La
batalla por ver quien se hace con las dos vacantes de guardas de campo se ha
reducido a una pugna entre el clan de los Arbós y Gimeno. Al final, la pelea no
tiene color, se resuelve a favor del jefe local del Movimiento mucho más
fácilmente de lo que parecía al principio. Los dos protegidos de Gimeno se
convierten en los nuevos guardas rurales.
Tal
y como había sugerido Lola, José Vicente aprovecha la batalla para terminar con
el poder del clan. Con la inestimable ayuda del secretario del Ayuntamiento,
maniobra en la Cámara Sindical Agraria para deponer a Leoncio Gasulla como
presidente de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos y colocar en su
lugar a uno de sus paniaguados. Al ir a rematar a Rodrigo, Lola le previene:
- Creo que no deberías hacerlo.
- ¿Pues no opinabas que era el momento de
acabar con los Arbós de una vez por todas? ¿Ahora cambias de parecer?
- No creo que haya una sola persona en el
pueblo que cuestione que la pelea la has ganado tú. El clan está acabado. Por
eso, que des una muestra de generosidad te va a dar más credibilidad ante los
demás. Todos saben que deponer a Rodrigo de la presidencia de la cooperativa
sería para ti un juego de niños. Si no lo haces, pudiendo realizarlo, será una
demostración de magnanimidad.
- No dudo que sea como dices, pero si
continua Rodrigo en San Isidro será tanto como seguir teniendo un grano en el
culo.
- Sabes mejor que nadie que eso no es cierto.
Mientras seas secretario, el presidente de la cooperativa, sea Rodrigo u otra
persona, no será más que un títere en tus manos.
En
esta ocasión, Gimeno no atiende el consejo de su mujer. Últimamente no está por
seguirle la corriente. Maniobra en el interior de la cooperativa, lo que le
resulta fácil puesto que conoce a todos los cooperativistas y son muchos los
que le deben favores. Con el pretexto de que hay que elegir nueva junta
directiva se carga a Rodrigo y le sustituye por otro acólito suyo.
Pese
a resultar vencedor en la contienda, ésta deja un sabor agridulce a Gimeno
porque al final de la misma se entera de algo que le hiere profundamente. Uno
de los nuevos guardas de campo, pasaba por ser un recomendado de la esposa del
alcalde. La alcaldesa se batió bizarramente por él desde el primer día del
proceso hasta conseguir situarle en la pomada. Lo que no contó a nadie, ni
siquiera a su marido, es que quien le sopló el nombre, suplicándole encarecidamente
que lo recomendara, fue Lola. Resulta que el teórico protegido de la alcaldesa
es primo carnal de Rafael que fue quien pidió a su ex novia que apoyara a su
pariente. A José Vicente le inquieta, no tanto porque se trate de un primo de
Blanquer, sino porque su mujer haya jugado sucio y le haya ocultado su
maniobra. La pesadilla de los celos le envuelve otra vez y está convirtiendo su
vida en un verdadero infierno. Solo sigue teniendo sospechas, pero éstas son
más que suficientes para alimentar sus achares. Aunque algo más tarde que Fina
también se ha dado cuenta de ciertos cambios en el ropero de Lola. ¿Por qué una
mujer se preocupa tanto por su lencería? Las posibles respuestas le ponen
enfermo. Y luego están los hechos concretos: últimamente Lola parece estar
mucho más contenta y alegre, sonríe por las cosas más nimias y canta con
frecuencia. Pero lo que califica como un sólido indicio, casi una prueba, es
que en la cama ya no se entrega con la misma pasión y ternura que antes, ahora
se la ve como distraída, como si su mente no estuviese allí, y en los juegos
eróticos anteriores a la consumación su comportamiento se ha vuelto bastante
pasivo. Así no puede seguir. Debe de tomar una decisión y cortar por lo sano
antes de que la situación llegue a un punto irreversible o acabe volviéndose
loco. Sopesa las distintas opciones que tiene y solo ve una factible: tienen
que irse del pueblo, mientras sigan allí la posibilidad de que Lola termine en
los brazos de otro puede ser cuestión de tiempo. Eso, si no ha ocurrido ya. Y
la mera sospecha se convierte en una espantosa e interminable pesadilla.
Gimeno se pasa por la secretaría de la Jefatura Provincial, tiene algo
que pedirle a su amigo Germán a quien no le cuenta sus verdaderos motivos para
querer irse del pueblo, le da una versión radicalmente distinta:
- Germán, tengo que sacar a Lola y a la niña
del pueblo. La pequeña no tendrá ningún futuro viviendo allí y la madre se
ahoga en aquel ambiente. No pueden continuar ni un día más. Yo no tengo ningún
problema en seguir en Senillar hasta que me jubile, pero ellas no lo van a
soportar. Por eso te pido ayuda. Me ha llegado el rumor de que Alejo Galindo se
marcha a Madrid y va a quedar vacante la presidencia del Sindicato de
Hostelería, ¿sabes algo?
- Sí, está confirmado. Le han ofrecido un
cargo importante en la Delegación Nacional. Me parece que hará carrera.
- ¿Y crees que tengo alguna oportunidad de
hacerme con ese puesto?
- ¿Quieres que te sea sincero? Mientras esté
el actual Gobernador lo dudo.
- ¿Qué me dices? Yo creía estar bien
conceptuado.
- Y lo estás, pero rechazaste la oferta de dirigir
la Obra de Educación y Descanso y me da la impresión de que se lo tomó como
algo personal. Es muy dudoso que vuelva a hacerte otro ofrecimiento. Ya sabes
como funcionan estas cosas.
- O sea, que si quiero un cargo tendré que
esperar a que se produzca el relevo en el Gobierno Civil.
- Y aun así, ya veremos. Ten en cuenta que
antes de ofrecerte algo echarán un vistazo a tu ficha.
- ¿Pero es que estoy fichado? – La cara de
Gimeno es la viva imagen del estupor.
- ¡Coño, pues claro! Parece mentira que seas
tan ingenuo. En este país estamos todos fichados, tú, yo y el lucero del alba.
- ¿Y se puede saber qué dice mi ficha, algo
en mi contra?
- No. Además de muchos otros datos, recoge los
hechos objetivos de la propuesta de Educación y Descanso, que en tal fecha se
te ofreció tal cargo y que no lo aceptaste. Nada más.
- ¿Estás seguro de que no pone nada más?
- Como no voy a estarlo si la elaboré yo.
- ¡Joder, Germán! – se lamenta José Vicente
-, creía que eras amigo mío.
- Y lo soy, no te contaría estas cosas si no
lo fuera, pero tú tienes unas obligaciones y yo otras. La amistad no tiene nada
que ver.
- Entonces, ¿crees que no voy a tener ninguna
otra oportunidad?
- Eso es difícil saberlo, José Vicente. La
vida da muchas vueltas y la política todavía más, pero te voy a dar un consejo
por si quieres promocionar: que no se te vuelva a ocurrir rechazar un
ofrecimiento por modesto que sea. Ya conoces la política que rige en el partido,
todo afiliado debe de estar siempre dispuesto a aceptar los encargos o los
puestos que el mando quiera echar sobre sus hombros. Una segunda negativa te
eliminaría por completo de las listas de candidatos a cargos. O sea, que
aplícate el cuento.
- Gracias por el consejo. De todas maneras,
voy a jugar mis bazas y cuando se confirme la vacante espero que apoyes mi
candidatura.
- Sabes que puedes contar con mi apoyo. A día
de hoy no está dicha la última palabra. Te prometo que trataré de colocarte. Y
para que se te suba el ánimo te soplaré que el jefe valora más que nunca mis
consejos.
- Te lo agradezco en el alma, Germán. No
puedes ni imaginarte lo que estoy pasando.