"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

lunes, 29 de octubre de 2018

*** ¿Anomalía o normalidad?, en pleno otoño ha llegado el invierno




   En el post de la pasada semana les hablaba del fenómeno atmosférico de la gota fría. Hoy les voy a hablar de otra anomalía climatológica que estamos sufriendo, al menos en la península ibérica. Hasta el pasado viernes estábamos en pleno otoño astronómico, pero más bien parecía que era primavera porque en plena meseta castellana temperaturas de más de 23 grados son más primaverales que otoñales.
   Estábamos pues en un otoño disfrazado de primavera, ya no. En veinticuatro horas el tiempo cambió radicalmente. Llegó el señor invierno. Del viernes al sábado las temperaturas se han desplomado más de doce grados. Hace un frío polar, un viento que corta el cutis y está nevando copiosamente en los sistemas montañosos de casi toda España. Y donde no nieva cae una llovizna que por lo fría se asemeja más a aguanieve que a otra cosa.
   Habría que ver lo que dicen las estadísticas para saber si este imprevisto y drástico cambio de tiempo es una cuestión que entra en los parámetros de la normalidad o es otro efecto del cambio climático que, como les conté en otro post, es un hecho del que me he hecho creyente porque los años y, sobre todo, los árboles no engañan.
   Es curioso lo del cambio climático, todo el mundo habla de él, pero no veo que se hagan muchas acciones para, si no pararlo, sí al menos mitigarlo. Debe ser algo propio de la condición humana: decir una cosa y hacer la contraria. Alguien debería meter en la cabeza a los políticos y a los que, detrás de las bambalinas, manejan el teatrillo mundial que lo que valen son los hechos y no las palabras. Para el bla, bla, bla ya tenemos la ONU, la UE, la OEA y demás organismos internacionales que solucionar, solucionan pocas cosas, pero lo que es hablar se llevan la palma.
   No sé si estamos a tiempo, pero menudo planeta les vamos a dejar a nuestros hijos, nietos y descendientes varios. Ignoro si vivirán mejor, pero la tierra que pisarán, el agua que beberán y el aire que van a respirar van a ser infinitamente peores que los que nosotros hemos gozado. A ver si de una vez por todas los que tienen la sartén por el mango deciden hacer algo para remediar este despropósito. Amén.

viernes, 26 de octubre de 2018

75. Errare humanum est


   La dueña del hostal sigue en sus trece de ser la causante de la muerte de Curro Salazar por no haber atendido la llamada del hijo del exsindicalista cuando le dijo que su padre estaba muy chungo. Al sargento le cuesta un imperio conseguir que la patrona se serene y deje de acusarse.
-Tranquilícese, señora Eulalia. Usted no tuvo ni arte ni parte en el fallecimiento de Salazar, se lo aseguro. Y ahora, por favor, prosiga su relato. Nos quedamos en el momento en que el hijo le avisó de que su padre estaba enfermo. ¿Qué hizo usted?
-Le contesté que en cuanto el trabajo me diera un respiro llamaría al centro de salud del pueblo.
-¿Y llamó?
   Es preguntar eso y el llanto de la patrona vuelve a resonar en la cafetería ante el desconcierto de empleados y clientes. Y una vez más el sargento ha de esforzarse para calmar a la dueña y procurar que se serene.
-Por favor, señora Eulalia, cálmese, le repito que no es en absoluto culpable de la muerte de su huésped. Si el médico hubiese llegado antes no sabemos si hubiera podido hacer algo por él. Ahora lo que tiene que hacer es serenarse y contarme lo que pasó después de que Francisco José le dijera que su padre estaba mal.
   La patrona se limpia las lágrimas, bebe un sorbo de la tila que le ha traído una empleada y entre hipos que se esfuerza por controlar prosigue su relato.
-Como le conté, cuando el chico me dijo que su padre estaba chungo –emplea reiteradamente ese vocablo porque sabe que esa voz, desusada en el habla del levante español, significa de mal aspecto, en mal estado y no que alguien se esté muriendo- estábamos en la mitad del primer turno para la cena y al faltar una camarera íbamos todos de cabeza porque no dábamos abasto. Y la verdad, y es algo que no me lo perdonaré mientras viva, se me olvidó el aviso del chaval. Un rato después, como una media hora más tarde, volvió el chico para preguntarme si había avisado al médico, pero fue cuando me dijo que si podría ayudarle alguien a subir a su padre a la cama porque estaba tirado en el suelo cuando me asusté. Le pedí a Juanito, el chico de la barra, que nos acompañara y subimos a la habitación…
   La señora Eulalia se toma un respiro y vuelve a tomar otro sorbo de tila. El guardia civil no le mete prisas y espera pacientemente a que retome su relato.
-Entramos en la habitación y me quede de piedra al ver al señor Martínez, que en gloria esté, espatarrado en medio del cuarto. Entre los tres lo cogimos y lo acostamos. Luego, cuando me serené, le tomé el pulso, puse el oído en el pecho y no escuché latir el corazón… Fue entonces cuando adiviné que el pobre hombre había pasado a mejor vida. Después envié al chaval y a un camarero a buscar la ambulancia del SAMUR de la playa que resultó que no estaba y entonces alguien, no recuerdo quien, llamó al 112… y el resto ya lo sabe.
-Bien, ¿vio u oyó algo o a alguna persona que le llamara la atención? Piénselo.
   La patrona entrecierra los ojos para concentrarse y trata de evocar cuanto pasó a su alrededor en esa fatídica tarde.
-Pues que recuerde, no, sargento, pero si me viniera algo a la cabeza se lo diría en seguida.
-Me interesa mucho que indague entre sus clientes y empleados si alguien vio al extranjero que, según los primeros testigos, estuvo ayer por la tarde en la habitación 16. Es alto, fuerte, moreno y habla mal el español. Por lo demás, hemos terminado. Mañana antes del mediodía se pasa por el cuartel para firmar la declaración.
   Los guardias civiles se vuelven al pueblo, todavía les queda trabajo por delante pues tienen que poner en limpio las declaraciones de los testigos que han interrogado hasta el momento: Rocío Molina, la única detenida por ahora, Anca Dumitrescu, Vicente Fabregat y Eulalia Betoret, más las declaraciones de los empleados del hostal, de los demás huéspedes y de los comensales que cenaron en el mismo la noche anterior. Cuando el sargento llega al modesto piso de la casa-cuartel que ocupa con su mujer y dos hijos aún pequeños, su esposa, mientras cenan, le pregunta:
-Hernando, ya sé que no te gusta que te pregunte por asuntos del servicio, pero… me ha llamado Teresa, la esposa de Manuel Pitarch, que como sabes me está enseñando a hacer encaje de bolillos, y me ha preguntado por lo de Vicentín. En su familia están muy preocupados. Teresa es prima hermana de los Fabregat y esa es una familia muy unida y sabes que cuando llegan los problemas es la familia la única que te apoya. También sabes que los Fabregat son partidarios de que la ropa sucia se lave en casa…
   La mujer conoce a su marido lo suficiente como para saber que no debe hacerle una petición concreta, por eso deja sin terminar su parrafada. Al suboficial le ocurre lo mismo, conoce lo bastante bien a su media naranja para saber que no le va a formular una pregunta concreta. El guardia civil vacila entre el deber de sigilo, el equilibrio conyugal y, sobre todo, la posición de su esposa en el complejo microcosmo social de la localidad. Tras pensarlo decide que lo mejor será, sin desvelar lo que sabe del caso, contar lo suficiente a su mujer para que calme a los Fabregat.
-Maripaz, eres consciente de que no puedo revelarte los pormenores del caso, más aún cuando ni siquiera he remitido a la Juez Instructora el atestado, pero… puedo decirte sin faltar a mis deberes que los Fabregat pueden estar tranquilos…, si no aparecen otros testigos que aporten más datos sobre el fallecimiento de ese pobre hombre que pudiesen cambiar lo que se sabe hasta el momento. Y ahora, vamos a acostar a los niños y yo haré lo mismo, hoy he tenido una jornada muy ajetreada.
   En la mañana del diecisiete el comandante del puesto de la Guardia Civil de Torreblanca remite a la titular del Juzgado de Instrucción número cuatro de Castellón el atestado con las declaraciones de los testigos del caso Pradera y solicita un vehículo para la conducción a dicho juzgado de la única detenida, Rocío Molina.
   En la misma fecha, en el Instituto de Medicina Legal de Castellón el forense ha terminado de practicar la autopsia del cadáver de Curro Salazar. Primero ha observado la parte exterior buscando indicios de la muerte. Después ha examinado los órganos internos. Ha practicado un corte en forma de Y en el pecho y abajo del abdomen. Asimismo, ha tomado muestras de tejidos para observarlas al microscopio. Luego ha mandado realizar un análisis toxicológico para verificar si hay drogas o productos químicos en la sangre, orina o saliva. Mientras ha llevado a cabo la operación ha ido describiendo en voz alta sus acciones para que las registre una grabadora que pende de un cable del techo, así como los indicios que encuentra. Al terminar, después de algo más de tres horas, ha devuelto todos los órganos al cuerpo y lo ha cosido. Finalmente, tras despojarse de la ropa de trabajo y lavarse meticulosamente se ha sentado para redactar un informe preliminar, a expensas de lo que digan en toxicología y el laboratorio que hará los estudios detallados en muestras de tejido. El atestado va dirigido a su señoría doña Isabel del Valle, titular del Juzgado de Instrucción número cuatro de la Audiencia Provincial de Castellón de la Plana.
   El Certificado Médico Legal, que es el documento que recoge los resultados de la autopsia practicada a Francisco Salazar Jiménez, establece como causa última de la muerte una contracción miocárdica que supuso la detención de la circulación de la sangre y que implicó la detención del suministro de oxígeno al cerebro durante más de diez minutos con efectos irreversibles. Lo que en lenguaje más reconocible se conoce como parada cardiorrespiratoria. El cadáver presenta dos costillas fracturadas, una de las cuales por un traumatismo de origen desconocido perforó la pleura lo que provocó un neumotórax traumático que, al no ser tratado a tiempo, puede situarse como causa remota del cuadro clínico que finalizó en la muerte diferida del fallecido. Asimismo, se detecta una agresión en el rostro del cadáver hecho por persona o personas desconocidas el día 15 de agosto de 2016, a las 17 horas aproximadamente, con el resultado de un hematoma, de 4 cm de diámetro por 1 cm de relieve, de color rojo localizado en las regiones supraorbitaria palpebral superior, palpebral inferior e infraorbitaria izquierdas y un edema traumático, de 4 cm de diámetro por 1 cm de relieve no cromatizado localizado en la hemirregión frontal derecha. Ambas agresiones pudieron coadyuvar a intensificar los problemas del neumotórax. Durante el acto quirúrgico se percibió un olor sui géneris y se tomaron muestras del tubo digestivo, de sangre, de orina y de tejido hepático para su posterior análisis por toxicología. Hasta que se realice el informe toxicológico no puede determinarse el impacto de una posible sustancia tóxica que coadyuvase al óbito. El informe termina especificando que el  fallecimiento ocurrió en el Hostal Los Prados de la población de Torrenostra (Torreblanca-Castellón de la Plana), hacia las veinte horas de la tarde del 15 de agosto de 2016, habiendo permanecido el cuerpo en el lugar del hecho hasta las 00,30 horas del 16 de agosto aproximadamente cuando se efectuó el levantamiento del cadáver.
   Cuando la juez del Valle lee la autopsia siente un escalofrío en el que se mezclan la emoción y el temor, va a ser su primer caso criminal y le preocupa no estar a la altura de las circunstancias. Afortunadamente para ella, el fiscal del caso es Joaquín Navarro, jurisconsulto con una dilatada carrera, que le podrá ayudar a cometer el menor número posible de errores. Aun así no puede menos que evocar el conocido latinajo:
-Errare humanum est –aunque al recordar la expresión latina completa hace una mueca de burla hacia sí misma pues la segunda parte de la máxima es sed perseverare diabolicum.

PD.- Hasta el próximo viernes

lunes, 22 de octubre de 2018

*** La maldición bíblica de la gota fría



   Toda comarca, región, y hasta país sufre periódicamente uno o varios azotes naturales que vienen a ser como una suerte de maldición bíblica. Así, ciertos estados del medio oeste norteamericano sufren anualmente los tornados, algunos países de Sudamérica bañados por el Pacífico han de enfrentarse cada varios años a la maldición de el Niño, en el este de Asia han de soportar cíclicamente a los tifones y aquellos países ubicados en el anillo de fuego se ven castigados periódicamente por erupciones volcánicas y terremotos. Pues bien, los que vivimos, aunque sea parcialmente como es mi caso, en el Mediterráneo occidental, especialmente en el Golfo de Valencia, hemos de soportar varias veces en nuestras vidas la temible gota fría. Lo de llamarle gota es una suerte de humorada macabra porque lo que realmente parece es como si las compuertas de los cielos se abrieran de par en par y dejaran caer mares de agua que se abaten inmisericordes sobre las resecas tierras del levante español.
   Como saben, la gota fría o DANA (depresión aislada en niveles altos) es un fenómeno meteorológico que suele coincidir con el inicio del otoño en el Mediterráneo occidental. A grandes rasgos, es el resultado de una corriente en chorro de aire polar que avanza sobre Europa occidental a gran altura y que al chocar con el aire más cálido del Mediterráneo genera fuertes tormentas. Ocurre cíclicamente, pero en la mayoría de ocasiones no dejan de ser más que tempestades más o menos aparatosas sin mayores consecuencias. Pero entre cuatro y seis veces en un siglo la gota genera un tren de tormentas con torrenciales diluvios y cuyas consecuencias son desastrosas. Entonces, la gota fría se convierte en una locomotora sin ninguna clase de control que lo arrasa todo a su paso. Es lo que acaba de ocurrir en este octubre del 2018.
   Mi pueblo natal, Torreblanca, situado en la comarca de la Plana Alta, es por su ubicación y particular topografía un firme candidato a sufrir las consecuencias de las gotas frías con mayúsculas. Está emplazado en el centro de una pequeña llanura aluvial limitada al este por el Mediterráneo y circundada al oeste por un semicírculo de colinas que forman parte de las últimas estribaciones sudorientales del Maestrazgo. Naturalmente esa pequeña cordillera vierte las aguas hacia el mar y en su discurrir atraviesan necesariamente el pueblo y terminan igualmente afectando a los dos núcleos costeros existentes: Alcossebre y Torrenostra.
   Lo que ha pasado ahora es que en menos de doce horas en Torreblanca se han abatido más de 200 litros por metro cuadrado y ha seguido lloviendo hasta superar los 300 litros en poco más de un día. Teniendo en cuenta que la precipitación media anual en España ronda en torno a los 600 litros, lo ocurrido supone que en algo más de veinticuatro horas ha llovido lo que debía hacerlo durante medio año. Una auténtica barbaridad. Tal cantidad de agua en tan poco tiempo provoca que la tierra sea incapaz de absorber tanto líquido y los barrancos, ramblas y los escasos y secos ríos se convierten en un visto y no visto en impetuosos torrentes que transportan miles y miles de toneladas de agua en dirección al mar y que arrollan todo lo que se opone a su curso.
   Las consecuencias ya se las pueden imaginar: inundaciones de campos y casas, árboles arrancados de cuajo, carreteras y vías férreas cortadas, vehículos atrapados sin o con gente dentro, animales domésticos ahogados, puentes que no resisten el salvaje empuje de las aguas, actividades económicas y sociales interrumpidas, gente aterrada ante la inclemencia de la naturaleza…
   En la actualidad los avances en la predicción del clima han hecho que la gota fría de estos días octubreños haya generado menos desastres de los que provocaba antaño. En mi ya larga vida, esta es la tercera vez que sufro este fenómeno, aunque en esta última ocasión a distancia. Las dos anteriores las viví directamente. Una de ellas, especialmente, la recuerdo con absoluta nitidez, como se recuerdan los hechos que le cambian a uno la vida.

   Fue un 28 de septiembre del año en que cumplí los doce. A media tarde comenzó a llover copiosamente. "El típico temporal de otoño”, dijeron. Al anochecer los nimbocúmulos se fueron haciendo más grandes y negros y la lluvia se hizo torrencial. Mi padre tuvo que ir a echar una mano adónde mi tío Daniel cuya casa se había inundado hasta el punto que los muebles flotaban por las habitaciones como si fueran barquichuelos de papel. Cuando volvió estaba que no se tenía, empapado de agua y sucio de barro. “Tengo un mal presentimiento”, dijo, pensando en los campos de arroz de la familia con las gavillas puestas a secar antes de la trilla. En la madrugada del 29 cesó de llover. Mi padre y yo cogimos las bicicletas y fuimos a ver los arrozales. Nos encontramos que se habían convertido en una especie de laguna de agua sucia de la que solo sobresalían los plumeros de los senills o carrizos. Ni rastro de las gavillas que terminaron en el fondo del mar. Por muchos años que viva jamás olvidaré la mirada desolada de mi padre. En aquella cosecha había invertido hasta su última peseta. Nunca volvió a ser el mismo. Yo tampoco. La inundación se llevó el arroz, arruinó a mi familia y truncó mis sueños de cursar una carrera universitaria. Más de una década después, la caprichosa fortuna me depararía una nueva e inesperada oportunidad, pero en aquellos trágicos momentos no lo podía saber. Aquella gota fría me jodió la niñez; con mi padre fue más cruel, le jodió la vida.
   Los valencianos no tenemos tornados, ni tifones, ni erupciones volcánicas, ni sufrimos el Niño, en cambio tenemos la gota fría que cuando llega en plan desbocado provoca que el mal llamado Levante feliz deje de serlo cuando sobre su cada vez más desertizada capa de tierra vegetal se abaten inclementes océanos de agua. Es nuestra particular maldición bíblica.