón a primera hora y luego pasear descalzo por donde morían las olas. Se retiraba a su aposento antes de que la playa se poblara de parasoles y sillas, de parejas jugando a las palas y niños correteando por todas partes. Paseos que le gustaba repetir con las últimas luces del día aprovechando que otra vez las playas se quedaban huérfanas de gente. Era en esos solitarios paseos cuando solía pensar en su vida y en porqué había llegado a Tavira, como antes lo hizo a Alvito. Recordaba su infancia en un hogar en el que no sobraba nada, aunque hambre, lo que se dice hambre, no llegó a pasar. Su padre, de profesión marinero, se empleaba en las almadrabas durante la temporada del atún en la que ganaba sus buenos duros. Y luego se enrolaba en un barco de artes menores de los que se dedicaban a la pesca de pargos, corvinas, caballas, jureles y demás especies que se daban en el Estrecho. Y su madre, en verano, se dedicaba a limpiar apartamentos turísticos de la costa. Y desde los diez años hasta él ganaba unas pesetas haciendo mandados en un chiringuito playero cuyo dueño era amigacho de su padre.
   No fueron malos tiempos los de su infancia, hasta que cumplidos los doce a sus padres se les metió en la cabeza que para hacerse un hombre tenía que estudiar y como entonces allí solo había escuelas primarias lo enviaron a Cádiz, a casa de una hermana de su madre. Aquello fue otro cantar. Sus tíos tenían dos chicos mayores que él y se las hicieron pasar canutas. Y además le tocó trabajar como un negro. Por las mañanas iba a una escuela de artes y oficios y por la tarde ayudaba en una tienda de alfombras de unos paquistaníes en la que le tocaba hacer de todo: barrer, ordenar las alfombras, hacer recados; en fin, lo que le mandaban.
-No eran mala gente aquellos paquis –se dijo en voz alta -; aunque eso sí, te hasían currar lo que no está en los escritos. En cambio, mis primos eran unos cabronsetes de mucho cuidao.
   Sus recuerdos terminan cuando decide que, puesto que el sol está declinando, es un buen momento para darse un garbeo por la playa más cercana que a estas horas supone vacía. Craso error, en su paseo está a punto de darse de bruces con una pareja que no está precisamente rezando el rosario. No llega a poder disculparse pues una tronante voz de macho ibérico con cerrado acento andaluz le espeta:
-¡Gilipollas, vete a pasear donde tu puta madre!
   Es incapaz de callarse:
-Gilipollas vosotros, con lo grande que es España y tenéis que venir a follar aquí.

PD.- Hasta el próximo viernes