Blanchard le ha dado muchas vueltas sobre lo
que quiere contar a Grandal, pero tras sopesar pros y contras decide hablarle
con total franqueza acerca de lo que les ha dicho el Director Adjunto. El excomisario
le escucha atentamente y cuando el inspector francés termina su relato queda en
silencio, como rumiando lo que acaba de oír, hasta que se arranca:
- Estimado
colega, no me extraña un pelo lo que acaba de contarme. Hasta los carrozas de
mis amigos se olieron hace tiempo que había algo raro en este robo, algo que
daba mala espina. Y lo que ha dicho Carranza viene a confirmarlo.
- Si
estuviera en nuestra piel, ¿qué haría? – indaga Blanchard.
- Pues en
primer lugar, cumplir la orden del Director que además viene probablemente del
Secretario de Estado o del propio Ministro. Y en segundo, no haceros mala
sangre. No vais a conseguir nada con ello.
- ¿Nada más?
– inquiere el francés, evidentemente decepcionado con la respuesta de Grandal
de quien esperaba una contestación más rotunda y más distinta.
- Nada más.
- De acuerdo
– acepta Blanchard -, pero permítame, comisario que, aunque sea a título de un
simple ejercicio policial, hagamos un análisis meramente especulativo de lo que
puede haber detrás de esa orden, como si fuese una clase de las que creo que
daba usted en la Escuela de Ávila. Un análisis no solo de la orden del Director
Adjunto sino también de la información que le dio a Atienza su amigo del CNI.
¿Le importa?
Grandal, tocado en su fibra de viejo policía
por la desmedida valía que el inspector galo parece dar a sus dotes analíticas,
accede.
- Vale, analicemos
lo que puede haber detrás de la orden, pero ya le adelanto que solo sacaremos
hipótesis que no creo que vayan a servir de mucho. Usted pregunta y yo
contesto. O si lo prefiere, lo hacemos al revés.
- Estoy tan
confundido que sería incapaz de dar una sola respuesta. Si no tiene
inconveniente, seré yo quien plantee algunas de las preguntas que no me dejan
dormir.
- Okey,
dispare – acepta Grandal.
- ¿Por qué
nos mandan parar? – es la primera de las preguntas de Blanchard.
-
Posiblemente porque, aunque a primera vista no pueda parecerlo, es probable que
estuvieran acercándose al desenlace del robo. Y los que tienen autoridad para ello
han optado por no contrariar a quienes parecen detentar lo robado, no sea que
cambien de opinión y decidan no devolver las piezas del tesoro. Es solo una respuesta
hipotética.
- ¿Presupone
eso que la autoridad, sea la que fuere, que ha dado esa orden está en contacto
con los que tienen el tesoro robado en su poder?
-
Posiblemente, sí. Bien sea de forma directa o, lo que es más probable, a través
de intermediarios que es seguramente el papel que puedan estar jugando los
cubanos. Y sigue siendo una hipótesis – insiste Grandal.
- Admitido. ¿Es
posible que la gente que planificó el robo y que luego lo ejecutó, directa o
por medio de otros individuos, es la que tiene las piezas del tesoro en su
poder y la que está negociando con el gobierno español?
- Esa no es una
pregunta sino al menos tres, pero respondo. No sé si los que planearon el robo
son los mismos que lo llevaron a cabo. Tampoco sé si continúan teniendo el
producto del robo en sus manos o lo vendieron o cedieron a terceras personas. Y
desconozco si son los que están en negociaciones con mi gobierno. Si no se ciñe
a los datos estrictos – le reconviene Grandal -, el análisis solo conducirá a
respuestas como las que acabo de darle.
- Bien, le
daré datos concretos, aunque me aparte algo de las premisas iniciales. El
dictamen de la doctora Martín-Rebollo de que eran meras réplicas las piezas que
le mostraron, ¿presupone que los que tienen lo robado estén tratando de engañar
al gobierno español ofreciendo como recompensa un material que no es el
original?
Esta pregunta, que Grandal no esperaba, le
hace meditar. Cuando contesta su tono no tiene la seguridad de anteriores
respuestas.
- Lo
ocurrido en el secuestro de Martín-Rebollo da pie para suponer que los que
tienen las piezas robadas dudaban de su autenticidad. ¿Qué si son los mismos
que están negociando con mi gobierno? Es probable, pero no con una seguridad
del cien por cien.
- De
acuerdo. Sigo. Si los que negocian con el gobierno español saben que las piezas
que tienen son simples réplicas, ¿acaso no se han planteado que el gobierno ya
conozca ese extremo?, me refiero a la no autenticidad de las piezas. Y otra
pregunta ligada a la anterior: si el gobierno sabe que no son piezas originales,
¿por qué negocia por un material que no vale nada?
- Aquí hay
dos planos diferentes. Uno es que, sean originales o no las piezas robadas,
quienes las tengan en sus manos seguro que se habrán planteado el hecho de que
nuestras autoridades conozcan tal extremo, pero algo tienen que ofrecer en el
supuesto de ese hipotético acuerdo con el gobierno. Respecto al otro plano, ¿de
por qué el gobierno negocia si sabe que las piezas son falsas?, no tengo
respuesta. Mejor dicho, lo que tengo son más preguntas. ¿De verdad está negociando
el gobierno? Sabemos de una oferta, pero nadie ha dicho de manera explícita que
el gobierno haya aceptado tal proposición. Y otra, si es cierto que el gobierno
está negociando nunca lo haría por unas réplicas, ¿puede eso suponer que las
piezas robadas son las auténticas? Daría la próxima paga extra por saberlo –
concluye Grandal.
- Entonces,
aquí ¿quién está engañando a quién? ¿Los ladrones al gobierno tentándolo con una recompensa que no vale nada? ¿O el
gobierno a los ladrones haciéndoles creer que no sabe que se trata de simples
copias?
- Eso de
quien engaña a quien me ha hecho recordar unas estrofas que, a usted que es un
enamorado de la lengua española, seguro que le va a encantar oír. Se refieren
al usual trapicheo de los gitanos en la Feria de Jerez, pero aquí vienen al
pelo – y Grandal imposta la voz y declama -. Rumbo y elegancia de esta raza vieja que gasta diez duros en vino y
almejas vendiendo una cosa que no vale tres. Pues aquí parece que está
ocurriendo lo mismo. Los ladrones y/o el gobierno se han gastado por valor de
más de diez tratando de vender algo que no vale ni tres. Algo muy propio de
nuestros políticos que siempre tiran con pólvora del rey, pero no tanto de los
amigos de lo ajeno que no suelen dar puntada sin hilo – y al ver la cara de
desconcierto del francés, añade -. Dicho de otro modo: no sé quién engaña a
quién. Quizá estén intentando engañarse ambos, todo podría ser.
La siguiente pregunta de Blanchard es la que
menos podía esperar Grandal.
- ¿Le
importa decirme quien es el autor de esa frase que acaba de citar?
- José María
Pemán.
- ¿Pemán?
Nunca oí hablar de él.
- No me
extraña. Fue un periodista, poeta y dramaturgo gaditano muy famoso en la
postguerra española. Su compromiso con el gobierno de Franco hizo que con la llegada
de la democracia su nombre y su obra pasaran al olvido más absoluto. Hoy,
posiblemente no haya casi nadie con menos de cincuenta años que haya oído
hablar de él. Pero a lo que estamos, ¿le queda alguna otra pregunta?
- Sí, y
aunque supongo que no tiene respuesta para la misma se la hago. Jugando otra
vez con los dos últimos datos conocidos, el mensaje que viene de La Habana y la
orden de que dejemos de investigar, si tuviera que apostar sobre la identidad
de los ladrones, ¿por quién apostaría?, ¿por las FARC, por un cártel de narcotraficantes,
por el gobierno cubano o por el colombiano?
Grandal no puede menos que esbozar una
sonrisa. Piensa que el franchute es mucho más listo de que le gusta aparentar.
Y opta por seguirle el juego.
- Puestos en el terreno de las meras hipotésis, le contesto. De los cuatro candidatos a quien adjudicarles el robo descarto a los dos gobiernos citados. Cuba, al menos eso creo, jamás daría el paso de robar a otro estado soberano. La posición del gobierno cubano es más frágil de lo que aparenta. Y en un casus belli como el del robo perdería mucho más que ganaría. En cuanto al gobierno colombiano, va de suyo que no puede ser el autor. Es un gobierno demócrata y, por consiguiente. no cometería un delito, más contra un país como España a la que necesita como puerta de entrada a la UE. Respecto a las FARC, también las descarto. Bastante tienen con lograr un acuerdo de paz con su gobierno antes de que se mueran de viejos sus líderes sin conseguir ninguno de los objetivos por los que dicen luchar. Nos quedan los narcos. Yo apostaría por un cártel o por varios unidos en una especie de joint venture. Y no siga preguntando más porque a mí me pasa lo mismo que a usted y a sus colegas, que por cada respuesta tengo mil preguntas.